Cirugía
plástica
Un hombre muy feo se sentía
acomplejado por su rostro. Se enteró un día de los avances de la cirugía
estética y se fue a un experto cirujano para que le reformara su rostro. Gastó
un dineral, pero consiguió tener un rostro del todo agradable. Esto le produjo
una gran satisfacción al pensar en la alegría de pasearse en su pueblo con su
rostro nuevo. Pero la transformación había sido tan radical que nadie, en su
pueblo, lo reconoció. Con lo cual se vio privado del gozo de sorprender a la
gente con su belleza.
Si tenemos que amar al prójimo como a
nosotros, tenemos que empezar primero con amarnos a nosotros mismos y tenemos
que aceptarnos física y psicológicamente, como somos y dar gracias a Dios por
los dones que nos ha dado, aunque tengan límites y defectos. Esto no excluye que
se pueda a veces mejorar su propia estética, pero lo que sí no es correcto, es
el abuso de esta posibilidad.
No está mal recurrir al maquillaje y
también, si el caso, a la cirugía plástica. pero tenemos que cuidarnos de caer
en un complejo de inferioridad. Lo que verdaderamente vale no es ni el fruto del
azar, ni de la naturaleza. Tiene un auténtico valor lo que depende de nosotros,
de nuestra libertad, del como utilizamos los dones que Dios nos dio.
Nadie es
perfecto y sería una falta de agradecimiento a Dios si envidiáramos los dones
que él dio a los demás sin apreciar los que nos dio a nosotros. Más que envidiar
y quejarnos por las cualidades que no tenemos, importa hacer fructificar los
dones que, como talentos a negociar, hemos recibido de Dios. No vamos a dar
cuenta a Dios sino de los dones que hemos recibido.
(Desconozco Autor)
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