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lunes, 14 de diciembre de 2015

EL EVANGELIO DE HOY: LUNES 14 DE DICIEMBRE DEL 2015


¿Con qué autoridad haces esto?
Adviento


Mateo 21, 23-27. Adviento. Habrá quien no crea en sus palabras, pero ¿y a los hechos? ¿quién los podía negar? 


Por: P. Juan Pablo Menéndez | Fuente: Catholic.net 



Del santo Evangelio según san Mateo 21, 23 - 27
Llegado al Templo, mientras enseñaba se le acercaron los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo diciendo: «¿Con qué autoridad haces esto? ¿Y quién te ha dado tal autoridad?» Jesús les respondió: «También yo os voy a preguntar una cosa; si me contestáis a ella, yo os diré a mi vez con qué autoridad hago esto. El bautismo de Juan, ¿de dónde era?, ¿del cielo o de los hombres?» Ellos discurrían entre sí: «Si decimos: "Del cielo", nos dirá: "Entonces ¿por qué no le creísteis?" Y si decimos: "De los hombres", tenemos miedo a la gente, pues todos tienen a Juan por profeta». Respondieron, pues, a Jesús: «No sabemos». Y él les replicó asimismo: «Tampoco yo os digo con qué autoridad hago esto».

Oración preparatoria
Señor, creo, confío y te amo. Inicio mi oración desprendiéndome de mis pendientes y de mis preocupaciones; dejo a un lado mis deseos para poder abrir mi corazón y darte gloria, alabarte como mi único Señor y escuchar lo que hoy me quieres decir.

Petición
Jesús, ayúdame a ser ese instrumento que Tú necesitas para que muchas personas puedan encontrarse contigo.

Meditación del Papa Francisco
¿Con qué autoridad hacéis estas cosas? Quieren tender "una trampa" al Señor, tratando de llevarlo contra la pared, hacerle equivocarse. Pero ¿cuál es el problema que esta gente tenía con Jesús? ¿Son quizás los milagros que hacía? No, no es esto. En realidad el problema que escandalizaba a esta gente era el de que los demonios gritaban a Jesús: "¡Tú eres el Hijo de Dios, Tú eres el Santo!". Este "es el centro”, esto escandaliza de Jesús: “Él es Dios que se ha encarnado".
También a nosotros nos tienden trampas en la vida, pero lo que escandaliza de la Iglesia es el misterio de la Encarnación del Verbo. Y esto no se tolera, esto el demonio no lo tolera. Cuántas veces se oye decir: "Pero, vosotros cristianos, sed un poco más normales, como las otras personas, ¡razonables!". Este es un discurso de encantadores de serpientes: "Pero, sed así ¿no?, un poco más normales, no seáis tan rígidos..." Pero detrás de esto está: ´Pero, no vengáis con historias ¡que Dios se ha hecho hombre!
La Encarnación del Verbo, ¡ese es el escándalo que está detrás! Podemos hacer todas las obras sociales que queramos, y dirán: "Pero qué buena la Iglesia, qué buena la obra social que hace la Iglesia" Pero si decimos que hacemos esto porque aquellas personas son la carne de Cristo, viene el escándalo. Y esa es la verdad, esa es la revelación de Jesús: esa presencia de Jesús encarnado. (cf S.S. Francisco, 1 de junio de 2013).

Reflexión
Los fariseos y todos aquellos que habían sido perjudicados por la expulsión de los vendedores del Templo, se unen para poner a prueba a Jesús. Podrían tramar algo así: "A ese maestro tenemos que acusarle de blasfemo. Si le tiramos de la lengua y le provocamos con adulaciones nos dirá quien es, lo que la chusma anda pregonando de él: que es "divino", que es hijo del Altísimo... o algo por el estilo. Entonces será más sencillo acusarle..."

Pero Jesús conoce sus pensamientos, sus intenciones torcidas y su mala fe. No responde, porque ellos tampoco tienen el valor de reconocer su pecado: “No echéis vuestras perlas delante de los puercos” diría en otra ocasión...

