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martes, 3 de enero de 2017

EL EVANGELIO DE HOY MARTES 3 DE ENERO DEL 2017


Confiar siempre en la misericordia de Dios.
Juan 1, 29-34. Martes de Feria de tiempo de Navidad. Ciclo A.



Por: H. Iván Yoed González Aréchiga LC | Fuente: www.missionkits.org 




En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, aquí estoy. Vengo a acompañarte unos instantes. Quizás no será mucho el tiempo, pero ¡mira que te lo daré con todo lo que puedo y soy! Quiero disfrutar a tu lado este trocito de cielo, en tu presencia, simplemente junto a Ti.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)


Del santo Evangelio según san Juan 1, 29-34
Al día siguiente, vio Juan el Bautista a Jesús, que venía hacia él, y exclamó: "Este es el Cordero de Dios, el que quita el pecado del mundo. Este es aquel de quien yo he dicho: 'El que viene después de mí, tiene precedencia sobre mí, porque ya existía antes que yo'. Yo no lo conocía, pero he venido a bautizar con agua, para que él sea dado a conocer a Israel"
Entonces Juan dio este testimonio: "Vi al Espíritu descender del cielo en forma de paloma y posarse sobre él. Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: 'Aquel sobre quien veas que baja y se posa el Espíritu Santo, ése es el que ha de bautizar con el Espíritu Santo'. Pues bien, yo lo vi y doy testimonio de que éste es el Hijo de Dios".
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio.
Parece que tienes, Dios mío, pocos principios en tu pedagogía. Yo podría cansarme de leer siempre los mismos evangelios. Y, a decir verdad, ¿por qué leerlos tan seguido, si son tan semejantes, cuando no siempre los mismos?
No podría jamás olvidar la imagen de mi infancia, en que me veo de pequeño aprendiendo cosas a partir de una maestra, de un tutor o sencillamente de mi madre. ¡Con cuánta paciencia me enseñaban!
Y Tú no estás lejos de esta escena o, a decir verdad, eran todas esas personas quienes seguían tu modelo, quizá incluso a veces sin saberlo. Sí, Tú tienes pocos principios en tu pedagogía, y nosotros permanecemos siendo los niños que los aprenden toda la vida. Toda la vida aprendiendo, ¡y a veces tan lentamente! Y Tú con cuánta paciencia… que hasta parece que crece en cada instante, antes que agotarse.
La enseñanza de hoy podría ser una muy sencilla: Tú me perdonas. Tú eres el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo y que transforma la vida en verdadero amor.
No he de desesperarme; y si me desespero por fallar, recuérdame otra vez lo que jamás te cansarás de susurrarme en medio de mi más honda miseria: «tampoco yo te condeno, queda en paz».
Quiero recibir esta enseñanza como un niño y aceptar con llaneza tu humilde mensaje para mi vida. Nada complicado, pero qué difícil a veces de acogerlo en mi corazón. Ablándalo, Señor, y haz que pueda pasar tu mensaje hasta lo más profundo de mi ser.
«En efecto, la Iglesia, la gran familia de Dios, es la que nos lleva a Cristo. Nuestra fe no es una idea abstracta o una filosofía, sino la relación vital y plena con una persona: Jesucristo, el Hijo único de Dios que se hizo hombre, murió y resucitó para salvarnos y vive entre nosotros. ¿Dónde lo podemos encontrar? Lo encontramos en la Iglesia, en nuestra Santa Madre Iglesia Jerárquica. Es la Iglesia la que dice hoy: «Este es el Cordero de Dios»; es la Iglesia quien lo anuncia; es en la Iglesia donde Jesús sigue haciendo sus gestos de gracia que son los sacramentos.»
(Homilía de S.S. Francisco, 1 de enerode 2015).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Señor, buscaré aquello que aún me entristece y que no logro perdonarme. Quiero acoger tu perdón y dirigir mis fuerzas hacia el bien..
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

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