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jueves, 18 de marzo de 2021

EL SUEÑO DE SAN JOSÉ



 El sueño de José


I.

Ha pasado muchas noches de insomnio. Y ésta ha sido de sueño difícil: le ha costado mucho dormirse. Con frecuencia se ha despertado presa de una idea que le persigue: soñaba que los hombres de la plaza se reían de él. Ahora ha logrado conciliar el sueño sobre su humilde lecho, después de pensar y pensar.

Ocurre que José está ante una tremenda disyuntiva: sabe que María va a ser madre, no lo puede dudar; y sabe también que es pura y sin mancha, no lo puede dudar. Y José ha suspendido el juicio. María permanece silenciosa. Heroica, prefiere sufrir la sospecha y la deshonra antes que descubrir el secreto.

Él sabe con certeza que su esposa va a ser madre, se lo dijeron las amigas al principio, cuando vinieron a felicitarlo y él quedó con una amarga espina clavada en el corazón. Se lo dice la gente del pueblo, que lo comenta. Se lo dicen sus ojos. Calla también, sufre… y no juzga mal.

Está seguro de la pureza inmaculada de la Niña Virgen, se lo dicen sus ojos limpios, su bondad, su dulzura, su recia personalidad. Hay algo en ella que se impone, tan fuerte, tan decisivo, tan sobrenatural, que detiene la conclusión de la verdad que los ojos enseñan. Para los dos es una gran prueba.

Pavorosa lucha interior que las gentes no advierten. Angustiosas tormentas que los hombres vulgares no comprenden. Pelea por mantenerse fiel cuando todas las razones empujan a lo contrario. La santidad exige la prueba. Todos creen que él es el padre. Y él sabe que no. Sufre ante el misterio, y respeta la situación.

La ley manda apedrear a las mujeres adúlteras. ¡Es tan grande el pecado! Pero ella no puede estar en ese caso. Sin embargo, José no se lo explica. Y su espíritu lucha entre esos dos extremos que lo ahogan: la pureza de María que se impone, y el hecho de que va a ser madre. Y José suspende el juicio.

 

II.

Lo hace así porque es justo, aunque él sólo tenga razones para sentirse gravemente ofendido. Y no aplica el recurso legal de darle el acta del divorcio, que traería consigo la reprobación pública de la repudiada, sino que sigue la insinuación de la caridad, prefiriendo dejarla secretamente, para no dañar su fama.

Y nosotros, tan veloces en concluir… condenando. Preferimos pensar mal para no engañarnos; pero es mejor engañarse muchas veces pensando bien de hombres malos, que equivocarse alguna vez teniendo mal concepto de una persona buena, pues en este caso hay injuria, cosa que no ocurre en el primero.

Es preciso saber detener el juicio, y más aún la lengua, aunque sea su conclusión lo más lógico, lo más natural. Muchas veces son inocentes aquellos contra los que se dirigen nuestras pruebas, pues en todo caso ignoraremos motivos personales de su actuación, que pueden justificarles plenamente.

Pensar bien trae consigo, además, una gran paz del alma y nos ahorra muchas amarguras.

José detiene el juicio respecto a María, aunque le asaltan clarísimas razones, aunque esa situación le produce honda herida.

 

III.

Decide hacer lo que cree que es mejor. Es el juicio que formula respecto a su personal conducta ante aquella situación. Ya tiene su propio criterio, después de pensar y pensar. Y su juicio es un juicio santo.

 

Un ángel del Señor se le aparece:

-José, hijo de David, no tengas recelo en recibir a María, tu esposa, porque lo que se ha engendrado en su vientre es obra del Espíritu Santo…

Le ordena el nombre que le ha de poner, y le comunica su misión. José cae en la cuenta de que esos hechos cumplen la profecía.

A veces se nos pide, además, el rendimiento del propio juicio, aunque haya sido formulado con toda rectitud. 

