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sábado, 25 de abril de 2020

LECTURAS BÍBLICAS DE HOY SÁBADO 25 DE ABRILDE 2020


Lecturas de hoy Sábado de la 2ª semana de Pascua



Hoy, sábado, 25 de abril de 2020
Primera lectura
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (6,1-7):

En aquellos días, al crecer el número de los discípulos, los de lengua griega se quejaron contra los de lengua hebrea, porque en el servicio diario no se atendía a sus viudas.
Los Doce, convocando a la asamblea de los discípulos, dijeron:
«No nos parece bien descuidar la palabra de Dios para ocuparnos del servicio de las mesas. Por tanto, hermanos, escoged a siete de vosotros, hombres de buena fama, llenos de espíritu y de sabiduría, y los encargaremos de esta tarea; nosotros nos dedicaremos a la oración y al servicio de la palabra».
La propuesta les pareció bien a todos y eligieron a Esteban, hombre lleno de fe y de Espíritu Santo; a Felipe, Prócoro, Nicanor, Timón, Parmenas y Nicolás, prosélito de Antioquía. Se los presentaron a los apóstoles y ellos les impusieron las manos orando.
La palabra de Dios iba creciendo y en Jerusalén se multiplicaba el número de discípulos; incluso muchos sacerdotes aceptaban la fe.

Palabra de Dios


Salmo
Sal 32,1-2.4-5.18-19

R/. Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti

Aclamad, justos, al Señor,
que merece la alabanza de los buenos.
Dad gracias al Señor con la cítara,
tocad en su honor el arpa de diez cuerdas. R/.

La palabra del Señor es sincera,
y todas sus acciones son leales;
él ama la justicia y el derecho,
y su misericordia llena la tierra. R/.

Los ojos del Señor están puestos en quien lo teme,
en los que esperan su misericordia,
para librar sus vidas de la muerte
y reanimarlos en tiempo de hambre. R/.


Evangelio de hoy
Lectura del santo evangelio según san Juan (6,16-21):

AL oscurecer, los discípulos de Jesús bajaron al mar, embarcaron y empezaron la travesía hacia Cafarnaún. Era ya noche cerrada, y todavía Jesús no los había alcanzado; soplaba un viento fuerte, y el lago se iba encrespando. Habían remado unos veinticinco o treinta estadios, cuando vieron a Jesús que se acercaba a la barca, caminando sobre el mar, y se asustaron.
Pero él les dijo:
«Soy yo, no temáis».
Querían recogerlo a bordo, pero la barca tocó tierra en seguida, en el sitio adonde iban.

Palabra del Señor




Comentario al Evangelio de hoy sábado, 25 de abril de 2020
Eguione Nogeira, Misionero Claretiano



¡Queridos hermanos!

La situación de los discípulos prefigura nuestra situación de comunidad cristiana. Estamos todos en la misma barca de la existencia humana. Ella se encuentra en medio de las tinieblas, entre la oscuridad del cielo y la profundidad del abismo. Después de un día de luz, con la multiplicación de los panes, los discípulos se encuentran perdidos en medio de la oscuridad. Se sienten abandonados. Puede ser que sea lo que sentimos en estos momentos difíciles.

Pero Jesús está ahí. Así como respondió a sus discípulos, nos dice hoy: “Soy yo, no temáis”. ¡Estoy con vosotros! Los discípulos no fueron capaces de ver, pero en el pan dado por Jesús existe un exceso, algo que los ojos no ven, que solo la fe es capaz de alcanzar. Este algo va más allá de la saciedad material. Es la misteriosa presencia del ausente. En la señal del pan, el mismo Señor se hace visible a nuestros ojos y nos comunica su vida, nos saca del abismo y nos da la fuerza para llegar a la otra orilla.

En este sentido podemos ver la travesía como metáfora de la existencia humana. El Papa Francisco la ha utilizado en su homilía del 27 de marzo, cuando concedió la bendición Urbi et Orbi: “‘Al atardecer’ (Mc 4,35). Así comienza el Evangelio que hemos escuchado. Desde hace algunas semanas parece que todo se ha oscurecido. Densas tinieblas han cubierto nuestras plazas, calles y ciudades; se fueron adueñando de nuestras vidas llenando todo de un silencio que ensordece y un vacío desolador que paraliza todo a su paso: se palpita en el aire, se siente en los gestos, lo dicen las miradas. Nos encontramos asustados y perdidos. Al igual que a los discípulos del Evangelio, nos sorprendió una tormenta inesperada y furiosa. Nos dimos cuenta de que estábamos en la misma barca, todos frágiles y desorientados; pero, al mismo tiempo, importantes y necesarios, todos llamados a remar juntos, todos necesitados de confortarnos mutuamente. En esta barca, estamos todos. Como esos discípulos, que hablan con una única voz y con angustia dicen: ‘perecemos’ (cf. v. 38), también nosotros descubrimos que no podemos seguir cada uno por nuestra cuenta, sino sólo juntos”.

Lo importante es saber que el Señor sigue allí, aun en medio de la oscuridad, cuando el viento sopla fuerte contra nosotros y las aguas de la existencia de encrespan. Por eso podemos pedirle: “Señor, bendice al mundo, da salud a los cuerpos y consuela los corazones. Nos pides que no sintamos temor. Pero nuestra fe es débil y tenemos miedo. Mas tú, Señor, no nos abandones a merced de la tormenta. Repites de nuevo: «No tengáis miedo» (Mt 28,5). Y nosotros, junto con Pedro, ‘descargamos en ti todo nuestro agobio, porque Tú nos cuidas’” (Papa Francisco).

Vuestro hermano en la fe,

Eguione Nogueira, cmf

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