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jueves, 7 de mayo de 2015

Y VENDRÁ LA SANIDAD SOBRE TI...


Y vendrá la sanidad sobre ti…



Para que llegue la sanidad a un cuerpo, o al alma, debe haber previamente una enfermedad o herida. Existen varias clases de enfermedades: físicas, mentales y emocionales. Cada una tiene su origen en algo diferente pero, gracias a Dios, para todas ellas existe la misma sanidad: la que provee nuestro Señor Jesucristo. La medicina ha logrado grandes avances y los medicamentos ayudan a muchas personas a recibir alivio, pero el Sanador por excelencia es el Señor Jesucristo.

En realidad toda sanidad es milagrosa, inclusive la que viene por medio de los médicos, pues si su cuerpo no asimila el medicamento que le han recetado la sanidad nunca llegará a su vida. A veces Dios sana directamente, pero otras veces utiliza la ciencia médica que Él ha creado para el beneficio de la humanidad.

La medicina humana tiene su límite y es allí donde interviene el Señor con poder para hacer lo que nadie puede hacer. Una persona, humanamente hablando, puede estar al borde de la muerte o ya muerta, pero aún Dios tiene todo poder para levantarlo y/o resucitarlo. La vida trae muchas veces diferentes enfermedades a nuestras vidas, pero qué bueno es saber que tenemos al Gran Médico Jesucristo, que está dispuesto a que le pidamos para que Él opere su obra sanadora. ¡No existe mejor Sanador que El Señor!

¡Ánimo! ¡Ven a Cristo y sigue clamando porque Dios escucha tu oración! Hay personas que han sido enseñadas que llorar es para los débiles y que es vergonzoso hacerlo. Pareciera que alguien hubiera escrito un código que dice que las lágrimas son para los niños, las mujeres y los débiles. ¡Esta no es la perspectiva de Dios! Para un Padre amoroso como es Él, no hay cosa que toque más su corazón que ver a uno de sus hijos e hijas llorar ante su presencia. Las lágrimas pueden estar originadas por muchos factores, pero cuando uno va en oración a buscar al Señor y empiezan a correr por las mejillas las lágrimas, algo sucede en el mundo espiritual: Dios ve el clamor desesperado, la angustia y comienza a sanar lo que está enfermo.

Puede ser un cuerpo dolorido o una relación rota; puede ser una amistad o un matrimonio desecho. No te canses ni tengas vergüenza de llorar ante el Señor, pues tus lágrimas son para Él como una joya cristalina de mucho valor. "Jesús le dijo: ¿No te dije que si crees, verás la gloria de Dios?" (Juan 11,40).



Oración
Gracias Señor porque en tu presencia no hay vergüenza alguna, y tengo la libertad de tu Espíritu para llorar y derramarme ante Tí. Gracias porque sé que tú no te deleitas en el dolor de tus hijos, sino que te enterneces de tal manera que mueves tu mano para sanar. Recorre en este momento mi cuerpo con tu poder, oh Dios, y sana aún aquellas enfermedades ocultas que pueda tener incubando en mi ser y el de las personas que más amo. Recibo en éste momento tu sanidad divina. Gracias Señor Jesús. Amén.

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