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domingo, 2 de junio de 2024

SOLEMNIDAD DED CORPUS CHRISTI - MEDITACIÓN



 Solemnidad de Corpus Christi


La celebración del jueves santo se remonta a los primeros tiempos de la Iglesia pero la fiesta del Corpus Christi (Cuerpo de Cristo) aparece en el año 1264, por santo Tomás de Aquino, a petición del Papa Urbano IV. Es de una gran densidad doctrinal y se redescubre en ella la Eucaristía, “la acción de gracias de la Iglesia y del cielo.”

 

La narración del evangelio es el de san Marcos que, como siempre, se centra en lo esencial: “Durante la comida, Jesús tomó pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio diciendo: Tomad, esto es mi cuerpo.”

 

Jesús conoce bien la Pascua judía. La ha celebrado cada año en compañía de José y María. Todo les familia: la narración de los acontecimientos, el pan, el vino, el cordero inmolado, las hierbas amargas, las oraciones y los salmos. Pero esa tarde, con los discípulos, da a la fiesta un contenido nuevo: por el don de su vida, será él mismo el Libertador que da a la multitud acceso al pan de la libertad, el pan de la vida sin límite ni frontera.

 

La Pascua, la liberación: una comida de fiesta que libera de la antigua esclavitud, una comida en la que se recuerda la Alianza que Dios hizo con Moisés y todo el pueblo, el pacto solemne marcado por un rito que significa el compromiso sin vuelta de hoja, sin retorno: el de la sangre. Jesús da esta tarde a la fiesta de Pascua el sentido nuevo del don de su vida libremente consentido por amor.

 

Sabe que ha debido dar un código secreto a los discípulos para que encuentren una sala, que busquen un cordero y preparen una fiesta porque sabe que va a morir y será la última comida.

 

Esta tarde se revela a sus discípulos como el verdadero cordero pascual ofrecido para que todos reciban la vida nueva y eterna por el don de la suya: “Esta es mi sangre, la sangre de la Alianza, derramada por todos.”

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P. Felipe Santos SDB

¿POR QUÉ LA IGLESIA CATÓLICA CELEBRA EN JUNIO AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS?


¿Por qué la Iglesia Católica celebra en junio al Sagrado Corazón de Jesús?


La Iglesia Católica dedica tradicionalmente el mes de junio al Sagrado Corazón de Jesús. | Crédito: Shutterstock.


En la Iglesia Católica el mes de junio está dedicado especialmente al Sagrado Corazón de Jesús, para recordar el amor fiel e incondicional de Cristo por la humanidad. Además, se trata de una devoción querida por nuestro Señor y que hunde sus raíces en los orígenes del cristianismo.

La devoción al Corazón de Jesús ha existido desde que los primeros cristianos meditaban sobre el costado y el corazón abierto del Señor. Por otro lado, el 16 de junio de 1675 Jesús le pidió a una santa que alentara la devoción a su Sagrado Corazón.

Ese día, el Hijo de Dios se le apareció en Francia a Santa Margarita María de Alacoque, religiosa francesa de la Orden de la Visitación de Santa María, y le mostró su Corazón.

Según señaló Santa Margarita, el Corazón de Jesús estaba rodeado de llamas de amor, coronado de espinas y tenía una herida abierta de la que brotaba sangre; de su interior, además, salía una cruz.

“He aquí el Corazón que tanto ha amado a los hombres, y en cambio, de la mayor parte de los hombres recibo ingratitud, irreverencia y desprecio”, le dijo Jesús a la santa.

El Papa Benedicto XVI afirmó que “al ver el Corazón del Señor, debemos mirar el costado traspasado por la lanza, donde resplandece la inagotable voluntad de salvación por parte de Dios”.

Asimismo, subrayó que “no puede considerarse culto pasajero o de devoción: la adoración del amor de Dios, que ha encontrado en el símbolo del ‘corazón traspasado’ su expresión histórico-devocional, sigue siendo imprescindible para una relación viva con Dios".

Es por eso que en este mes los católicos estamos llamados a demostrar con nuestras obras la devoción a su amoroso Corazón, como una forma de corresponder al gran amor de Jesús, que murió por nuestra salvación y se quedó en la Eucaristía para enseñarnos el camino a la vida eterna.  

