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lunes, 20 de abril de 2020

TOMÁS: ENTRE LA DESCONFIANZA Y LA FE

Tomás: entre la desconfianza y la fe



Sus amigos le han dicho que Jesús está vivo, pero no estuvo allí para verlo. Parece decirles: “Estás siempre con las historias del resucitado.” Escruta sus miradas de alegres mediterráneos, mueve después la cabeza con insistencia: “Si no meto mi dedo en el lugar de sus clavos, y mi mano en su costado, no creeré.”

Tomás sería el más feliz de los hombres si fuera verdad. También estaba fascinado al igual que los demás por este amigo extraordinario, pero cree que las cosas le han ido mal a Jesús. Es difícil imaginar un final más amargo y un rechazo más completo que esta muerte de cruz decidida por el tribunal más alto de la nación judía de acuerdo con el gobernador romano.

Ante semejante tragedia, se pierde el sueño a fuerza de lógica: “¿Ha resucitado de verdad Jesús? Si hubiera querido darle su apoyo, ¿no hubiera intervenido antes en lugar de dejarlo sufrir así?” De hecho, Jesús ha puesto toda su confianza en su Padre, pero no le ha ahorrado ningún dolor a su propia condición humana.

Tomás se desgarra en un profundo misterio. Elige esperar que le venga la experiencia del resucitado.

Su decisión nos esclarece tanto como nos asegura. Pues en lugar de reprenderlo, Jesús le expresa su compasión y su confianza como lo hizo con la mujer adúltera al decirle: En adelante no peques más” (Juan 8, 11). No hay en la mirada del resucitado ninguna condena cuando dice amigablemente a Tomás: “No seas incrédulo sino creyente.”

El apóstol, parece, no pedía tanto. Responde con un impulso de agradecimiento y de profunda amistad: “Señor mío y Dios mío.” Esta palabra nos remite por encima de los siglos al corazón de la realidad eclesial.

La fe naciente de los primeros testigos es también la nuestra. Reunidos entre amigos, los cercanos del resucitado se llenan de emoción y de alegría al ver a Jesús. María Magdalena, la primera que llega a la tumba, transmite la nueva a Pedro y a Juan. Después cada uno hace, a su vez, la experiencia de este agradecimiento cordial: Jesús, el Cristo está vivo. Lo reconocemos también con Tomás, y todos juntos somos testigos.



* Padre Felipe Santos SDB

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