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sábado, 21 de mayo de 2016

POR QUÉ TANTO LUJO EN ALGUNAS PRIMERAS COMUNIONES?


¿Por qué tanto lujo en algunas primeras comuniones?
¿Es que los niños han de parecerse a príncipes y princesas?



Por: Salvador Aragonés | Fuente: El ojo crítico Forum Libertas 




Artículo original de http://www.forumlibertas.com/
El mes de mayo es el tiempo de las primeras comuniones, en las que tantos miles y miles de niños de todo el mundo se acercan a recibir por vez primera a Jesús en la Eucaristía, presente en Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad.
Estos niños y niñas, con sus almas sencillas y tiernas se preparan para recibir el mismo Dios por ese milagro permanente que es la transubstanciación del pan y del vino en el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo, que padeció y murió por nosotros en la Cruz y después resucitó. Es el mismo Jesús hijo de María, quien en unión con el Padre y el Espíritu Santo, está escondido en la Sagrada Hostia.
Los niños, cuando se les ha explicado, entienden muy bien la presencia real de Cristo en la Eucaristía, porque tienen el alma entera abierta al Creador, y porque la Virgen María, Madre de Dios y de la Iglesia, cuida de estos niños con un mimo especial, con ternura.
Sin embargo, en algunos lugares, o mejor dicho en algunas familias, confunden esta realidad espiritual de los niños con unas fiestas que alteran el significado de la primera Comunión sin la necesaria austeridad y el recogimiento espiritual del niño o de la niña que recibe por vez primera el Cuerpo de Jesús.


Hace unos días me comentó un amigo que se quedó sorprendido cuando un pariente suyo le invitó a la primera Comunión de su hija Isabel. Según su testimonio, la familia de la niña –los padres—habían invitado a unas 70 personas entre parientes y amigos. Tras la Comunión debía celebrarse un banquete  en un conocido restaurante, con tanto de entremeses, primer plato, segundo, postre, tarta y regalitos, que venía a costar unos 80 euros el cubierto. O sea 5.600 euros solo la comida. Luego había copas y baile. O sea como un banquete de bodas. ¡Había también una lista de regalos!
Esto no era todo. Querían vestir a la niña de blanco, con velo y vestido largo de tul, casi como si fuera una princesa, o una novia. Un peinado especial –que dijo que le favorecía porque tenía el cabello largo—unos zapatos blancos de diseño, una corona especial y varios complementos. Era prácticamente una novia de 11 años.
Mi amigo estaba preocupado, tanto que quiso hablar en serio con su pariente y decirle que aquello era un disparate. La niña Isabel, dijo mi amigo, estaba más pendiente de la fiesta, de los regalos que recibía, del peinado, del vestido, del maquillaje, que de lo realmente importante: recibir por vez primera a Jesús en el Sacramento de la Eucaristía.
El padre de la niña le sorprendió el comentario de su pariente, mi amigo, pues era su única hija y no le importaba “tirar la casa por la ventana”. Además, dijo el padre de Isabel, todo está reservado, hemos dado paga y señal y no hay vuelta atrás.
Esta situación me hizo pensar que hoy todavía hay padres que confunden una primera Comunión con un festín por todo lo alto, desdibujando de este modo la necesaria austeridad de una fiesta que tiene que ser más íntima, aunque festiva, para el niño o niña que hace la primera Comunión.
Y pensé: ¿vale la pena gastarse tanto dinero en una primera Comunión? ¿No estamos desfigurando lo que es principal y prioritario? No falta quienes incluso quieren transformar en un acto social de “prestigio” la primera Comunión de su hijo/a. Incluso hay padres que quieren emular el “standing” de otros y se endeudan. O lo que ya circula hoy: los padres no creyentes o de otra religión, empujados por sus hijos o por el ambiente, quieren celebrar “comuniones civiles”, poniendo a la niña de largo y organizando una fiesta parecida sin pasar por la parroquia.
Todo ello lleva a diluir el sentido religioso profundo de la fiesta de la primera Comunión. No faltarán tampoco problemas cuando un padre divorciado está de nuevo casado con otra mujer, y quiere recibir la comunión con su hijo/a.
¿Qué dice el papa Francisco en estos casos? Hay que discernir, informar bien, comprender, pero sin ceder en lo que es esencial en el Sacramento de la Eucaristía y sobre quién lo puede recibir y cuáles son las condiciones que establece la Iglesia. Las fiestas excesivas no son buenas. El lujo y el boato no encajan con la Eucaristía. Cuando se da toda la información con la caridad necesaria, y cuando hay comprensión, los problemas se evaporan.
Hoy se comenta poco, pero conviene insistir que para comulgar los fieles deben cumplir ciertas condiciones, como estar en gracia y haberse confesado de sus pecados. Y hablando uno a uno con claridad y caridad todo se soluciona.

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