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domingo, 3 de octubre de 2021

A LOS JÓVENES ESPOSOS



 A los jóvenes esposos



Cuando Dios regala a una familia un hijo, es porque confía que lo cuidarán con amor y responsabilidad hasta la edad adulta. Se ha escrito mucho sobre cómo educar a los hijos. Por eso, cuando encuentro sobre el tema una orientación luminosa, breve y perfecta, siento el deseo de compartirla para que todos aprovechen ese condensado de sabiduría. Lee y medita.

Si el supremo Creador te da un hijo tiembla por el sagrado depósito que confía a tus cuidados. Haz que ese hijo hasta los diez años, te admire. Hasta los veinte, te ame. Y hasta la muerte, te respete. Sé para ese hijo hasta los diez años, su padre, hasta los veinte años, su maestro y hasta la muerte, su amigo.

Qué metas simples pero exigentes: ser para el hijo un padre, un maestro y un amigo, poniendo sin embargo el acento hasta los diez años, en la paternidad protectora, hasta los veinte en la docencia del difícil arte de vivir honestamente, y hasta la muerte en la amistad que todo lo comparte con humildad y sabiduría. Es una buena iluminación para orientarte.



* Padre Natalio

UNA SOLA CARNE - MEDITACIÓN DEL EVANGELIO DE HOY DOMINGO 3 DE OCTUBRE DE 2021



sola carne


Varias veces nos muestra el evangelio el hecho de que los fariseos se acercan a Jesús para hacerle alguna pregunta-trampa. Esto lo solían hacer porque había diversas opiniones sobre algo entre los mismos fariseos, o entre los fariseos y saduceos, o entre judíos patriotas y partidarios de los romanos. La trampa consistía en que si Jesús respondía una u otra cosa, siempre se iba a enemistar con algunos. Pero siempre Jesús, siguiendo la verdad y la caridad, no respondía como ellos lo habían planeado.

Hoy le preguntan sobre el divorcio. La razón era porque había dos posturas contrapuestas entre los entendidos o comentaristas de la ley. Unos eran tan liberales que afirmaban que el hombre podía divorciarse por cualquier cosa, por ejemplo, que la comida no estuviera según su gusto. Otros en cambio exigían motivos más graves.

Jesús les responde que ni mucho ni poco, que no se pueden divorciar, aunque lo dijera Moisés. En realidad no había sido Moisés quien lo había permitido, sino leyes muy posteriores, y había sido por evitar, al parecer, males peores. Jesús apela a la Sagrada Escritura, en el primer libro, donde se expresa que la unión del varón y la mujer forma una unidad plena en su ser, mayor que la que se tiene con los padres. Es una unidad tan grande que los dos forman como una sola carne (un solo ser). 

Para algunos les parece algo demasiado opresivo. También les debió parecer a los apóstoles y, por si acaso había exagerado o se había equivocado, cuando están solos con Él, se lo vuelven a preguntar. Jesús les dice que el casarse con otra, y lo mismo la mujer con otro, es cometer adulterio. Algunos ven estas palabras en sentido represivo; pero hay que verlas en sentido positivo.

Se trata de ver la grandeza del matrimonio, sobre todo si está ratificado con el sacramento. Es el triunfo del amor, que representa además el amor de Dios a la humanidad o el amor de Jesucristo a la Iglesia. Y este amor es total y estable. Las palabras de Jesús no son una imposición, sino una invitación a cultivar cada día el amor. Esto es porque el matrimonio, como todas las cosas vivas que tenemos, como la misma vida y la gracia, deben ser cultivadas. Y en la tierra la vida se cultiva muchas veces con sacrificio. El amor, como hay que construirlo día a día, también se puede destruir día a día, si no se cultiva o se descuida.

