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domingo, 13 de octubre de 2024

LECTURAS BÍBLICAS - SANTA MARGARITA MARÍA DE ALACOQUE - 16 DE OCTUBRE



Miércoles 28 del tiempo ordinario

Miércoles 16 de octubre de 2024



1ª Lectura (Gál 5,18-25): Si os guía el Espíritu, no estáis bajo el dominio de la ley. Las obras de la carne están patentes: fornicación, impureza, libertinaje, idolatría, hechicería, enemistades, contiendas, envidias, rencores, rivalidades, partidismo, sectarismo, discordias, borracheras, orgías y cosas por el estilo. Y os prevengo, como ya os previne, que los que así obran no heredarán el reino de Dios. En cambio, el fruto del Espíritu es: amor, alegría, paz, comprensión, servicio, bondad, lealtad, amabilidad, dominio de sí. Contra esto no va la ley. Y los que son de Cristo Jesús han crucificado su carne con sus pasiones y sus deseos. Si vivimos por el Espíritu, marchemos tras el Espíritu.



Salmo responsorial: 1

R/. El que te sigue, Señor, tendrá la luz de la vida.

Dichoso el hombre que no sigue el consejo de los impíos, ni entra por la senda de los pecadores, ni se sienta en la reunión de los cínicos; sino que su gozo es la ley del Señor, y medita su ley día y noche.


Será como un árbol plantado al borde de la acequia: da fruto en su sazón y no se marchitan sus hojas; y cuanto emprende tiene buen fin.


No así los impíos, no así; serán paja que arrebata el viento. Porque el Señor protege el camino de los justos, pero el camino de los impíos acaba mal.

Versículo antes del Evangelio (Jn 10,27): Aleluya. Mis ovejas escuchan mi voz, dice el Señor; yo las conozco y ellas me siguen. Aleluya.

Texto del Evangelio (Lc 11,42-46): En aquel tiempo, el Señor dijo: «¡Ay de vosotros, los fariseos, que pagáis el diezmo de la menta, de la ruda y de toda hortaliza, y dejáis a un lado la justicia y el amor a Dios! Esto es lo que había que practicar aunque sin omitir aquello. ¡Ay de vosotros, los fariseos, que amáis el primer asiento en las sinagogas y que se os salude en las plazas! ¡Ay de vosotros, pues sois como los sepulcros que no se ven, sobre los que andan los hombres sin saberlo!». Uno de los legistas le respondió: «¡Maestro, diciendo estas cosas, también nos injurias a nosotros!». Pero Él dijo: «¡Ay también de vosotros, los legistas, que imponéis a los hombres cargas intolerables, y vosotros no las tocáis ni con uno de vuestros dedos!».




16 de octubre: Santa Margarita Mª de Alacoque, virgen


Texto del Evangelio (Mt 11,25-30): En aquel tiempo, Jesús dijo: «Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños. Sí, Padre, pues tal ha sido tu beneplácito. Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce bien al Hijo sino el Padre, ni al Padre le conoce bien nadie sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. Venid a mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso. Tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera».



«Has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños»

Rev. D. Antoni CAROL i Hostench

(Sant Cugat del Vallès, Barcelona, España)


Hoy, en santa Margarita Mª de Alacoque (1647-1690), vemos cumplidas las palabras de Jesús: «Has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a los pequeños» (Mt 11, 25). ¿Cuáles son “estas cosas” que menciona el Señor? Las riquezas de Dios, la hondura y ternura del Amor Divino. Santa Margarita ha sido uno de esos “instrumentos” que Dios ha escogido para revelarnos las maravillas de su Amor misericordioso.


