Hipocondría: ¿Tu mente te enferma?
Lorena siempre estaba enferma. Si alguien estornudaba en la oficina, ella inmediatamente sentía congestión y fiebre. Fernando temía usar el teléfono de otros compañeros, pues estaba seguro que se contagiaría de una serie de enfermedades incurables...
Ambos padecían hipocondría, un trastorno en el que la persona interpreta síntomas físicos de depresión y ansiedad como una enfermedad. Es el miedo a padecer, o la certeza de tener una enfermedad grave. Los hipocondríacos tratan desesperadamente de que esos síntomas desaparezcan pues suponen un dolor inmenso y una amenaza de enfermedad o muerte.
La vida de estas personas y de quienes los rodea se convierte en un infierno. Afortunadamente, este trastorno puede corregirse. Lo importante es descubrirlo y atacarlo con los métodos adecuados.
— Cómo reconocer a un hipocondríaco
Es narcisista:
Su interés se concentra en sí mismo. Está obsesionado con el funcionamiento de su cuerpo.
Está aislado:
Le cuesta trabajo compartir con los demás. Prefiere hablar de sus problemas y nunca escucha a los demás.
Es obsesivo:
Vive en constante temor de las enfermedades.
Está triste:
Se queja constantemente, siempre está de mal humor.
— La hipocondría no tiene edad
Infancia:
Se relaciona con el temor de la muerte. El niño se obsesiona con ciertas funciones corporales como los latidos del corazón o el sudor y piensa que son problemas graves.
Adolescencia:
Aparece ligada a las características externas, como nariz prominente, senos pequeños, etc., que los hacen sentir diferentes de los demás y que padecen una enfermedad extraña.
Edad adulta:
Es más fácil de identificar pues los síntomas son claros: sólo hay que hablar de una enfermedad, para que estas personas o la desarrollen, o nos cuenten que ellos la padecen o la sufrieron en algún momento.
Vejez:
Casi siempre surge como una forma de llamar la atención, aunque a veces las quejas esconden enfermedades reales.
— ¿Cómo ayudar a estas personas?
Si convives con un hipocondríaco, puedes ayudarlo. Aquí tienes algunas sugerencias.
Paciencia:
No lo ataques ni te burles. Cuando insista que está enfermo, hazle entender de buena forma que está equivocado.
Apoyo:
Sé comprensivo para evitar que se deprima y se angustie aún más de lo que ya está.
Raciocinio:
Ayúdalo a darse cuenta que está obsesionado. Busca material impreso acerca de este trastorno, para que se informe y comprenda que necesita ayuda.
Aceptación:
Cuando logres que reconozca que tiene un problema, ayúdalo a que busque a un sicólogo que lo pueda tratar y acompáñalo a sus sesiones.
© Rebecca Chavarría
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