La curación de un niño
Jesús
oró por los niños, consciente de que ellos guardan un lugar especial en
el corazón de Dios. Él oró por ellos con una fe inmutable en el poder
de Dios para bendecirlos y sanarlos. Jesús sabía que Dios siempre está
presente en cada niño como vida, salud, fortaleza y perfección puras. Él
demostró una y otra vez que un corazón amoroso y una mente llena de fe
pueden manifestar este espíritu morador de vida.
Desde
el tiempo en que Jesús sanó a los niños hasta el momento presente, el
poder sanador de Dios no ha cambiado. Al orar por un niño, mantén tus
pensamientos en calma y tu fe fuerte. Ve la vida -un torrente continuo
de vida-fluyendo sin obstáculos en cada célula. Ve con resolución más
allá de las apariencias y ve al niño o a los niños que deseas bendecir
sostenidos, envueltos y rodeados por el amor de Dios y fortalecidos por
la vida divina. Ve todas las funciones de mente y cuerpo trabajando en
armonía que crea salud.
Permite
que éste sea tu pensamiento y tu oración: Eres creado a la imagen y
semejanza de Dios. La salud y la perfección están establecidas en ti.
Los
niños, con su fe sencilla y su disposición innata de expresar vida,
responden rápidamente a los pensamientos y las palabras positivas de
vida y salud. Responden al amor y a la oración fervorosa con la misma
seguridad con que la planta responde al calor y a la luz del sol.
Poner
tus preocupaciones en manos de Dios en oración te bendice y te eleva.
El niño por quien oras sentirá de manera innata tu fe y tu paz mental,
las cuales fortalecerán su fe y paz mental y acelerará el proceso de
curación. Una vez que has puesto tus preocupaciones en manos de Dios en
oración, eres completamente libre para abrir tu corazón al niño que
busca tu amor y tu seguridad.
Recuerda
que nada es demasiado para pedir a Dios y nada es demasiado pequeño
para que el poder de Dios lo armonice, sane o ajuste. A medida que oras,
eres un canal para el poder sanador de Dios. Llamas al espíritu de Dios
de vida perfecta a la actividad.
Pequeñas Semillitas
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