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domingo, 30 de enero de 2022

PEQUEÑAS MISERIAS... SOMOS ASÍ - MEDITACIÓN DEL EVANGELIO DE HOY DOMINGO 30 DE ENERO DE 2022



Pequeñas miserias… somos así


Cuando alguien nos resulta agradable o simpático, todo lo que haga o diga (aunque sea una barbaridad o un disparate) hasta nos puede parecer bueno y noble. Por el contrario, cuando una persona se nos pone “entre ceja y ceja” aunque nos diga una gran verdad o realice grandes maravillas, nos suele resultar difícil encomiar o valorar su labor. Nada, de lo que nos diga, logrará disipar ciertas dudas. Somos así. Las cosas, según quien las hace y las mentiras… las damos por buenas o malas, falsas o verdaderas. ¿Por qué somos así? 

A Jesús, en el inicio de su misión, le ocurrió algo parecido. Enseguida le recordaron que, aquel que había nacido entre pajas, bajo la mirada de los humildes José y María, poco o nada podía aportar. Y, mucho menos, dar lecciones a nadie cuando todos sabían que no precisamente había nacido en alta alcurnia. Jesús, desde el principio, padeció en propia piel la dureza del corazón y la obstinación de los suyos. Y es que, muchas veces, es más difícil llevar un mensaje a los de la propia casa que a aquellos que viven en la de enfrente. 

Pero, Jesús, se abrió paso entre aquella muchedumbre que, admirando o criticando, le señalaban con el dedo. La Iglesia, en muchas situaciones (en relevos episcopales, sacerdotales, ministerios realizados generosamente por muchos laicos) también padece este tipo de escenarios. ¿Pero este obispo no es así o de aquella manera? ¿Qué nos va a decir este sacerdote cuando todos sabemos que…? ¿Cómo puede repartir la comunión aquel seglar o leer la lectura aquel otro laico?

Si, hermanos. Tenemos un gran defecto: nos gusta, de entrada, recordar las pequeñas miserias de algunas personas (que tal vez ante los ojos de Dios no son dificultades para entrar en el Reino de Dios) y somos capaces de obviar otro tipo de actitudes que, a la luz del Evangelio, son mucho más esenciales y reprochables. Por ello mismo, el Señor, nos invita a ser más receptivos a la Gracia. No podemos escudarnos ni excusarnos en nuestros juicios para quedarnos donde estamos. Para no progresar en nuestro conocimiento de Dios o en la fidelidad a Jesucristo.

Hoy, al escuchar el Evangelio de este domingo, también nos debe hacer reflexionar sobre otro punto. ¿Por qué a la Iglesia se le niega hasta el pan y el agua en muchos lugares de Occidente y, a otras religiones o sensibilidades espirituales, se les abre de par en par todas las puertas? Los estereotipos que, en diversas ocasiones, funcionan por Internet, la prensa oral, visual o escrita, nos insisten siempre en la misma dirección: “¿No es esta la Iglesia poderosa, incomprensiva, intolerante, autoritaria, insolidaria, etc., etc.?

En el fondo, y es verdad, subyace un problema de fondo: la Iglesia, aún con sus defectos y carencias, necesidad de perfección y de purificación, sigue levantándose en medio de la gran sinagoga del mundo para recordarnos que, tal como camina nuestra sociedad, vamos a tierra de nadie. ¿No será que, por eso mismo, tratan de denigrarla aquellos que desean un mundo a su antojo, sin profetas ni contrarios con un sistema que nos inyecta el veneno letal del vivir sin Dios, sin religión, sin moral o principios cristianos? 

Qué importante es que, la Iglesia, en medio de incomprensiones y empujones (como el mismo Cristo lo vivió en propias carnes) sepa abrirse paso en medio del griterío y del poder mediático para seguir cumpliendo su misión. Y, esa Iglesia, somos nosotros. No lo olvidemos.


(P. Javier Leoz) 

EL EVANGELIO DE HOY DOMINGO 30 DE ENERO DE 2022



Domingo 4 (C) del tiempo ordinario

Domingo 30 de enero de 2022



1ª Lectura (Jer 1,4-5.17-19): En los días de Josías, el Señor me dirigió la palabra: «Antes de formarte en el vientre, te elegí; antes de que salieras del seno materno, te consagré: te constituí profeta de las naciones. Tú cíñete los lomos: prepárate para decirles todo lo que yo te mande. No les tengas miedo, o seré yo quien te intimide. Desde ahora te convierto en plaza fuerte, en columna de hierro y muralla de bronce, frente a todo el país: frente a los reyes y príncipes de Judá, frente a los sacerdotes y al pueblo de la tierra. Lucharán contra ti, pero no te podrán, porque yo estoy contigo para librarte —oráculo del Señor».