Jesús enseñaba con autoridad, no como los escribas y fariseos. Mientras ellos se refieren a las tradiciones, a interpretaciones o a normas, Jesús habla en primera persona. "Yo os digo"... su autoridad moral es incomparable porque a su doctrina añade la convincente fuerza de sus milagros. Habrá quien no crea en sus palabras, pero ¿y a los hechos? ¿quién los podía negar? Como arguyó ante los fariseos el ciego de nacimiento recién curado: "si éste (Jesús) no viniera de Dios, no podría hacer nada". Pero he aquí que "topamos" con el misterio de nuestra libertad humana, que es capaz hasta de negar lo que es evidente.

La libertad es el mayor don que hemos recibido y también nuestro mayor riesgo. Con ella podemos aceptar a nuestro Creador, pero paradójicamente también negarle. Dios no nos ha "programado", para que le aceptemos por obligación. No somos ordenadores, sino que nuestras opciones son libres. Prueba de ello es que podemos optar por lo que no es de Dios. ¡Qué responsabilidad tenemos para saber usar bien de ella! Y ser libre es optar por obrar según la conciencia. No según es simple gusto... porque la conciencia responde ante Dios del bien, de lo mejor, y también del mal. Por ejemplo: una mentalidad materialista, no puede ser libre, porque está condicionada por el dinero, etc. Por tanto, si la libertad está gobernada por una conciencia recta, regida por la ley del amor (generosa, veraz, sincera y sacrificada), aunque pueda equivocarse alguna vez, también sabrá reencontrar el camino y elegir siempre lo bueno.

 
Propósito
Escuchar que Dios habla en nuestro interior, para que ilumine nuestra libertad y sea siempre la de un buen hijo ante su Padre.

NUESTRA CONVERSIÓN



NUESTRA CONVERSIÓN...


Las personas que escuchan a Juan sienten la necesidad de transformar sus vidas. No preguntan qué hay que pensar o qué hay que creer, sino qué hay que hacer. ¿Qué hay que hacer para el encuentro con Jesús que viene a nuestra vida? Como al amigo, no hay que recibirlo con grandes aspavientos y liturgias protocolarias  propias de las recepciones oficiales. No hay que mantenerlo lejos de nuestra realidad vital y familiar.


Hay que compartir con Él lo que somos, tenemos y vivimos. Hay que ponerse en marcha desde el interior, cambiando nuestras actitudes rutinarias, dándole un sentido de esperanza activa y alegría a nuestra espera. Mirando a Jesús podemos encontrar pistas abundantes para saber lo que hay que hacer. En Él vemos que perdonar es más gratificante que vengarse, compartir más que  acaparar, ayudar a los demás más que aprovecharse de ellos, enjugar lágrimas más que provocarlas; liberar y/o ayudar a alguien a ser libre, más que esclavizar. Bendecir, felicitar… más que mentir y envidiar; practicar la solidaridad y la generosidad mejor que el egoísmo... Regalar bondad, belleza, acogida, justicia, verdad, vida.... es lo que tenemos que hacer y el camino más seguro para la auténtica alegría de uno mismo y de los demás. Como hace Jesús y nos recomienda hacer.



A. Gutiérrez

LA NAVIDAD Y SUS TRADICIONES: LOS NACIMIENTOS


La Navidad y sus Tradiciones: Los Nacimientos
El Navidad está rodeada de costumbres y tradiciones, una de las más hermosas son los Nacimientos.


Por: Tere Vallés | Fuente: Catholic.net 




Este mes celebramos el Nacimiento de Jesús. Este acontecimiento está rodeado de costumbres y tradiciones que hoy recordaremos.

Con el Nacimiento de Jesús se cumple la promesa de Dios al mundo de enviar a un Salvador. Jesucristo es Dios hecho hombre.

Un poco de historia

Las tradiciones y costumbres son una manera de hacer presente lo que ocurrió, o lo que se acostumbraba hacer, en tiempos pasados.

Son los hechos u obras que se transmiten de una generación a otra de forma oral o escrita.

La palabra "tradición" viene del latín "traditio" que se refiere al verbo "tradere", que significa entregar. Se podría decir que tradición es lo que nuestros antepasados nos han entregado.

