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domingo, 15 de diciembre de 2024
NOS ALEGRAMOS PORQUE ÉL ESTÁ CERCA - MEDITACIÓN DEL III DOMINGO DE ADVIENTO
Nos alegramos porque Él está cerca
A lo mejor saben que este tercer domingo de Adviento se llama "Domingo de Gaudete" o, en español, "Domingo de la Alegría". Hoy debemos alegrarnos por un par de razones. Primero, hemos pasado más de la mitad del tiempo de espera hacia la Navidad. Pero aún más importante, la alegría caracteriza todo el tiempo de Adviento. Permítanme explicar esto con más detalle.
Hace siglos, en Francia, el Adviento se consideraba un tiempo de penitencia. Durante esta temporada, los catecúmenos se preparaban para ser bautizados en la Fiesta del Bautismo del Señor. Por esta razón, la comunidad ayunaba junto con los candidatos al bautismo. Sin embargo, esta no era la costumbre en Roma donde se celebraba Adviento como preparación de Navidad. Después de que la Iglesia Romana unificó las celebraciones, quedó claro que el Adviento no es un tiempo de penitencia, sino de alegría. Esto se refleja en las primeras lecturas de hoy. Y encontramos una razón para la alegría en el evangelio.
En la primera lectura, el profeta Sofonías llama a Jerusalén a alegrarse, explicando: “Tu Dios, tu poderoso salvador, está en medio de ti”. San Pablo, en su carta a los Filipenses (segunda lectura), también exhorta a la alegría con una razón similar: “El Señor está cerca”. Hoy nos alegramos porque sentimos la inminente llegada del Señor entre nosotros.
El evangelio de hoy nos exhorta a realizar obras buenas. Todos debemos ayudar a los necesitados, actuar con justicia impecable y decir siempre la verdad. Cuando actuamos de esta manera, sentimos una profunda satisfacción por haber llevado a cabo la justicia a la cual el Señor nos llama en nuestro corazón. Además, nos llenamos de alegría porque la llegada del Señor nos trae la promesa de una recompensa eterna.
En estos días de preparación para la Navidad, muchos buscan el placer. Compran licores, preparan comidas especiales y planean vacaciones. Estos placeres no son malos en sí mismos, pero no ofrecen la alegría que el Adviento nos invita a experimentar. Es importante distinguir entre placer y alegría, ya que este entendimiento nos ayuda a crecer espiritualmente.
El placer es una emoción del apetito sensual, algo que sentimos al entrar en contacto con un bien exterior. Sin embargo, su efecto es pasajero y, generalmente, individualista. Por ejemplo, ver un hermoso amanecer nos da un momento de placer, pero no podemos compartir esa sensación con nadie que no lo haya visto.
La alegría, en cambio, es una emoción del alma, del apetito espiritual. Surge de actos virtuosos, de comprender una verdad profunda o de amar la bondad. A menudo, la alegría perdura en la memoria porque no depende de cosas materiales. Nacido del esfuerzo, la alegría puede compartirse con otras personas que han tenido el mismo tipo de experiencia. Por ejemplo, la satisfacción de haber alcanzado un título académico puede durar por años y compartirse con otros que han trabajado mucho para lograr una meta.
En estos días antes de Navidad, experimentaremos la alegría si realizamos obras de caridad. Los feligreses que preparan bolsas de alimentos para los pobres sienten esta satisfacción del alma. Regresan a sus casas contentos porque han respondido al mandato del Señor de alimentar a los hambrientos. Sienten que Jesús está cerca para recompensarlos.
Sin embargo, no es necesario realizar grandes obras para experimentar la alegría navideña. Solo necesitamos creer que Cristo está a mano para salvarnos de nuestra locura.
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P. Carmelo Mele O.P.
