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martes, 17 de abril de 2018

EL EVANGELIO DE HOY MARTES 17 ABRIL 2018


Lecturas de hoy Martes de la 3ª semana de Pascua
Hoy, martes, 17 de abril de 2018





Primera lectura
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (7,51–8,1a):

EN aquellos días, dijo Esteban al pueblo y a los ancianos y escribas:
«¡Duros de cerviz, incircuncisos de corazón y de oídos! Vosotros siempre resistís al Espíritu Santo, lo mismo que vuestros padres. ¿Hubo un profeta que vuestros padres no persiguieran? Ellos mataron a los que anunciaban la venida del Justo, y ahora vosotros lo habéis traicionado y asesinado; recibisteis la ley por mediación de ángeles y no la habéis observado».
Oyendo sus palabras se recomían en sus corazones y rechinaban los dientes de rabia. Esteban, lleno de Espíritu Santo, fijando la mirada en el cielo, vio la gloria de Dios, y a Jesús de pie a la derecha de Dios, y dijo:
«Veo los cielos abiertos y al Hijo del hombre de pie a la derecha de Dios».
Dando un grito estentóreo, se taparon los oídos; y, como un solo hombre, se abalanzaron sobre él, lo empujaron fuera de la ciudad y se pusieron a apedrearlo. Los testigos dejaron sus capas a los pies de un joven llamado Saulo y se pusieron a apedrear a Esteban, que repetía esta invocación:
«Señor Jesús, recibe mi espíritu».
Luego, cayendo de rodillas y clamando con voz potente, dijo:
«Señor, no les tengas en cuenta este pecado».
Y, con estas palabras, murió.
Saulo aprobaba su ejecución.

Palabra de Dios

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Salmo
Sal 30,3cd-4.6ab.7b.8a.17.21ab

R/. A tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu

Sé la roca de mi refugio,
un baluarte donde me salve,
tú que eres mi roca y mi baluarte;
por tu nombre dirígeme y guíame. R/.

A tus manos encomiendo mi espíritu:
tú, el Dios leal, me librarás.
Yo confío en el Señor.
Tu misericordia sea mi gozo y mi alegría. R/.

Haz brillar tu rostro sobre tu siervo,
sálvame por tu misericordia.
En el asilo de tu presencia los escondes
de las conjuras humanas. R/.

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Lectura del santo evangelio según san Juan (6,30-35):

EN aquel tiempo, el gentío dijo a Jesús:
«¿Y qué signo haces tú, para que veamos y creamos en ti? ¿Cuál es tu obra? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: “Pan del cielo les dio a comer”». 
Jesús les replicó: «En verdad, en verdad os digo: no fue Moisés quien os dio pan del cielo, sino que es mi Padre el que os da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da vida al mundo».
Entonces le dijeron: «Señor, danos siempre de este pan».
Jesús les contestó: «Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí no tendrá sed jamás».

Palabra del Señor

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Comentario al Evangelio de hoy martes, 17 de abril de 2018
Enrique Martínez de la Lama-Noriega, cmf


SOMOS TESTARUDOS,
NOS RESISTIMOS AL ESPÍRITU SANTO


     Esteban no está simplemente cuestionando la Ley de Moisés, o algún aspecto concreto de la misma. Como Jesús, va al centro. Si el signo exterior de que se pertenecía al pueblo de Dios era la «circuncisión» (según la alianza con Abraham, Génesis 17, 10-14), Esteban les reprocha que el signo se ha quedado en algo puramente externo y falso. Porque lo que había que «circuncidarse» eran el oído y el corazón.

     Ya sabemos que en la cultura bíblica, el corazón representaba el centro de la persona, el yo, la propia identidad. Pero podemos andar con una «coraza» puesta, de modo que nos «protegemos» contra la voluntad de Dios, no permitimos que la Palabra de Dios afecte, transforme y se incorpore a lo que somos, pensamos, hacemos y sentimos. Por muchas palabras que digamos, o muchos signos exteriores que nos pongamos. La voluntad de Dios nos rebota. Es lo que Jesús y Esteban echan en cara al pueblo,  a los ancianos y escribas. Con palabras muy duras: «Siempre os resistís al Espíritu Santo».

    Y en cuanto al oído: Israel se ha llamado el «pueblo de la escucha». Un texto fundamental, que es a la vez la plegaria más sagrada del judaísmo y que repiten diariamente, se encuentra en Deuteronomio  6, 4-9, empieza así: Escucha Israel...