EXPERIENCIA DECISIVA - MEDITACIÓN DEL EVANGELIO DE HOY DOMINGO 2 DE JUNIO - SOLEMNIDAD DEL CUERPO Y LA SANGRE DE JESÚS





EXPERIENCIA DECISIVA


Como es natural, la celebración de la misa ha ido cambiando a lo largo de los siglos. Según la época, los cristianos han ido destacando algunos aspectos y descuidando otros. La misa ha servido de marco para celebrar coronaciones de reyes y papas, rendir homenajes o conmemorar victorias de guerra. Los músicos la han convertido en concierto. Los pueblos la han integrado en sus devociones y costumbres religiosas…

Después de veinte siglos puede ser necesario recordar alguno de los rasgos esenciales de la última cena del Señor, tal como era recordada y vivida por las primeras generaciones cristianas.

En el trasfondo de esa cena hay una convicción firme: sus seguidores no quedarán huérfanos. La muerte de Jesús no podrá romper su comunión con él. Nadie ha de sentir el vacío de su ausencia. Sus discípulos no se quedan solos, a merced de los avatares de la historia. En el centro de toda comunidad cristiana que celebra la eucaristía está Cristo vivo y operante. Aquí está el secreto de su fuerza.

De él se alimenta la fe de sus seguidores. No basta asistir a esa cena. Los discípulos son invitados a «comer». Para alimentar nuestra adhesión a Jesucristo necesitamos reunirnos a escuchar sus palabras e introducirlas en nuestro corazón; necesitamos acercarnos a comulgar con él identificándonos con su estilo de vivir. Ninguna otra experiencia nos puede ofrecer alimento más sólido.

No hemos de olvidar que «comulgar» con Jesús es comulgar con alguien que ha vivido y ha muerto «entregado» totalmente a los demás. Así insiste Jesús. Su cuerpo es un «cuerpo entregado» y su sangre es una «sangre derramada» por la salvación de todos. Es una contradicción acercarnos a «comulgar» con Jesús resistiéndonos a preocuparnos de algo que no sea nuestro propio interés.

Nada hay más central y decisivo para los seguidores de Jesús que la celebración de esta cena del Señor. Por eso hemos de cuidarla tanto. Bien celebrada, la eucaristía nos moldea, nos va uniendo a Jesús, nos alimenta con su vida, nos familiariza con el evangelio, nos invita a vivir en actitud de servicio fraterno y nos sostiene en la esperanza del reencuentro final con él. 


José Antonio Pagola

EL EVANGELIO DE HOY DOMINGO 2 DE JUNIO DE 2024 - SOLEMNIDAD DEL CUERPO Y DE LA SANGRE DE JESÚS



Solemnidad del Cuerpo y de la Sangre de Cristo (B)

Domingo 2 de junio de 2024



1ª Lectura (Éx 24,3-8): En aquellos días, Moisés bajó y contó al pueblo todo lo que había dicho el Señor y todos sus mandatos; y el pueblo contestó a una: «Haremos todo lo que dice el Señor». Moisés puso por escrito todas las palabras del Señor. Se levantó temprano y edificó un altar en la falda del monte, y doce estelas, por las doce tribus de Israel. Y mandó a algunos jóvenes israelitas ofrecer al Señor holocaustos, y vacas como sacrificio de comunión. Tomó la mitad de la sangre, y la puso en vasijas, y la otra mitad la derramó sobre el altar. Después, tomó el documento de la alianza y se lo leyó en alta voz al pueblo, el cual respondió: «Haremos todo lo que manda el Señor y lo obedeceremos». Tomó Moisés la sangre y roció al pueblo, diciendo: «Ésta es la sangre de la alianza que hace el Señor con vosotros, sobre todos estos mandatos».



Salmo responsorial: 115

R/. Alzaré la copa de la salvación, invocando el nombre del Señor.

¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho? Alzaré la copa de la salvación, invocando su nombre.


Mucho le cuesta al Señor la muerte de sus fieles. Señor, yo soy tu siervo, hijo de tu esclava; rompiste mis cadenas.


Te ofreceré un sacrificio de alabanza, invocando tu nombre, Señor. Cumpliré al Señor mis votos en presencia de todo el pueblo.

