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miércoles, 8 de abril de 2015

EL EVANGELIO DE HOY: JUEVES 9 DE ABRIL DEL 2015



Lo reconocieron al partir el pan
Pascua

Lucas 24, 35-48. Jueves de Pascua. Jesús trae la paz a nuestras vidas. Su resurrección es causa de gozo y paz. 


Por: Javier González | Fuente: Catholic.net



Del santo Evangelio según san Lucas 24, 35-48
Ellos, por su parte, contaron lo que había pasado en el camino y cómo le habían conocido en la fracción del pan. Estaban hablando de éstas cosas, cuando él se presentó en medio de ellos y les dijo: «La paz con vosotros». Sobresaltados y asustados, creían ver un espíritu. Pero él les dijo: «¿Por qué os turbáis, y por qué se suscitan dudas en vuestro corazón? Mirad mis manos y mis pies; soy yo mismo. Palpadme y ved que un espíritu no tiene carne y huesos como véis que yo tengo». Y, diciendo esto, los mostró las manos y los pies. Como ellos no acabasen de creerlo a causa de la alegría y estuviesen asombrados, les dijo: «¿Tenéis aquí algo de comer?» Ellos le ofrecieron parte de un pez asado. Lo tomó y comió delante de ellos. Después les dijo: «Estas son aquellas palabras mías que os hablé cuando todavía estaba con vosotros: "Es necesario que se cumpla todo lo que está escrito en la Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos acerca de mí."» Y, entonces, abrió sus inteligencias para que comprendieran las Escrituras, y les dijo: «Así está escrito que el Cristo padeciera y resucitara de entre los muertos al tercer día y se predicara en su nombre la conversión para perdón de los pecados a todas las naciones, empezando desde Jerusalén. Vosotros sois testigos de estas cosas.

Oración introductoria
Jesús, abre mi entendimiento. Conozco y escucho tu Palabra, pero quiero hacerla la norma de mi vida. Por esto te pido que guíes esta oración para que pueda llegar a ser un auténtico testigo de tu resurrección.

Petición
Cristo Resucitado, que esta meditación sea un encuentro transformador en el amor.

Meditación del Papa Francisco
El camino de Emaús se transforma así en símbolo de nuestro camino de fe: las Escrituras y la Eucaristía son los elementos indispensables para el encuentro con el Señor. También nosotros llegamos a menudo a la Misa dominical con nuestras preocupaciones, nuestras dificultades y desilusiones. La vida a veces nos hiere y nos vamos tristes hacia nuestra “Emaús”, dando la espalda al designio de Dios. Nos alejamos de Dios. Pero nos acoge la Liturgia de la Palabra: Jesús nos explica las Escrituras y reenciende en nuestros corazones el fuego de la fe y de la esperanza y en la comunión nos da fuerza.
Palabra de Dios y Eucaristía: leer cada día una parte del Evangelio, recuérdenlo bien, leer cada día una parte del Evangelio y los domingos ir a hacer la comunión, a recibir a Jesús. Así sucedió con los discípulos de Emaús, han recibido la Palabra, han compartido la fracción del pan, y de tristes y derrotados que se sentían, se sintieron alegres. Siempre, queridos hermanos y hermanas, la Palabra de Dios y la Eucaristía nos llenan de alegría. ¡Recuérdenlo bien! ¡Cuando tú estás triste o algo así, toma la Palabra de Dios! ¡Cuando tú estás desanimado, toma la Palabra de Dios y ve a la Misa del domingo a hacer la Comunión, a participar del misterio de Jesús! Palabra de Dios, Eucaristía: nos llenan de alegría.» (S.S. Francisco, ángelus del 4 de mayo de 2014).
Reflexión
"LA PAZ CON VOSOTROS"
Jesús trae la paz a nuestras vidas. Su resurrección es causa de gozo y paz espiritual para nuestros corazones afligidos y congojados. Ya no más penas ni tristezas. No podemos seguir con los ojos cerrados. ¡Cristo ha resucitado de entre los muertos!

Sabemos que quien quiere llegar a Dios debe pasar primero por la cruz y el sacrificio de cada día, pero cómo nos cuesta en el instante mismo cuando la cruz se hace pesada. No somos capaces de sufrir por Cristo, mientras que Él murió por salvarnos.

Ahora vemos el triunfo del Señor que trae la salvación al mundo entero. Ha llegado nuestra hora. Debemos emprender una conversión personal de nuestro corazón hacia Dios.

Somos testigos de Cristo y estamos llamados a la misión de todo cristiano: "Proclamar la Buena Nueva a todas las naciones".

El Señor, por su muerte, ha abierto a la humanidad las puertas del cielo. Nosotros ya conocemos el camino: es Cristo. Ahora debemos guiar a los demás por la senda de la salvación; Cristo es la resurrección y la vida.

Propósito
Participar en una adoración eucarística para estar en contacto con la nueva vida que Cristo resucitado me ofrece.

Diálogo con Cristo
Jesús, quiero ser un testigo fiable, es decir, que más que mis palabras o acciones, sea mi testimonio de vida lo que trasmita a otros tu mensaje de verdad, de amor y de misericordia. No quiero tener miedo de comprometer mis haberes y mi propio tiempo para dedicarme a la evangelización. ¡Cuenta conmigo Jesús!

MI POZO


Mi pozo 


He aquí una rana que había vivido siempre en un mísero y estrecho pozo, donde había nacido y habría de morir. Pasó cerca de allí otra rana que había vivido siempre en el mar. Tropezó y se cayó en el pozo.

-¿De dónde vienes? –preguntó la rana del pozo.

-Del mar.

-¿Es grande el mar?

-Extraordinariamente grande, inmenso.

La rana del pozo se quedó unos momentos muy pensativa y luego preguntó:

-Es el mar tan grande como mi pozo?

-¿Cómo puedes comparar tu pozo con el mar? Te digo que el mar es excepcionalmente grande, descomunal.

Pero la rana del pozo, fuera de sí por la ira, aseveró:

-Mentira, no puede haber nada más grande que mi pozo; ¡nada! ¡Eres una mentirosa y ahora mismo te echaré de aquí!

¿TE CUESTA CREER EN LA RESURRECCIÓN?


¿Te cuesta creer en la Resurrección?
La alegría de saber que Jesús está vivo, la esperanza que llena el corazón, no se pueden contener.
Por: SS Francisco | Fuente: Catholic.net



Reflexionesmos hoy en unas palabras de SS Francisco en su primera Catequesis durante el Año de la Fe:

(...)