José había amasado su decisión con lágrimas, caridad y justicia. Llegó a esa conclusión por un camino penoso y Santo. Ahora le piden que rinda su criterio, que lo someta. Su juicio es lo mejor que se puede hacer humanamente, pero no es lo mejor para los planes de Dios.

Rendir el juicio, hazaña propia de los mejores. ¡Es que mi idea está elaborada con toda rectitud y cuidado! ¡Es que no es ni vulgar ni imprudente! Te contesto: Tampoco lo era la de José. 

¡Es que a él le avisó un ángel! El ángel también es una criatura, y Dios tiene muchos medios de avisar, para enseñarnos que nuestras razones no tienen razón. José rindió su juicio sin dilación, y, al despertarse, hizo lo que le mandó el ángel del Señor.


(“Caminando con Jesús”, J.A. González Lobato, Ediciones RIALP)

¿FUERON JOSÉ Y JESÚS CARPINTEROS?



¿Fueron José y Jesús carpinteros?


Hoy es un buen día para acordarnos de San José, que es Patrono de la Iglesia Universal. Sobre todo, de su faceta como trabajador, que compartía con su Hijo, y en la que sí nos parecemos a ambos: como ellos, también nosotros encontramos a Dios en nuestro trabajo…

La pregunta que formulamos en el título afecta de modo especial al Hijo de Dios: ¿Fue también Jesús de profesión carpintero?

Esa ha sido la creencia popular. Que José fue el carpintero de Nazaret y transmitió su oficio a Jesús, quien ejerció también esa profesión hasta el comienzo de su vida pública. Pero ¿es eso lo que nos dicen los Evangelios?

El relato de San Mateo incluye un versículo en el original griego (“oùj oûtos estin ho toû téktonos huiós”) que durante siglos se ha traducido así: “¿No es éste el hijo del carpintero?” (Mt 13,55). Una expresión muy parecida se recoge también en San Marcos: “¿No es éste el carpintero, el hijo de María?” (“oûj oûtos estin ho tekton, ho huiòs tes Marías”). En ambos lugares, la palabra griega “tekton” se ha traducido como carpintero, pues se trataba de un trabajador manual que trabajaba la madera para confeccionar muebles, puertas, etc.

Recientes investigaciones han puesto de manifiesto que con esa expresión se designaba en general al profesional que trabajaba artesanalmente la madera y la piedra, especialmente en la construcción; de modo que al imaginarnos el oficio de José y de Jesús hemos de pensar más bien en lo que hoy sería una mezcla de albañil y artesano, y no tanto en un carpintero como los de hoy.

De ahí que la frase del Evangelio que hemos citado al principio habría que traducirla así: “¿No es éste el hijo del artesano?”, tal como leemos hoy en las ediciones modernas. De hecho, la palabra “arquitecto” designaba a aquel jefe de obra que dirigía a los diversos “tectones” que intervenían en la construcción.

Esa es, justamente, la imagen del oficio de Jesús que muestra la película “El hombre que hacía milagros”. En la primera secuencia de ese filme vemos a Jesús trabajando la piedra y la madera en las obras de la sinagoga de Séforis. Y uno podría preguntarse: “¿Pero Jesús no vivía en Nazaret?”. En efecto, así lo refieren los Evangelios.

Pero las últimas excavaciones arqueológicas han revelado, por una parte, que Nazaret era entonces un pueblo pequeño y pobre, en el que dudosamente habría trabajo para un carpintero durante todo el año; y, por otra, han situado en Séforis la residencia de Herodes Antipas.

Antipas, tetrarca de Galilea y Perea entre los años 4-39 d.C. (es decir, toda la infancia y la juventud de Jesús), había hecho de Séforis la capital de aquel territorio: la había fortificado y la había embellecido con grandes obras públicas, para lo que había sido preciso contratar a cientos de obreros, carpinteros y artesanos. A esto se añade que Séforis se encuentra a sólo 5 Km. de Nazaret: es decir, a una hora a pie. Si imaginamos a Jesús y a José, artesanos que sabían trabajar la piedra y la madera, en una pequeña aldea en la que no había mucho trabajo… es bastante verosímil pensar que ambos hubieran trabajado allí, esporádicamente o de modo estable, justo en los años anteriores al comienzo de la vida pública de Jesús. De hecho, esto es lo que se nos muestra el principio de “El hombre que hacía milagros”.