2ª Lectura (Heb 9,11-15): Cristo ha venido como sumo sacerdote de los bienes definitivos. Su tabernáculo es más grande y más perfecto: no hecho por manos de hombre, es decir, no de este mundo creado. No usa sangre de machos cabríos ni de becerros, sino la suya propia; y así ha entrado en el santuario una vez para siempre, consiguiendo la liberación eterna. Si la sangre de machos cabríos y de toros y el rociar con las cenizas de una becerra tienen poder de consagrar a los profanos, devolviéndoles la pureza externa, cuánto más la sangre de Cristo, que, en virtud del Espíritu eterno, se ha ofrecido a Dios como sacrificio sin mancha, podrá purificar nuestra conciencia de las obras muertas, llevándonos al culto del Dios vivo. Por esa razón, es mediador de una alianza nueva: en ella ha habido una muerte que ha redimido de los pecados cometidos durante la primera alianza; y así los llamados pueden recibir la promesa de la herencia eterna.

Versículo antes del Evangelio (Jn 6,51-52): Aleluya. Yo soy el Pan vivo que descendí del cielo, dice el Señor; si alguno comiere de este Pan, vivirá eternamente. Aleluya.

Texto del Evangelio (Mc 14,12-16.22-26): El primer día de los Ázimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual, le dicen sus discípulos: «¿Dónde quieres que vayamos a hacer los preparativos para que comas el cordero de Pascua?». Entonces, envía a dos de sus discípulos y les dice: «Id a la ciudad; os saldrá al encuentro un hombre llevando un cántaro de agua; seguidle y allí donde entre, decid al dueño de la casa: ‘El Maestro dice: ¿Dónde está mi sala, donde pueda comer la Pascua con mis discípulos?’. Él os enseñará en el piso superior una sala grande, ya dispuesta y preparada; haced allí los preparativos para nosotros». Los discípulos salieron, llegaron a la ciudad, lo encontraron tal como les había dicho, y prepararon la Pascua.

Y mientras estaban comiendo, tomó pan, lo bendijo, lo partió y se lo dio y dijo: «Tomad, éste es mi cuerpo». Tomó luego una copa y, dadas las gracias, se la dio, y bebieron todos de ella. Y les dijo: «Ésta es mi sangre de la Alianza, que es derramada por muchos. Yo os aseguro que ya no beberé del producto de la vid hasta el día en que lo beba de nuevo en el Reino de Dios».



Y cantados los himnos, salieron hacia el monte de los Olivos.

«Éste es mi cuerpo. Ésta es mi sangre»

Mons. José Ángel SAIZ Meneses, Arzobispo de Sevilla

(Sevilla, España)



Hoy, celebramos solemnemente la presencia eucarística de Cristo entre nosotros, el “don por excelencia”: «Éste es mi cuerpo (...). Ésta es mi sangre» (Mc 14,22.24). Dispongámonos a suscitar en nuestra alma el “asombro eucarístico” (San Juan Pablo II).

El pueblo judío en su cena pascual conmemoraba la historia de la salvación, las maravillas de Dios para con su pueblo, especialmente la liberación de la esclavitud de Egipto. En esta conmemoración, cada familia comía el cordero pascual. Jesucristo se convierte en el nuevo y definitivo cordero pascual sacrificado en la cruz y comido en Pan Eucarístico.

La Eucaristía es sacrificio: es el sacrificio del cuerpo inmolado de Cristo y de su sangre derramada por todos nosotros. En la Última Cena esto se anticipó. A lo largo de la historia se irá actualizando en cada Eucaristía. En Ella tenemos el alimento: es el nuevo alimento que da vida y fuerza al cristiano mientras camina hacia el Padre.

La Eucaristía es presencia de Cristo entre nosotros. Cristo resucitado y glorioso permanece entre nosotros de una manera misteriosa, pero real en la Eucaristía. Esta presencia implica una actitud de adoración por nuestra parte y una actitud de comunión personal con Él. La presencia eucarística nos garantiza que Él permanece entre nosotros y opera la obra de la salvación.

La Eucaristía es misterio de fe. Es el centro y la clave de la vida de la Iglesia. Es la fuente y raíz de la existencia cristiana. Sin vivencia eucarística la fe cristiana se reduciría a una filosofía.

Jesús nos da el mandamiento del amor de caridad en la institución de la Eucaristía. No se trata de la última recomendación del amigo que marcha lejos o del padre que ve cercana la muerte. Es la afirmación del dinamismo que Él pone en nosotros. Por el Bautismo comenzamos una vida nueva, que es alimentada por la Eucaristía. El dinamismo de esta vida lleva a amar a los otros, y es un dinamismo en crecimiento hasta dar la vida: en esto notarán que somos cristianos.

Cristo nos ama porque recibe la vida del Padre. Nosotros amaremos recibiendo del Padre la vida, especialmente a través del alimento eucarístico. 

