Autor: Pedro García, misionero Claretiano | Fuente: Catholic.net
Nacimiento de Cristo es mi nacimiento
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El
nacimiento de Jesucristo en Belén, es nuestro propio nacimiento a la
vida celestial.
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El chiquitín ha venido en medio de la noche callada. En un silencio
total. En una soledad absoluta. Sólo su joven Madre y el bueno de José, a
la luz de una lámpara de aceite, contemplan la carita celestial del
recién nacido. En medio de tanta pobreza y humildad, están gozando como
no ha disfrutado hasta ahora nadie en el mundo. -
¡Mi niño!, grita María mientras le estampa enajenada su primer
beso... -¡Qué lindo, qué bello!, exclama extasiado José. Entre tanto
--vamos a hablar así--, Dios no se aguanta más. Tiene prisa por anunciar
a todos el nacimiento de su Hijo hecho hombre, y manda a sus ángeles
que lo pregonen bien. Se avanza un ángel y desvela a los pastores,
mientras les grita con alborozo:
- ¡Os anuncio una gran alegría! ¡Os ha nacido en Belén un salvador!
Se rasgan entonces los cielos, aparece todo un ejército de la milicia celestial, que van cantando por el firmamento estrellado:
- ¡Gloria a Dios en el cielo y paz en la tierra a los hombres amados de Dios!...
A este Jesús, le felicitamos de corazón: -¡Cumpleaños feliz! ¡Por muchos años! ¡Por años y por siglos eternos!...
Hasta aquí, todos de acuerdo, ¿no es así?
Pero, ¿es verdad que nos podemos felicitar también nosotros, y que
nos felicitamos de hecho nuestro propio cumpleaños?... Dos antiguos
Doctores de la Iglesia, y de los más grandes, como son Ambrosio y León
Magno, lo expresaron de la manera más elocuente y precisa.
San Ambrosio exclama en su Liturgia de Navidad:
-¡Hoy celebramos el nacimiento de nuestra salvación! ¡Hoy hemos
nacido todos los salvados!... Tiende su mirada más allá de la Iglesia, y
felicita al mundo entero: -Hoy en Cristo, oh Dios, haces renacer a todo
el mundo.
Y el Papa San León Magno, con su elegancia de siempre, dice también:
- ¿Sólo el nacimiento del Redentor? ¡También nuestro propio
nacimiento! El nacimiento de Cristo es el nacimiento de todo el pueblo
cristiano. Cada uno de los cristianos nace en este nacimiento de hoy.
Tiene razón la Iglesia al cantar en uno de los prefacios de Navidad: -De una humanidad vieja nace un pueblo nuevo y joven...
Porque el Hijo de Dios, al hacerse hombre, nos hace a todos los
hombres hijos de Dios. El nacimiento de Jesucristo en Belén, es nuestro
propio nacimiento a la vida celestial. Es nuestro cumpleaños también.
¡La enhorabuena a todos!...
Una felicitación de la que no es excluido nadie, desde el momento
que todos somos llamados a la salvación. Ese mismo Papa de la antigüedad
y Doctor de la Iglesia, San León Magno, felicita a todos con un párrafo
que es célebre:
- ¡Felicitaciones, carísimos, porque ha nacido el Salvador! No cabe
la tristeza cuando nace la vida. Si eres santo, ¡alégrate!, porque
tienes encima tu premio. Si eres pecador, ¡alégrate!, porque se te
ofrece el perdón. Si eres un pagano todavía, ¡alégrate!, porque eres
llamado a la vida de Dios.
Una familia cristiana de Viena, a mitades del siglo dieciocho,
celebró la Navidad de una manera singular. Aquel matrimonio tan bello
recibía cada hijo como el mayor regalo de Dios. Apenas la esposa sentía
los primeros síntomas, el esposo sacaba del armario los cirios de los
niños anteriores y quedaban prendidos durante todo el rato que se
prolongaba la función augusta del alumbramiento. Los cirios
correspondían a los ángeles custodios de los hijos, que velaban este
momento solemne. Cuando había llegado el bebé, se apagaban los cirios y
se guardaban hasta que viniese otro vástago al hogar. En esta Navidad se
prendieron nueve cirios. El primero se había hecho bastante corto, pues
había alumbrado la estancia muchas veces anteriormente. El más alto, el
prendido ahora por primera vez, correspondía a Clemente, el niño que
venía entre las alegrías navideñas, bautizado a las pocas horas, y
conocido hoy en la Iglesia como San Clemente María Hofbauer...
Este niño, que iba a ser un gran santo, es el símbolo de una
realidad que se repite tantas veces en las familias cristianas. Con
nuestra venida al mundo en el seno de la Iglesia, al recibir el
Bautismo, repetimos todos el hecho de Belén. Cristo nace en un nuevo
cristiano. Jesús y nosotros celebramos nuestro cumpleaños en el mismo
día...
¡Felicidades a todos! ¡Felicidades!
Y que repitamos este cumpleaños, el de Jesús y nuestro, por muchas Navidades más....
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