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lunes, 17 de diciembre de 2018

QUÉ DEBEMOS HACER? - MEDITACIÓN DE ADVIENTO 2018


¿Qué debemos hacer?



Juan Bautista es la figura dominante este domingo, así como lo fue el domingo anterior. El texto del evangelio nos permite avanzar en el conocimiento de su mensaje de preparación para la venida del Mesías.

El Bautista, cuya vida tuvo como escenario el desierto, no conoce el protocolo de los salones de la alta sociedad. Por eso su estilo personal es directo, sin las sutilezas diplomáticas frecuentes en ambientes sofisticados. Por eso Juan dice sin rodeos lo que tiene que decir; ha venido para preparar los caminos del Mesías y denuncia las incoherencias que veía a su alrededor. De ahí que sea implacable con las injusticias y denuncia la corrupción de los poderosos; esto lo llevó a enfrentarse a Herodes y finalmente le costó la vida.

Para preparar el terreno del Mesías, Juan acompañaba sus exhortaciones a la conversión con un rito de gran valor simbólico, que consistía en sumergirse en las aguas del río Jordán. Los que escuchaban sus palabras y reconocían sus pecados eran sometidos a este bautismo de agua. Esta inmersión tenía un doble significado: por una parte, expresaba limpieza espiritual, en cuanto el agua purifica lo que está sucio; y también significaba un nuevo comienzo, en cuanto las personas que vivían esta experiencia dejaban atrás las injusticias, renaciendo así a un nuevo estilo de vida. Las multitudes que lo seguían acogían su llamado a la conversión, reconocían sus pecados y se sumergían en el Jordán para expresar de esta manera su transformación interior. 

Otro aspecto muy interesante del evangelio de hoy es poner de manifiesto la modestia de Juan, quien plantea con total transparencia el alcance de su ministerio: él no es el Mesías sino quien prepara su venida. A pesar de los rumores que circulaban entre el pueblo, que lo identificaban como el Mesías, Juan no cayó en la trampa y no se atribuyó una identidad y unas funciones que no le correspondían. Por eso afirma con transparencia y sencillez: “viene el que puede más que yo, y no merezco desatarle la correa de sus sandalias”.

Esta lección de Juan Bautista debería ser aprendida por tantos “mandos medios” que se apropian indebidamente de porciones de poder y hacen demostraciones insoportables de prepotencia… En contraposición, Juan Bautista, pariente muy cercano de Jesús, deja constancia  de su papel secundario, sin protagonismos.

¿Qué anuncia Juan Bautista desde la simplicidad extrema de su forma de vida? Juan invita a la conversión, la cual no se puede confundir con los sentimientos de culpa, sino que conduce a la firme decisión de cambiar la  manera como se piensa y actúa. No se trata de simples cambios cosméticos sino que modifican sustancialmente la manera como se ejerce un trabajo o profesión.

En el evangelio de hoy, Juan Bautista da unas respuestas muy concretas a tres grupos de seguidores que le preguntaban qué debían hacer:

- Ante la pregunta ¿qué debemos hacer? hecha por la multitud, responde: “el que tenga dos túnicas, que las reparta con el que no tiene; y el que tenga comida, que haga lo mismo”.
- Ante la misma pregunta hecha por los publicanos, que eran recaudadores de impuestos, les dice: “no cobren más de lo que deben cobrar”.
- Igualmente unos militares que lo habían escuchado le preguntan qué debían hacer; Juan les responde: “no le quiten nada a nadie, ni con amenazas ni acusándolo de algo que no haya hecho y confórmense  con su sueldo”.
- Estos tres casos nos muestran que, en la predicación de Juan Bautista, la conversión se manifiesta en acciones concretas frente a las personas que nos rodean. La conversión no consiste en inútiles golpes de pecho sino en acciones concretas de justicia en el ejercicio de nuestras responsabilidades diarias.

Juan Bautista hace referencia al bautismo con agua que llevaba a cabo con sus seguidores, y al bautismo con el Espíritu Santo y fuego que realizará Jesús:

- Ya vimos que el bautismo con agua significaba purificación y nacimiento a una vida nueva.
- Veamos qué alcance tienen estas referencias al Espíritu Santo y al fuego.
- En la Biblia, la salvación es representada por un viento o soplo  divino -eso significa la palabra “espíritu”-; los profetas también comparan la acción de Dios con el fuego que genera luz y calor (recordemos que Yahvé se manifestó a Moisés en la zarza que ardía sin consumirse). En Pentecostés también encontramos esos dos elementos, el viento y el fuego.
- El bautismo de Jesús tiene la capacidad de transformar radicalmente nuestras vidas ya que, en virtud de la acción del Espíritu Santo, nos convertimos en hijos de Dios y coherederos con Cristo.

Es hora de terminar nuestra meditación dominical, en la cual hemos profundizado en el mensaje de conversión que proclama  Juan Bautista. Que este Adviento sea una preparación para la celebración de los misterios de la Navidad, de manera que vivamos una profunda renovación interior.


Padre Jorge Humberto Peláez S. J.

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