En el caso de la Navidad, lo más importante de las tradiciones y costumbres no es sólo su aspecto exterior, sino su significado interior. Se debe conocer por qué y para qué se llevan a cabo las tradiciones y costumbres para así poder vivirlas mejor. Este es un modo de evangelizar.

Existen muchas tradiciones y costumbres que se celebran en el tiempo de Adviento y de la Navidad.

A continuación, presentaremos una de ellas con una pequeña explicación acerca de su significado y origen:

Los Nacimientos.

El Papa San Sixto III, en el siglo V d.C. ya celebraba la Navidad con algunas representaciones del Nacimiento de Cristo realizados en una gruta semejante a la de Belén que él mismo había mandado construir en una Iglesia.

Sin embargo, se considera a San Francisco de Asís como el creador de los Nacimientos. En 1223 quiso celebrar una “Noche Buena” en la que se reviviera el recuerdo de Jesús nacido en Belén. Para que todos pudieran comprender mejor las condiciones en las que sucedió, puso un Nacimiento en el bosque con personas y animales vivos.

Esta actividad gustó mucho a las personas que asistieron y se empezó a popularizar. Con el paso del tiempo, la falta de espacio obligó a sustituir a las personas y animales con figuras de madera o de barro.

Esta tradición fue acogida con gran cariño y se ha extendido por todo el mundo desde el siglo XVI.

Poner un nacimiento en casa, en el que podemos contemplar la imagen de Belén, el pesebre, los pastores, los magos, José y María, puede ser una actividad que fomenta la unión familiar. Y al mismo tiempo, convertirse en una imagen que nos ayude a meditar en el misterio de la Navidad y en las virtudes de cada uno de los personajes. A través de los sentidos se eleva nuestro espíritu ante este gran acontecimiento.

El Nacimiento nos invita a reflexionar en el gran misterio de Dios hecho hombre por amor al hombre.

LAS OBRAS DE MISERICORDIA


Las obras de misericordia



Las obras de misericordia son acciones caritativas mediante las cuales ayudamos a nuestro prójimo en sus necesidades corporales y espirituales (cf Is 58, 6-7: Hb 13, 3). Las obras de misericordia son 14 y se dividen en 7 Espirituales y 7 Corporales.


Las 7 Obras de Misericordia Espirituales

Instruir, aconsejar, consolar, confortar, son obras de misericordia espirituales, como también lo son perdonar y sufrir con paciencia. (Catecismo)

1. Enseñar al que no sabe.
Es importante que cooperemos con nuestros hermanos, pero es más importante enseñarles a realizar por ellos mismos aquello que no saben. Por ello, enseñémosle a orar, a perdonar, a perdonarse, a compartir, etc.

2. Dar buen consejo al que lo necesita.
Para dar buen consejo es necesario que nosotros mismos hayamos sido aconsejados por un director espiritual, que nos ayude a orar a Dios Padre, para que nos envíe su Santo Espíritu y nos regale el don de consejo. Así, bajo la guía del Señor, tanto nuestras palabras como nuestro actuar, serán un constante aconsejar a los que lo necesitan.

3. Corregir al que se equivoca.
Muchas veces nos enojamos o reímos cuando vemos a algún hermano equivocarse, olvidándosenos que no somos perfectos e inevitablemente nos equivocaremos también. Pensemos, ¿nos gustaría que se rieran de nosotros?, definitivamente NO, así que, cuando alguien se equivoque corrijámoslo con amor fraternal para que no lo vuelva a hacer.

4. Perdonar al que nos ofende.
¡Qué difícil!... tanto que Jesús nos dice que debemos perdonar 70 veces 7, es decir, SIEMPRE. Además en el Padre Nuestro, nos pone la condición de perdonar nuestras ofensas, como nosotros perdonamos a los que nos ofenden. Así que, a perdonar, perdonar, perdonar....

5. Consolar al triste.
Jesús nos ha dicho: "Dichosos los que lloran porque serán consolados". El consuelo de Dios, por medio de su Espíritu Santo, nos consuela. Pero, además, Dios se vale de nosotros para consolar a los demás. No se trata de decir: no llore, sino de buscar en las Escrituras, las palabras que mejor se adecúen a la situación. En los salmos podremos encontrar esa palabra de consuelo que requerimos, por eso, es conveniente recitarlos y meditarlos constantemente.