GENEROSIDAD, DAR A LOS DEMÁS LO MEJOR
Generosidad, dar a los demás lo mejor
Enseñar a poner el corazón en cada acción que nos lleve a compartir con los demás
Por: Francisco Cardona
Definición
La generosidad es la virtud que nos conduce a dar y darnos a los demás de una manera habitual, firme y decidida, buscando su bien y poniendo a su servicio lo mejor de nosotros mismos, tanto bienes materiales como cualidades y talentos.
La solidaridad es una determinación firme y perseverante de empeñarse por el bien común; no es un sentimiento superficial por los males de tantas personas cercanas o lejanas, sino una actitud definida y clara de procurar el bien de todos y cada uno.
Meta
Formarnos en la generosidad, el desprendimiento y en el dar lo mejor de sí, contrarrestando los efectos del egoísmo. Salir de sí mismos y experimentar la felicidad que proporciona el donarse a los demás y vivir el valor del servicio, que implica una participación y solidaridad profunda con el otro.
Sentir la felicidad de los demás como propia, porque esto nos hará más felices en la vida porque compartiremos no sólo los propios éxitos y logros sino los de los demás.
Sólo se podrá ser realmente feliz haciendo felices a los demás, preocupándonos por los otros aún si nosotros mismos nos encontramos en el sufrimiento. Y como fruto de esta comprensión y convencimiento, nos comprometemos con los demás, viviendo la generosidad y la solidaridad
Somos responsables de la felicidad de los demás, que lo que hagamos o dejemos de hacer siempre tendrá repercusiones positivas o negativas en los que nos rodean, y como fruto de este convencimiento debemos optar por participar buscando siempre el bien común.
¿Por qué nos interesa fomentar la virtud de la generosidad?
- Porque experimentaremos que hay más alegría en dar que en recibir, y podremos optar por una vida de generosidad que nos brindará una mayor felicidad y realización personal.
- Porque asumiremos que también somos
-Porque descubriremos que el valor de la persona no se mide por la cantidad que da sino por la alegría y la generosidad que manifiesta en sus detalles. La manera de dar vale más que lo que se da. Y así seremos capaces de ver a las personas no en función de lo que tienen sino de lo que son.
- Porque aprenderemos que ser generosos es saber dar, acompañando lo que damos con ternura, afecto y alegría. Que se debe poner el corazón en cada acción que nos lleve a compartir y viviremos la verdadera generosidad en nuestra relación con todas las personas.
- Porque dar es el acto en que se expresa el amor y una persona que sabe amar es generosa. Comprenderemos que compartir no se limita a dar cosas materiales, sino que involucra el tiempo, la atención, el amor, los sentimientos, etcétera y estaremos capacitados a amar con madurez y sinceridad, sin egoísmo.
- Porque no se trata únicamente de aprender a dar cosas, sino de aprender a darse uno mismo. Ser generoso no es dar lo que nos sobre, sino dar lo que somos. Este es el fundamento de la felicidad humana.
- Porque es enriquecer a los que nos rodean con nuestros propios valores, colaborando en la transformación de la sociedad, sin permitir que se desperdicien los dones y cualidades que Dios ha dado a cada uno.
- Porque compartir implica estar atento y saber reconocer la necesidad del otro, abriéndose a los demás y abriendo el propio interior al amor de los otros.
- Porque la solidaridad debe ser una actitud habitual, firme y perseverante de servicio, de poner atención en las necesidades de los demás, aún a costa de los beneficios propios.
- Porque valorar y ayudar a los compañeros y participar con ellos llevará a la solidaridad y a la generosidad.
- Porque la solidaridad implica un compromiso que en muchas ocasiones nos obliga a dejar nuestra comodidad e intereses inmediatos por el bien común. Este compromiso lo debe llevar a buscar siempre los mejores medios, comprometiendo a la persona para servir y trabajar con generosidad por los demás.
- Porque ser generoso en el servicio a los demás da sentido a la propia vida.
