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domingo, 13 de agosto de 2023

COMO LOS NIÑOS



Como los niños


¿Cómo es un niñito? Sencillo, sincero, confiado, humilde, puro, inocente… Pienso que Jesús cuando dijo “Si no se hacen como un niño, no entrarán en el reino de los cielos”, tenía presente en su mente a una criatura descansando en los brazos de su madre. Así nos quiere el Señor por la confianza y abandono en él. La oración siguiente expresa muy bien estos sentimientos.

Como el niño que no sabe dormirse sin asirse a la mano de su madre, así mi corazón viene a ponerse sobre tus manos al caer la tarde.

Como el niño que sabe que alguien vela su sueño de inocencia y esperanza, así descansará mi alma segura, sabiendo que eres tú, Señor, quien nos aguarda.

Este breve himno es apropiado para recitar al fin del día. La imagen del niño y la madre nos lleva dulcemente a recuerdos de simplicidad e inocencia, afloja nuestras tensiones por la lucha diaria y predispone alma y cuerpo para el descanso de la noche. Que el Señor te bendiga con su paz.

(P. Natalio) 

RIESGO DE HUNDIRNOS - MEDITACIÓN DEL EVANGELIO DE HOY DOMINGO 13 DE AGOSTO 2023



Riesgo de hundirnos


Muchas parroquias en las grandes ciudades de Europa y Norte América han experimentado cambios drásticos en los últimos sesenta años. Sus templos majestuosos, que una vez cabían miles de personas cada domingo, ya quedan casi vacíos. Tenían a varios curas, que pasaban muchas horas cada semana confesando y visitando a los enfermos. Ahora el número de sacerdotes sirviendo una parroquia se ha reducido en muchos casos a solo uno. Y a veces él pasa gran parte de su día cubriendo las misas en dos o tres lugares. No es exageración decir que la iglesia contemporánea está en una situación precaria como la anticipada en el evangelio hoy.

Para apreciar lo que esta lectura enseña, tenemos que entenderlo como representante de la Iglesia en la segunda parte del primer siglo. La barca de los discípulos sacudida por las olas simboliza la Iglesia amenazada por los varios retos de los tiempos apostólicos. En Israel los cristianos experimentaron el rechazo creciente particularmente después de la destrucción del Templo en Jerusalén. Fueron echados de las sinagogas donde habían rezado con los judíos que no creyeron en Cristo.

Es cierto que los apóstoles tenían éxito evangelizando a otros pueblos. Pero también es cierto que las antiguas comunidades cristianas enfrentaban desafíos nuevos. Doctrinas falsas, la impaciencia con la demora del regreso de Jesús, y la persecución a veces severa pusieron en peligro el evangelio.

La lectura muestra a Jesús viniendo para rescatar su Iglesia apurada. Misteriosamente llega para calmar los elementos contrarios y asegurar a sus seguidores de su acompañamiento. Vemos algo ligeramente semejante ocurriendo hoy en día en eventos como la Jornada Mundial de la Juventud. En Lisboa el Espíritu de Jesús apoyó la fe de los millones que participaron en los eventos y aquellos que los siguieron por los medios. Particularmente la presencia del papa, el vicario de Cristo, levantó el ánimo de la gente. Aunque ya es anciano, el papa Francisco tiene un corazón tan esperanzador como lo del joven de veinte años.

Debemos pensar en Pedro caminando sobre el agua como imagen de los altibajos de los fieles siguiendo a Jesús. Le va bien a Pedro cuando mantiene sus ojos fijos en el Señor. Pero tan pronto que le quite los ojos se encuentra hundiéndose en las aguas caudalosas. Hoy día tenemos que mantener la esperanza en las promesas que nos hizo Jesús y la confianza en su apoyo. Con él podemos transitar aún los problemas más grandes de la actualidad. No vamos a perder el camino a pesar del acosamiento de los gobiernos, el desafecto de otros, aun las traiciones de parte de los clérigos. Pero una vez que abandonemos a Jesús como nuestra meta y nuestro apoyo, ya estamos derrotados.

Para mantenernos sólidos en el camino debemos enseñar su doctrina, practicar su caridad, y rezar al Padre en su nombre. Los cambios caracterizan la historia. Ahora vivimos entre cambios tecnológicos que retan nuestras ánimas. ¿Pueden la inseminación artificial cambiar nuestro entendimiento de la procreación como unión física entre un hombre y una mujer con la ayuda de Dios? ¿Pueden la inteligencia artificial cambiar nuestra vista del ser humano como la imagen de Dios? No son inevitables estos desarrollos siempre que mantengamos nuestros ojos fijos en Jesús.

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(P. Carmelo Mele O.P.) 