6. Sufrir con paciencia los defectos del prójimo.
¡Qué fácil es ver la paja en el ojo del prójimo y no vemos la viga en el nuestro!. Cuando seamos capaces de disimular los defectos de nuestro hermano, estaremos colaborando en la construcción del Reino del Señor. Tengamos paciencia con los ancianos, los niños, el vecino, el compañero de trabajo y ellos la tendrán con nosotros, en nuestros defectos.

7. Rogar a Dios por los vivos y los difuntos.
Cuando escucho a mis hijos orar pidiendo a Diosito por nosotros, por sus hermanos, por sus compañeros de escuela y por sus abuelitos ya fallecidos, me siento agradecido de saber que muchos elevan una oración al Creador por mí y por mis familiares o amigos que se me adelantaron a la casa del Padre. Cada oración es una intercesión, y el Señor nos pide que oremos unos por otros para mantenernos firmes en la fe, así como El oró por Pedro para que una vez confirmado, le ayudara a sus hermanos.



7 Obras de Misericordia Corporales

Las obras de misericordia corporales consisten especialmente en dar de comer al hambriento, dar techo a quien no lo tiene, vestir al desnudo, visitar a los enfermos y a los presos, enterrar a los muertos (cf Mt 25, 31-46). Entre estas obras, la limosna hecha a los pobres (cf Tb 4,5-11; Si 17, 22) es uno de los principales testimonios de la caridad fraterna: es también una práctica de justicia que agrada a Dios (cf Mt 6, 2-4) . (Catecismo)

1. Visitar a los enfermos.
Nuestros hospitales están llenos de enfermos olvidados por sus familiares, o bien, personas que por la lejanía con el centro hospitalario, no reciben visita alguna. Es bueno dar dinero para los necesitados, pero que bueno es darnos nosotros mismos. Compartamos de nuestro tiempo con ellos y llevémosles una palabra de aliento, un rato de compañía a esos cristos en su monte de los olivos.

2. Dar de comer al hambriento.
Jesús nos ordena compartir con el necesitado cunado nos dice, "El que tenga dos capas dele una al que no tiene, y el que tenga alimento, comparta con el que no"(San Lucas, 3-11). Al compartir nuestro alimento, no solo les llenamos el estómago a nuestros hermanos necesitados, sino que les mostramos el amor de Dios que no los deja desfallecer.

3. Dar de beber al sediento.
Con cuantas ganas nos bebemos un vaso de agua fresca luego de recorrer un largo trecho para calmar nuestra sed. ¿Cuántas veces pensamos en nuestros hermanos que no tienen un lugar donde beberlo? Pensemos en aquellos que se enferman porque deben calmar su sed con agua contaminada, aquellos que mueren de sed porque otros la desperdician, incluso Jesús, en su trance de muerte, sintió sed y lo exclamó con tanta vehemencia, que un soldado romano le acercó una esponja con hiel y vinagre para que la calmara. ¿Somos nosotros peores que ese soldado romano como para negar agua al sediento?.

4. Dar posada al peregrino.
Existen muchos inmigrantes que esperan nuestra ayuda para poder vivir dignamente junto a su familia, ayuda que debe hacerse presente en toda forma y a todo momento. Recordemos que esos hermanos desposeídos son Sagrarios del Espíritu Santo que merecen al menos una Tienda de Encuentro con el amor Divino.

5. Vestir al desnudo.
A menudo nos encontramos con hermanos que están vestidos con harapos o bien se encuentran desnudos, viéndose disminuida su dignidad de hijos de Dios. Ayudémosles a recobrarla brindándoles una vestidura limpia y respetable, que les permita reencontrar al Señor en la bondad de los demás.

6. Visitar a los encarcelados.
Cada mañana nos levantamos y corremos a los centros de estudio o trabajo, y posiblemente pasemos frente a un centro de reclusión en el que muchos de nuestros hermanos sufren la soledad y la indiferencia. Nuestra Santa Madre Iglesia nos llama a llevarles, no solo cosas materiales, sino el cariño de toda la comunidad a cada uno de ellos, para que se sientan parte del rebaño del Único Pastor.