    Pero es frecuente que, al escuchar, pongamos como unos filtros en las orejas, de modo que escuchamos selectivamente: lo que está de acuerdo con nuestras ideas, lo que no nos inquieta, lo que nos interesa, lo que nos da tranquilidad, lo que confirma nuestras ideas... Con respecto a los demás, ¡y con respecto a Dios y su Palabra! Tener circuncidado el oído significa dejarse juzgar, cuestionar, afectar, alterar, cambiar los criterios y la mente... conforme a lo que nos va «diciendo» Dios. 

    Es más: el pueblo, los ancianos y los escribas no habían sido capaces (o no les daba la gana) de reconocer la Palabra de Dios que venía por boca de sus profetas, así que los perseguían y eliminaban. Con tal de no cambiar la vida, los comportamientos erróneos, con tal de no dejarse cuestionar y exigir, se cerraba la boca de los mensajeros persiguiéndolos y eliminándolos. Esto es lo que hicieron con Jesús, y lo que Esteban sabe que van a hacer con él. Si persiguieron al Maestro, también perseguirán a sus discípulos. El propio Jesús ya lo había advertido. 

El Papa Francisco (17 de Abril de 2013), hablando del Concilio Vaticano II, se preguntaba:  ¿Hemos hecho todo lo que nos dijo el Espíritu Santo en el Concilio?». «No», fue su respuesta. 

«Festejamos este aniversario» casi levantando «un monumento» al Concilio, pero nos preocupamos sobre todo de «que no nos dé fastidio. No queremos cambiar». Y hay algo más: existen voces que quieren retroceder. Esto se llama “ser testarudos”, esto se llama querer “domesticar al Espíritu Santo”, esto se llama convertirse en necios y lentos de corazón».

También entre nosotros se manifiesta esa resistencia al Espíritu Santo. Para decirlo claramente: el Espíritu Santo nos da fastidio. Porque nos mueve, nos hace caminar, impulsa a la Iglesia a ir adelante. Y nosotros somos como Pedro en la Transfiguración: “Ah, que bueno es que estemos aquí, todos juntos”. Pero que no nos dé fastidio. Queremos que el Espíritu Santo se amodorre. Queremos domesticar al Espíritu Santo. Y esto no funciona. Porque Él es Dios y Él es ese viento que va y viene, y tú no sabes de dónde. Es la fuerza de Dios; es quien nos da la consolación y la fuerza para seguir adelante. ¡Pero sigamos adelante! Y esto incomoda. La comodidad es más bonita. 

«También en nuestra vida personal, en la vida privada sucede lo mismo: el Espíritu nos impulsa a seguir un camino más evangélico, y nosotros: “Pero no, es así, Señor...”». 



Pues sí: sigue habiendo quienes le echan la culpa a aquella «reunión» de casi todos los males de la Iglesia de hoy, y quisieran dar marcha atrás al tiempo, recuperar lo que «perdieron», reivindicar las sacrosantas tradiciones y modos de tiempos pretéritos, sin «creerse» que el Espíritu sigue hablando y guiándonos hoy.  

    En otro momento, decía el Papa: "el hombre debe tener el corazón siempre abierto. El «siempre se ha hecho así» es un corazón cerrado y Jesús nos ha dicho: ‘os enviaré el Espíritu Santo y Él os conducirá a la verdad plena’. Si tienes el corazón cerrado a la novedad del Espíritu Santo, ¡nunca llegarás a la verdad plena! Y tu vida será una vida mitad y mitad, una vida remendada con cosas nuevas, pero sobre una estructura que no está abierta a la voz del Señor. Un corazón cerrado, porque no eres capaz de cambiar los odres". Cerrado o incircunciso.

Y atentos también a nuestra propia vida personal: por dónde nos empeñamos en ir, estar o hacer... y por dónde quisiera llevarnos el Espíritu Santo.

           Por eso, concluimos esta reflexión, con los deseos del Papa: «esta es la gracia que hoy quisiera que todos nosotros pidiéramos al Señor; la docilidad al Espíritu Santo, al Espíritu que viene a nosotros y nos hace seguir adelante por el camino de la santidad, esa santidad tan bella de la Iglesia. La gracia de la docilidad al Espíritu Santo».

(¿Qué más voy a añadir yo, si mejor que el Papa no soy capaz de decirlo? La cosa es... hacerlo, ponerlo en práctica).

Enrique Martínez de la Lama-Noriega, cmf 

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