Apenas han transcurrido tres siglos desde aquellos tiempos, y el riachuelo de la devoción al Corazón Misericordioso de Jesús ha crecido hasta convertirse en un río caudaloso. Otros “afluentes” se han unido a ese río (santa Gemma Galgani, santa Faustina Kowalska, san Pío de Pietrelcina…), y Dios quiera que todo ese caudal llegue a ser un mar, o —mejor— un océano que inunde el mundo entero. De hecho, la Iglesia de Cristo vive ya inmersa en una “nueva etapa”: el tiempo de la Misericordia, una etapa que ya no terminará. Con santa Margarita acabó llegando la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús y, gracias a las revelaciones a santa Faustina, se estableció el Domingo de la Divina Misericordia.


Los “sabios e inteligentes” contemporáneos de Jesucristo no apreciaron su Belleza, ni la de su Corazón sediento de amor. Herodes, Pilatos, Caifás…, cegados por su altanería, despreciaron al Señor y se burlaron de Él. Mientras tanto, Simón de Cirene —humillado a ayudar a un condenado— oía el bondadoso latir del Corazón de Jesús y Dimas escuchaba la misericordiosa oración que salía de los labios de Cristo en súplica por sus detractores… Ambos, cerca del corazón y de los labios de Jesucristo, descubrieron su Amor. Esa revelación primigenia se completaría con el testimonio de san Juan —acompañando a la Virgen María— al pie de la Cruz (cf. Jn 19,31-37). Esos tesoros sólo se entrevén junto a la Cruz: «Dios mío, hago o sufro tal cosa en el Corazón de tu Hijo y según sus santos designios, y os lo ofrezco en reparación de todo lo malo o imperfecto que hay en mis obras» (Santa Margarita). 

¿CÓMO GANAR LA INDULGENCIA CON EL SANTO ROSARIO?



¿Cómo ganar la indulgencia con el Santo Rosario?

¿Conoces los requisitos para ganar indulgencia plenaria o parcial con el rezo del Santo Rosario? Aquí te los explicamos.

Autor: Carlos Zapata


¿Sabías que es posible ganar indulgencia parcial o indulgencia plenaria si se reza el Santo Rosario? Sin embargo, hay varias condiciones que se deben cumplir. En Desde la fe te las contamos a detalle.

En efecto, la Iglesia Católica concede indulgencia parcial o plenaria con el rezo del Santo Rosario.

En cuanto gracia de la Iglesia, las indulgencias plenarias implican la remisión de la pena del pecado perdonado, por lo que tienen la particularidad de limpiar su “rastro”.


¿Quién concedió la indulgencia con el Santo Rosario?

El origen de la normativa de indulgencias del Rosario surge como resultado de la preocupación del papa Pablo VI sobre dos vertientes principales:

Por un lado, para “ayudar a los fieles a lavar las penas debidas” e “incitarlos a realizar obras de piedad, penitencia y caridad”.

Por otra parte, como un esfuerzo por corregir y enmendar “abusos” en su aplicación. En este aspecto, el primero de enero del año 1967, el pontífice emite la Constitución Apostólica Indulgentiarum Doctrina sobre la revisión de las indulgencias.

Posterior al documento, se publicaron normas detalladas en el Libro de las Indulgencias, un manual emanado de la Penitenciaría Apostólica, que hasta ahora cuenta con cuatro ediciones.

La primera de ellas aparece bajo el decreto Enchiridion de Indulgencias de junio de 1968. Una segunda en octubre del mismo año (1968). Una tercera publicada en mayo de 1986. Y la versión actual que corresponde a la cuarta edición, de julio de 1999.

En ella se “enseña y ordena que el uso de las indulgencias ha de conservarse en la Iglesia como muy saludable para el pueblo cristiano y aprobado por la autoridad de los sacrosantos Concilios, y condena con anatema a quienes afirmen que estas son inútiles”.


¿Cómo obtener indulgencia plenaria con el Rosario?

Concretamente, sobre las “Oraciones a la Santísima Virgen María”, la normativa de la Iglesia establece que: § 1. Se concede indulgencia plenaria al cristiano que rece el Santo Rosario, siempre y cuando:

1° El Rosario mariano se recite piadosamente en una iglesia o en un oratorio, o en la familia, en una comunidad religiosa, en una asociación de fieles y, en general, cuando muchos se reúnen para algún fin honorable; 

2° El Rosario mariano se recite piadosamente en el momento preciso mientras lo realiza el Sumo Pontífice, y se propaga con la ayuda de aparatos de televisión o radio.