Los primeros testigos de la Resurrección fueron mujeres. Al amanecer, van al sepulcro para ungir el cuerpo de Jesús, y encontraron al primer signo: el sepulcro vacío (cf. Mc. 16,1). Esto es seguido por un encuentro con un mensajero de Dios que anuncia: Jesús de Nazaret, el crucificado, no está aquí, ha resucitado (cf. vv 5-6.). Las mujeres se sienten impulsadas por el amor y saben cómo acoger este anuncio con fe: creen, y de inmediato lo transmiten; no lo retienen para sí mismas, sino que lo transmiten. La alegría de saber que Jesús está vivo, la esperanza que llena su corazón, no se pueden contener.

Esto también debería suceder en nuestras vidas: ¡Sintamos la alegría de ser cristianos! ¡Creemos en un Resucitado que ha vencido el mal y la muerte! ¡Tengamos el valor de "salir" para llevar esta alegría y esta luz a todos los lugares de nuestra vida! La resurrección de Cristo es nuestra mayor certeza; ¡es el tesoro más preciado!

¿Cómo no compartir con otros este tesoro, esta certeza? No es solo para nosotros, es para transmitirlo, para dárselo a los demás, compartirlo con los demás. Es nuestro propio testimonio.

En las profesiones de fe del Nuevo Testamento, como testigos de la Resurrección se recuerda solo a los hombres, a los Apóstoles, pero no a las mujeres. Esto se debe a que, de acuerdo con la ley judía de la época, las mujeres y los niños no podían dar un testimonio fiable, creíble.

En los evangelios, sin embargo, las mujeres tienen un papel primordial, fundamental. Aquí podemos ver un elemento a favor de la historicidad de la resurrección: si se tratara de un hecho inventado, en el contexto de aquel tiempo, no hubiera estado ligado al testimonio de las mujeres. Los evangelistas sin embargo, narran simplemente lo que sucedió: las mujeres son las primeras testigos.

Esto nos dice que Dios no escoge según los criterios humanos: los primeros testigos del nacimiento de Jesús son los pastores, gente sencilla y humilde; los primeros testigos de la resurrección son las mujeres. Y esto es hermoso. ¡Y esto es un poco la misión de las madres, de las mujeres! Dar testimonio a sus hijos, a sus nietos, que Jesús está vivo, que es la vida, que resucitó.

¡Mamás y mujeres, adelante con este testimonio! Para Dios cuenta el corazón, el cuánto estamos abiertos a Él, si acaso somos como niños que se confían.

Pero esto también nos hace reflexionar sobre cómo las mujeres, en la Iglesia y en el camino de la fe, han tenido y tienen también hoy un rol especial en la apertura de las puertas al Señor, en el seguirlo y en el comunicar su Rostro, porque la mirada de la fe tiene siempre la necesidad de la mirada simple y profunda del amor.

A los Apóstoles y a los discípulos les resulta más difícil creer. A las mujeres no. Pedro corre a la tumba, pero se detiene ante la tumba vacía; Tomás debe tocar con sus manos las heridas del cuerpo de Jesús. También en nuestro camino de fe es importante saber y sentir que Dios nos ama, no tener miedo de amarlo: la fe se confiesa con la boca y con el corazón, con la palabra y con el amor.

Después de las apariciones a las mujeres, les siguen otras: Jesús se hace presente de un modo nuevo: es el Crucificado, pero su cuerpo es glorioso; no ha vuelto a la vida terrenal, sino que lo hace en una condición nueva.

Al principio no lo reconocen, y solo a través de sus palabras y sus gestos sus ojos se abren: el encuentro con Cristo resucitado transforma, da nuevo vigor a la fe, un fundamento inquebrantable. Incluso para nosotros, hay muchos indicios de que el Señor resucitado se da a conocer: la Sagrada Escritura, la Eucaristía y los demás sacramentos, la caridad, los gestos de amor que llevan un rayo del Resucitado.

Dejémonos iluminar por la Resurrección de Cristo, dejémonos transformar por su fuerza, para que también a través de nosotros en el mundo, los signos de la muerte den paso a los signos de la vida.


(...)Jóvenes, a ustedes les digo:

1. Lleven esta certeza: el Señor está vivo y camina con nosotros en la vida. ¡Esta es su misión!

2. Lleven adelante esta esperanza: este ancla que está en los cielos; mantengan fuerte la cuerda, manténganse anclados y lleven la esperanza.

3. Ustedes, testigos de Jesús, den testimonio de que Jesús está vivo y esto nos dará esperanza, dará esperanza a este mundo un poco envejecido por las guerras, por el mal, por el pecado. ¡Adelante, jóvenes!

EL VALOR INFINITO DE LA EUCARISTÍA


El valor infinito de la Eucaristía
Ver con los ojos de la fe, ya que sabemos muy bien que sobre el Altar está presente el Señor.
Por: Oscar Schmidt 



Se ha instalado en los últimos años una cierta controversia alrededor del modo de recibir al Señor Eucarístico. Se debate sobre si debe ser en la boca o en la mano, y de cierto modo también si debe ser de rodillas o de pie, o si corresponde realizar una reverencia ante el Señor.

No deseamos profundizar en las disposiciones de la Iglesia a éste respecto, ya que en buena medida se ha delegado en cada Obispado el establecimiento de las condiciones mínimas a utilizar en las Misas del lugar. Sin embargo, sí podemos decir que como regla general la Iglesia nunca obliga a recibir al Señor en la mano, sino que es algo que se permite bajo determinadas condiciones a cumplir, siendo la regla general la de recibirlo en la boca. Respecto de la comunión de rodillas, la cuestión formal es menos concreta, quedando el tema en gran medida en manos de los sacerdotes de cada jurisdicción.

De éste modo, queda un gran campo de acción librado al discernimiento de los fieles respecto de cómo recibir el Pan Sagrado: son ellos quienes deben tomar tan importante decisión. Y es en el sentido de ayudar a elegir el camino más acertado que queremos realizar algunas reflexiones al respecto, con humildad y cautela, ante lo delicado del tema.

