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viernes, 24 de abril de 2020

PAPA FRANCISCO: EL PODER DEL PASTOR ES EL SERVICIO AL PUEBLO DE DIOS


El poder del pastor es el servicio al pueblo de Dios, afirma el Papa Francisco
Redacción ACI Prensa
 Foto: Vatican Media



El Papa Francisco afirmó, durante la Misa celebrada este viernes 24 de abril en la Casa Santa Marta, que el poder del pastor es el servicio. El apóstol de Cristo, el obispo, el sacerdote, no tiene más poder que el servicio al pueblo de Dios, y cuando busca otro poder “se equivoca, arruina su vocación”.

El Santo Padre señaló que no es lo mismo ser un pastor que se un “gestor de empresas pastorales”. “La estructura no hace pastoral”, advirtió. En cambio, “el corazón de un pastor es el que hace la pastoral”. Ese corazón de pastor es el que Jesús trataba de enseñar a sus apóstoles.

En el Evangelio de este día se narra cómo, después de una intensa predicación, Jesús se retira con los apóstoles a una zona apartada a orillas del mar de Galilea para descansar y celebrar la Pascua.

Pero, como describió el Papa en su homilía, “la agente se da cuenta de adónde se dirigen por la trayectoria que seguían en el mar, y dieron la vuelta por tierra y les esperaron en el lugar al que se dirigían”.

“Los apóstoles”, señaló el Papa, “no estaban felices porque la gente les había arruinado la Pascua. Ya no podían hacer esa fiesta con el Señor”.

Al ver a la multitud congregada, “Jesús empezó a enseñar. Los apóstoles escuchaban, luego hablaban entre ellos. Pasaban las horas, y Jesús hablaba, y la gente feliz y los apóstoles decían: ‘Nuestra fiesta ha quedado arruinada, nuestro descanso, arruinado’”.

Sin embargo, “el Señor buscaba la cercanía con la gente”. Esa cercanía es la que trataba de transmitir, de enseñar a los apóstoles, “buscaba formar el corazón de los pastores a la cercanía con el pueblo de Dios, para servirlo”.

Para ello, explicó el Pontífice, Jesús ponía aprueba a los apóstoles, porque esa era la manera de enseñarles a ser pastores cercanos al pueblo.

El Papa señaló que a los apóstoles no les gustaban las multitudes, al contrario que a Jesús, que amaba estar cercano al pueblo.

“Una de las cosas que Jesús más amaba era estar con la multitud, porque también esto es un símbolo de la universalidad de la redención. Y una de las cosas que menos gustaba a los apóstoles era las multitudes, porque a ellos les gustaba estar cerca del Señor, escuchar al Señor, escuchar todo lo que el Señor decía…”.


Los apóstoles no entendían el modo de actuar del Señor, afirmó Francisco, ellos “se sentían elegidos. Se sentían uno un poco, privilegiados, una aristocracia cercana al Señor. Y muchas veces el Señor hacía gestos para corregirlos”.

“Es cierto que el pueblo de Dios cansa al pastor. Cuando hay un buen pastor, se multiplican las tareas porque siempre la gente acude donde el buen pastor, por un motivo o por otro”, y explicó una anécdota personal para ilustrarlo:

En una ocasión, “un gran párroco de un barrio sencillo, humilde, de la diócesis de Roma. Tenía la canónica como una casa normal, como las otras, y la gente llamaba a la puerta, o a la ventana a cualquier hora. Y una vez me dice: ‘Me gustaría tapiar la puerta y la ventana para que me dejen descansar’. Pero él era consciente de que era pastor y que debía estar con la gente”.

En ese espíritu, “Jesús forma enseña a los discípulos, a los apóstoles esta actitud pastoral que es la cercanía al pueblo de Dios. Y el pueblo de Dios cansa, porque siempre pide cosas concretas. Quizás equivocadas, pero te pide cosas concretas, y el pastor debe acudir a estas cosas”.

