La Oración
Jesús no tiene whatsApp
Por: María Luisa Martínez Robles | Fuente: Catholic.Net
Es una lástima porque muchos jóvenes se comunicarían fácilmente con Él en todo momento. Aunque es mejor así porque a Jesús le gusta tener una conversación más larga. Por whatsApp solamente decimos frases cortas para quedar o recordar algo. A Él le gusta que le confiemos nuestras inquietudes y nos tiene siempre presentes, no tenemos que recordarle nada.
Con los amigos hablamos con frecuencia. ¿No hacemos lo mismo con nuestro mejor Amigo? Amigo con mayúsculas, pues no nos falla nunca, siempre está dispuesto a ayudarnos, a consolarnos cuando estamos tristes, a comparte nuestras dificultades. Recemos a diario.
Hay varias formas de hacerlo, todas ellas nos proporcionan paz, tranquilidad y consuelo.
Empecemos por escoger un momento de silencio, al despertar, al acostarnos, da lo mismo, lo importantes es pensar qué estamos haciendo.
Le contamos nuestras inquietudes, aquello que nos preocupa y le pedimos perdón pues no siempre sabemos hacer lo correcto.
Le pediremos ayuda, somos débiles y nos cuesta perseverar.
No olvidaremos, en nuestra oración diaria, dar las gracias por todo lo que tenemos, que es mucho.
Nos pondremos en sus manos, con la confianza de hacer lo que Él nos pida.
Encontraremos quién nos diga que no han oído sus oraciones, han pedido paz en el mundo y mueren muchas personas inocentes. Los niños mueren de hambre. Las enfermedades hacen sufrir a muchas personas. Podemos contestar que las guerras y el hambre es culpa de los hombres. Dios da libertad al hombre para hacer el bien o el mal. La enfermedad y el dolor nos prueba, nos acerca y nos une a Dios. Cuando no tenemos problemas nos olvidamos de lo que bueno que tenemos. Valga la redundancia.
Actuamos
Leeremos el Evangelio diariamente. Meditaremos lo que nos dice.
Del santo Evangelio
Colosenses 4:2
Perseverad en la oración, velando en ella con acción de gracia.
Una bonita historia para pensar.
Texto original de María Luisa Martínez Robles.
Rezar, confiar y esperar
Se levanto por la mañana. Las líneas rectas las veía torcidas, le molestaba la luz. Después de muchas pruebas le diagnosticaron desprendimiento de retina. No era una operación difícil, el problema era que con el ojo derecho no veía más que sombras.
Consultaron con catedráticos de oftalmología. Había que operar, no había otra solución. Un amigo le dijo:
Habrás perdido la vista pero no has perdido la sonrisa.
Teniendo al lado una persona como mi marido, es difícil estar triste.
Contestó ella.
Cuando entró en el quirófano mi abuela le dijo al cirujano:
Me pongo en sus manos y en las manos de Dios. No es la primera vez que lo hago y le aseguro que Él me escucha.
El oftalmólogo se quedó sorprendido. Nunca le habían dicho nada semejante. Ella no sabía si era creyente, pero no se avergonzó de decirle lo que pensaba.
La operación salió mal. Mi abuela tenía que permanecer tendida en la cama apoyando la frente en la almohada,
De nuevo había que intervenir. Otros veinte días sin moverse, sin ver nada más que sombras.
Así hasta cuatro operaciones. Por la noche soñaba que al abrir los ojos vería de nuevo el amanecer, el paisaje, las montañas desde su ventana. Al despertar de nuevo las tinieblas.
Una amiga, que la veía sufrir, le dijo indignada que Dios no la estaba ayudando, ¡con lo que ella rezaba, con lo creyente que era ! Pero mi abuela, no pensaba igual. Mi abuelo había dicho que con sus ojos vería por los dos. Sus hijos estaban a su lado y nosotros sus nietos la alegrábamos con nuestras caricias y ocurrencias.
Lo verdaderamente importante se ve con los ojos del alma, como dice el cuento de “ El principito” . Ella lo sabía. Confiaba que Dios la ayudaría y vería de nuevo. De no ser así, le daría la fuerza suficiente para superarlo.
Rezamos todos, incluso hubo una cadena de oración en las redes sociales. También sirven para compartir nuestras plegarias.
Llegó el día de la última operación. Escuchaba el Evangelio todos los días, a tientas conseguía poner el ordenador para oírlo. Era la curación del ciego. “ Tu fe te ha salvado” le dijo Jesús. Nos la encontramos llorando. No era fácil pues llevan cuatro meses ciega, no sé de dónde sacaba las fuerzas. Ahora sí lo sé.