Lo primero y fundamental es resaltar la esencia de lo que ocurre en la Misa: la Iglesia es el legado más maravilloso que nos dejó el Señor, ya que Ella es Su propio Cuerpo Místico. Jesús, Cabeza del Cuerpo Místico, nos ha unido a Ella a quienes formamos la Iglesia Militante (los que aún estamos en la tierra), junto a la Iglesia Purgante (las almas del Purgatorio) y la Iglesia Glorificada (las almas que entraron al Reino). O sea que la Iglesia es Cristo unido a todos nosotros, donde la Misa es la fiesta diaria en la que se celebra ésta unión, unión obtenida por la Sangre derramada, por Su Muerte y Resurrección consumadas diariamente por medio del Pan y el Vino. De éste modo, la Eucaristía es el centro de la Misa y de la Iglesia, por ende es el centro de éste mundo y también del Cielo. En cada Misa Jesús se hace realmente Presente en el Pan y el Vino, no es una representación o un recuerdo. El se manifiesta allí para Gloria de Dios Padre y Dios Espíritu Santo, para que lo Adoren la Virgen Santísima, los santos y los ángeles. Si pudiéramos ver como se produce en el plano sobrenatural cada celebración de la Eucaristía, ¡caeríamos de rodillas!. Ante el Cuerpo de Cristo se postran ángeles y santos, mientras María, al pie de la Cruz, contempla al Cordero de Dios. ¡En cada Misa, en cada lugar en que se celebra la Eucaristía!.

Ahora bien, si el mismo Dios se manifestara ante ti en éste momento, en Cuerpo y Alma, ¿qué harías?. Sin dudas que caerías de rodillas, postrado ante el Santo de los Santos. ¡Piedad, Hijo de David!, le gritaban a Su paso los leprosos. Los ángeles se postran, rodillas en tierra, ante Su sola mirada. Los coros celestiales cantan y alaban al Trono de Dios, sin cesar. No hay medida para el anonadamiento que invade al alma de la criatura cuando contempla a Su Creador, Puro Amor y Misericordia. En la Aparición de Fátima, San Miguel Arcángel se aparece a los tres pastorcitos varios meses antes que la Madre de Dios se empiece a manifestar. Y allí el príncipe de la milicia celestial le da la Eucaristía a Lucía (que ya había tomado la primera Comunión) y el Cáliz a Jacinta y Francisco (que todavía no habían recibido al Señor). Pero, ¿de que modo lo hace?. El Angel dejó suspendido en el aire el Cáliz, sobre el cual flotaba la Hostia, de la cual caían gotas de Sangre. Y postrándose en Adoración, invitó a los tres pastorcitos a imitarlo. Así, los cuatro adoraron el Cuerpo Eucarístico del Señor. No fue casual que Dios enviara Su Cuerpo y Sangre a los Pastorcitos en Fátima. El cuadro del Angel Miguel Adorando la Eucaristía y dando el Pan y el Vino a los tres humildes niños es todo un símbolo de la importancia de la Eucaristía y de nuestra debida Adoración al Dios Vivo.

Nosotros, con nuestros limitados ojos humanos, no podemos ver el mundo sobrenatural que desciende en cada Celebración Eucarística, como lo vieron los tres pastorcitos en 1917 en Cova de Iría. Pero sí lo podemos ver con los ojos de la fe, ya que sabemos muy bien que sobre el Altar está Presente el Señor, realmente Presente.

Meditemos en silencio, y busquemos en nuestro corazón el camino al discernimiento respecto de la mejor forma en que debemos recibir al Señor.

Hagamos todo lo posible por dignificar tan importante acto de la vida cristiana, ya que la Eucaristía es el centro de nuestra vida. La Iglesia nos deja un campo de acción para buscar, en cada templo, hacer lo mejor al alcance de nuestras manos para asegurarnos de recibir al Señor del modo más digno posible. Y así, de a poco, iremos difundiendo en otros la importancia de la Eucaristía, con nuestro testimonio, con nuestro amor a Cristo.

EL EVANGELIO DE HOY: MIÉRCOLES 8 DE ABRIL DEL 2015


En el camino de Emaús
Pascua

Lucas 24, 13-35. Miércoles de Pascua. Dejarnos conquistar por la esperanza que nos ofrece Jesús, y en la Eucaristía llevarlo para siempre. 


Por: Juan Pablo Durán | Fuente: Catholic.net



Del santo Evangelio según san Lucas 24, 13-35 
Aquel mismo día iban dos de ellos a un pueblo llamado Emaús, que distaba sesenta estadios de Jerusalén, y conversaban entre sí sobre todo lo que había pasado. Y sucedió que, mientras ellos conversaban y discutían, el mismo Jesús se acercó y siguió con ellos; pero sus ojos estaban retenidos para que no le conocieran. Él les dijo: «¿De qué discutís entre vosotros mientras vais andando?» Ellos se pararon con aire entristecido. Uno de ellos llamado Cleofás le respondió: «¿Eres tú el único residente en Jerusalén que no sabe las cosas que estos días han pasado en ella?» Él les dijo: «¿Qué cosas?» Ellos le dijeron: «Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras delante de Dios y de todo el pueblo; cómo nuestros sumos sacerdotes y magistrados le condenaron a muerte y le crucificaron. Nosotros esperábamos que sería él el que iba a librar a Israel; pero, con todas estas cosas, llevamos ya tres días desde que esto pasó. El caso es que algunas mujeres de las nuestras nos han sobresaltado, porque fueron de madrugada al sepulcro, y, al no hallar su cuerpo, vinieron diciendo que hasta habían visto una aparición de ángeles, que decían que él vivía. Fueron también algunos de los nuestros al sepulcro y lo hallaron tal como las mujeres habían dicho, pero a él no le vieron». Él les dijo: «¡Oh insensatos y tardos de corazón para creer todo lo que dijeron los profetas! ¿No era necesario que el Cristo padeciera eso y entrara así en su gloria?» Y, empezando por Moisés y continuando por todos los profetas, les explicó lo que había sobre él en todas las Escrituras. Al acercarse al pueblo a donde iban, Él hizo ademán de seguir adelante. Pero ellos le forzaron diciéndole: «Quédate con nosotros, porque atardece y el día ya ha declinado». Y entró a quedarse con ellos. Y sucedió que, cuando se puso a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo iba dando. Entonces se les abrieron los ojos y le reconocieron, pero él desapareció de su lado. Se dijeron uno a otro: «¿No estaba ardiendo nuestro corazón dentro de nosotros cuando nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?» Y, levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén y encontraron reunidos a los Once y a los que estaban con ellos, que decían: «¡Es verdad! ¡El Señor ha resucitado y se ha aparecido a Simón!» Ellos, por su parte, contaron lo que había pasado en el camino y cómo le habían conocido en la fracción del pan. 