Salmo responsorial: 70

R/. Mi boca contará tu salvación, Señor.

A ti, Señor, me acojo: no quede yo derrotado para siempre. Tú que eres justo, líbrame y ponme a salvo, inclina a mí tu oído y sálvame.


Sé tú mi roca de refugio, el alcázar donde me salve, porque mi peña y mi alcázar eres tú. Dios mío, líbrame de la mano perversa.


Porque tú, Señor, fuiste mi esperanza y mi confianza, Señor, desde mi juventud. En el vientre materno ya me apoyaba en ti, en el seno tú me sostenías.


Mi boca contará tu justicia, y todo el día tu salvación, Dios mío, me instruiste desde mi juventud, y hasta hoy relato tus maravillas.



2ª Lectura (1Cor 12,31—13,13): Hermanos: Ambicionad los carismas mayores. Y aún os voy a mostrar un camino más excelente. Si hablara las lenguas de los hombres y de los ángeles, pero no tengo amor, no sería más que un metal que resuena o un címbalo que aturde. Si tuviera el don de profecía y conociera todos los secretos y todo el saber; si tuviera fe como para mover montañas, pero no tengo amor, no sería nada. Si repartiera todos mis bienes entre los necesitados; si entregara mi cuerpo a las llamas, pero no tengo amor, de nada me serviría.

El amor es paciente, es benigno; el amor no tiene envidia, no presume, no se engríe; no es indecoroso ni egoísta; no se irrita; no lleva cuentas del mal; no se alegra de la injusticia, sino que goza con la verdad. Todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor no pasa nunca. Las profecías, por el contrario, se acabarán; las lenguas cesarán; el conocimiento se acabará. Porque conocemos imperfectamente e imperfectamente profetizamos; mas, cuando venga lo perfecto, lo imperfecto se acabará.

Cuando yo era niño, hablaba como un niño, sentía como un niño, razonaba como un niño. Cuando me hice un hombre, acabé con las cosas de niño. Ahora vemos como en un espejo, confusamente; entonces veremos cara a cara. Mi conocer es ahora limitado; entonces conoceré como he sido conocido por Dios. En una palabra, quedan estas tres: la fe, la esperanza y el amor. La más grande es el amor.


Versículo antes del Evangelio (Lc 4,18): Aleluya. El Señor me ha enviado para anunciar a los pobres la buena nueva y proclamar la liberación a los cautivos. Aleluya.



Texto del Evangelio (Lc 4,21-30): En aquel tiempo, Jesús comenzó a decir en la sinagoga: «Esta Escritura, que acabáis de oír, se ha cumplido hoy». Y todos daban testimonio de Él y estaban admirados de las palabras llenas de gracia que salían de su boca. Y decían: «¿No es éste el hijo de José?». Él les dijo: «Seguramente me vais a decir el refrán: ‘Médico, cúrate a ti mismo’. Todo lo que hemos oído que ha sucedido en Cafarnaúm, hazlo también aquí en tu patria». Y añadió: «En verdad os digo que ningún profeta es bien recibido en su patria. Os digo de verdad: Muchas viudas había en Israel en los días de Elías, cuando se cerró el cielo por tres años y seis meses, y hubo gran hambre en todo el país; y a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una mujer viuda de Sarepta de Sidón. Y muchos leprosos había en Israel en tiempos del profeta Eliseo, y ninguno de ellos fue purificado sino Naamán, el sirio».

Oyendo estas cosas, todos los de la sinagoga se llenaron de ira; y, levantándose, le arrojaron fuera de la ciudad, y le llevaron a una altura escarpada del monte sobre el cual estaba edificada su ciudad, para despeñarle. Pero Él, pasando por medio de ellos, se marchó.





