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jueves, 18 de junio de 2015

¿CÓMO HACER UNA ACCIÓN DE GRACIAS DESPUÉS DE COMULGAR?


¿Cómo hacer una acción de gracias después de comulgar?
La Eucaristía es un tesoro inestimable; no sólo su celebración, sino también estar ante ella fuera de la Misa, nos da la posibilidad de llegar al manantial mismo de la gracia
Fuente: http://www.buenanueva.net


Cada cual ora después de recibir a Cristo en la Eucaristía de la manera como le inspira el Espíritu Santo. Sea cual fuere la forma de oración, es conveniente el recogimiento al regresar de comulgar, para atender debidamente a Aquél que nos habita, Dios mismo, Rey y Señor de Cielo y Tierra.

Algunas sugerencias de cómo puedes iniciar la Acción de gracias después de comulgar


1. Adoración a la Santísima Trinidad:

       Jesús es el Hijo de Dios hecho Hombre. Tan unidos estamos a Cristo después de comulgar, que podemos hacer nuestros los actos que su santísima humanidad tributa al Padre, en unión del Espíritu Santo.

       Así, Cristo se convierte en nuestra acción de gracias (nuestra Eucaristía). El es Quien suple todas nuestras deficiencias, sana todas nuestras enfermedades, remedia todas nuestras flaquezas.

       Aprovechar este momento de presencia de Jesús en nuestro corazón para adorar al Padre, por medio de su Hijo en unión con el Espíritu Santo es una manera de dar gracias a Dios.

2. Guardar silencio y escuchar la voz del Señor:

       Algunos preferirán hacer como María, la hermana de Marta y Lázaro: escuchar atentamente lo que El quiera decirnos. Son momentos en que suele el Señor iluminar nuestro entendimiento para decirle lo que desea de nosotros y avivar nuestra voluntad para que lo realicemos.

       Es un buen momento para que oigamos a Dios y le dejemos moldear nuestra alma de acuerdo a su Voluntad.

3. Meditar la Palabra de Dios:

       Puede decirse algún Salmo favorito:

El Señor es mi Pastor, nada me falta,
en verdes praderas me hace reposar,
me conduce hasta fuentes tranquilas
y repara mis fuerzas.

Aunque pase por valles oscuros, nada temo,
tu vara y tu cayado me dan seguridad.
(Salmo 23)

       O leerse pausadamente o repasar de memoria, meditando, por ejemplo, algunas de las palabras de Jesús en la Ultima Cena:

LA ULTIMA CENA
(Resumen de las palabras de Jesús en la Ultima Cena)
(Jn. 13-17)

No me habéis vosotros elegido,
fui Yo mismo Quien os elegí.
Ya no os llamo siervos, sino amigos,
permaneceréis, para siempre, junto a Mí.
(Jn. 15, 15-16)

Recordad mi nuevo mandamiento,
por el cual os reconocerán,
que os améis los unos a los otros,
como Yo os amé, hasta mi vida entregar.
(Jn. 13, 34; 15, 12-13 y 17)

Todo aquél que dice que me ama,
mi Palabra debe de guardar,
y será amado por mi Padre-y
vendremos a él y haremos morada en él.
(Jn. 14, 21-23; 15, 9-10)

Yo soy la Verdad, soy el Camino,
soy la Vida y la Resurrección,
quien me sigue no andará perdido,
pues Yo soy la Luz, Yo soy vuestra salvación.
(Jn. 14, 1-8)

Así como el Padre me ha enviado,
así también os envío Yo;
os envío a estar en el mundo,
mas no ser de él, pues sólo de Dios seréis.
(Jn. 17, 6 y 9-10, 14--18)

Yo soy la vid, vosotros las ramas,
y Mi Padre es el Viñador;
si permanecéis a Mí unidos,
buen fruto daréis y Me glorificaréis.
(Jn. 15, 1-5; y 8)

Que todos vosotros seáis uno,
como los somos Mi Padre y Yo:
como el Padre en Mí y Yo en El,
vosotros también, uno en Nosotros seréis.
(Jn. 14, 20; 17, 21)

Tomad y comed este es Mi Cuerpo,
que se entrega por vuestra salud.
Tomad y bebed esta es Mi Sangre,
que Yo derramé por vosotros en la cruz.
(Lc. 22, 7-20; Mt. 26, 17-29; Mc. 14, 12-25;
1 Cor. 11, 23-36)


4. Pedir “cosas buenas”:

       La oración no debiera ser nunca preferencialmente de petición, pero mucho menos después de la Comunión, cuando el Dueño del mundo nos habita.

En estos momentos es preferible una oración de adoración, de acción de gracias, de confianza y abandono, de alabanza, etc.

       Sin embargo, si deseamos usar momentos tan especiales en peticiones, aprovechemos de pedir esas “cosas buenas” que Dios quiere darnos (cf. Lc. 11, 13).