Para cultivarlo, entre otros consejos, decimos que hay que saber dialogar. Para ello hay que saber escuchar, estar atentos a los detalles y estar por encima de los sentimientos. Y también pedir gracia a Dios, ya que el divorcio viene cuando nos domina el egoísmo, la soberbia y tantos vicios. Después del divorcio suelen venir las consecuencias negativas para ellos y para toda la familia, especialmente los hijos. 

Hay muchas palabras, que hoy están desvirtuadas, como es el amor y como es el matrimonio. Éste es la unión estable y libre entre un varón y una mujer, jurídicamente reconocidos por el estado o por la Iglesia. Toda otra clase de unión puede llamarse de otra manera, pero no es matrimonio, con todo el respeto. Si somos volubles en los mismos conceptos, no es extraño que lo seamos en la separación de esas uniones.

Termina hoy el evangelio con una escena de niños, afirmando Jesús que debemos recibir el Reino de Dios como niños. Debemos ser como los niños que están siempre dispuestos a recibir los regalos. Tener un alma sencilla o abierta ante Dios es muy importante, porque Dios sabe mucho más que nosotros, cuál es la felicidad que nos conviene.

Hoy más que argumentos, veamos a tantos buenos esposos que, a pesar de las dificultades de la vida, hacen brillar su amor, como el oro se abrillanta más con el tiempo, y le dan gracias a Dios por ese amor que procuran aumentar cada día.


(P. Silverio Velasco)

 

EL PAPA FRANCISCO INVITA EN EL ÁNGELUS A REZAR: SEÑOR, MIRA MI FRAGILIDAD



 El Papa Francisco invita en el Ángelus a rezar: “Señor, mira mi fragilidad”

POR MERCEDES DE LA TORRE | ACI Prensa

Foto: Vatican Media



Antes del rezo del Ángelus dominical de este 3 de octubre, el Papa Francisco destacó que el primer paso para estar cerca de Dios es el reconocerse pequeños, necesitados, para abrir el corazón y descubrir el verdadero sentido de la vida.

Reflexionando en una parte del pasaje del Evangelio de San Marcos de la liturgia de este domingo, el Santo Padre señaló que “el discípulo no solo debe servir a los pequeños, sino que también ha de reconocerse pequeño él mismo” por lo que preguntó: “¿cada uno de nosotros se reconoce pequeño delante a Dios? Pensemos, nos ayudará”.

“Saberse pequeños, saberse necesitados de salvación, es indispensable para acoger al Señor. Es el primer paso para abrirnos a Él. Sin embargo, a menudo nos olvidamos de esto. En la prosperidad, en el bienestar, vivimos la ilusión de ser autosuficientes, de bastarnos a nosotros mismos, de no tener necesidad de Dios. Hermanos y hermanas esto es un engaño, porque cada uno de nosotros es un ser necesitado, cada uno de nosotros es un pequeño, debemos buscar nuestra pequeñez y reconocerla, y allí encontraremos a Jesús”, advirtió el Papa.

En esta línea, el Santo Padre añadió que “en la vida, reconocerse pequeño es el punto de partida para llegar a ser grande” porque “si lo pensamos bien, crecemos no tanto gracias a los éxitos y a las cosas que tenemos, sino, sobre todo, en los momentos de lucha y de fragilidad”.

“Ahí, en la necesidad, maduramos; ahí abrimos el corazón a Dios, a los demás, al sentido de la vida. Abrimos los ojos a los otros, cuando somos pequeños abrimos los ojos al verdadero sentido de la vida”, añadió.

De este modo, el Papa aconsejó que “cuando nos sintamos pequeños ante un problema, pequeños ante una cruz, una enfermedad, cuando experimentemos fatiga y soledad, no nos desanimemos. Está cayendo la máscara de la superficialidad y está resurgiendo nuestra radical fragilidad: es nuestra base común, es nuestro tesoro, porque con Dios las fragilidades no son obstáculos, sino oportunidades”.