Oración introductoria
Gracias, Señor, por buscarme, por no dejarme solo en el camino. Me conoces y sabes que soy presa fácil del desánimo y del abatimiento y me cuesta mucho reconocerte en mi oración. Ilumina mi mente y mi corazón para que sepa descubrirte y experimente esa cercanía que me llena de paz y amor.

Petición
Cristo resucitado, enciende el calor de mi fe y esperanza de tal manera, que en esta Pascua de resurrección, la vivencia de la caridad sea el distintivo de mi vida.

Meditación del Papa Francisco
Pensemos en el episodio de los discípulos de Emaús. Es necesario saber entrar en diálogo con los hombres y las mujeres de hoy para entender sus expectativas, sus dudas, sus esperanzas, y poder ofrecerles el Evangelio, es decir Jesucristo, Dios hecho hombre, muerto y resucitado para liberarnos del pecado y de la muerte. Este desafío requiere profundidad, atención a la vida, sensibilidad espiritual. Dialogar significa estar convencidos de que el otro tiene algo bueno que decir, acoger su punto de vista, sus propuestas. Dialogar no significa renunciar a las propias ideas y tradiciones, sino a la pretensión de que sean únicas y absolutas.
Que la imagen del buen samaritano que venda las heridas del hombre apaleado, versando sobre ellas aceite y vino, nos sirva como guía. Que nuestra comunicación sea aceite perfumado para el dolor y vino bueno para la alegría. Que nuestra luminosidad no provenga de trucos o efectos especiales, sino de acercarnos, con amor y con ternura, a quien encontramos herido en el camino. No tengan miedo de hacerse ciudadanos del mundo digital. El interés y la presencia de la Iglesia en el mundo de la comunicación son importantes para dialogar con el hombre de hoy y llevarlo al encuentro con Cristo: una Iglesia que acompaña en el camino sabe ponerse en camino con todos.»(Mensaje del Papa Francisco para la XLVIII Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, junio de 2014).
Reflexión
El último capítulo del "Evangelio de la misericordia" nos narra un acontecimiento que se ha repetido en prosa y en cantos, que ha inspirado a las obras de arte más conocidas, que ha suscitado conversiones e inspirado a los cristianos en el camino a la santidad.

Comienza con dos discípulos desencantados, que están abandonando la causa por la cual, tres años antes, habían dejado todo. Pero ahora, después de tres días de esperar al Maestro en el que habían creído, se habían convencido de su tontería, y partían para tratar de reconstruir las vidas que habían dejado atrás. En un fin de semana se les había escapado el único ideal que había llenado sus corazones jóvenes.

En su camino se les aparece Cristo, pero aunque lo veían, algo les impedía reconocerle. Aquí nos tenemos que preguntar, ¿por qué? ¿Por qué no reconocen su rostro después de haberlo seguido por tres años? ¿Por qué no reconocen su voz después de haber dejado todo el día que escucharon su llamada? ¿Por qué no reconocen sus palabras después de haberlo oído predicar?

Tal vez es porque, como ellos mismos admiten, Él ha desilusionado las esperanzas que tenían, de que Él fuera el libertador de la nación de Israel. El obstáculo no es que no tengan a Jesús al lado, caminando con ellos, es que ellos esperan ver a alguien diferente. Así nunca verán a Jesús, por más claro que se les aparezca. ¡La esperanza que ellos habían tenido, pequeña y a su medida, no les deja aceptar la gloria y el gozo de la resurrección!

Pero Jesús no los deja alejarse. Quiere conquistárselos para siempre. Hace la finta de seguir adelante para que lo inviten a cenar. Y ahí, en la intimidad de un pequeño cuarto, se les revela al entregarse en la Eucaristía. Eufóricos, corren hasta Jerusalén bajo la luz de las estrellas. ¡Ha resucitado, y vive con ellos para siempre! Se dejaron conquistar por la esperanza que les ofrece Jesús, y en la Eucaristía lo llevan consigo para siempre.

Propósito
Hacer una visita a Cristo Eucaristía para reflexionar sobre la Divina Providencia, a fin de que nunca me decepcione o dude de su Palabra.

Diálogo con Cristo
Cristo has resucitado, estás vivo y caminas conmigo. ¡Qué maravilla! ¡Qué experiencia! Mi corazón rebosa de gozo y quiero cantar, quiero gritar, quiero trasmitir a otros esta certeza. No estoy solo, Cristo quiere estar conmigo. Está vivo en la Eucaristía, esperándome pacientemente. No puedo ser indiferente o pasivo ante tanto amor, por eso hoy te pido me des la fuerza para correr a compartir con mi familia, y con los demás, esta Buena Nueva.

EL CLAVO


El clavo 

 

Una Iglesia nueva fue construida y las personas fueron de todas las partes para admirarla. Pasaba horas a mirar la belleza de tal obra.

Arriba, en lo alto, en las maderas del tejado, un pequeño clavo era testigo de todo lo que estaba ocurriendo. Y oía a las personas cómo elogiaban todas las partes de tan encantadora estructura... !Hablaban de todo, menos del clavo!

Ni siquiera sabían que estaba allí, y se sintió irritado y con envidia.

- ¡Si soy tan insignificante, nadie echará de menos mi falta!

Entonces el clavo desistió de su vida, dejó de hacer presión sobre la madera y se fue deslizando hasta caer al suelo.

Aquella noche llovió mucho. Luego, donde faltaba el claro, el tejado comenzó a ceder, separando las tejas. El agua corrió por las pareces y los bonitos murales. El yeso comenzó a caerse, el tapete estaba mancado y la Biblia se quedó arruinada por el agua.

Todo esto porque un pequeño clavo desistió de su trabajo.

¿Y el clavo?

Al asegurar las maderas del tejado, era obscuro, pero era útil. Ahora, enterrado en el barro, no sólo continuó a ser obscuro, sino que también se volvió un completo inútil y acabó comido por el óxido.

TRES PALABRAS EN DESUSO


Tres palabras en desuso
Purgatorio, sufragios, indulgencias: tres palabras de consuelo y esperanza, de solidaridad y de perdón 



Por: Guillermo Juan Morado | Fuente: Catholic.net



Las palabras evocan la realidad, remiten a ella, nos la ponen delante, nos obligan a afrontarla. Hay palabras que, poco a poco, van siendo condenadas a un silencio que cubre con su sombra callada parcelas de las cosas que, no por no nombrarlas, dejan de existir. También en el vocabulario de la fe, las palabras suben y bajan, se cotizan más o menos, se pronuncian o se amordazan, según las preferencias de los hablantes.