Después de unos días de recuperación, volvió al cirujano. Estábamos todos expectantes.
El médico dijo:
Es verdad que Dios la escucha, está totalmente recuperada. Nunca pensé que fuese posible. Todavía tengo pesadillas cuando recuerdo su operación.
Ella nunca pensó que Dios la hubiese abandonado. Como el ciego del Evangelio confiaba y esperaba. Hizo ver a todos, nunca mejor dicho, la importancia de estar unidos y no desesperarse. De no haber pasado por ese trance no habrían tenido la experiencia del dolor compartido, de lo que se querían.
No lo he inventado, es una historia real. Es el poder de la oración hecha con confianza, perseverando y aceptando lo que Dios nos pide.
Es la seguridad de que Él siempre nos protege, pero nosotros tenemos que saber esperar. Su visión del tiempo no coincide con nuestro reloj.
Actuamos
Leeremos el Evangelio diariamente. Meditaremos lo que nos dice.
Del santo Evangelio
Colosenses 4:2
Perseverad en la oración, velando en ella con acción de gracia.
Una bonita historia para pensar.
Texto original de María Luisa Martínez Robles.
Rezar, confiar y esperar
Se levanto por la mañana. Las líneas rectas las veía torcidas, le molestaba la luz. Después de muchas pruebas le diagnosticaron desprendimiento de retina. No era una operación difícil, el problema era que con el ojo derecho no veía más que sombras.
Consultaron con catedráticos de oftalmología. Había que operar, no había otra solución. Un amigo le dijo:
Habrás perdido la vista pero no has perdido la sonrisa.
Teniendo al lado una persona como mi marido, es difícil estar triste.
Contestó ella.
Cuando entró en el quirófano mi abuela le dijo al cirujano:
Me pongo en sus manos y en las manos de Dios. No es la primera vez que lo hago y le aseguro que Él me escucha.
El oftalmólogo se quedó sorprendido. Nunca le habían dicho nada semejante. Ella no sabía si era creyente, pero no se avergonzó de decirle lo que pensaba.
La operación salió mal. Mi abuela tenía que permanecer tendida en la cama apoyando la frente en la almohada,
De nuevo había que intervenir. Otros veinte días sin moverse, sin ver nada más que sombras.
Así hasta cuatro operaciones. Por la noche soñaba que al abrir los ojos vería de nuevo el amanecer, el paisaje, las montañas desde su ventana. Al despertar de nuevo las tinieblas.
Una amiga, que la veía sufrir, le dijo indignada que Dios no la estaba ayudando, ¡con lo que ella rezaba, con lo creyente que era ! Pero mi abuela, no pensaba igual. Mi abuelo había dicho que con sus ojos vería por los dos. Sus hijos estaban a su lado y nosotros sus nietos la alegrábamos con nuestras caricias y ocurrencias.
Lo verdaderamente importante se ve con los ojos del alma, como dice el cuento de “ El principito” . Ella lo sabía. Confiaba que Dios la ayudaría y vería de nuevo. De no ser así, le daría la fuerza suficiente para superarlo.
Rezamos todos, incluso hubo una cadena de oración en las redes sociales. También sirven para compartir nuestras plegarias.
Llegó el día de la última operación. Escuchaba el Evangelio todos los días, a tientas conseguía poner el ordenador para oírlo. Era la curación del ciego. “ Tu fe te ha salvado” le dijo Jesús. Nos la encontramos llorando. No era fácil pues llevan cuatro meses ciega, no sé de dónde sacaba las fuerzas. Ahora sí lo sé.
Después de unos días de recuperación, volvió al cirujano. Estábamos todos expectantes.
El médico dijo:
Es verdad que Dios la escucha, está totalmente recuperada. Nunca pensé que fuese posible. Todavía tengo pesadillas cuando recuerdo su operación.
Ella nunca pensó que Dios la hubiese abandonado. Como el ciego del Evangelio confiaba y esperaba. Hizo ver a todos, nunca mejor dicho, la importancia de estar unidos y no desesperarse. De no haber pasado por ese trance no habrían tenido la experiencia del dolor compartido, de lo que se querían.
No lo he inventado, es una historia real. Es el poder de la oración hecha con confianza, perseverando y aceptando lo que Dios nos pide.
Es la seguridad de que Él siempre nos protege, pero nosotros tenemos que saber esperar. Su visión del tiempo no coincide con nuestro reloj.
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