Amargarse la vida es fácil
Es relativamente frecuente encontrarnos con personas instaladas en la amargura, en la tristeza, el pesimismo y el desinterés. Todos conocemos a personas empeñadas en encontrar el lado negativo de todo lo que pasa a su alrededor: son los pesimistas tenaces.
Cualquiera de nosotros tiene motivos, casi cada día, para preocuparse o entristecerse, pero estropearse la vida a propósito es una habilidad que se aprende, no es suficiente con sufrir experiencias negativas.
Cómo vivir en la amargura y la infelicidad:
- Créate problemas, y si no tienes bastante con los tuyos asume como propios los de los demás, y recréate en ellos.
- Llena tu vida de complicaciones reales o ficticias y concede gran importancia a todos los sucesos negativos.
- Piensa que siempre tienes la razón, todo es blanco o negro, y solo existe una verdad absoluta: la tuya.
- Rechaza de entrada lo que digan los demás. Si la idea o propuesta no es 100% tuya, deséchala, seguro que no te aportará nada.
- Vive obsesionado.
- Elige un acontecimiento suficientemente negativo de tu memoria, conviértelo en recuerdo imborrable y tráelo a tu mente una y otra vez, hasta que solo vivas para pensar en ello. Así, los acontecimientos cotidianos no absorberán tu atención.
- El presente no merece la pena, piensa siempre en el futuro. Aplaza el disfrute de los placeres de este o aquel momento, porque no puedes saber lo que te deparará el futuro.
- Confórmate con lo malo conocido y no te arriesgues ante lo bueno por conocer.
- Tortúrate pensando en todo lo negativo que te podría ocurrir dentro de unos años.
- Jamás te perdones. Llegarás a un punto en el que tan solo sentirás autocompasión.
- Piensa que tú eres el único responsable de lo que te ocurre y nunca creas que haya situaciones que escapan a tu control.
Qué hacer para no dejarnos invadir por los pensamientos negativos:
- Reflexionar sobre la influencia que nuestros pensamientos o interpretaciones tienen sobre nuestras emociones y conductas.
- Identificar los pensamientos que nos hacen sentir mal en una situación determinada. Una vez identificados, debemos controlarlos, objetivarlos, anotarlos en un papel y asociarlos a las circunstancias que los crearon, para reflexionar sobre ellas.
- Analizar estos pensamientos para ver hasta qué punto se corresponden con la realidad y en qué grado nos afectan.
- Finalmente, busquemos pensamientos alternativos a los que nos hacen sentir mal, estos deben ser racionales y positivos.
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