Autor: P. Fernando Pascual LC | Fuente: Catholic.net ¿Hay polvos invisibles? | |
No hay polvos invisibles. Hay corazones encogidos o corazones grandes, corazones descuidados y corazones atentos. | |
Ocurre en la vida familiar o en el lugar de trabajo: unos ven ciertas cosas, otras ven otras. Nacen, entonces, reproches y quejas: “¿No ves el polvo encima del televisor?” “¿No te das cuenta de que siempre queda encendida la luz de tu cuarto?” “¿Por qué siempre dejas papeles por los suelos?” “¿Cuándo vas a empezar a limpiarte los zapatos?” Mientras uno percibe claramente el polvo y no descansa hasta eliminarlo, otro quizá ni se percata de su presencia, o lo ve con indiferencia, como parte de la vida: no siente la menor necesidad de buscar un trapo para mejorar la limpieza de la casa. Los ejemplos mencionados son sencillos, pero a veces llevan a tensiones fuertes en la vida de la familia o del grupo. Otras situaciones son mucho más graves. Una persona se emborracha y no se da cuenta del daño que hace a los suyos. Un joven dedica sus tardes a matar el tiempo con música o con juegos electrónicos, y no percibe para nada el dolor que provoca en sus padres. Un adulto vive con un egocentrismo obsesivo y no capta las necesidades de quienes viven a su lado... El corazón de cada ser humano percibe y capta lo que hay “afuera” según valores y principios internos. Si uno vive para satisfacer sus gustos, para realizar sus proyectos, para huir de todo sacrificio, para escabullirse de cualquier responsabilidad... llegará un día en que no será capaz de ver ni el polvo en los muebles del pasillo ni las lágrimas de sus padres que sufren al verle hundirse en una pereza patológica. En cambio, si uno tiene cariño hacia las personas y hacia el ambiente en el que vive. Si uno cuida los detalles de su ropa para dar gusto a los que ama. Si uno aprende a percibir el estado de ánimo de los otros para evitarles disgustos y para contentarles en todo lo que sea bueno y sano. Si uno abre los ojos y da gracias por tantos gestos de cariño de los seres queridos... entonces verá polvos y arrugas en la ropa, y, sobre todo, captará al vuelo con qué palabras y con qué acciones puede hacer más felices a quienes viven a su lado. No hay polvos invisibles. Hay corazones encogidos o corazones grandes, corazones descuidados y corazones atentos. Cada día modelo un poco mi conciencia. Si aprendo a dejarme ayudar por quienes me aman, si me abro a Dios que busca lo mejor para sus hijos, tendré unos ojos muy abiertos y un alma enorme, grande, disponible para el servicio y la entrega a mis hermanos. |
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