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¡Feliz Día del Párroco! |
El 4 de Agosto, Fiesta del Santo Cura de Ars,
se celebra el día del Párroco. Es una fiesta que
quisiera recordar en la vida de la Iglesia.
Si me
preguntaran cuál es, dentro de las diversas tareas que desarrollan
los sacerdotes, la más destacada si es que podemos hablar
así, yo les diría la de Párroco a riesgo de
ser parcial, pero reconozco que tengo una particular valoración y
estima por este ministerio sacerdotal.
En la Parroquia el sacerdote
vive de una manera plena y concreta la misión de
Jesucristo, el Buen Pastor. La Parroquia abarca toda nuestra vida
como hijos de Dios. En ella nacemos a la vida
cristiana por el bautismo y crecemos como familia cristiana. En
este ámbito local es donde se aprecia en toda su
dimensión eclesial la persona y el ministerio del párroco. Al
referirnos a él, la palabra Padre, adquiere todo su significado
y valor espiritual.
En el reciente documento de Aparecida cuando
se habla de la renovación de las parroquias se mira
en primer lugar a la persona del párroco y se
dice que: “la primera exigencia es que el párroco sea
un auténtico discípulo de Jesucristo, porqué sólo un sacerdote enamorado
del Señor puede renovar una parroquia. Pero al mismo tiempo
debe ser, continúa, un ardoroso misionero que vive el constante
anhelo de buscar a los alejados y no se contenta
con la simple administración”.
¡Cuánta riqueza y responsabilidad pastoral pone
la Iglesia sobre los hombros de este hijo suyo al
que ha ordenado sacerdote para el servicio del pueblo de
Dios! Cómo no valorarlo y acompañarlo en esta misión.
Cuando
el Código define a la parroquia como una comunidad estable
de fieles, agrega que se la encomienda a un párroco,
como a su pastor propio (c. 515). Esto, ser pastor
propio, significa que todos tenemos en nuestro párroco una referencia
de cuidado pastoral que hace a su tarea y responsabilidad,
pero además, esta relación nos involucra y compromete como miembros
vivos de una misma comunidad. Como vemos no se trata
de un camino con sentido único que va, del párroco
al fiel, sino que es necesaria también esa otra relación
del fiel a su párroco. Así crece la Iglesia según
el proyecto de Jesucristo. Esta relación pastor-comunidad reclama una mirada
de fe para ser vivida en su originalidad y fecundidad
pastoral.
Fortalecer la vida e identidad de nuestras comunidades parroquiales
es fortalecer la presencia viva de la Iglesia, en cada
barrio, pueblo o ciudad.
Por ello quiero agradecer y felicitar
a nuestros párrocos en su día y elevar mi oración
por su ministerio sacerdotal. Pero quisiera, además, hacerlos partícipes a
ustedes en esta celebración, para que la vivan desde la
intimidad de la oración personal y a través del gesto
cercano de saludarlos en sus comunidades. Ellos han sido ordenados
al servicio de ustedes, ellos necesitan de la presencia y
la colaboración de ustedes.
Deseándoles un buen fin de semana
en familia y en compañía de sus amigos, reciban junto
a mi afecto y oraciones mi bendición en el Señor
Jesús.
Mons. José María Arancedo Arzobispo de Santa Fe de
la Vera Cruz
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