Yo quisiera rescatar, en este mes de Noviembre, tres palabras de consuelo y de esperanza que pertenecen a la casa de las palabras del cristianismo. Son palabras de consuelo y esperanza, de solidaridad y de perdón.

La primera de ellas es "purgatorio". Cuando yo la pronuncio, viene a mi imaginación el retablillo de ánimas de mi Parroquia. Estaba casi siempre colocado en un muro lateral, a la derecha del presbiterio. En un bajorrelieve de madera policromada, aparecen representados muchos personajes anónimos sumergidos en un mar de llamas. Algunos de estos personajes llevan en sus cabezas insignias que los identifican como papas u obispos, como clérigos o religiosos. Otros no portan ningún distintivo especial. Hay hombres y mujeres, ancianos y jóvenes. En medio de las llamas, su gesto no denota desesperación, sino piadoso recogimiento, con las palmas de las manos unidas sobre el pecho, como si balbuciesen una plegaria interior. Yo recuerdo que, delante de ese retablillo, siempre lucían cirios y velitas encendidas. Esas pequeñas lamparitas simbolizaban perfectamente el acompañamiento de los vivos, que alumbraban con las luces de su amor lo que parecía ser el sufrimiento sereno de los personajes del retablo.

En esa sencilla representación de las ánimas se encerraba una consoladora verdad de nuestra fe. El purgatorio no es un infierno temporal: sus llamas no atormentan, los demonios no azuzan con sus tridentes el sufrimiento de los condenados. Las llamas del purgatorio son llamas de amor, que purifican y acrisolan a quienes las padecen. Ese mar de llamas – ese océano del amor – es la morada transitoria de muchos amigos que Dios. Su esperanza brota de la certeza de su salvación. Su sufrimiento, del ansia de contemplar para siempre el rostro de Dios. Por eso son almas benditas, que duermen, a la espera de un alegre despertar, el sueño de la paz. ¿Podemos hacer algo por ellas? ¿Podemos ayudarles a hacer más llevadera su espera, más acompañada su pena, más ligero su descanso? La fe nos dice que sí. Y bien lo comprendían los fieles de mi Parroquia cuando, ante el retablillo, encendían sus candelas.

Emerge así, del pozo de mis recuerdos, la segunda palabra: "sufragios". Una palabra también en desuso, aparentemente caducada. Pero en el desván de las palabras, si uno rebusca un poco, siempre termina encontrándolas, incluso las más escondidas, o las cubiertas por el espeso velo del olvido. El sufragio es la ayuda, el favor o el socorro; es decir, las obras buenas que se aplican por las almas del purgatorio. Los sufragios son siempre actos solidarios, de una solidaridad tan amplia que es capaz de cruzar el umbral de la muerte. ¿Cómo dejar de ofrecer estos sufragios? ¿Cómo no querer contribuir, si uno puede, a aliviar la situación de otros? Lo que mis parroquianos habían comprendido perfectamente es la profunda verdad de la comunión de los santos, el imposible aislamiento, el inadmisible ostracismo de los que aman a Dios. Y sin grandes estudios de Teología, pero dotados del saber de la fe, los fieles ofrecían oraciones, y limosnas, y obras de penitencia. Y sobre todo ofrecían el santo sacrificio de la Misa, la ofrenda de aquel que se hizo nuestro Sufragio, ayudándonos a ayudar, posibilitando nuestro auxilio.

La tercera palabra es una palabra de perdón: "indulgencias". Con sus oraciones y obras de penitencia, los fieles que peregrinan por este mundo – caminantes definitivamente no instalados, emigrantes que esperan el retorno - pueden acogerse a un indulto de gracia en favor de los difuntos dispensado en virtud de los méritos de Cristo y de los santos. La justicia de Dios y la solicitud de la Iglesia van siempre más allá de nuestros pobres códigos legales. En el Tribunal del Juez clemente no tiene la primacía el castigo, sino la recuperación del pecador y la restauración de los daños, la recomposición de las relaciones rotas causadas por su delito. Es como si Dios, conmovido por la perfecta obediencia del corazón de Cristo, derrochase perdón, con esa facilidad infinita para perdonar que emana de su también infinita misericordia.

Las tres palabras, “purgatorio”, “sufragios”, “indulgencias”, me llenan de paz al recordarlas; infunden en mi ánimo la serena alegría, la sobria ebriedad de creer. Por eso quiero rescatarlas, para que muchos labios las pronuncien, como las pronunciaban, sin acaso proferir las sílabas que las componen, los fieles de mi Parroquia delante del retablo de ánimas.

DIOS NO FRACASA Y NO PATROCINA FRACASOS



Dios no fracasa ¡y no patrocina fracasos!
Dios... no nos hizo para fracasar. Hubo un momento en el que dejaste de creer en el amor.


Por: P. Dennis Doren L.C. | Fuente: Catholic.net





Hace poco reflexionaba unas palabras del Santo Padre Benedicto XVI, en ellas afirmaba lo siguiente: Dios no fracasa. "Fracasa" aparentemente; así sucedió con Adán y con tantos otros, pero en realidad no fracasa, pues de ello saca nuevas oportunidades de misericordia mayor, y su creatividad es inagotable. No fracasa, porque siempre encuentra modos nuevos de llegar a los hombres y abrir más su gran casa, a fin de que se llene del todo. No fracasa porque no renuncia a pedir a los hombres que vengan a sentarse a su mesa, a tomar el alimento que cada día pone a nuestra disposición, en el que ofrece el don precioso que es Él mismo. Dios tampoco fracasa hoy. Aunque muchas veces nos responda "no", podemos tener la seguridad de que Dios no fracasa.

Toda la historia, desde Adán, nos deja una lección: Dios no fracasa y por lo tanto no patrocina fracasos. También hoy encontrará nuevos caminos para llamar a los hombres, y quiere contar con nosotros como sus mensajeros y sus servidores. ¿Sabes qué se necesita para ser mamá? Bueno, podrías darme argumentos como: para ser mamá, primero se necesita ser responsable, tener madurez física e intelectual, planificar bien... etc. Pero la verdad, básicamente, lo que se necesita para ser mamá es un "papá" ¿cierto? Bien, ahora que ya sabemos lo que se necesita para ser mamá dime, ¿Cómo se hace un bebé? Bueno, para nadie es un secreto que para engendrar un bebé ambos padres aportan células importantes. En el interior de la mamá se lleva a cabo una verdadera carrera de vida o muerte, un maratón en donde millones y millones corren para anidarse y llegar a su nueva casa, al lugar que lo va a cobijar, proteger, cuidar y hacer crecer durante nueve largos meses. Pero lo sabemos, a esta meta, como en toda carrera, sólo uno es el ganador. ¿Sabes? y permíteme recordártelo, sólo el más capaz, el más rápido, el más fuerte, el que le ganó a esos millones, es el que ha recibido el premio de la vida.

