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viernes, 10 de abril de 2015

PADRE, PORQUE ME PONGO EN TUS MANOS


Padre, porque me pongo en tus manos
Autor: Padre José Luis Martín Descalzo




Cuando Él dijo "Padre"..., el mundo se preguntó por qué aquel día amanecía dos veces... La palabra estalló en el aire como una bengala..., y todos los árboles quisieron ser frutales y los pájaros decidieron enamorarse antes de que llegara la noche...

Hacía siglos que el mundo no había estado tan de fiesta: los lirios 
empezaron a parecerse a las trompetas y aquella palabra comenzó a circular de mano en mano, bella como una muchacha enamorada...

Los hombres husmeaban un universo recién descubierto y a todos les  parecía imposible pero pensaban que, aun como sueño, era ya suficientemente hermoso...

Hasta entonces los hombres se habían inventado dioses tan aburridos como ellos... serios y solemnes faraones... atrapamoscas con sus tridentes de opereta... dioses que enarbolan el relámpago cuando los hombres encendían una cerilla en sábado... o que reñían como colegiales por un quítame allá ese incienso... dioses egoístas y pijoteros que imponían mandamientos de amar sin molestarse en cumplirlos... vanidosos como cantantes de ópera... pavos reales de su propia gloria a quienes había que engatusar con becerros bien cebados...

Y he aquí que, de pronto, el fabricante de tormentas bajaba (¿bajaba?) a  ser Padre..., se uncía al carro del amor..., y se sentaba sobre la pradera a  comer con nosotros el pan... Era un nuevo Dios bastante poco excelentísimo..., que no desentonaba en las tabernas... y ante quien sólo era necesario descalzar el alma... 

Aquel día los hombres empezaron a ser felices porque dejaron de buscar  la felicidad como quien excava una mina... No eran felices porque fueran  felices..., sino porque amaban y eran amados..., porque su corazón tenía una casa..., y su Dios, las manos calientes...

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