Así pues, José y Jesús fueron carpinteros, pero algo más que eso. Fueron artistas que sirvieron con su trabajo a una población mucho más amplia que la de Nazaret. Y con ese oficio se santificaron y santificaron también la realidad que les tocó vivir.


(Alfonso Méndiz)

EL EVANGELIO DE HOY JUEVES 18 DE MARZO DE 2021



 Lecturas de hoy Jueves de la 4ª semana de Cuaresma

Hoy, jueves, 18 de marzo de 2021



Primera lectura

Lectura del libro del Éxodo (32,7-14):

EN aquellos días, el Señor dijo a Moisés:

«Anda, baja de la montaña, que se ha pervertido tu pueblo, el que tú sacaste de Egipto. Pronto se han desviado del camino que yo les había señalado. Se han hecho un becerro de metal, se postran ante él, le ofrecen sacrificios y proclaman: “Este es tu Dios, Israel, el que te sacó de Egipto”».

Y el Señor añadió a Moisés:

«Veo que este pueblo es un pueblo de dura cerviz. Por eso, déjame: mi ira se va a encender contra ellos hasta consumirlos. Y de ti haré un gran pueblo».

Entonces Moisés suplicó al Señor, su Dios:

«¿Por qué, Señor, se va a encender tu ira contra tu pueblo, que tú sacaste de Egipto, con gran poder y mano robusta? ¿Por qué han de decir los egipcios: “Con mala intención los sacó, para hacerlos morir en las montañas y exterminarlos de la superficie de la tierra”? Aleja el incendio de tu ira, arrepiéntete de la amenaza contra tu pueblo. Acuérdate de tus siervos, Abrahán, Isaac e Israel, a quienes juraste por ti mismo: “Multiplicaré vuestra descendencia como las estrellas del cielo, y toda esta tierra de que he hablado se la daré a vuestra descendencia para que la posea por siempre”».

Entonces se arrepintió el Señor de la amenaza que había pronunciado contra su pueblo.


Palabra de Dios



Salmo

Sal 105,19-20.21-22.23

R/. Acuérdate de mí, Señor, por amor a tu pueblo


V/. En Horeb se hicieron un becerro,

adoraron un ídolo de fundición;

cambiaron su gloria por la imagen

de un toro que come hierba. R/.


V/. Se olvidaron de Dios, su salvador,

que había hecho prodigios en Egipto,

maravillas en la tierra de Cam,

portentos junto al mar Rojo. R/.


V/. Dios hablaba ya de aniquilarlos;

pero Moisés, su elegido,

se puso en la brecha frente a él,

para apartar su cólera del exterminio. R/.


Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Juan (5,31-47):

EN aquel tiempo, Jesús dijo a los judíos:

«Si yo doy testimonio de mí mismo, mi testimonio no es verdadero. Hay otro que da testimonio de mí, y sé que es verdadero el testimonio que da de mí.

Vosotros enviasteis mensajeros a Juan, y él ha dado testimonio en favor de la verdad. No es que yo dependa del testimonio de un hombre; si digo esto es para que vosotros os salvéis. Juan era la lámpara que ardía y brillaba, y vosotros quisisteis gozar un instante de su luz.

Pero el testimonio que yo tengo es mayor que el de Juan: las obras que el Padre me ha concedido llevar a cabo, esas obras que hago dan testimonio de mí: que el Padre me ha enviado.

Y el Padre que me envió, él mismo ha dado testimonio de mí. Nunca habéis escuchado su voz, ni visto su rostro, y su palabra no habita en vosotros, porque al que él envió no lo creéis.

Estudiáis las Escrituras pensando encontrar en ellas vida eterna; pues ellas están dando testimonio de mí, ¡y no queréis venir a mí para tener vida! No recibo gloria de los hombres; además, os conozco y sé que el amor de Dios no está en vosotros.