No sé si me llegas a entender lo que quiero decir. En esa carrera no hay premio para el segundo lugar... es decir, de millones sólo uno alcanza el premio de la vida, el campeón o la campeona, es decir..., tú. Desde el momento en que eres concebido, en el vientre de tu madre ya traes la casta de campeón o campeona, ya eres un ganador. Por eso podemos afirmar, ¡Dios no patrocina fracasos! Si Dios que es el Señor de la vida quiso darte ese don, no es por un azar de la vida, o por un "despistín" de nuestros papás. Es porque Él tiene un plan maravilloso para tí. Por eso, cuando tú dices: "yo no sirvo para nada, yo no sé por qué nací, yo soy lo peor, yo soy un desastre"... estás ofendiendo a Dios; porque Él te hizo a su imagen y semejanza.

Dios... no nos hizo para fracasar. Hubo un momento en el que dejaste de creer en el amor, y luego apareció esa persona y no pudiste dejar de amarla cada día más. Hubo un momento en el que creías que la tristeza sería eterna; pero volviste a sorprenderte a tí mismo riendo sin parar. Hubo un momento en el que la amistad parecía no existir; y conociste a ese amigo que te hizo reír y llorar, en los mejores y en los peores momentos. Hubo un momento en el que estabas seguro que la comunicación con alguien se había perdido; y fue luego cuando te llegaron a tu chat unas palabras de esa persona. Hubo un momento en el que una pelea prometía ser eterna; y sin dejarte ni siquiera entristecerte, terminó en un abrazo.

Hubo un momento en que un examen parecía imposible de pasar; y hoy es un examen más que aprobaste en tu carrera. Hubo un momento en el que dudaste de encontrar un buen trabajo; y hoy puedes darte el lujo de ahorrar para el futuro. Hubo un momento en el que sentiste que no podrías hacer algo: y hoy te sorprendes a tí mismo haciéndolo. Hubo un momento en el que creíste que nadie podía comprenderte; y te quedaste boquiabierto mientras alguien parecía leer tu corazón.

Así como hubo momentos en que la vida cambió en un instante, nunca olvides que aún habrá momentos en que lo imposible se tornará un sueño hecho realidad. Nunca dejes de soñar, porque soñar es el principio de un sueño hecho realidad.

"Todo lo que sucede, sucede por una razón, tiene un por qué y un para qué" y éstos están bañados y barnizados por el amor. Sí, el artífice de todo esto es Dios..., por eso tenemos que saber aceptar con humildad sus designios y sus tiempos, pues lo sabemos, son para nuestro bien.

BESITOS


Besitos 
 


La historia cuenta que hace algún tiempo un hombre castigó a sus hijita de 5 años por desperdiciar un rollo de papel dorado para envolver regalos. 

Estaban apretados de dinero y se molestó mucho cuando la niña pegó todo el papel dorado en una cajita que puso debajo del árbol de Navidad. 

Sin embargo, la mañana de Navidad, la niña le trajo la cajita envuelta con el papel dorado a su papá: "ésto es para tí papá". 

El papá se sintió avergonzado por haberse molestado tanto la noche anterior, pero su molestia resurgió de nuevo cuando comprobó que la caja estaba vacía y le dijo en tono molesto: "¿que no sabe usted señorita que cuando uno dá un regalo debe haber algo dentro del paquete? ". La niña volteó a verlo con lágrimas en sus ojitos y le dice:

" Pero papi, no está vacía. Le puse besitos hasta que se llenó ".
El papá estaba conmovido, cayó de rodillas, abrazó a su hijita y pidió que le perdonara su desconsiderado coraje.

Un tiempo después, un accidente tomó la vida de la niña, se dice que el papá conservó la cajita dorada junto a su cama por el resto de su vida. 

Cuando se sentía sólo y desanimado, metía su mano en la cajita dorada y sacaba un besito imaginario de ella.

3 CAUSAS MÁS FRECUENTES DE NULIDAD MATRIMONIAL, SEGÚN LOS EXPERTOS

Conozca las 3 causas más frecuentes de nulidad matrimonial, según los expertos






Por: Isis Barajas | Fuente: Misión





“Hace unos días una mujer vino a hablar conmigo y me comentó que su párroco le había dicho que si le daban la nulidad ya estaría todo solucionado… ¿Sabes cómo lloraba ante esta respuesta? Lejos de consolarse, la mujer no solo sentía que le habían arrancado carne de su carne, sino que percibía que personas de la Iglesia no entendían ese desgarro, como si el hecho de que se rompiera un matrimonio no fuera algo grave”.
La que así habla es María Álvarez de las Asturias, defensora del vínculo en el Tribunal de Madrid y directora del Instituto Coincidir. Ella y las personas que trabajan en los tribunales eclesiásticos saben muy bien que detrás de un proceso de nulidad se encierra mucho sufrimiento, que necesita ser sanado y acompañado.
Es cierto que el proceso en sí es duro porque supone una exhaustiva revisión de vida, pero lo realmente difícil es aceptar el rompimiento de un proyecto de vida que normalmente comenzó con ilusión y sin perspectivas de fracaso.
En la nulidad se constata que el vínculo no existió
El proceso por el que se declara que un matrimonio es o no es nulo no tiene nada que ver con un divorcio. La nulidad no es una ruptura de un vínculo, sino la constatación de que ese vínculo, en realidad, nunca existió. Y esta inexistencia del vínculo conyugal no se declara en función de una vida matrimonial fracasada, sino en función de si en el momento de la celebración de las nupcias (y no después) se dieron los requisitos necesarios para un matrimonio válido.
El decano del Tribunal de la Rota de Madrid, Carlos Morán, explica que “estos no son procesos de buenos y malos, no es un análisis moral de lo que ha vivido una persona,sino un análisis de la verdad del vínculo conyugal”.
Las causas frecuentes
Según explica el decano de la Rota, las causas más frecuentes de nulidad son aquellas referidas a la incapacidad, sobre todo, el grave defecto de discreción de juicio y la incapacidad para asumir las obligaciones esenciales del matrimonio por causa de naturaleza psíquica.
Además de esto, también son significativas determinadas exclusiones en el momento de celebrar el matrimonio, como la de la indisolubilidad y la prole.
De las causas de nulidad que llegan a los tribunales eclesiásticos se puede comprender de forma directa cuáles son las deficiencias con las que las personas acuden hoy a casarse. Y una de las conclusiones que sacan tanto María Álvarez de las Asturias como el propio Carlos Morán es que un problema importante que arrastran muchas personas es la inmadurez personal y afectiva, que provoca incluso que personas que no se conocen en absoluto se casen.