7. Enterrar a los muertos.
Sepultarlos no significa olvidarlos, por el contrario, esta obra de misericordia coporal nos lleva a la obra de misericordia espiritual que nos invita a rezar por los vivos y los muertos. Al enterrarlos no debemos olvidar que es nuestro deber mantener sus sepulturas en buen estado, pues en ellas se contienen los restos mortales de aquellos que fueron Templo del Espíritu Santo.


Tomado de: Web Católico de Javier

EL ROSTRO PROFUNDO DE LA NAVIDAD


El rostro profundo de la Navidad
El rostro de un Dios que quiere ser el primer amor, el amor verdadero de tu vida. 


Por: P. Cipriano Sánchez LC | Fuente: Catholic.net 




Cada Adviento tendríamos que saber convertirlo en un hermoso momento para preguntarnos quién es Dios para nosotros. Si Dios es Alguien que influye, que transforma, que exige en nuestras vidas; o si, por el contrario, Dios es Alguien con el cual nos podemos permitir cierta indiferencia.

En la proclamación del profeta Isaías está centrada una frase que se repite una y otra vez: “Yo soy el Señor, y no hay otro”. En las palabras del profeta está encerrado lo que tiene que significar Dios en nuestra existencia. No puede haber otro señor en nuestra vida que no sea Dios. Y sin embargo, sin darnos cuenta nos dejamos atrapar por otros señores, que son los que acaban mandando en nuestra existencia.

Dice Jesús en el Evangelio de San Lucas: “No se puede servir a dos amos”. No se puede servir a dos señores. ¿Cuáles son los otros señores? Los otros señores son a veces nuestro servicio a las cosas materiales, en vez de a las cosas de Dios. Cuando la ley fundamental de nuestra vida es la comodidad, ése es nuestro señor. Cuando la ley fundamental de nuestra vida es el egoísmo, ése es nuestro señor. Cuando nuestro corazón se cierra a los planes de Dios en nosotros, y somos nosotros los que diseñamos los planes y luego le ponemos una etiqueta que dice ‘Dios’, para quedarnos a gusto, ése es nuestro señor. Cuando, a lo mejor, la soberbia es la que manda, ése es otro señor.

Y sin embargo, el profeta insiste una y otra vez: “Yo soy el Señor; y no hay otro”. Esta insistencia nos hace ver que en verdad, Él es el único capaz de sacarnos adelante, por muchas dificultades en las que podamos o queramos meternos.

Constantemente tenemos que decidir a qué señor queremos servir. Pudiera ser que al analizar mi vida me dé cuenta de que vivo enredado en un montón de situaciones frívolas, ligeras y superficiales. ¿Quiero yo servir al dios de la banalidad o de la frivolidad? ¿Cómo podemos saber cuál es nuestro señor? ¿A qué señor quiero yo servir? Analiza con mucha sinceridad, con mucha autenticidad quién es el que ocupa tu corazón. Si a lo largo del día te encuentras pensando en cosas materiales, no como medio, sino como fin, ése es tu señor. Si a lo largo del día te encuentras pensando más en el qué dirán que en cómo servir al Señor, ése es tu señor.

Sin embargo, esto no llena el corazón, sólo lo entretiene. Y de hecho, la pregunta que Juan el Bautista le hace a Jesús, es una pregunta que nosotros tendríamos que hacernos muy seguido cuando nuestro corazón se inclina hacia lo intrascendente y superficial. “¿Eres Tú el que ha de venir, o tenemos que esperar a otro?”. Y si somos sinceros, escucharemos la respuesta muy clara: “Yo no soy, yo nada más estoy aquí para entretenerte”. Y si le preguntamos a la moda y le preguntamos a la superficialidad y le preguntamos a la opinión de los demás y le preguntamos al respeto humano y le preguntamos a la pereza: “¿Eres tú el Mesías, o tengo que esperar a otro?” Si somos sinceros, escucharemos la misma respuesta: “Yo no soy, yo estoy aquí nada más para entretenerte”.