Por ello, el Santo Padre dijo que “una bonita oración sería esta: ‘Señor, mira mi fragilidad’ y enlistarlas delante a él, esto es una buena actitud delante a Dios” porque “de hecho, precisamente en la fragilidad descubrimos cuánto nos cuida Dios”.

En este sentido, el Papa recordó que en este pasaje del Evangelio describe que Jesús es muy tierno con los pequeños: “los abrazó y los bendijo, imponiéndoles las manos” por lo que indicó que “las contrariedades, las situaciones que revelan nuestra fragilidad son ocasiones, ocasiones privilegiadas para experimentar su amor”.

“Lo sabe bien quien reza con perseverancia: en los momentos oscuros o de soledad, la ternura de Dios hacia nosotros se hace -por así decir- aún más presente. Cuando nosotros somos pequeños, sentimos más la ternura de Dios. Esta ternura nos da paz, esta ternura nos hace crecer. Porque Dios se acerca con su estilo de cercanía, compasión y ternura. Cuando nosotros nos sentimos ‘poca cosa’ por cualquier motivo, el Señor se acerca más, lo sentimos más cercano, nos da paz, nos hace crecer”, explicó el Papa.

En esta línea, el Santo Padre subrayó que “en la oración, el Señor nos abraza como un papá a su niño. Así nos hacemos grandes: no con la ilusoria pretensión de nuestra autosuficiencia, sino con la fortaleza de depositar en el Padre toda esperanza. Justo como hacen los pequeños, hacen así”.

“Pidamos hoy a la Virgen María una gracia grande, la de la pequeñez: ser niños que se fían del Padre, seguros de que Él nunca deja de cuidarnos”, concluyó el Papa.

EL EVANGELIO DE HOY DOMINGO 3 DE OCTUBRE DE 2021



 Domingo 27 (B) del tiempo ordinario

Domingo 3 de octubre de 2021



1ª Lectura (Gén 2,18-24): El Señor Dios se dijo: «No está bien que el hombre esté solo; voy a hacerle alguien como él que le ayude». Entonces el Señor Dios modeló de arcilla todas las bestias del campo y todos los pájaros del cielo y se los presentó al hombre, para ver qué nombre les ponía. Y cada ser vivo llevaría el nombre que el hombre le pusiera. Así, el hombre puso nombre a todos los animales domésticos, a los pájaros del cielo y a las bestias del campo; pero no encontraba ninguno como él que lo ayudase. Entonces el Señor Dios dejó caer sobre el hombre un letargo, y el hombre se durmió. Le sacó una costilla y le cerró el sitio con carne. Y el Señor Dios trabajó la costilla que le había sacado al hombre, haciendo una mujer, y se la presentó al hombre. El hombre dijo: «Ésta sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne! Su nombre será Mujer, porque ha salido del hombre. Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne».



Salmo responsorial: 127

R/. Que el Señor nos bendiga todos los días de nuestra vida.

Dichoso el que teme al Señor y sigue sus caminos. Comerás del fruto de tu trabajo, serás dichoso, te irá bien.

Tu mujer, como parra fecunda, en medio de tu casa; tus hijos, como renuevos de olivo, alrededor de tu mesa.

Ésta es la bendición del hombre que teme al Señor. Que el Señor te bendiga desde Sión, que veas la prosperidad de Jerusalén todos los días de tu vida.

Que veas a los hijos de tus hijos. ¡Paz a Israel!

2ª Lectura (Heb 2,9-11): Al que Dios había hecho un poco inferior a los ángeles, a Jesús, lo vemos ahora coronado de gloria y honor por su pasión y muerte. Así, por la gracia de Dios, ha padecido la muerte para bien de todos. Dios, para quien y por quien existe todo, juzgó conveniente, para llevar a una multitud de hijos a la gloria, perfeccionar y consagrar con sufrimientos al guía de su salvación. El santificador y los santificados proceden todos del mismo. Por eso no se avergüenza de llamarlos hermanos.