Ese fue el caso de Ricardo –nombre falso para preservar su intimidad–. Tras la luna de miel, su mujer buscó a su antiguo novio, con el que había estado saliendo más de diez años y al que había seguido viendo a espaldas de Ricardo, y rompió con el recién estrenado matrimonio.
“Me puse a investigar y encontré un artículo que explicaba los tres tipos de causas que hacen un matrimonio nulo. Cuando lo leí, entendí que a lo mejor mi matrimonio no era válido. La ironía del tema es que fue solo en ese momento cuando me enteré de lo que hacía válido un matrimonio; tenía 37 años y había sido bautizado como católico cuando era pequeño…”.

Muchas personas se acercan hoy al matrimonio sin saber realmente qué significa el sacramento e incluso cuando dan su consentimiento en realidad lo hacen excluyendo la indisolubilidad del vínculo o la apertura a la vida.
“Se está dando un rechazo a las propiedades esenciales del matrimonio, no se quiere una unión de uno con una abierta a la vida, en fidelidad y para siempre”, explica María Álvarez de las Asturias.
Además, “en vez de considerar las propiedades esenciales del matrimonio como un regalo y un don, se considera que la  exclusividad, la fidelidad, la indisolubilidad, los hijos o incluso la sacramentalidad son una carga”, añade.

Tanto en los casos en que la nulidad se produce por alguna incapacidad como cuando se excluyen propiedades del matrimonio, Álvarez de las Asturias subraya que “la culpa es en gran parte nuestra, de la Iglesia, porque nosotros conocemos la verdad del amor, tenemos los medios para explicarlo y no lo estamos haciendo; no estamos tomando medidas suficientes para que los matrimonios que se están contrayendo no lleguen a romperse”.
En esta línea, María Álvarez de las Asturias propone un plan pastoral integral: “Existe el amor definitivo, la Iglesia lo sabe y debemos explicarlo, por eso debemos proponer una educación para el amor desde la infancia, preparar para el matrimonio, acompañar la vida diaria de las familias fortaleciendo no solo al que se encuentra mal, sino a todos, sostener en las dificultades cuando son más serias y sanar las heridas, sobre todo, cuando se produce una ruptura”.

Saber la verdad sana
Según Carlos Morán, “en muchos casos los propios procesos de nulidad son también muy sanadores, puesto que conocer la verdad sobre lo que ha pasado en uno mismo es sanador y ayuda a encauzar situaciones que sin haber pasado por aquí a lo mejor no se hubieran conocido”.
Así fue, por ejemplo, en el caso de Ricardo: “Para mí el proceso fue terapéutico, pues tuve que resolver un largo cuestionario para presentar el caso y eso me ayudó a admitir que yo también había jugado un papel en el problema. Hasta ese momento la había culpabilizado a ella de todo; reflexioné sobre mis actos y me di cuenta, por ejemplo, de que la preparación al matrimonio no había sido buena”.

Pero, aunque el mismo proceso de nulidad permita conocer la verdad de la situación que viven las personas y pueda ayudar a la sanación de las heridas, normalmente, no basta solo con esto. María Álvarez de las Asturias sostiene que, “aunque un matrimonio sea nulo, existe una ruptura, porque esa persona ha entregado su vida al otro y el darse cuenta de que no ha sido recibida como un don es un dolor inmenso”.
Por esta razón, Álvarez de las Asturias recalca que “hay que acompañar a esas personas que se han roto, y no solo a ellos como esposos, sino sobre todo como padres, para que la familia se rompa lo menos dolorosamente posible para los hijos”.

Fernando –nombre ficticio– es hijo de un matrimonio nulo. Tenía 11 años cuando se inició el proceso y para él fue muy doloroso saber que el matrimonio de sus padres nunca había existido. Su padre padece una enfermedad mental que le incapacita para asumir las obligaciones del matrimonio y tiene una personalidad manipuladora que arrastró a su madre al matrimonio sin un auténtico ejercicio de su libertad.
Durante tres años, Fernando dejó de hablar con él, le culpaba de la situación y, al ver que su madre le odiaba, él llegó a tener esos mismos sentimientos. “El tiempo que estuve sin hablarle estaba muy mal, yo tenía amigos, pero me acostaba llorando porque sentía que no me querían, mi infelicidad venía de la situación de mis padres”, asegura.
Fernando reconoce que, gracias a la Iglesia y a su hermano mayor, consiguió retomar la relación con su padre: “Los hijos tienen que estar bien con sus padres aunque sean asesinos en serie, tenemos que saber que son limitados. Él no hacía el mal que quería, es pecador como yo”.

Lo primero es sanar, no romper
Lo primero ante una grave crisis conyugal nunca debería ser la ruptura o iniciar un proceso de nulidad. María Álvarez de las Asturias subraya que siempre, siempre, hay que intentar restaurarlo.
“Pero, si ante las dificultades, hemos ido a un proceso de ayuda y, a pesar de la buena voluntad de las partes, el proceso no ha funcionado y existe algún indicio de que ese matrimonio es nulo, entonces sí conviene acudir a los tribunales”.
La defensora del vínculo explica que “cada vez hay más personas que de verdad en conciencia quieren saber cuál es su situación matrimonial, porque según la situación en la que están así desean enfocar el resto de su vida en fidelidad al Magisterio. Las personas que vienen así son de admirar y ellas también necesitan ser sostenidas y acompañadas en la sentencia, porque no olvidemos que una sentencia afirmativa o negativa de nulidad puede ser un alivio para una de las partes, pero también un dolor muy grande para la otra”.

Carlos Morán añade que “hay muchísimas cosas que podemos hacer y para las que debemos, como Iglesia, estar disponibles. La experiencia del perdón y la misericordia de Dios, el acompañamiento espiritual y la atención a todos, también a los divorciados. A los que están en una posición difícil desde el punto de vista de la Iglesia hay que acompañarlos y aconsejarlos, estar cerca de ellos. El Papa ha dicho que la Iglesia no está para juzgar, está para consolar, para ser ese hospital de campaña que cura, acompaña y ayuda, sin juzgar”.

