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miércoles, 31 de julio de 2013

PLUMA AL VIENTO


PLUMA AL VIENTO
(Reflexión)

Una mujer se acusaba con san Felipe Neri de ser muy dada a la maledicencia.

—¿Cae usted con frecuencia en esa falta?

—Sí, padre, muchas veces.

Al ver tal franqueza, comprendió el santo que había más de ligereza que perversidad, y que era menester convencerla de las deplorables consecuencias de su costumbre.

—Hija, le dijo san Felipe, su culpa es grande, pero es mayor la misericordia de Dios; con la seria voluntad de enmendarse y la gracia de Dios, no dudo que llegará a triunfar de su hábito. Por su penitencia, irá usted al mercado, comprará una gallina recién muerta y con plumas, luego recorrerá las calles de la ciudad con todas sus vueltas y vaya desplumando la gallina y tirando de acá allá las plumas... Hecho, esto, me vendrá a dar cuenta de su cumplimiento como a ministro de Dios.

Inútil decir el asombro de la penitente al recibir tal penitencia de un hombre tan serio y santo.

Fue, pues, al mercado, compró la gallina y la fue desplumando por las calles y volvió a dar cuenta para que le explicara tan curiosa penitencia.

—¡Ah! —Dijo el santo al verla—, ya ha cumplido bien la primera parte que le receté como médico; ahora cumpla la segunda y quedará del todo curada. Vuelva ahora al revés por el mismo camino y recoja todas las plumas que ha tirado.

—¡Pero esto es imposible! Exclamó la pobre mujer sorprendida. Las tiré por todos lados y el viento se las habrá llevado.

¿Cómo volver a encontrarlas?

—¡Bien! Hija mía, respondió el buen religioso, las maledicencias son como estas plumas que usted concede no poder recoger de nuevo. Sus funestas palabras han volado por todos lados, ¡cójalas ahora si puede!... ande... y no peque más.

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