Yo he venido en nombre de mi Padre, y no me recibisteis; si otro viene en nombre propio, a ese sí lo recibiréis.

¿Cómo podréis creer vosotros, que aceptáis gloria unos de otros y no buscáis la gloria que viene del único Dios? No penséis que yo os voy a acusar ante el Padre, hay uno que os acusa: Moisés, en quien tenéis vuestra esperanza. Si creyerais a Moisés, me creeríais a mí, porque de mí escribió él. Pero, si no creéis en sus escritos, ¿cómo vais a creer en mis palabras?».


Palabra del Señor



«Si yo diera testimonio de mí mismo, mi testimonio no sería válido»

Rev. D. Miquel MASATS i Roca

(Girona, España)


Hoy, el Evangelio nos enseña cómo Jesús hace frente a la siguiente objeción: según se lee en Dt 19,15, para que un testimonio tenga valor es necesario que proceda de dos o tres testigos. Jesús alega a favor suyo el testimonio de Juan el Bautista, el testimonio del Padre —que se manifiesta en los milagros obrados por Él— y, finalmente, el testimonio de las Escrituras.

Jesucristo echa en cara a los que le escuchan tres impedimentos que tienen para reconocerle como al Mesías Hijo de Dios: la falta de amor a Dios; la ausencia de rectitud de intención —buscan sólo la gloria humana— y que interpretan las Escrituras interesadamente.

El Santo Padre San Juan Pablo II nos escribía: «A la contemplación del rostro de Cristo tan sólo se llega escuchando en el Espíritu la voz del Padre, ya que nadie conoce al Hijo fuera del Padre (cf. Mt 11,27). Así, pues, se necesita la revelación del Altísimo. Pero, para acogerla, es indispensable ponerse en actitud de escuchar».

Por esto, hay que tener en cuenta que, para confesar a Jesucristo como verdadero Hijo de Dios, no es suficiente con las pruebas externas que se nos proponen; es muy importante la rectitud en la voluntad, es decir, las buenas disposiciones.

En este tiempo de Cuaresma, intensificando las obras de penitencia que facilitan la renovación interior, mejoraremos nuestras disposiciones para contemplar el verdadero rostro de Cristo. Por esto, san Josemaría nos dice: «Ese Cristo, que tú ves, no es Jesús. —Será, en todo caso, la triste imagen que pueden formar tus ojos turbios...—Purifícate. Clarifica tu mirada con la humildad y la penitencia. Luego... no te faltarán las limpias luces del Amor. Y tendrás una visión perfecta. Tu imagen será realmente la suya: ¡Él!».


MEDITACIÓN DE CUARESMA, DÍA 30, 18 DE MARZO



MEDITACIÓN DE CUARESMA

 Día 30º. Jueves 18 de Marzo.


Presencia de Dios. La madre que tiene el pequeño en la cuna, trabaja arreglando las cosas de la casa; plancha, limpia..., pero siempre está pendiente del hijo. Esta madre tiene presencia del hijo, no lo pierde de vista.

Lo mismo que esa madre podemos hacer nosotros con el Señor. Mientras estudiamos, mientras hacemos deporte, cuando estamos en clase, cuando vamos por la calle, a la hora de comer, al meternos en la cama, y en todas las circunstancias en que nos podamos encontrar, son situaciones en las que si nos empeñamos podemos hablar con el Señor, decirle una jaculatoria, pedirle ayuda, etc...

Si no tienes concretada una jaculatoria para repetir durante el día, la Cuaresma es buen momento para hacerlo, porque así el señor se sentirá más acompañado y más querido. Alguna jaculatoria puede ser: ¡Jesús te amo!, ¡Señor, perdóname porque soy un pecador! Y los días anteriores ya han salido buenas ocasiones para decir jaculatorias: al ver un crucifijo, visitar sagrarios cuando pasas cerca de una iglesia, al hacer un sacrificio, cuando te vienen a la cabeza excusas para no mortificarte, cuando ves que actúas con la ley del gusto.

