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lunes, 25 de enero de 2021

SER SEMILLA PARA OTROS



 Ser semilla para otros


¿Qué tienen que ver con mi vida estas semillas? Todo. Sencillamente todo. En ellas está nuestra realización personal, y la verdadera autenticidad como cristianos. 

Las semillas son la palabra de Dios, lo dijo Cristo; pero no sólo son la palabra de Dios sino cualquier regalo que nos hace. Lo interesante es qué hacemos con estas semillas.

Las últimas caen en tierra buena.

Tierra buena es esa que ha sido abonada y preparada con antelación, haciéndose para que sea fértil.

¡Debemos ser tierra buena para la semilla del amor!

Amor de Dios que se nos muestra en los hombres, en nuestros amigos, en nuestra familia. Estos son los cristianos en los que ha fructificado la palabra de Dios.

Han recibido la simiente y ha dado raíces. Las raíces sólo ayudan a que la planta pueda dar dos grandes dones a quienes lo rodean:

• La flor y el fruto.

• Flor que es la alegría de sentirse regalado por Dios.

• Flor que es el amor a Dios.

• Fruto, que no es otra cosa sino la manifestación de ese amor en quienes nos rodean.

El Cristiano auténtico es el que lo demuestra en sus obras.

Es el que vive con la conciencia de que la palabra de Dios es viva  y eficaz y hace que él obre según la voluntad de Dios, que lo único que busca es su felicidad.

Hoy ayuda a que alguien a quien conozcas se sienta más cerca de Dios al estar contigo. Una palabra, un consejo, lo que quieras.

Tú también eres sembrador. ¡Sal a sembrar!


(Texto: Jorge Rodríguez – Enviado por ‘Portavoz de Amor’)

EL EVANGELIO DE HOY LUNES 25 DE ENERO DEL 2021 - LA CONVERSIÓN DE SAN PABLO



Lecturas de hoy Conversión de San Pablo

Hoy, lunes, 25 de enero de 2021



Primera lectura

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (22,3-16):

En aquellos días, dijo Pablo al pueblo: «Yo soy judío, nací en Tarso de Cilicia, pero me crié en esta ciudad; fui alumno de Gamaliel y aprendí hasta el último detalle de la ley de nuestros padres; he servido a Dios con tanto fervor como vosotros mostráis ahora. Yo perseguí a muerte este nuevo camino, metiendo en la cárcel, encadenados, a hombres y mujeres; y son testigos de esto el mismo sumo sacerdote y todos los ancianos. Ellos me dieron cartas para los hermanos de Damasco, y fui allí para traerme presos a Jerusalén a los que encontrase, para que los castigaran. Pero en el viaje, cerca ya de Damasco, hacia mediodía, de repente una gran luz del cielo me envolvió con su resplandor, caí por tierra y oí una voz que me decía: "Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?" Yo pregunté: "¿Quién eres, Señor?" Me respondió: "Yo soy Jesús Nazareno, a quien tú persigues." Mis compañeros vieron el resplandor, pero no comprendieron lo que decía la voz. Yo pregunté: "¿Qué debo hacer, Señor?" El Señor me respondió: "Levántate, sigue hasta Damasco, y allí te dirán lo que tienes que hacer." Como yo no veía, cegado por el resplandor de aquella luz, mis compañeros me llevaron de la mano a Damasco. Un cierto Ananías, devoto de la Ley, recomendado por todos los judíos de la ciudad, vino a verme, se puso a mi lado y me dijo: "Saulo, hermano, recobra la vista." Inmediatamente recobré la vista y lo vi. Él me dijo: "El Dios de nuestros padres te ha elegido para que conozcas su voluntad, para que vieras al Justo y oyeras su voz, porque vas a ser su testigo ante todos los hombres, de lo que has visto y oído. Ahora, no pierdas tiempo; levántate, recibe el bautismo que, por la invocación de su nombre, lavará tus pecados."»


Palabra de Dios



Salmo

Sal 116,1.2


R/. Id al mundo entero y proclamad el Evangelio


Alabad al Señor, todas las naciones,

aclamadlo, todos los pueblos. R/.


Firme es su misericordia con nosotros,

su fidelidad dura por siempre. R/.


Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Marcos (16,15-18):

En aquel tiempo, se apareció Jesús a los Once y les dijo: «ld al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación. El que crea y se bautice se salvará; el que se resista a creer será condenado. A los que crean, les acompañarán estos signos: echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos y, si beben un veneno mortal, no les hará daño. Impondrán las manos a los enfermos, y quedarán sanos.»


Palabra del Señor 



«Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva»


Rev. D. Josep GASSÓ i Lécera

(Ripollet, Barcelona, España)

Hoy, la Iglesia celebra la fiesta de la Conversión de san Pablo, apóstol. El breve fragmento del Evangelio según san Marcos recoge una parte del discurso acerca de la misión que confiere el Señor resucitado. Con la exhortación a predicar por todo el mundo va unida la tesis de que la fe y el bautismo son requisitos necesarios para la salvación: «El que crea y sea bautizado, se salvará; el que no crea, se condenará» (Mc 16,16). Además, Cristo garantiza que a los predicadores se les dará la facultad de hacer prodigios o milagros que habrán de apoyar y confirmar su predicación misionera (cf. Mc 16,17-18). La misión es grande —«Id por todo el mundo»—, pero no faltará el acompañamiento del Señor: «Yo estaré con vosotros todos los días hasta el fin del mundo» (Mt 28,20).

La oración colecta de hoy, propia de la fiesta, nos dice: «Oh Dios, que con la predicación del Apóstol san Pablo llevaste a todos lo pueblos al conocimiento de la verdad, concédenos, al celebrar hoy su conversión, que, siguiendo su ejemplo, caminemos hacia Ti como testigos de tu verdad». Una verdad que Dios nos ha concedido conocer y que tantas y tantas almas desearían poseer: tenemos la responsabilidad de transmitir hasta donde podamos este maravilloso patrimonio.

La Conversión de san Pablo es un gran acontecimiento: él pasa de perseguidor a convertido, es decir, a servidor y defensor de la causa de Cristo. Muchas veces, quizá, también nosotros mismos hacemos de “perseguidores”: como san Pablo, tenemos que convertirnos de “perseguidores” a servidores y defensores de Jesucristo.

Con Santa María, reconozcamos que el Altísimo también se ha fijado en nosotros y nos ha escogido para participar de la misión sacerdotal y redentora de su Hijo divino: Regina apostolorum, Reina de los apóstoles, ¡ruega por nosotros!; haznos valientes para dar testimonio de nuestra fe cristiana en el mundo que nos toca vivir.

HOY CELEBRAMOS LA CONVERSIÓN DE SAN PABLO, 25 DE ENERO



 La conversión de San Pablo

Fiesta litúrgica, 25 de enero

Por: Joseph A. Fitzmyer | Fuente: Libro: Teología de San Pablo



Fiesta Litúrgica

Martirologio Romano: Fiesta de la Conversión de san Pablo, apóstol. Viajando hacia Damasco, cuando aún maquinaba amenazas de muerte contra los discípulos del Señor, el mismo Jesús glorioso se le reveló en el camino, eligiéndole para que, lleno del Espíritu Santo, anunciase el Evangelio de la salvación a los gentiles. Sufrió muchas dificultades a causa del nombre de Cristo.


Breve Reseña

No es segura la fecha en que Pablo se convirtió, pero está relacionada con el martirio de Esteban, cuando los testigos depositaron sus vestiduras a los pies de Saulo (Hch 7, 58; cf. 22, 20) para que las guardara. Este martirio y la subsiguiente persecución de la Iglesia, encaja bien en el cambio de Prefectos Romanos que se produjo en el año 36. Esta fecha corresponde bien a los catorce años que median entre la conversión de Pablo y su visita a Jerusalén con ocasión del “concilio” (Gál 2, 1; año 49). Sin embargo, algunos comentaristas prefieren fechar la conversión el año 33 (cf. J. Finegan, Biblical Chronology, 321).

El mismo Pablo y Lucas en los Hechos de los Apóstoles describen la experiencia vivida en el camino de Damasco y el giro que significó en la vida del Apóstol. Fue un encuentro con el Señor (Kyrios) resucitado, que obligó a Pablo a adoptar un nuevo estilo de vida; fue la experiencia que convirtió al fariseo Pablo en el apóstol Pablo.

