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domingo, 22 de septiembre de 2024

CUÁNTO CUESTA SER EL ÚLTIMO - MEDITACIÓN DEL EVANGELIO DE HOY DOMINGO 22 DE SEPTIEMBRE DE 2024



 ¡Cuánto cuesta ser el último!


Las luchas, las rivalidades. Las contiendas y las envidias. El afán de aparentar y de conseguirlo todo, son en el fondo, muestra de una gran asignatura pendiente: nuestra falta de comunión con Dios. Nos queda mucho por llegar a la perfección en nuestro seguimiento a Jesús.

 

Quien está en paz, y en perfecta sintonía con el Señor, sabe que aquello que prima en el mundo (ser el primero) no ha de ser la motivación de su existencia. Por el contrario; el cristiano que intenta vivir acorde con la Palabra del Señor e iluminado por el Espíritu, intuye que ser el último significa servir con generosidad, guardar silencio aunque a veces se tengan ganas de hablar, dar como perdida una batalla aunque poseamos mil armas escondidas o resortes para ganarla.

 

Es un gran misterio la presencia del mal en el mundo. ¿Por qué esto a mí? ¿Cómo puede permitir Dios que ocurra todo esto? ¿Por qué a mí esta injusticia? La respuesta, como siempre, es Jesús. Su cruz, su muerte, su pasión… su “ser el último” lo clarifica todo. No podemos dejar sobre los hombros de Dios todo lo que acontece de negativo en el mundo. Siempre recuerdo aquel famoso predicador que, ante una desgracia ocurrida en su parroquia, preguntaba a sus feligreses: ¿Por qué cuando las cosas van bien decimos que obedece a la casualidad o al progreso humano y, cuando van mal, es culpa de Dios?

 

Nuestra debilidad, seamos cristianos o no, siempre nos acompañará. Lo importante no es que seamos débiles. No es malo que erremos en muchas situaciones. Que nos equivoquemos a la hora de tomar decisiones. Lo pernicioso, para la fe y para nosotros mismos, es creer que nuestros pecados son mayores que la gran misericordia de Dios. Esa misericordia que se manifiesta en el “pagó uno por todos”. ¿Puede hacer algo más Dios por el bienestar y el futuro de la humanidad? ¡Por

supuesto que sí! A través de nuestras manos, inteligencia, ciencia y creatividad. Otra cosa es que, como siempre, nos empecinemos en elegir el camino de la destrucción.

 

La vida cristiana, el bautismo, no es un cheque en blanco. No nos garantiza una vida muy distinta a la de los demás. No nos evita desgracias. Pero, eso sí, la vida cristiana –nuestro vivir cristiano– ha de impregnar con los colores de la esperanza, la ilusión y el amor a Dios todas las situaciones que nos salgan a nuestro encuentro.

 

Dios no nos va a proteger, una y otra vez, de los problemas que sacuden a la humanidad. Pero siempre nos dará su aliento para saber cómo y de qué manera enfrentarnos a ellos.

 

Cuesta mucho, ¡pero que mucho!, ser el último. No entender a veces los designios de Dios. Ver la mano del Señor en aquello que nos sacude diariamente la felicidad,

la conciencia o la paz. Pero, es bueno recordar, que el Señor también fue el último en muchas cosas y el primero en resucitar gloriosamente en beneficio de todos nosotros.

 

Y, por Él, hasta merece la pena ser de vez en cuando, el último ante los ojos de algunos o ante los ojos del mundo. ¿O no?

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P. Javier Leoz

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