- Porque al vivir esta virtud no desde un punto de vista teórico, sino práctico, lograremos una mayor armonía en la familia y en la sociedad, trabajando y luchando juntos y capacitaremos a los demás a formar la propia familia con más posibilidades de estabilidad, éxito y felicidad.
Vivir la generosidad significa
- Dar con alegría.
- Compartir de buen modo.
- Dar algo que es valioso para mí.
- Guardar parte de mi dinero o de mis cosas para ayudar a quien lo necesite.
- Compartir con una sonrisa aunque me sienta mal.
- Compartir mi tiempo escuchando con atención lo que otros tengan que decirme, aunque yo tenga otras cosas que hacer o realmente no me interese mucho lo que dicen.
- Estar siempre pendiente de las necesidades de los demás, más que de las mías.
- Estar siempre dispuesto a dar lo mejor de mí ante las necesidades de los demás.
- Ayudar sin que nadie me lo pida.
- Compartir mi tiempo ayudando aunque tenga que dejar de hacer otras cosas que me gustan.
- Estar pendiente de las necesidades de los demás.
- Hacer algo cada día por el bien de los demás, buscando la manera mejor y más eficaz de hacerlo, dando siempre lo mejor de mí.
Qué facilita la vivencia de esta virtud
Las virtudes de:
- Servicio, y las capacidades de desprendimiento y disponibilidad que nos ayudan a ser capaces de dar y darnos en el momento en que se necesite.
- Alegría y amabilidad que nos lleva a ser generosos dando siempre lo mejor de nosotros.
- Compañerismo y participación que nos ayudan a buscar y trabajar por el bien común y a contrarrestar el ambiente de egoísmo que prevalece en la sociedad.
- Comprensión y responsabilidad que nos ayudan a entender las necesidades de los demás, y a sentir que somos responsables de dar una respuesta comprometida y seria ante las necesidades de los otros.
- Gratitud y hospitalidad que nos conducen a darnos cuenta de los dones que tenemos, dar gracias por ellos y compartirlos con otros.
- Magnanimidad, que nos lleva a tener miras altas en el servicio a los demás.
- Fomentar un ambiente en donde se atiendan las necesidades de los demás antes que las propias.
- Ejercitarse en actos de servicio voluntario.
Qué dificulta la vivencia de esta virtud
- La competitividad mal entendida y egoísta que lleva a pensar en el otro es enemigo en potencia.
- Ambiente de egoísmo e individualismo.
- Pusilanimidad, estrechez de miras.
- Dureza de corazón .
EL EVANGELIO DE HOY DOMINGO 15 DE DICIEMBRE DE 2024 - III DOMINGO DE ADVIENTO
Domingo 3 (C) de Adviento
Domingo 15 de diciembre
1ª Lectura (Sof 3,14-18a): Alégrate hija de Sión, grita de gozo Israel; regocíjate y disfruta con todo tu ser, hija de Jerusalén. El Señor ha revocado tu sentencia, ha expulsado a tu enemigo. El rey de Israel, el Señor, está en medio de ti, no temerás mal alguno. Aquel día dirán a Jerusalén: «¡No temas! ¡Sión, no desfallezcas!». El Señor tu Dios está en medio de ti, valiente y salvador; se alegra y goza contigo, te renueva con su amor; exulta y se alegra contigo como en día de fiesta.
Salmo responsorial: Is 12
R/. Gritad jubilosos, porqué es grande en medio de ti el Santo de Israel.
«Él es mi Dios y Salvador: confiaré y no temeré, porque mi fuerza y mi poder es el Señor, él fue mi salvación». Y sacaréis aguas con gozo de las fuentes de la salvación.
«Dad gracias al Señor, invocad su nombre, contad a los pueblos sus hazañas, proclamad que su nombre es excelso».
Tañed para el Señor, que hizo proezas, anunciadlas a toda la tierra; gritad jubilosos, habitantes de Sión: porque es grande en medio de ti el Santo de Israel.
