Páginas

domingo, 5 de noviembre de 2023

EL BORDADO DE MAMÁ


 El bordado de mamá

Los planes y pensamientos de Dios son muy distintos de los proyectos humanos. La anécdota de hoy puede ayudarte a confiar más plenamente en los designios de Dios sobre tu vida, porque son frutos de su amor y de su sabiduría infinita. 

Cuando yo era pequeño, mi mamá solía coser mucho. Yo me sentaba cerca de ella y le preguntaba qué estaba haciendo. Ella me respondía que estaba bordando. Siendo yo pequeño, observaba el trabajo de mi mamá desde abajo, por eso siempre me quejaba diciéndole que solo veía hilos feos. Ella se sonreía, miraba hacia abajo y gentilmente me decía: —Hijo, ve afuera a jugar un rato y cuando haya terminado mi bordado te pondré sobre mi regazo y te dejaré verlo desde arriba.  Me preguntaba por qué ella usaba algunos hilos de colores oscuros y por qué me parecían tan desordenados desde donde yo estaba.  Más tarde escuchaba la voz de mamá diciéndome: —Hijo, ven y siéntate en mi regazo.  Yo lo hacía de inmediato y me sorprendía y emocionaba al ver una hermosa flor o un bello atardecer en el bordado. No podía creerlo; desde abajo solo veía hilos enredados. Entonces mi mamá me decía: —Hijo mío, desde abajo se veía confuso y desordenado, pero no te dabas cuenta de que había un plan arriba. Yo tenía un hermoso diseño. Ahora míralo desde mi posición, qué bello.

Muchas veces he mirado al Cielo y he dicho: —Padre, ¿Qué estás haciendo?  Él responde: —Estoy bordando tu vida. Entonces yo le replico: —Pero se ve tan confuso, es un desorden. Los hilos parecen tan oscuros, ¿por qué no son más brillantes? El Padre parecía decirme: —Mi niño, ocúpate de tu trabajo confiando en mí y un día aquí, sobre mi regazo, verás el plan desde mi posición y entenderás... Que el Señor acreciente tu fe y confianza filial.

(P. Natalio)

 

EL EVANGELIO DE HOY DOMINGO 5 DE NOVIEMBRE DE 2023



Domingo 31 (A) del tiempo ordinario
Domingo 5 de noviembre de 2023



1ª Lectura (Mal 1,14–2,2b.8-10): «Yo soy el Gran Rey, y mi nombre es respetado en las naciones —dice el Señor de los ejércitos. Y ahora os toca a vosotros, sacerdotes. Si no obedecéis y no os proponéis dar gloria a mi nombre —dice el Señor de los ejércitos—, os enviaré mi maldición. Os apartasteis del camino, habéis hecho tropezar a muchos en la ley, habéis invalidado mi alianza con Leví —dice el Señor de los ejércitos. Pues yo os haré despreciables y viles ante el pueblo, por no haber guardado mis caminos, y porque os fijáis en las personas al aplicar la ley. ¿No tenemos todos un solo padre? ¿No nos creó el mismo Señor? ¿Por qué, pues, el hombre despoja a su prójimo, profanando la alianza de nuestros padres?».


Salmo responsorial: 130
R/. Guarda mi alma en la paz, junto a ti, Señor.

Señor, mi corazón no es ambicioso, ni mis ojos altaneros; no pretendo grandezas que superan mi capacidad.

Sino que acallo y modero mis deseos, como un niño en brazos de su madre.

Espere Israel en el Señor ahora y por siempre.


2ª Lectura (1Tes 2,7b-9.13): Hermanos: Os tratamos con delicadeza, como una madre cuida de sus hijos. Os teníamos tanto cariño que deseábamos entregaros no sólo el Evangelio de Dios, sino hasta nuestras propias personas, porque os habíais ganado nuestro amor. Recordad si no, hermanos, nuestros esfuerzos y fatigas; trabajando día y noche para no serle gravoso a nadie, proclamamos entre vosotros el Evangelio de Dios. Ésa es la razón por la que no cesamos de dar gracias a Dios, porque al recibir la palabra de Dios, que os predicamos, la acogisteis no como palabra de hombre, sino, cual es en verdad, como palabra de Dios, que permanece operante en vosotros los creyentes.

Versículo antes del Evangelio (Mt 23,9a.10b): Aleluya. Vuestro Maestro es uno solo, Cristo, y vuestro Padre es uno solo, el del cielo, dice el Señor. Aleluya.


Texto del Evangelio (Mt 23,1-12): En aquel tiempo, Jesús se dirigió a la gente y a sus discípulos y les dijo: «En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos. Haced, pues, y observad todo lo que os digan; pero no imitéis su conducta, porque dicen y no hacen. Atan cargas pesadas y las echan a las espaldas de la gente, pero ellos ni con el dedo quieren moverlas. Todas sus obras las hacen para ser vistos por los hombres; se hacen bien anchas las filacterias y bien largas las orlas del manto; quieren el primer puesto en los banquetes y los primeros asientos en las sinagogas, que se les salude en las plazas y que la gente les llame “Rabbí”.