¡Qué serio y qué fuerte es esto! Porque cuánta gente vive sólo y nada más de eso y para eso. Y ahora que llega la Navidad, nos enredamos en la historia del arbolito y en las luces y en los regalos y en la fiesta y en el viaje; nos enredamos en esos señores, como si ellos fueran el Mesías.

Cada uno tendría que preguntarse con mucha sinceridad: ¿Quién es mi Mesías? Solamente Aquél que es capaz de curar la ceguera del corazón; solamente Aquél que es capaz de hacer caminar lo que está atorado en el alma; solamente Aquél que es capaz de limpiar esa lepra con la que, a veces, nuestras virtudes están anidadas sin poderse mover; solamente Aquél que es capaz de quitarnos la sordera al Espíritu Santo en el alma; solamente Aquél que es capaz de resucitar la muerte que, a veces, está en nuestro corazón. Solamente el que es capaz de que los ciegos vean, el que es capaz de que los cojos anden, el que es capaz de que los leprosos queden limpios, el que es capaz de que los sordos oigan y de que los muertos resuciten, es el Mesías.

Y aunque nosotros en Navidad vemos a Jesucristo como un bebito muy lindo, en un pesebre, la palabra de Jesús es muy seria: “Será feliz aquél que no se escandalice de Mí”; será feliz aquél que sea capaz de traspasar ese rostro superficial de la Navidad y se deje enamorar por el rostro profundo de la Navidad: el rostro de un Dios que quiere ser el primer amor, el amor verdadero de tu vida.

Todos sabemos que quedarnos en la superficie de las cosas nunca compromete, en ningún ámbito de la vida. Quedarte en la superficie de la educación de tus hijos, no te compromete; quedarte en la superficie del matrimonio e ir pasando un año, dos, tres y veinte, no te compromete; quedarte en la superficie de un servicio a los demás, no te compromete. “Dichoso aquél que no se escandalice”, dichoso es aquél que es capaz de entender el rostro profundo de la Navidad, que es el rostro de un Dios que viene a tu vida para decirnos que El sí es el que tiene que venir, que no hace falta que esperemos a otro, que nadie más que El nos va a salvar.

HOY 14 DE DICIEMBRE SE CELEBRA SAN JUAN DE LA CRUZ, DOCTOR DE LA IGLESIA, 14 DE DICIEMBRE

Hoy se celebra a San Juan de la Cruz, Doctor de la Iglesia
Por Abel Camasca



 (ACI).- “A la tarde te examinarán en el amor; aprende a amar como Dios quiere ser amado y deja tu condición”, solía decir San Juan de la Cruz, Doctor de la Iglesia, y cuya fiesta se celebra cada 14 de diciembre.

San Juan de la Cruz nació en Fontiveros, provincia de Ávila en España, hacia el 1542. Su familia era pobre. En la escuela empezó a aprender el oficio de tejedor y más adelante trabajó como criado del director de un hospital. Mientras estudiaba en el colegio de los jesuitas, practicaba mortificaciones corporales.



A los 21 años tomó el hábito en el convento de los Carmelitas de Medina del Campo y vivió muy observante de la regla original del Carmelo. Fue ordenado sacerdote en 1567 y pidió a Dios la gracia especial de que lo conservara siempre en gracia, sin pecado, y que pudiera sufrir con valor y paciencia toda clase de dolores, penas y enfermedades.

Se conoce con Santa Teresa de Jesús, quien después de fundar la Comunidad de las Hermanas Carmelitas Descalzas, deseaba fundar también una comunidad de Padres Carmelitas que sean observantes de los reglamentos con la mayor exactitud posible. San Juan de la Cruz acepta la propuesta y se inician los Carmelitas Descalzos.

Dios le concedió la cualidad de saber enseñar el método para llegar a la santidad. Sus enseñanzas las fue escribiendo y resultaron unos libros muy importantes que hicieron que sea declarado Doctor de la Iglesia. Entre sus famosos libros está: “La subida del Monte Carmelo” y “La noche oscura del alma”.

También fue un gran poeta. Es admirado por la musicalidad de sus poesías y la belleza de sus versos. Su “Cántico Espiritual” es muy conocido. Partió a la Casa del Padre un 14 de diciembre de 1591 a la edad de 49 años.