En otras circunstancias se podrá obtener indulgencia, pero esta será parcial. 


Otros requisitos sobre el Rosario

Se considera al Rosario como “una determinada fórmula de oración, mediante la cual distinguimos quince decenios de saludos angélicos (actualmente 20, contando los misterios de luz o luminosos)”.

Precedidos por el Gloria, los saludos están intercalados con el Padre Nuestro, “y recordamos en cada uno de ellos otros tantos misterios de nuestra reparación con piadosa meditación”.

Con respecto a la indulgencia plenaria por el rezo del Rosario mariano, se establece además que:

Basta recitar una parte del Rosario; es decir, sólo los misterios gozosos, los misterios dolorosos, los misterios gloriosos, o los misterios luminosos; pero las cinco decenas de esos misterios deben recitarse de forma consecutiva.

A la oración vocal debe añadirse la piadosa meditación de los misterios. 

En el recitado público, los misterios deben enunciarse según la costumbre aprobada del lugar; en la recitación privada, al creyente le basta con añadir a la oración vocal la meditación sobre los misterios. 

Para indulgencia plenaria, también es fundamental que se cumplan otras condiciones:

Se requiere confesión sacramental.

Se requiere comunión eucarística.

El fiel debe sumarse a la intención de oración del Papa.

El fiel debe tener el deseo de obtener la indulgencia.

Nuevamene, en caso de que no se cumplan todas las condiciones, se podrá obtener indulgencia por el rezo del Rosario, pero se ganará una indulgencia parcial y no una plenaria.

Además, la indulgencia puede ser aplicada a los difuntos, o a sí mismo. En cambio, no es posible pedirla para otra persona viva.

La indulgencia plenaria únicamente puede ganarse una vez al día, con excepción de que la persona se encuentre en peligro de muerte.


La indulgencia parcial con el Rosario

Como dato curioso, en la constitución apostólica Indulgentiarum Doctrina (Doctrina de las Indulgencias), el papa Pablo VI establece que “el fiel que emplea con devoción un objeto de piedad (crucifijo, cruz, Rosario, escapulario o medalla), bendecido debidamente por cualquier sacerdote, gana una indulgencia parcial”.

Señala también que si el Rosario o alguno de los otros objetos de piedad mencionados hubiesen sido “bendecidos por el Sumo Pontífice o por cualquier Obispo”…

“El fiel, empleando devotamente dicho objeto, puede ganar también una indulgencia plenaria en la fiesta de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo, añadiendo alguna fórmula legítima de profesión de fe”.

Especialmente enamorado de la Virgen María y la meditación de esta forma de oración cristocéntrica, san Luis María Grignion de Montfort recomendó vivamente rezar el Santo Rosario.


Algunas de las razones que enseñaba el santo sobre el Rosario son que:

Facilita la práctica de las virtudes.

Enriquece con gracias y méritos

Aviva el amor de Jesucristo.

Nos consigue de Dios toda clase de gracias. 



EL CAMBIO FUNDAMENTAL - MEDITACIÓN DEL EVANGELIO DE HOY DOMINGO 13 DE OCTUBRE DE 2024



 El cambio fundamental


El cambio fundamental al que nos llama Jesús es claro. Dejar de ser unos egoístas que ven a los demás en función de sus propios intereses para atrevernos a iniciar una vida más fraterna y solidaria. Por eso, a un hombre rico que observa fielmente todos los preceptos de la ley, pero que vive encerrado en su propia riqueza, le falta algo esencial para ser discípulo suyo: compartir lo que tiene con los necesitados.