Puedes hacer un poco de examen para ver cómo vas en eso. Señor, yo quiero acordarme y decirte muchas jaculatorias durante el día; recuérdamelo Tú. Y tú, ángel de mi guarda.

Continúa hablándole a Dios con tus palabras.

AÑO DE SAN JOSÉ, 18 DE MARZO



 Año de San José

San José, hombre justo y modelo de virtudes,

es el Patrono Universal de la santa Iglesia,

y por lo tanto de todos nosotros.

Es el santo que tuvo en la tierra

la misión más grande y noble:

proteger al Niño Dios y su Santísima Madre.

 

Marzo 18

Danos glorioso San José la perseverancia final para morir en la gracia de Dios y refugiados en el corazón de Jesús, a todos los que según sus promesas hayan propagado tu devoción. Así sea.

(P. Florentín Brusa, cmf)

MEDITACIÓN DE CUARESMA, DÍA 29, 19 DE MARZO



MEDITACIÓN DE CUARESMA

 Día 29º. Miércoles 17 de Marzo.



Huellas en la nieve. En Logroño; un diciembre especialmente frío; la ciudad cubierta de nieve. El beato José María tiene unos 14 años y va camino del colegio. De pronto, algo llama poderosamente su atención: -Pero... ¿qué es eso? ¡Son huellas de pies descalzos que se alejan! ¿A quién pertenecerán?

A cierta distancia descubre un religioso carmelita descalzo que se dirige a su convento, situado en las afueras de la ciudad.

"¡Son suyas!, se dice José María. ¡Pobre sacerdote! ¡Cuánto frío estará pasando!"

Este hecho le remueve el corazón.

"Si ese carmelita es capaz de sacrificarse así por amor a Dios, ¿qué es lo que yo debo hacer por Él?

Nadie se da cuenta, pero a "partir de ese momento, siente grandes deseos de acercarse a Dios. Comienza a oír la Santa Misa y a comulgar a diario; a confesarse más a menudo; a ofrecer todos los días sacrificios por amor a Dios y a los demás."

Señor, y yo ¿qué deberé hacer por Ti?

Continúa hablándole a Dios con tus palabras.

AÑO DE SAN JOSÉ, DÍA 17 DE MARZO



Año de San José 

San José, hombre justo y modelo de virtudes,

es el Patrono Universal de la santa Iglesia,

y por lo tanto de todos nosotros.

Es el santo que tuvo en la tierra

la misión más grande y noble:

proteger al Niño Dios y su Santísima Madre.

 

Marzo 17

Verdadero esposo de María virgen y Padre adoptivo de Jesucristo, te rogamos encarecidamente por todos los agonizantes de hoy en el mundo entero, para que los llenes de paz y tranquilidad en el supremo momento. Así sea.

(P. Florentín Brusa, cmf)

 

EL PAPA FRANCISCO OFRECE ESTE CONSEJO PARA CUANDO SE PIERDAN LAS GANAS DE REZAR



 El Papa Francisco ofrece este consejo para cuando se pierden las ganas de rezar

Redacción ACI Prensa

 Foto: Vatican Media



En aquellas situaciones en que el fiel cristiano siente decaer su vida interior, pierde la capacidad de rezar, o convierta la oración en una rutina vacía, el Papa Francisco sugiere recurrir al Espíritu Santo: “Llamad al Espíritu, continuamente, para que esté presente en nuestra vida”.

Durante la Audiencia General presidida este miércoles 17 de marzo en el Palacio Apostólico del Vaticano, el Santo Padre explicó que “muchas veces sucede que no rezamos, que no tenemos ganas de rezar, o no sabemos, o rezamos como papagayos, con la boca, pero con el corazón alejado”.

“Ese es el momento de decirle al Espíritu: ‘Ven, ven Espíritu Santo, calienta mi corazón. Ven. Enséñame a rezar. Enséñame a mirar al Padre, a mirar al Hijo. Enséñame cómo es el camino de la fe. Enséñame cómo amar. Y, sobre todo, enséñame a tener una actitud de esperanza’”.