Esa enseñanza se revela en toda su plenitud en esta escena evangélica. Los apóstoles “cuando hacen ver a Jesús que han pasado las horas y que la gente debía marcharse porque comenzaba la oscuridad, le dicen: ‘Despide a la gente para que vayan a comprar para comer’”.

“Justo cuando ya estaba oscuro, cuando comenzaba la oscuridad. ¿Pero qué tenían en la cabeza?”, se preguntó el Papa. “Al menos hacer un poco de fiesta entre ellos. Ese egoísmo, no malo, pero se comprende, de estar con el pastor, de estar con Jesús. Y Jesús responde, para ponerlos a prueba: ‘dadles vosotros de comer’”.

El Evangelio explica cómo los apóstoles consiguieron únicamente cinco panes y dos peces. Ante la incredulidad de los apóstoles, Jesús bendice los panes y los peces y les ordena que den de comer a la multitud con esa escasa comida.

Entonces se produjo el milagro: no sólo comió todo el mundo hasta saciarse, sino que incluso sobraron doce cestos llenos de comida.

Es precisamente esa frase, la que “Jesús nos dice hoy a todos los pastores: ‘Dadles vosotros de comer. ¿Están angustiados? Dadles vosotros el consuelo. ¿Están perdidos? Dadles vosotros una vía de salida. ¿Están equivocados? Dadles vosotros lo necesario para resolver los problemas. Dádselo vosotros’”.

Sin embargo, también “muchas veces la multitud se equivoca, y aquí se equivocó”. Al ver el milagro de la multiplicación de los panes y los peces, la gente intentó hacer rey a Jesús, pero Él “se retiró otra vez a la montaña solo”.

“No lo dice el Evangelio”, continuó el Papa, “pero quizás alguno de los apóstoles le habría dicho: ‘Pero Señor, aprovechémonos de esto y asumamos más poder’. Otra tentación. Y Jesús les hace ver que ese no es el camino”.

Porque, insistió el Papa Francisco, “el poder del pastor es el servicio, no tiene otro poder”.

El Papa concluyó la homilía animando a pedir al Señor “por los pastores de la Iglesia, para que el Señor los ame mucho: que siempre les hable, que les diga cómo son las cosas, que les explique y que, sobre todo, les enseñe a no tener miedo del pueblo de Dios, a no tener miedo de ser cercanos”.

A continuación, el Evangelio comentado por el Papa Francisco:

Juan 6, 1-15

En aquel tiempo, Jesús se marchó a la otra parte del mar de Galilea, o de Tiberíades. Lo seguía mucha gente, porque habían visto los signos que hacía con los enfermos.

Subió Jesús entonces a la montaña y se sentó allí con sus discípulos.

Estaba cerca la Pascua, la fiesta de los judíos. Jesús entonces levantó los ojos, y al ver que acudía mucha gente, dice a Felipe: «¿Con qué compraremos panes para que coman éstos?».

Lo decía para probarlo, pues bien sabía él lo que iba a hacer.

Felipe le contestó: «Doscientos denarios de pan no bastan para que a cada uno le toque un pedazo».

Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dice: «Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces; pero, ¿qué es eso para tantos?».

Jesús dijo: «Decid a la gente que se siente en el suelo».

Había mucha hierba en aquel sitio. Se sentaron; sólo los hombres eran unos cinco mil.

Jesús tomó los panes, dijo la acción de gracias y los repartió a los que estaban sentados, y lo mismo todo lo que quisieron del pescado.

Cuando se saciaron, dice a sus discípulos: «Recoged los pedazos que han sobrado; que nada se pierda».

Los recogieron y llenaron doce canastas con los pedazos de los cinco panes de cebada que sobraron a los que habían comido. La gente entonces, al ver el signo que había hecho, decía: «Este es verdaderamente el Profeta que va a venir al mundo».

Jesús, sabiendo que iban a llevárselo para proclamarlo rey, se retiró otra vez a la montaña él solo.

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