 

Hay algo muy claro en el evangelio de Jesús. La vida no se nos ha dado para hacer dinero, para tener éxito o para lograr un bienestar personal, sino para hacernos hermanos. Si pudiéramos ver el proyecto de Dios con la transparencia con que lo ve Jesús y comprender con una sola mirada el fondo último de la existencia, nos daríamos cuenta de que lo único importante es crear fraternidad. El amor fraterno que nos lleva a compartir lo nuestro con los necesitados es «la única fuerza de crecimiento», lo único que hace avanzar decisivamente a la humanidad hacia su salvación.

 

El hombre más logrado no es, como a veces se piensa, aquel que consigue acumular más cantidad de dinero, sino quien sabe convivir mejor y de manera más fraterna. Por eso, cuando alguien renuncia poco a poco a la fraternidad y se va encerrando en sus propias riquezas e intereses, sin resolver el problema del amor, termina fracasando como hombre.

 

Aunque viva observando fielmente unas normas de conducta religiosa, al encontrarse con el evangelio descubrirá que en su vida no hay verdadera alegría, y se alejará del mensaje de Jesús con la misma tristeza que aquel hombre que «se marchó triste porque era muy rico».

 

Con frecuencia, los cristianos nos instalamos cómodamente en nuestra religión, sin reaccionar ante la llamada del evangelio y sin buscar ningún cambio decisivo en nuestra vida. Hemos «rebajado» el evangelio acomodándolo a nuestros intereses. Pero ya esa religión no puede ser fuente de alegría. Nos deja tristes y sin consuelo verdadero.

 

Ante el evangelio nos hemos de preguntar sinceramente si nuestra manera de ganar y de gastar el dinero es la propia de quien sabe compartir o la de quien busca solo acumular. Si no sabemos dar de lo nuestro al necesitado, algo esencial nos falta para vivir con alegría cristiana.

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P. José Antonio Pagola

EL EVANGELIO DE HOY DOMINGO 13 DE OCTUBRE DE 2024



Domingo 28 (B) del tiempo ordinario

Domingo 13 de octubre de 2024



1ª Lectura (Sab 7,7-11): Supliqué, y se me concedió la prudencia; invoqué, y vino a mí el espíritu de sabiduría. La preferí a cetros y tronos, y, en su comparación, tuve en nada la riqueza. No le equiparé la piedra más preciosa, porque todo el oro, a su lado, es un poco de arena, y, junto a ella, la plata vale lo que el barro. La quise más que la salud y la belleza, y me propuse tenerla por luz, porque su resplandor no tiene ocaso. Con ella me vinieron todos los bienes juntos, en sus manos había riquezas incontables.

Salmo responsorial: 89

R/. Sácianos de tu misericordia, Señor.

Enséñanos a calcular nuestros años, para que adquiramos un corazón sensato. Vuélvete, Señor, ¿hasta cuándo? Ten compasión de tus siervos.


Por la mañana sácianos de tu misericordia, y toda nuestra vida será alegría y júbilo. Danos alegría, por los días en que nos afligiste, por los años en que sufrimos desdichas.


Que tus siervos vean tu acción, y sus hijos tu gloria. Baje a nosotros la bondad del Señor y haga prósperas las obras de nuestras manos.

2ª Lectura (Heb 4,12-13): La palabra de Dios es viva y eficaz, más tajante que espada de doble filo, penetrante hasta el punto donde se dividen alma y espíritu, coyunturas y tuétanos. Juzga los deseos e intenciones del corazón. No hay criatura que escape a su mirada. Todo está patente y descubierto a los ojos de aquel a quien hemos de rendir cuentas.

Versículo antes del Evangelio (Mt 5,3): Aleluya. Dichosos los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos. Aleluya.

