Orar por los hijos...
Su joven hijo Agustín se extravió cediendo al vicio y cayendo en la herejía. Tras mucho orar y mucho llorar, Mónica logró al fin su conversión. Ya San Ambrosio, su director espiritual, había tratado de consolarla muchas veces diciéndole: “No es posible que perezca un hijo de tantas oraciones y lágrimas”.
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