»Vosotros, en cambio, no os dejéis llamar “Rabbí”, porque uno solo es vuestro Maestro; y vosotros sois todos hermanos. Ni llaméis a nadie “Padre” vuestro en la tierra, porque uno solo es vuestro Padre: el del cielo. Ni tampoco os dejéis llamar “Directores”, porque uno solo es vuestro Director: el Cristo. El mayor entre vosotros será vuestro servidor. Pues el que se ensalce, será humillado; y el que se humille, será ensalzado».





«El que se ensalce, será humillado; y el que se humille, será ensalzado»
Rev. D. Miquel PLANAS i Buñuel
(Montornès del Vallès, Barcelona, España)


Hoy, el Señor nos hace un retrato de los notables de Israel (fariseos, maestros de la Ley…). Éstos viven en una situación superficial, no son más que apariencia: «Todas sus obras las hacen para ser vistos por los hombres» (Mt 23,5). Y, además, cayendo en la incoherencia, «porque dicen y no hacen» (Mt 23,3), se hacen esclavos de su propio engaño al buscar sólo la aprobación o la admiración de los hombres. De esto depende su consistencia. Por sí mismos no son más que patética vanidad, orgullo absurdo, vaciedad… necedad.

Desde los inicios de la humanidad continúa siendo la tentación más frecuente; la antigua serpiente continúa susurrándonos al oído: «El día en que comiereis de él (el fruto del árbol que está en medio del jardín), se os abrirán los ojos y seréis como dioses, conocedores del bien y del mal» (Gn 3,5). Y continuamos cayendo en ello, nos hacemos llamar: “rabí”, “padre” y “guías”… y tantos otros ampulosos calificativos. Demasiadas veces queremos ocupar el lugar que no nos corresponde. Es la actitud farisaica.

Los discípulos de Jesús no han de ser así, más bien al contrario: «El mayor entre vosotros será vuestro servidor» (Mt 23,11). Y como que tenemos un único Padre, todos ellos son hermanos. Como siempre, el Evangelio nos deja claro que no podemos desvincular la dimensión vertical (Padre) y la horizontal (nuestro) o, como explicitaba el domingo pasado, «amarás al Señor, tu Dios (…). Amarás a tu prójimo como a ti mismo» (Mt 22,37.39).

Toda la liturgia de la Palabra de este domingo está impregnada por la ternura y la exigencia de la filiación y de la fraternidad. Fácilmente resuenan en nuestro corazón aquellas palabras de san Juan: «Si alguno dice: ‘Amo a Dios’, y aborrece a su hermano, es un mentiroso» (1Jn 4,20). La nueva evangelización —cada vez más urgente— nos pide fidelidad, confianza y sinceridad con la vocación que hemos recibido en el bautismo. Si lo hacemos se nos iluminará «el camino de la vida: hartura de goces, delante de tu rostro, a tu derecha, delicias para siempre» (Sal 16,11).

CONTRIBUIR A LA CONVERSIÓN DE LA IGLESIA - MEDITACIÓN DEL EVANGELIO DE HOY DOMINGO 5 DE NOVIEMBRE DE 2023


 CONTRIBUIR A LA CONVERSIÓN DE LA IGLESIA


No son pocos los que se han alejado de la fe, escandalizados o decepcionados por la actuación de una Iglesia que, según ellos, no es fiel al evangelio ni actúa en coherencia con lo que predica. También Jesús criticó con fuerza a los dirigentes religiosos: «No hacen lo que dicen». Solo que Jesús no se quedó ahí. Siguió buscando y llamando a todos a una vida más digna y responsable ante Dios.


A lo largo de los años, también yo he podido conocer, incluso de cerca, actuaciones de la Iglesia poco coherentes con el evangelio. A veces me han escandalizado, otras me han hecho daño, casi siempre me han llenado de pena. Hoy, sin embargo, comprendo mejor que nunca que la mediocridad de la Iglesia no justifica la mediocridad de mi fe.


La Iglesia tendrá que cambiar mucho, pero lo importante es que cada uno reavivemos nuestra fe, que aprendamos a creer de manera diferente, que no vivamos eludiendo a Dios, que sigamos con honestidad las llamadas de la propia conciencia, que cambie nuestra manera de mirar la vida, que descubramos lo esencial del evangelio y lo vivamos con gozo.


La Iglesia tendrá que superar sus inercias y miedos para encarnar el evangelio en la sociedad moderna, pero cada uno hemos de descubrir que hoy se puede seguir a Cristo con más verdad que nunca, sin falsos apoyos sociales y sin rutinas religiosas. Cada uno hemos de aprender a vivir de manera más evangélica el trabajo y la fiesta, la actividad y el silencio, sin dejarnos modelar por la sociedad, y sin perder nuestra identidad cristiana en la frivolidad moderna.


La Iglesia tendrá que revisar a fondo su fidelidad a Cristo, pero cada uno hemos de verificar la calidad de nuestra adhesión a él. Cada uno hemos de cuidar nuestra fe en el Dios revelado en Jesús. El pecado y las miserias de la institución eclesial no me dispensan ni me desresponsabilizan de nada. La decisión de abrirme a Dios o de rechazarlo es solo mía.


La Iglesia tendrá que despertar su confianza y liberarse de cobardías y recelos que le impiden contagiar esperanza en el mundo actual, pero cada uno somos responsables de nuestra alegría interior. Cada uno hemos de alimentar nuestra esperanza acudiendo a la verdadera fuente.



Evangelio Comentado por:

José Antonio Pagola

Gruposdejesus.com

Mt (23,1-12)