Versículo antes del Evangelio (1Jn 4,12): Aleluya. Si nos amamos los unos a los otros, Dios permanece en nosotros y su amor ha llegado en nosotros a su plenitud. Aleluya.

Texto del Evangelio (Mc 10,2-16): En aquel tiempo, se acercaron unos fariseos que, para ponerle a prueba, preguntaban: «¿Puede el marido repudiar a la mujer?». Él les respondió: «¿Qué os prescribió Moisés?». Ellos le dijeron: «Moisés permitió escribir el acta de divorcio y repudiarla». Jesús les dijo: «Teniendo en cuenta la dureza de vuestro corazón escribió para vosotros este precepto. Pero desde el comienzo de la creación, Él los hizo varón y hembra. Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, y los dos se harán una sola carne. De manera que ya no son dos, sino una sola carne. Pues bien, lo que Dios unió, no lo separe el hombre». Y ya en casa, los discípulos le volvían a preguntar sobre esto. Él les dijo: «Quien repudie a su mujer y se case con otra, comete adulterio contra aquella; y si ella repudia a su marido y se casa con otro, comete adulterio».

Le presentaban unos niños para que los tocara; pero los discípulos les reñían. Mas Jesús, al ver esto, se enfadó y les dijo: «Dejad que los niños vengan a mí, no se lo impidáis, porque de los que son como éstos es el Reino de Dios. Yo os aseguro: el que no reciba el Reino de Dios como niño, no entrará en él». Y abrazaba a los niños, y los bendecía poniendo las manos sobre ellos.



«Lo que Dios unió, no lo separe el hombre»

Rev. D. Fernando PERALES i Madueño

(Terrassa, Barcelona, España)



Hoy, los fariseos quieren poner a Jesús nuevamente en un compromiso planteándole la cuestión sobre el divorcio. Más que dar una respuesta definitiva, Jesús pregunta a sus interlocutores por lo que dice la Escritura y, sin criticar la Ley de Moisés, les hace comprender que es legítima, pero temporal: «Teniendo en cuenta la dureza de vuestro corazón escribió para vosotros este precepto» (Mc 10,5).

Jesús recuerda lo que dice el Libro del Génesis: «Al comienzo del mundo, Dios los creó hombre y mujer» (Mc 10,6, cf. Gn 1,27). Jesús habla de una unidad que será la Humanidad. El hombre dejará a sus padres y se unirá a su mujer, siendo uno con ella para formar la Humanidad. Esto supone una realidad nueva: dos seres forman una unidad, no como una "asociación", sino como procreadores de Humanidad. La conclusión es evidente: «Lo que Dios unió, no lo separe el hombre» (Mc 10,9).

Mientras tengamos del matrimonio una imagen de "asociación", la indisolubilidad resultará incomprensible. Si el matrimonio se reduce a intereses asociativos, se comprende que la disolución aparezca como legítima. Hablar entonces de matrimonio es un abuso de lenguaje, pues no es más que la asociación de dos solteros deseosos de hacer más agradable su existencia. Cuando el Señor habla de matrimonio está diciendo otra cosa. El Concilio Vaticano II nos recuerda: «Este vínculo sagrado, con miras al bien, ya de los cónyuges y su prole, ya de la sociedad, no depende del arbitrio humano. Dios mismo es el autor de un matrimonio que ha dotado de varios bienes y fines, todo lo cual es de una enorme trascendencia para la continuidad del género humano» (Gaudium et spes, n. 48).

De regreso a casa, los Apóstoles preguntan por las exigencias del matrimonio, y a continuación tiene lugar una escena cariñosa con los niños. Ambas escenas están relacionadas. La segunda enseñanza es como una parábola que explica cómo es posible el matrimonio. El Reino de Dios es para aquellos que se asemejan a un niño y aceptan construir algo nuevo. Lo mismo el matrimonio, si hemos captado bien lo que significa: dejar, unirse y devenir.