¿QUÉ HACER CUANDO TENEMOS MIEDO Y NOS SENTIMOS PERDIDOS? - PAPA FRANCISCO RESPONDE



¿Qué hacer cuando tenemos miedo y nos sentimos perdidos? El Papa Francisco responde

 Crédito: Vatican Media

Por Almudena Martínez-Bordiú

13 de agosto de 2023 


El Papa Francisco afirmó desde la ventana del Palacio Apostólico del Vaticano que en los momentos de oscuridad y cuando “nos sentimos perdidos”, Jesús “viene a nuestro encuentro”  para ayudarnos a vencer nuestros miedos.

Así lo aseguró este domingo 13 de agosto durante el Ángelus, donde reflexionó sobre el Evangelio del día, que narra el pasaje en el que Jesús camina sobre las aguas de Galilea para encontrarse con los discípulos que realizaban una travesía en barca. 

El Santo Padre explicó que en este gesto de Jesús “hay un mensaje” que podemos acoger. En primer lugar, destacó que, en aquella época, “las grandes extensiones de agua eran consideradas sedes de fuerzas malignas no dominables por el hombre”.

“Especialmente —continuó— si eran agitadas por la tempestad, los abismos eran símbolo del caos y hacían referencia a las oscuridades de los infiernos”. 

“Y aquí  llega Jesús, que camina sobre las aguas, es decir por encima de esas fuerzas del mal, y dice a los suyos:  ‘¡Ánimo!, que soy yo; no temáis’. Este es el sentido del signo: los poderes malignos, que nos asustan  y no logramos dominar, con Jesús se redimensionan”, afirmó el Papa Francisco. 

Asimismo, subrayó que Jesús, al caminar sobre las aguas quiere decirnos: “No temas, yo pongo bajo los pies a tus enemigos”. Aclaró también que estos “enemigos” pueden ser la muerte, el miedo y el diablo”.

El Pontífice aseguró que “Cristo hoy repite a cada uno de nosotros: ‘¡ánimo, soy yo, no temas!’. Ánimo, es decir, porque estoy yo, porque ya no estás solo en las aguas agitadas de la vida”.

“¿Qué hacer en el miedo, cuando se ve solo oscuridad y nos sentimos perdidos? Dos cosas, que en el Evangelio hacen los discípulos: ellos invocan y acogen a Jesús”, señaló más tarde.

Explicó que Pedro “camina un poco sobre las aguas hacia Jesús, pero después se asusta, se hunde y entonces grita: ‘¡Señor, sálvame!’”. 

El Papa Francisco resaltó que “es bonita esta oración, con la cual se expresa la certeza de que el Señor puede salvarnos, que Él vence nuestro mal y nuestros miedos”. 

Por ello, animó a los fieles reunidos en la Plaza de San Pedro del Vaticano a repetirla “sobre todo en los momentos de tempestad”.

“El Señor sabe que la barca de la vida, así como la barca de la Iglesia, está amenazada por  vientos contrarios y que el mar sobre el que navegamos a menudo está agitado”. 

Asimismo, enfatizó que Jesús “no nos salva de la fatiga de  la navegación”, sino que nos “invita a afrontar  las dificultades, para que también estas se conviertan en lugares de salvación, ocasiones para encontrarle a Él”.  

“Él, de hecho, en nuestros momentos de oscuridad viene a nuestro encuentro, pidiendo ser acogido, como esa  noche en el lago”.

A continuación, el Papa Francisco realizó las siguientes preguntas: En los miedos ¿cómo me comporto? ¿Voy adelante solo con mis fuerzas o  invoco al Señor? ¿Y cómo va mi fe? ¿Creo que Cristo es más fuerte que las olas y que los vientos adversos?”  

“Pero, sobre todo: ¿navego con Él? ¿Lo acojo, le hago sitio en la barca de la vida, le confío el timón? María, estrella del mar, nos ayude a buscar, en las travesías oscuras, la luz de Jesús”, concluyó el Papa Francisco. 

EL EVANGELIO DE HOY DOMINGO 13 DE AGOSTO DE 2023



Domingo 19 (A) del tiempo ordinario

Domingo 13 de agosto de 2023



1ª Lectura (1Re 19,9a.11-13a): En aquellos días, cuando Elías llegó al Horeb, el monte de Dios, se metió en una cueva donde pasó la noche. El Señor le dijo: «Sal y ponte de pie en el monte ante el Señor. ¡El Señor va pasar!». Vino un huracán tan violento que descuajaba los montes y hizo trizas las peñas delante del Señor; pero el Señor no estaba en el viento. Después del viento, vino un terremoto; pero el Señor no estaba en el terremoto. Después del terremoto, vino un fuego; pero el Señor no estaba en el fuego. Después del fuego, se oyó una brisa tenue; al sentirla, Elías se tapó el rostro con el manto, salió afuera y se puso en pie a la entrada de la cueva.