       Por ejemplo: “Cosas buenas” son virtudes (Señor: aumenta mi Fe. Señor: quiero ser más humilde. Señor: ayúdame a ser dócil a tus designios). “Cosas buenas” son bienaventuranzas (Señor: quiero ser pobre en el espíritu, sabiendo que nada soy, nada puedo sin Ti. Señor: dame aceptación de este sufrimiento). “Cosas buenas” son frutos del Espíritu (Señor: enséñame a ser magnánimo con los demás, enséñame a comprender y a perdonar. Señor: dame templanza y control de mí mismo).




PARA UNA ACCIÓN DE GRACIAS A LARGO PLAZO

       Si bien el acto mismo de la Comunión es transitorio y pasajero, el efecto que el Sacramento produce en el alma –la unión con Dios- es permanente. Es decir, se prolonga mientras nosotros así lo queramos.

       De allí que nuestra acción de gracias a largo plazo debe contemplar el hecho de que siendo la Eucaristía el Sacramento de la unión con Dios, debemos permanecer en Cristo para que El permanezca en nosotros.

       En el tiempo posterior a la recepción de la Eucaristía no podemos dejar, entonces, que las tendencias que se oponen a nuestra unión con Dios puedan disminuir o interrumpir esta comunión: actitudes en contra de la Voluntad Divina, faltas de Fe y confianza en Dios, pecados mortales o veniales, etc.

       Por el contrario, debemos acrecentar la vida de Dios en nosotros y aumentar esta comunión e identificación con Cristo, mediante la oración, las buenas obras, la penitencia, aceptación de la Voluntad de Dios y colaboración activa en sus designios, el ejercicio de las virtudes, etc.

       San Pablo nos recuerda que debemos vivir “amando como Cristo que nos amó y se entregó por nosotros, como ofrenda y víctima” (Ef. 5,2). En efecto, Cristo se entregó por nosotros en la cruz … y se entrega a nosotros en cada Eucaristía.

       Si El nos ama así ¡cómo no retribuir en “algo” ese amor! amándolo a El, primero que todo y amándonos entre nosotros como El nos enseña a amarnos. Y amarnos, no sólo evitando hacer daño a los demás, o haciendo una que otra “obra de caridad”, sino también dando la vida.

       Y dar la vida no significa necesariamente llegar a morir por los demás, como Cristo, aunque se han dado y se siguen dando casos de martirios genuinos. Dar la vida significa, también, pensar primero en procurar el bien de los demás y luego en el propio ... Y puede ser que hasta se llegue a olvidar el bien propio. ¿Imposible? Muchos lo han hecho. Algunos aún lo hacen. No es imposible.

       Recordemos, pues, que la fuente de donde recibimos las gracias para poder actuar como Cristo, en entrega de amor a Dios y a los demás, está en la Eucaristía, que –además- es el alimento para nuestro viaje a la eternidad.




ADORACION DEL SANTISIMO SACRAMENTO

       Nos dice el Papa Juan Pablo II en su Encíclica sobre la Eucaristía que en el culto eucarístico fuera de la Santa Misa “se prolongan y multiplican los frutos de la comunión del cuerpo y sangre del Señor”.

       Y continúa: “El culto que se da a la Eucaristía fuera de la Misa es de un valor inestimable en la vida de la Iglesia. Dicho culto está estrechamente unido a la celebración del Sacrificio eucarístico.

       “La presencia de Cristo bajo las sagradas especies que se conservan después de la Misa –presencia que dura mientras subsistan las especies del pan y del vino– deriva de la celebración del Sacrificio y tiende a la comunión sacramental y espiritual”.

       “Es hermoso estar con Él y, reclinados sobre su pecho como el discípulo predilecto(cf. Jn 13, 25), palpar el amor infinito de su corazón. Si el cristianismo ha de distinguirse en nuestro tiempo sobre todo por el «arte de la oración», ¿cómo no sentir una renovada necesidad de estar largos ratos en conversación espiritual, en adoración silenciosa, en actitud de amor, ante Cristo presente en el Santísimo Sacramento? ¡Cuántas veces, mis queridos hermanos y hermanas, he hecho esta experiencia y en ella he encontrado fuerza, consuelo y apoyo!”

       “Numerosos Santos nos han dado ejemplo de esta práctica, alabada y recomendada repetidamente por el Magisterio. De manera particular se distinguió por ella San Alfonso María de Ligorio, que escribió: «Entre todas las devociones, ésta de adorar a Jesús sacramentado es la primera, después de los sacramentos, la más apreciada por Dios y la más útil para nosotros». La Eucaristía es un tesoro inestimable; no sólo su celebración, sino también estar ante ella fuera de la Misa, nos da la posibilidad de llegar al manantial mismo de la gracia”.

       Concluimos con una cita del Papa en su Encíclica que denota la importancia que hemos de darle a la Eucaristía, “Pan de Vida”:

       “Al dar a la Eucaristía todo el relieve que merece, y poniendo todo esmero en no infravalorar ninguna de sus dimensiones o exigencias, somos realmente conscientes de la magnitud de este don … No hay peligro de exagerar en la consideración de este Misterio, porque «en este Sacramento se resume todo el misterio de nuestra salvación» (Santo Tomás de Aquino)”.



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