Texto del Evangelio (Mc 10,17-30): En aquel tiempo, cuando Jesús se ponía en camino, uno corrió a su encuentro y arrodillándose ante Él, le preguntó: «Maestro bueno, ¿qué he de hacer para tener en herencia vida eterna?». Jesús le dijo: «¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno sino sólo Dios. Ya sabes los mandamientos: No mates, no cometas adulterio, no robes, no levantes falso testimonio, no seas injusto, honra a tu padre y a tu madre». Él, entonces, le dijo: «Maestro, todo eso lo he guardado desde mi juventud». Jesús, fijando en él su mirada, le amó y le dijo: «Una cosa te falta: anda, cuanto tienes véndelo y dáselo a los pobres y tendrás un tesoro en el cielo; luego, ven y sígueme».

Pero él, abatido por estas palabras, se marchó entristecido, porque tenía muchos bienes. Jesús, mirando a su alrededor, dice a sus discípulos: «¡Qué difícil es que los que tienen riquezas entren en el Reino de Dios!». Los discípulos quedaron sorprendidos al oírle estas palabras. Mas Jesús, tomando de nuevo la palabra, les dijo: «¡Hijos, qué difícil es entrar en el Reino de Dios! Es más fácil que un camello pase por el ojo de la aguja que un rico entre en el Reino de Dios». Pero ellos se asombraban aún más y se decían unos a otros: «Y ¿quién se podrá salvar?». Jesús, mirándolos fijamente, dice: «Para los hombres, imposible; pero no para Dios, porque todo es posible para Dios». Pedro se puso a decirle: «Ya lo ves, nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido». Jesús dijo: «Yo os aseguro: nadie que haya dejado casa, hermanos, hermanas, madre, padre, hijos o hacienda por mí y por el Evangelio, quedará sin recibir el ciento por uno: ahora al presente, casas, hermanos, hermanas, madres, hijos y hacienda, con persecuciones; y en el mundo venidero, vida eterna».





«Se marchó entristecido, porque tenía muchos bienes»

Rev. D. Xavier SERRA i Permanyer

(Sabadell, Barcelona, España)


Hoy vemos cómo Jesús —que nos ama— quiere que todos entremos en el Reino de los cielos. De ahí esta advertencia tan severa a los “ricos”. También ellos están llamados a entrar en él. Pero sí que tienen una situación más difícil para abrirse a Dios. Las riquezas les pueden hacer creer que lo tienen todo; tienen la tentación de poner la propia seguridad y confianza en sus posibilidades y riquezas, sin darse cuenta de que la confianza y la seguridad hay que ponerlas en Dios. Pero no solamente de palabra: qué fácil es decir «Sagrado Corazón de Jesús, en ti confío», pero qué difícil se hace decirlo con la vida. Si somos ricos, cuando digamos de corazón esta jaculatoria, trataremos de hacer de nuestras riquezas un bien para los demás, nos sentiremos administradores de unos bienes que Dios nos ha dado.


Acostumbro a ir a Venezuela a una misión, y allí realmente —en su pobreza, al no tener muchas seguridades humanas— las personas se dan cuenta de que la vida cuelga de un hilo, que su existencia es frágil. Esta situación les facilita ver que es Dios quien les da consistencia, que sus vidas están en las manos de Dios. En cambio, aquí —en nuestro mundo consumista— tenemos tantas cosas que podemos caer en la tentación de creer que nos otorgan seguridad, que nos sostiene una gran cuerda. Pero, en realidad —igual que los “pobres”—, estamos colgando de un hilo. Decía la Madre Teresa: «Dios no puede llenar lo que está lleno de otras cosas». Tenemos el peligro de tener a Dios como un elemento más en nuestra vida, un libro más en la biblioteca; importante, sí, pero un libro más. Y, por tanto, no considerarlo en verdad como nuestro Salvador.


Pero tanto los ricos como los pobres, nadie se puede salvar por sí mismo: «¿Quién se podrá salvar?» (Mc 10,26), exclamarán los discípulos. «Para los hombres, imposible; pero no para Dios, porque todo es posible para Dios» (Mc 10,27), responderá Jesús. Confiémonos todos y del todo a Jesús, y que esta confianza se manifieste en nuestras vidas.