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martes, 18 de marzo de 2014

FABRICANDO UN PADRE


Fabricando un Padre.

En el taller más extraño y sublime conocido, se reunieron los grandes arquitectos, los afamados carpinteros y los mejores obreros celestiales que debían fabricar al padre perfecto:

- “Debe ser fuerte”, comentó uno.

- “También, debe ser dulce”, comentó otro experto.

- “Debe tener firmeza y mansedumbre; tiene que saber dar buenos consejos”.

- “Debe ser justo en momentos decisivos; alegre y comprensivo en los momentos tiernos”.

- “¿Cómo es posible” -interrogó un obrero- “poner tal cantidad de cosas en un solo cuerpo?.”

- “Es fácil”, contestó el ingeniero.

“Solo tenemos que crear un hombre con la fuerza del hierro y que tenga corazón de caramelo”.

Todos rieron ante la ocurrencia y se escuchó una voz: era el Maestro, dueño del taller del cielo:

- “Veo que al fin comienzan” -comentó sonriendo-
“No es fácil la tarea, es cierto, pero no es imposible si ponen interés y amor en ello”.

Y tomando en sus manos un puñado de tierra, comenzó a darle forma.

- “¿Tierra?” -preguntó sorprendido uno de los arquitectos
- “¡Pensé que lo fabricaríamos de mármol, o marfil, o piedras preciosas!”.

- “Este material es necesario para que sea humilde” -le contestó el Maestro-
Y extendiendo su mano sacó oro de las estrellas y lo añadió a la masa.

- “Esto es para que en las pruebas brille y se mantenga firme”.
Agregó a todo aquello, amor, sabiduria. Le dió forma, le sopló de su aliento y cobró vida, pero…

faltaba algo, pues en su pecho le quedaba un hueco.
- “¿Y qué pondrás ahí?” -preguntó uno de los obreros-.

Y abriendo su propio pecho, y ante los ojos asombrados de aquellos arquitectos, sacó su corazón, le arrancó un pedazo y lo puso en el centro de aquel hueco.

Dos lágrimas salieron de sus ojos mientras volvía a su lugar su corazón ensangrentado.

- “¿Porqué has hecho tal cosa?” -le interrogó un ángel obrero-.
Y aún sangrando, le contestó el Maestro:

- “Esto hará que me busque en momentos de angustia, que sea justo y recto, que perdone y corrija con paciencia y, sobre todo, que esté dispuesto aún al sacrificio por los suyos y que dirija a sus hijos con su ejemplo, porque al final de su largo trabajo, cuando haya terminado su tarea de padre allá en la tierra, regresará hasta mí. Y satisfecho por su buena labor, yo le daré un lugar aquí en mi reino”.

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