Lecturas de hoy Jueves de la 33ª semana del Tiempo Ordinario
Hoy, jueves, 23 de noviembre de 2017
Primera lectura
Lectura del segundo libro de los Macabeos (2,15-29):
En aquellos días, los funcionarios reales encargados de hacer apostatar por la fuerza llegaron a Modín, para que la gente ofreciese sacrificios, y muchos israelitas acudieron a ellos. Matatías se reunió con sus hijos, y los funcionarios del rey le dijeron: «Eres un personaje ilustre, un hombre importante en este pueblo, y estás respaldado por tus hijos y parientes. Adelántate el primero, haz lo que manda el rey, como lo han hecho todas las naciones, y los mismos judíos, y los que han quedado en Jerusalén. Tú y tus hijos recibiréis el título de grandes del reino, os premiarán con oro y plata y muchos regalos.»
Pero Matatias respondió en voz alta: «Aunque todos los súbditos en los dominios del rey le obedezcan, apostatando de la religión de sus padres, y aunque prefieran cumplir sus órdenes, yo, mis hijos y mis parientes viviremos según la alianza de nuestros padres. El cielo nos libre de abandonar la ley y nuestras costumbres. No obedeceremos las órdenes del rey, desviándonos de nuestra religión a derecha ni a izquierda.»
Nada más decirlo, se adelantó un judío, a la vista de todos, dispuesto a sacrificar sobre el ara de Modin, como lo mandaba el rey. Al verlo, Matatias se indignó, tembló de cólera y en un arrebato de ira santa corrió a degollar a aquel hombre sobre el ara. Y entonces mismo mató al funcionario real, que obligaba a sacrificar, y derribó el ara. Lleno de celo por la ley, hizo lo que Fineés a Zinirí, hijo de Salu.
Luego empezó a gritar a voz en cuello por la ciudad: «El que sienta celo por la ley y quiera mantener la alianza, ¡que me siga!»
Después se echó al monte con sus hijos, dejando en el pueblo cuanto tenía. Por entonces, muchos bajaron al desierto para instalarse allí, porque deseaban vivir según derecho y justicia.
Palabra de Dios
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Salmo
Sal 49,1-2.5-6.14-15
R/. Al que sigue buen camino
le haré ver la salvación de Dios
El Dios de los dioses, el Señor, habla:
convoca la tierra de oriente a occidente.
Desde Sión, la hermosa, Dios resplandece. R/.
«Congregadme a mis fieles,
que sellaron mi pacto con un sacrificio.»
Proclame el cielo su justicia;
Dios en persona va a juzgar. R/.
«Ofrece a Dios un sacrificio de alabanza,
cumple tus votos al Altísimo
e invócame el día del peligro:
yo te libraré, y tú me darás gloria.» R/.
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Evangelio de hoy
Lectura del santo evangelio según san Lucas (19,41-44):
En aquel tiempo, al acercarse Jesús a Jerusalén y ver la ciudad, le dijo llorando: «¡Si al menos tú comprendieras en este día lo que conduce a la paz! Pero no: está escondido a tus ojos. Llegará un día en que tus enemigos te rodearán de trincheras, te sitiarán, apretarán el cerco, te arrasarán con tus hijos dentro, y no dejarán piedra sobre piedra. Porque no reconociste el momento de mi venida.»
Palabra del Señor
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Comentario al Evangelio de hoy jueves, 23 de noviembre de 2017
Bonifacio Fernandez, cmf
Queridos amigos y amigas:
Este pasaje se sitúa en la sección del ministerio de Jesús en Jerusalén, que es el destino de su larga peregrinación. Tras la entrada mesiánica viene esta “lamentación por Jerusalén”. Jesús llora sobre la ciudad. Algunos detalles del texto:
Contraste entre la alegría de la escena anterior y el llanto de Jesús. Festivamente es aclamado Mesías a la entrada en la ciudad, Jesús llora de pena por la ciudad.
Juego con el nombre de Jerusalén que teológicamente significa “visión de paz”.
La expresión “vendrán días” es de tenor apocalíptico y el texto está lleno de reminiscencias proféticas.
Evoca la ruina de Jerusalén que puede hacer alusión a la del año 587 o a la del año 70 de nuestra era, de la cual no describe ninguno de sus rasgos característicos.
La profecía está llena de realismo.
El motivo del llanto de Jesús es la destrucción de la ciudad, que Jesús contemplaría en visión profética. Pero esa realidad histórica sería el signo de algo más profundo: Jerusalén no reconoce en este día la presencia en ella de su salvador. Ese es el gran contraste. Ese es el misterio. Los representantes religiosos de la ciudad rechazan al Mesías de la paz. No reconocen que es su momento decisivo, que es su gran oportunidad. No conocen el tiempo de la visita de la gracia. Rechazan a su salvador. Esa es la gran paradoja: lo tienen delante y no lo ven. Le es enviado y no lo reconocen. Está oculto a sus ojos, es decir, como si Dios ocultase la salvación cuando los hombres la rechazan.
El motivo del llanto de Jesús no es simplemente la suerte de la ciudad con toda su belleza y esplendor; no está pensando sólo en el sufrimiento de su habitantes; está pensando en la negativa humana a recibir la gran liberación. Pero Jesús sabe también que ese poder de rechazar no va impedir el amor salvador de Dios. Simplemente la historia de la salvación seguirá otros caminos.
Vuestro hermano en la fe.
Bonifacio Fernández cmf.
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