NARDOS AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS - DÍA 2 -




Nardo del 2 de Junio
¡Oh Sagrado Corazón, Llama ardiente!



Meditación: El Corazón de mi Jesús tanto amó, que en llama de fuego se presentó para purificar, para salvar, para amar…¡Pero quién lo ha de mirar!. Si muchos lo llegamos hasta a despreciar, a no buscar, a ignorar, pues no queremos que nos venga a señalar las miserias y tibiezas que nuestro pobre corazón encierra. Seamos ardientes amantes de Cristo, consumidos por el Fuego de Su Amor, para poder así limpiar nuestro corazón y llegar a servir a nuestro Dulce Señor.

Jaculatoria: ¡Enamorándome de Ti, mi Amado Jesús!

¡Oh Amadísimo, Oh Piadosísimo Sagrado Corazón de Jesús!, dame Tu Luz, enciende en mí el ardor del Amor, que sos Vos, y haz que cada Latido sea guardado en el Sagrario, para que yo pueda rescatarlo al buscarlo en el Pan Sagrado, y de este modo vivas en mí y te pueda decir siempre si. Amén.

Florecilla: Hagamos una buena confesión, ofreciéndosela al Sagrado Corazón de Jesús.

Oración: Diez Padre Nuestros, un Ave María y un Gloria.




Día 2.- FUENTE DE SALVACIÓN

En cada página del evangelio, el Corazón de Jesús habla de la fe. Por la fe Jesús cura las almas, sana los cuerpos y resucita a los muertos. Cada uno de los milagros es el fruto de la fe; cada palabra suya es una incitación a la fe

La fe es necesaria como el pan que comes, como el aire que respiras. Con la fe eres todo; sin la fe no eres nada. Con frecuencia nuestra fe es lánguida como una llama a punto de extinguirse. Cuando en los campos, en las casas, en las oficinas, en las tiendas, se mofan de tu fe ¿sientes el coraje de defenderla sin sonrojarte, sin respeto humano? Cuando las pasiones te asaltan ferozmente,  ¿Te acuerdas que con un acto de fe resultas invencible porque Dios combate por ti y contigo?

P. León Dehón 

ORACIÓN PARA PERDONAR Y SANAR EL ALMA

Oración para perdonar y sanar el alma


Padre, en el nombre de Jesús, reconozco que he pecado contra ti y me arrepiento. Confieso mis faltas y mis errores y te pido que me perdones y borres mis transgresiones con la sangre de Jesús.


En este momento es mi decisión el perdonar a cada persona que me ha ofendido, herido, criticado, me ha hecho mal, me ha robado y me ha violentado de diferentes maneras. Entiendo Padre que perdonarlos no significa que yo justifico el mal que me hicieron. Lo que sí significa es que por tu gracia Padre, puedo voluntariamente tomar la decisión de traer esas deudas de ellos conmigo y dejarlas a los pies de la cruz, en el nombre de Jesús. (En este momento, tome el tiempo necesario para mencionar cada persona por su nombre y decir que le perdona.) Desde este momento toma Padre esta carga de mí y libérame del peso emocional del rencor.


Te pido Padre que tengas misericordia de ellos y que si no te han conocido, que puedan tener un encuentro personal contigo. A aquéllos que te han conocido, permite que puedan venir al arrepentimiento para que ellos también reciban perdón de ti y puedan ellos también ser sanados. Padre, te pido en el nombre de Jesús que sanes las heridas que han sido causadas en mi alma y en mis emociones a consecuencia de esos pecados cometidos contra mí.


Oh, amado Jesús, cubre todas las heridas de mi alma con tu sangre preciosa, derramada en la cruz del Calvario. Permite que la luz de tu rostro brille sobre mi alma y tu luz preciosa y santa traiga a la superficie todo lo oculto en mis emociones y en mi mente causado por heridas del alma, de manera que pueda ser sanado. Borra toda consecuencia de esas heridas en mi carácter, en mis actitudes y en mi comportamiento con los demás y ayúdame. Sana mi alma y devuélveme la alegría, la tranquilidad y la visión clara para el futuro. En el nombre de Jesús, le ordeno al espíritu de trauma emocional que salga de mi alma ahora.


Te doy gracias Padre, porque ahora que he perdonado a los que me hirieron, sé que estás lavando y sanando toda herida emocional y a medida que sano, se va abriendo una nueva dimensión en mi relación contigo.


Gracias Padre, por contestar mis oraciones.

En el nombre de Jesús.

Amén.