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viernes, 4 de diciembre de 2020

MEDITACIONES DE ADVIENTO - 4 DE DICIEMBRE

 


Meditaciones de Adviento


Antes de venida del Mesías, el mundo estaba sepultado en una noche tenebrosa de ignorancia y de pecados. Apenas el verdadero Dios era conocido en un solo ángulo de la tierra, a saber, en Judea. En lo restante reinaba la más espantosa idolatría. Todo lo ocupaba la noche del pecado, el cual ciega a las almas y las llenas de vicios, y las priva de ver el miserable estado en que viven, enemigas de Dios, condenadas al infierno; pudiendo decir con el Salmista: Pusiste tinieblas, y fue hecha la noche; en ella transitarán todas las bestias de la selva.

De estas tinieblas, pues, vino Jesús a libertar al mundo. Lo libró de la idolatría, dando a conocer al verdadero Dios, y lo libró del pecado con la luz de su doctrina y de sus divinos ejemplos; pues como dice san Juan: Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo. Predijo el profeta Jeremías, que Dios debía crear un nuevo niño, para ser el Redentor de los hombres: Creavit Dominus novum super terram. 

Este nuevo niño fue Jesucristo; él es el Hijo de Dios, que enamora al paraíso, y es el amor del Padre, el cual habló de esta manera: Este es mi Hijo el amado, en quién yo mucho me he complacido.

Y este Hijo es aquel que se ha hecho niño, habiendo dado más gloria y honor en el primer momento que ha sido criado, que le han dado y estarán para darle todos los Ángeles y Santos juntos por toda una eternidad. Por esto en el nacimiento de Jesús cantaron los ángeles: Gloria a Dios en las alturas. Ha dado, repito, a Dios más gloria Jesús aun niño, que le quitaron todos los hombres. 

Cobremos, pues ánimo nosotros pobres pecadores, ofrezcamos al eterno Padre este Infante, presentémosle las lágrimas, la obediencia, la humildad, la muerte y los méritos de Jesucristo, y recompensaremos a Dios las injurias que le hemos hecho con nuestras ofensas.

(San Alfonso María de Ligorio)

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