¿Qué es el matrimonio?
Según el Código de Derecho Canónico, “la alianza matrimonial, por la que el varón y la mujer constituyen entre sí un consorcio de toda la vida, ordenado por su misma índole natural al bien de los cónyuges y a la generación y a la educación de la prole, fue elevada por Cristo Señor a la dignidad de sacramento entre bautizados”, tanto es así que entre bautizados no puede haber matrimonio válido que no sea sacramental.
El matrimonio tiene unos fines (el bien de los cónyuges y el bien de la prole –su generación y educación–) y unas propiedades esenciales (la unidad, que incluye la exclusividad y fidelidad, y la indisolubilidad). Estos fines y propiedades del matrimonio no dependen tanto de los contrayentes, sino que es Dios mismo el que regala a los esposos estos dones ante su consentimiento personal e irrevocable. Todos los bautizados tienen derecho a contraer matrimonio (es el llamado ius connubii), pero este derecho, tal y como expresó el Papa Benedicto xvi en un discurso al tribunal de la Rota, no es a una “celebración nupcial”, sino a un “auténtico matrimonio”.

Las tres causas de nulidad:
1. Impedimentos matrimoniales: 
es cuando los contrayentes no son hábiles para el matrimonio porque hay alguna circunstancia que les impide vivir en plenitud el matrimonio. Hay impedimentos en razón de la edad, la impotencia perpetua para realizar el acto conyugal, la existencia de un vínculo matrimonial previo, votos religiosos, consanguinidad, etc.

2 Vicios o defectos del consentimiento: Esto sucede cuando:
A. Hay una incapacidad que afecta al consentimiento. Bien, por discreción de juicio (grado de madurez personal que permite al contrayente discernir para comprometerse acerca de los derechos y deberes esenciales del matrimonio), o bien por incapacidad para asumir las obligaciones esenciales del matrimonio.
B. Hay ignorancia sobre lo que es el matrimonio, exclusión del matrimonio o de alguna de sus propiedades o elementos esenciales. También cuando se da error o engaño, condición y miedo.
3. Defectos de forma: se refiere a la manifestación externa del consentimiento y requisitos de forma.
Se parte de la presunción de que todo matrimonio celebrado es válido, por lo que no es la validez lo que hay que demostrar, sino la invalidez. La Iglesia quiere que el sacramento del matrimonio sea celebrado y vivido no solo válida, sino también fructuosamente, es decir, que dé lugar a una vida plena y abundante.

Agilizar procesos
Para que un matrimonio sea declarado nulo se necesitan actualmente dos sentencias afirmativas de dos tribunales distintos. Este procedimiento busca garantizar la veracidad de los procesos y solventar un eventual error en la primera instancia.
Una de las propuestas para agilizar los procesos que se ha discutido a raíz del Sínodo de los Obispos es eliminar la segunda sentencia conforme; sin embargo, los miembros de los tribunales consideran que hay otras vías más adecuadas para reducir los plazos sin dejar de garantizar la veracidad de los procesos. La principal es dedicar más medios económicos y personales a los tribunales, de modo que haya más jueces que resuelvan sentencias.
Otra de las ideas generalizadas es que iniciar un proceso de nulidad es caro, pero lo cierto es que las tasas de los tribunales son asequibles y se pueden pagar a plazos.
Lo que suele ser elevado son los honorarios de los abogados privados. Además, existe el patrocinio gratuito para aquellas personas que no puedan costearlos. “Nadie se queda sin ser atendido por motivos económicos”, asegura Álvarez de las Asturias.

LA PASCUA ES LO MÁS GRANDE DE NUESTRA FE


La Pascua es lo más grande de nuestra fe
Jesús realiza la Pascua. Jesús pasa al Padre. ¿Es solo El quien pasa de este mundo al Padre? ¿Y nosotros ?...


Por: Ma Esther De Ariño | Fuente: Catholic.net




Estamos en la Pascua, la Pascua Florida. Llegó con el Domingo de Resurrección.

Los vacacionistas regresaron..... otros lamentablemente no volverán. Salieron felices y animosos pero ya no hubo regreso. Los recordamos y pedimos por ellos.

La Pascua es el Misterio más grande de nuestra fe. Cristo ha resucitado y la Muerte quedó vencida porque su Resurrección la mató. San Agustín nos dice: - "Mediante su Pasión, Cristo pasó de la muerte a la vida. La Pascua es el paso del Señor"

Ya dejamos atrás los días de Pasión y muerte. Seguiremos venerando la cruz que fue el medio que nos hizo cruzar a la otra orilla de luz y de vida eterna. Sin cruz.... no se llega. No se alcanza la resurrección. ¡Cristo resucitó y su tumba quedó vacía!

Volvemos a los días de trabajo, a la rutina... ¿qué ha dejado este paso de Dios en nuestras almas? ¿Podemos decir que nuestra Pascua ha sido "hacia adentro", que hemos sentido que el Señor ha pasado y ha dejado alguna huella de su resurrección en nuestra vida?

Jesús realiza la Pascua. Jesús pasa al Padre. ¿Es solo El quien pasa de este mundo al Padre? ¿Y nosotros ?...

Dios es Omnipotente y puede hacerlo Todo, pero... "no puede" obligarnos a tener un corazón arrepentido. Nos deja en libertad para amarlo o para ofenderlo, para querer estar unidos a El o para olvidarlo y esa libertad es tan traicionera que nos puede DAR o QUITAR el derecho a nuestra propia y gloriosa resurrección. Porque resucitar eso si, lo haremos todos. Ya que así lo decimos y creemos en nuestro Credo - creo en la resurrección de los muertos.

Lo que hemos vivido estos días no puede pasar sin dejarnos algo, sin dejarnos una huella en el alma, ahora que proseguimos el camino de nuestro quehacer de siempre.

Cristo resucitó y los apóstoles, uno a uno, dieron su vida por esta VERDAD que deslumbra.

Pedro comió y bebió con Jesús después de su Resurrección, Tomás metió sus dedos en las llagas del Cristo resucitado y Pablo nos recuerda que si hemos resucitado con Cristo por el Bautismo, debemos de vivir la nueva vida en espera de su regreso y tenemos el compromiso de llevar por el mundo la palabra de Dios.