Salmo responsorial: 84

R/. Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación.

Voy a escuchar lo que dice el Señor: «Dios anuncia la paz a su pueblo y a sus amigos». La salvación está ya cerca de sus fieles, y la gloria habitará en nuestra tierra.


La misericordia y la fidelidad se encuentran, la justicia y la paz se besan; la fidelidad brota de la tierra, y la justicia mira desde el cielo.


El Señor nos dará la lluvia, y nuestra tierra dará su fruto. La justicia marchará ante él, la salvación seguirá sus pasos.

2ª Lectura (Rom 9,1-5): Digo la verdad en Cristo; mi conciencia, iluminada por el Espíritu Santo, me asegura que no miento. Siento una gran pena y un dolor incesante, en mi corazón, pues por el bien de mis hermanos, los de mi raza según la carne, quisiera incluso ser un proscrito lejos de Cristo. Ellos descienden de Israel, fueron adoptados como hijos, tienen la presencia de Dios, la alianza, la ley, el culto y las promesas. Suyos son los patriarcas, de quienes, según la carne, nació el Mesías, el que está por encima de todo: Dios bendito por los siglos. Amén.

Versículo antes del Evangelio (Sal 129,5): Aleluya. Confío en el Señor, mi alma espera y confía en su palabra. Aleluya.

Texto del Evangelio (Mt 14,22-33): Después que se sació la gente, Jesús apremió a sus discípulos a que subieran a la barca y se le adelantaran a la otra orilla mientras él despedía a la gente. Y después de despedir a la gente subió al monte a solas para orar. Llegada la noche estaba allí solo. Mientras tanto la barca iba ya muy lejos de tierra, sacudida por las olas, porque el viento era contrario.

De madrugada se les acercó Jesús andando sobre el agua. Los discípulos, viéndole andar sobre el agua, se asustaron y gritaron de miedo, pensando que era un fantasma. Jesús les dijo en seguida: «¡Ánimo, soy yo, no tengáis miedo!». Pedro le contestó: «Señor, si eres tú, mándame ir hacia ti andando sobre el agua». Él le dijo: «Ven». Pedro bajó de la barca y echó a andar sobre el agua acercándose a Jesús; pero, al sentir la fuerza del viento, le entró miedo, empezó a hundirse y gritó: «Señor, sálvame». En seguida Jesús extendió la mano, lo agarró y le dijo: «¡Qué poca fe! ¿Por qué has dudado?». En cuanto subieron a la barca amainó el viento. Los de la barca se postraron ante Él diciendo: «Realmente eres Hijo de Dios».



«Empezó a hundirse y gritó: ‘Señor, sálvame’»

Rev. D. Joaquim MESEGUER García

(Rubí, Barcelona, España)



Hoy, la experiencia de Pedro refleja situaciones que hemos experimentado también nosotros más de una vez. ¿Quién no ha visto hacer aguas sus proyectos y no ha experimentado la tentación del desánimo o de la desesperación? En circunstancias así, debemos reavivar la fe y decir con el salmista: «Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación» (Sal 85,8).

Para la mentalidad antigua, el mar era el lugar donde habitaban las fuerzas del mal, el reino de la muerte, amenazador para el hombre. Al “andar sobre el agua” (cf. Mt 14,25), Jesús nos indica que con su muerte y resurrección triunfa sobre el poder del mal y de la muerte, que nos amenaza y busca destrozarnos. Nuestra existencia, ¿no es también como una frágil embarcación, sacudida por las olas, que atraviesa el mar de la vida y que espera llegar a una meta que tenga sentido?

Pedro creía tener una fe clara y una fuerza muy consistente, pero «empezó a hundirse» (Mt 14,30); Pedro había asegurado a Jesús que estaba dispuesto a seguirlo hasta morir, pero su debilidad lo acobardó y negó al Maestro en los hechos de la Pasión. ¿Por qué Pedro se hunde justo cuando empieza a andar sobre el agua? Porque, en vez de mirar a Jesucristo, miró al mar y eso le hizo perder fuerza y, a partir de ese instante, su confianza en el Señor se debilitó y los pies no le respondieron. Pero, Jesús le «extendió la mano, lo agarró» (Mt 14,31) y lo salvó.

Después de su resurrección, el Señor no permite que su apóstol se hunda en el remordimiento y la desesperación y le devuelve la confianza con su perdón generoso. ¿A quién miro yo en el combate de la vida? Cuando noto que el peso de mis pecados y errores me arrastra y me hunde, ¿dejo que el buen Jesús alargue su mano y me salve?