2ª Lectura (Flp 4,4-7): Hermanos: Alegraos siempre en el Señor; os lo repito, alegraos. Que vuestra mesura la conozca todo el mundo. El Señor está cerca. Nada os preocupe; sino que, en toda ocasión, en la oración y súplica, con acción de gracias, vuestras peticiones sean presentadas a Dios. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo juicio, custodiará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús.
Versículo antes del Evangelio (Is 61,1): Aleluya. El Espíritu del Señor está sobre mí. Me ha enviado para anunciar la buena nueva a los pobres. Aleluya.
Texto del Evangelio (Lc 3,10-18): En aquel tiempo, la gente preguntaba a Juan: «Pues ¿qué debemos hacer?». Y él les respondía: «El que tenga dos túnicas, que las reparta con el que no tiene; el que tenga para comer, que haga lo mismo». Vinieron también publicanos a bautizarse, y le dijeron: «Maestro, ¿qué debemos hacer?». Él les dijo: «No exijáis más de lo que os está fijado». Preguntáronle también unos soldados: «Y nosotros, ¿qué debemos hacer?». Él les dijo: «No hagáis extorsión a nadie, no hagáis denuncias falsas, y contentaos con vuestra soldada».
Como el pueblo estaba a la espera, andaban todos pensando en sus corazones acerca de Juan, si no sería él el Cristo; respondió Juan a todos, diciendo: «Yo os bautizo con agua; pero viene el que es más fuerte que yo, y no soy digno de desatarle la correa de sus sandalias. El os bautizará en Espíritu Santo y fuego. En su mano tiene el bieldo para limpiar su era y recoger el trigo en su granero; pero la paja la quemará con fuego que no se apaga». Y, con otras muchas exhortaciones, anunciaba al pueblo la Buena Nueva.
«Viene el que es más fuerte que yo»
Cardenal Jorge MEJÍA Archivista y Bibliotecario de la S.R.I.
(Città del Vaticano, Vaticano)
Hoy la Palabra de Dios nos presenta, en pleno Adviento, al Santo Precursor de Jesucristo: san Juan Bautista. Dios Padre dispuso preparar la venida, es decir, el Adviento, de su Hijo en nuestra carne, nacido de María Virgen, de muchos modos y de muchas maneras, como dice el principio de la Carta a los Hebreos (1,1). Los patriarcas, los profetas y los reyes prepararon la venida de Jesús.
Veamos sus dos genealogías, en los Evangelios de Mateo y Lucas. Él es hijo de Abraham y de David. Moisés, Isaías y Jeremías anunciaron su Adviento y describieron los rasgos de su misterio. Pero san Juan Bautista, como dice la liturgia (Prefacio de su fiesta), lo pudo indicar con el dedo, y le cupo —¡misteriosamente!— hacer el Bautismo del Señor. Fue el último testigo antes de la venida. Y lo fue con su vida, con su muerte y con su palabra. Su nacimiento es también anunciado, como el de Jesús, y es preparado, según el Evangelio de Lucas (caps. 1 y 2). Y su muerte de mártir, víctima de la debilidad de un rey y del odio de una mujer perversa, prepara también la de Jesús. Por eso, recibió él la extraordinaria alabanza del mismo Jesús que leemos en los Evangelios de Mateo y de Lucas (cf. Mt 11,11; Lc 7,28): «Entre los nacidos de mujer no hay nadie mayor que Juan Bautista». Él, frente a esto, que no pudo ignorar, es un modelo de humildad: «No soy digno de desatarle la correa de sus sandalias» (Lc 3,16), nos dice hoy. Y, según san Juan (3,30): «Conviene que Él crezca y yo disminuya».
Oigamos hoy su palabra, que nos exhorta a compartir lo que tenemos y a respetar la justicia y la dignidad de todos. Preparémonos así a recibir a Aquel que viene ahora para salvarnos, y vendrá de nuevo a «juzgar a los vivos y a los muertos».