«Ningún profeta es bien recibido en su patria»

+ P. Pere SUÑER i Puig SJ

(Barcelona, España)



Hoy, en este domingo cuarto del tiempo ordinario, la liturgia continúa presentándonos a Jesús hablando en la sinagoga de Nazaret. Empalma con el Evangelio del domingo pasado, en el que Jesús leía en la sinagoga la profecía de Isaías: «El Espíritu del Señor sobre mí, porque me ha ungido para anunciar a los pobres la Buena Nueva, me ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, para dar la libertad a los oprimidos (...)» (Lc 4,18-19). Jesús, al acabar la lectura, afirma sin tapujos que esta profecía se cumple en Él.

El Evangelio comenta que los de Nazaret se extrañaban que de sus labios salieran aquellas palabras de gracia. El hecho de que Jesús fuese bien conocido por los nazarenos, ya que había sido su vecino durante la infancia y juventud, no facilitaba su predisposición para aceptar que era un profeta. Recordemos la frase de Natanael: «¿De Nazaret puede salir algo bueno?» (Jn 1,46). Jesús les reprocha su incredulidad, recordando aquello: «Ningún profeta es bien recibido en su patria» (Lc 4,24). Y les pone el ejemplo de Elías y de Eliseo, que hicieron milagros para los forasteros, pero no para los conciudadanos.

Por lo demás, la reacción de los nazarenos fue violenta. Querían despeñarlo. ¡Cuántas veces pensamos que Dios tiene que realizar sus acciones salvadoras acoplándose a nuestros grandilocuentes criterios! Nos ofende que se valga de lo que nosotros consideramos poca cosa. Quisiéramos un Dios espectacular. Pero esto es propio del tentador, desde el pináculo: «Si eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo» (Lc 4,9). Jesucristo se ha revelado como un Dios humilde: el Hijo del hombre «no ha venido a ser servido, sino a servir» (Mc 10,45). Imitémosle. No es necesario, para salvar a las almas, ser grande como san Javier. La humilde Teresa del Niño Jesús es su compañera, como patrona de las misiones. 

¿BUSCAS A JESÚS? EL PAPA FRANCISCO PIDE NO BUSCARLOS EN SIGNOS EXTERNOS Y DA LA CLAVE PARA LOGRARLO


¿Buscas a Jesús? El Papa pide no buscarlo en signos externos y da la clave para lograrlo
POR DIEGO LÓPEZ MARINA | ACI Prensa
 Crédito: Vatican Media




Al dirigir el rezo del Ángelus este 30 de enero, el Papa Francisco explicó a los católicos cuál es la clave para encontrar a Jesús en sus vidas, no buscando sus milagros o signos externos, sino a través de la “acogida” en sus diferentes formas.

Jesús se “presenta como no nos lo esperamos. No lo encuentra quien busca milagros, sensaciones nuevas, una fe hecha de poder y signos externos”, recordó al Papa a los fieles y peregrinos reunidos en la Plaza de San Pedro para la habitual cita dominical.

“Lo encuentra, en cambio quien acepta sus caminos y sus desafíos, sin quejas, sin sospechas, sin críticas y sin caras largas. En otras palabras, Jesús te pide que lo acojas en la realidad cotidiana que vives; en la Iglesia de hoy, tal como es; en los que están cerca de ti cada día; en la concreción de los necesitados. Ahí está Él, invitándonos a purificarnos en el río de la disposición, y en tantos y saludables baños de humildad”, explicó el Santo Padre.

Al inicio del Ángelus, el Papa puso el ejemplo del Evangelio, cuando se narra la primera predicación de Jesús en su propio pueblo, Nazaret, y el rechazo absoluto de “los suyos”.

“El resultado es amargo: en lugar de recibir aprobación, Jesús encuentra incomprensión y hostilidad (cf. Lc 4,21-30). Sus paisanos, más que una palabra de verdad, querían milagros, signos prodigiosos. El Señor no los realiza y ellos lo rechazan, porque dicen que ya lo conocen: es hijo de José”, recordó el Papa.

En ese contexto, el Pontífice preguntó a los presentes: “¿somos acogedores, o nos parecemos a sus compatriotas, que creían saberlo todo sobre Él?”.

“Quizás, después de tantos años como creyentes, pensamos que conocemos bien al Señor, con nuestras propias ideas y juicios. El riesgo es que nos acostumbremos a Jesús, que nos cerremos a sus novedades, fijos en nuestras posiciones. En cambio, el Señor pide una mente abierta y un corazón sencillo.”, dijo.

Finalmente, el Santo Padre pidió a “la Virgen, modelo de humildad y disponibilidad”,que “ nos muestre el camino para acoger a Jesús”.