El perdón cura
Perdonar de verdad requiere comprender de verdad. Debemos ser capaces de mirar con claridad toda la escena, no retroceder ante ninguna parte, no negar nada, aceptarlo todo. En cierto sentido, esto significa que debemos convertirnos en expertos con respecto a lo que es preciso perdonar, para ver todos los aspectos, no sólo el propio.
"Hace muchos años, durante un taller de trabajo sobre el tratamiento del incesto, uno de los participantes se identificó como agresor y reconoció que había abusado sexualmente de su hija. Por un largo instante reinó un silencio de estupefacción. Luego él pasó a describir su encarcelamiento, la terapia que él y su familia habían recibido y su recuperación, que duraba desde hacía muchos años. Ahora se dedicaba a asesorar a los hombres encarcelados por el mismo delito. Junto con su esposa y su hija, participaba de discusiones grupales, con las familias de estos hombres. Su franqueza creó un ambiente que permitió a otros participantes del taller conversar sobre sus propias experiencias de abuso sexual. Como él era un modelo de valor, dignidad y humildad, así como de franqueza, hizo posible que algunos de los terapeutas presentes, a su vez victimas de incesto, adquirieran una mayor comprensión de la persona que los había violado. Dejamos de interactuar como profesionales y nos convertimos en cambio, en expertos, recurrimos a nuestra experiencia en la lucha para comprender este problema humano. Esa comprensión, cuando se logra, lleva con el tiempo al perdón. Y el perdón es el paso final de nuestra curación. Mediante el perdón somos perdonados"
Nuestro propio resentimiento, la amargura, el odio que sentimos hacia el que percibimos como enemigo y los males que deseamos a esa persona, todo eso constituyen configuraciones del mal más potentes que cuanto ocurre en el plano físico. Para que se nos perdone el daño que hemos causado debemos perdonar todo el daño que nos han hecho.
Es decir: debemos devolver bien por mal. En el acto mismo de perdonar se purifica nuestra aura y se eleva nuestra vibración.
En el Nuevo Testamento se nos dice que debemos perdonar, no una ni varias veces, sino "setenta veces siete". En otras palabras, debemos perdonar interminablemente y sin reservas.
Síntesis de un texto de Robin Norwood de su libro “Por qué a mí, Por qué esto, Por qué ahora” se los recomiendo!
Gota a gota el resentimiento hace que cada día nos envenenemos más y más... Se pega a nuestro corazón y lo destruye lentamente. Creemos haber perdonado la ofensa pero seguimos resentidos con quien nos lastimó... Entonces si bien pudimos pensar que perdonamos los flashes, esas luces que de pronto se encienden cuando recordamos, sólo iluminan aquello que nos dañó... y vemos nuestras heridas sangrar una y otra vez y la mano del culpable golpeando sin piedad sobre ellas...
Y ese "culpable", esa persona que tanto nos dañó sigue presente todos los días. Sin darnos cuenta le estamos regalando nuestra vida, nuestras energías... Quizás esa persona ni nos recuerde, o tal vez ya olvidó lo sucedido pero nosotros seguimos empeñados en no olvidar...
¿Y qué logramos? Sólo dañarnos, sólo seguir golpeando sobre las heridas y hacer que sangren sin parar... Entonces los rasguños ya son grietas y las grietas profundos agujeros que van hacia dentro de nosotros tratando de encontrar una salida... Y la salida muchas veces es la enfermedad, como también el aislamiento... Un alma resentida, un corazón resentido se debilita, y tarde o temprano muere solo intoxicado con el mismo veneno que nosotros le dimos.
Soltemos, perdonemos, dejemos ir... Desde adentro, desde el alma dejemos que se vaya... que cuando se enciendan las luces ya no iluminen esa parte de nuestra historia que nos hizo daño, pongamos en su lugar paz, amor y comprensión.
"La mejor manera de combatir el mal es un enérgico progreso en el sentido del bien"
Perdonar a veces no es fácil pero debemos hacerlo por nosotros, por nuestra salud y por sobre todo para seguir caminando con el paso firme y siendo imanes de todo lo bueno, de la buena energía, de los buenos tiempos.
El resentimiento, el odio, el no perdonar frenan el paso, nos ahogan y no nos permiten darle lugar a la Felicidad en nuestra vida.
Por ello soltemos, y capturemos lo mejor, que lo bueno penetre en nuestra vida y no lo malo. Túneles que lleven amor y paz y no agujeros de dolor que nos hacen daño... Gotas de alegría, de vida, de sueños... No de veneno.
Digamos adiós a esa parte que yace en nosotros y que tanto daño nos hizo y nos hace y abramos la puerta a la vida. © Graciela De Filippis
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