El Pontífice concluyó este miércoles la serie de catequesis sobre la oración y se centró en la relación con la Santísima Trinidad, “en particular con el Espíritu Santo”.

Francisco señaló que “el primer don de toda existencia cristiana es el Espíritu Santo. No es uno de los muchos dones, sino el Don fundamental. El Espíritu es el Don que Jesús prometió enviarnos. Sin el Espíritu no hay relación con Cristo y con el Padre. Porque el Espíritu abre nuestro corazón a la presencia de Dios y lo atrae a ese ‘torbellino’ de amor que es el corazón mismo de Dios”.

“En nosotros”, continuó el Papa, “habita el Espíritu Santo; es Él quien nos transforma en lo profundo y nos hace experimentar la alegría conmovedora de ser amados por Dios como verdaderos hijos”.

De hecho, “todo el trabajo espiritual dentro de nosotros hacia Dios lo hace el Espíritu Santo. Este Don trabaja en nosotros para llevar adelante nuestra vida cristiana hacia Dios con Jesús”.

El Espíritu Santo “nos ‘recuerda’ a Jesús y lo hace presente en nosotros. Podemos decir que es nuestra memoria trinitaria. Es la memoria de Dios en nosotros. Nos recuerda. Hace presente a Jesús para que no se reduzca a un personaje del pasado. Es decir, el Espíritu trae al presente a Jesús en nuestra conciencia. Si Cristo estuviera tan solo lejano en el tiempo, nosotros estaríamos solos y perdidos en el mundo”.

Por medio del Espíritu Santo “a los cristianos de todo tiempo y lugar se les abre la posibilidad de encontrar a Cristo. No recordarlo únicamente como un personaje histórico, no. Él atrae a Cristo a nuestro corazón y es el Espíritu el que hace nuestro encuentro con Cristo”.

“Él no está distante, está con nosotros: todavía educa a sus discípulos transformando su corazón, como hizo con Pedro, con Pablo, con María Magdalena, con todos los apóstoles. Pero ¿por qué está presente Jesús? Porque el Espíritu lo trae a nosotros”.

La acción del Espíritu Santo en la vida de oración de quien lo invoca es una experiencia “que han vivido muchos orantes: hombres y mujeres que el Espíritu Santo ha formado según la ‘medida’ de Cristo, en la misericordia, en el servicio, en la oración, en la catequesis… Es una gracia poder encontrar personas así: nos damos cuenta que en ellos late una vida diferente, su mirada ve ‘más allá’”.

El Papa Francisco resaltó que el Espíritu Santo no actúa únicamente “en los monjes, en los eremitas; se encuentra también entre la gente común, gente que ha tejido una larga vida de diálogo con Dios, a veces de lucha interior, que purifica la fe. Estos testigos humildes han buscado a Dios en el Evangelio, en la Eucaristía recibida y adorada, en el rostro del hermano en dificultad, y custodian su presencia como un fuego secreto”.

Por ello, “la primera tarea de los cristianos es precisamente mantener vivo este fuego, que Jesús ha traído a la tierra, es decir el Amor de Dios, el Espíritu Santo. Sin el fuego del Espíritu las profecías se apagan, la tristeza suplanta la alegría, la costumbre sustituye al amor, el servicio se transforma en esclavitud”.

El Pontífice comparó la acción del Espíritu Santo con “la lámpara encendida junto al tabernáculo, donde se conserva la Eucaristía. También cuando la iglesia se vacía y cae la noche, también cuando la iglesia está cerrada, esa lámpara permanece encendida, continúa ardiendo: no la ve nadie, pero arde ante el Señor. Así es el Espíritu en nuestro corazón. Siempre presente, como en aquella lámpara”.

El Papa Francisco concluyó su catequesis: “No lo olvidemos. El Espíritu está presente en nosotros. Escuchemos al Espíritu, llamemos al Espíritu. Es el Don, es el regalo que Dios nos ha hecho”.