Pablo relata el acontecimiento en Gálatas 1, 13-17 desde su propio punto de vista apologético y polémico. En Hechos (9, 3-19; 22, 6-16; 26, 12-18) hay otros tres relatos: todos subrayan el carácter arrollador e inesperado de esta experiencia, que tuvo lugar en medio de la persecución que Pablo dirigía contra los cristianos.

Si bien hay variantes en cuanto a los detalles en los tres relatos (si los acompañantes quedaron en pie sin poder hablar o si cayeron por tierra; si oyeron o no la voz; asimismo, el hecho de que Jesús hablara a Pablo “en idioma hebreo”, pero citando un proverbio griego…), el mensaje esencial transmitido a Pablo es el mismo.

Los tres relatos están de acuerdo en este punto: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?”, “¿Quién eres tú, Señor?”, “Yo soy Jesús (de Nazaret), a quien tú persigues”. Las variantes pueden ser debidas a las diferentes fuentes de información utilizadas por Lucas.

Pablo mismo escribió, acerca de esta experiencia, que Dios tuvo a bien revelarle a su Hijo, para que predicara a los gentiles la buena noticia referente a Jesús (Gál 1, 15-16). Fue una experiencia que nunca olvidó, a la que asociaba frecuentemente su misión apostólica. “¿Acaso no soy apóstol? ¿Es que no he visto a Jesús, Nuestro Señor?” (1 Cor 9,1; cf. 15, 8).

Esta revelación de Jesús el Señor en el camino de Damasco habría de ser el factor decisivo que dominara en adelante toda su vida. Por amor a Cristo se hizo “todo para todos” (1 Cor 9, 22). En consecuencia se convirtió en “siervo de Cristo” (Gál 1, 10; Rom 1, 1; etc.), como los grandes siervos de Dios del AT (Moisés: 2 Re 18, 12; Josué: Jue 2, 8; David: Sal 78, 70), y puede que incluso como el mismo Siervo de Yahvé (Is 49, 1; cf. Gál 1, 15).


LA REVELACIÓN DE PABLO

La teología de Pablo se vio influida, sobre todo, por la experiencia que tuvo en el camino de Damasco y por la fe en Cristo resucitado, como Hijo de Dios, que creció a partir de esa experiencia.

Los actuales investigadores del NT son menos propensos que los de las generaciones pasadas a considerar aquella experiencia como una “conversión” explicable de acuerdo con los antecedentes judíos de Pablo o con Rom 7 (entendido como relato biográfico). El mismo Pablo habla de esta experiencia como de una revelación del Hijo que le ha concedido el Padre (Gál 1, 16). En ella “vio a Jesús, el Señor” (1 Cor 9, 1; cf. 1Cor 15, 8; 2 Cor 4, 6; 9, 5).

Aquella revelación del “Señor de la gloria” crucificado (1 Cor 2, 8) fue un acontecimiento que hizo de Pablo, el fariseo, no sólo apóstol, sino también el primer teólogo cristiano.

La única diferencia entre aquella experiencia, en que Jesús se le apareció (1 Cor 15, 8), y la experiencia que tuvieron los testigos oficiales de la Resurrección (Hch 1, 22) consistía en que la de Pablo fue una aparición ocurrida después de Pentecostés. Esta visión le situó en plano de igualdad con los Doce que habían visto al Kyrios.

Más tarde Pablo hablaba, refiriéndose a esta experiencia, del momento en que había sido “tomado” por Cristo Jesús (Flp 3, 12) y una especie de “necesidad” le impulsó a predicar el evangelio (1 Cor 9, 15-18). Él comparó esa experiencia con la creación de la luz por Dios: “Porque el Dios que dijo: “De la tiniebla, brille la luz”, es el que brilló en nuestros corazones para resplandor del conocimiento de la gloria de Dios en el rostro de Cristo” (2 Cor 4-6).

El impulso de la gracia de Dios le urgía a trabajar al servicio de Cristo; no podía “cocear” (dar coces) contra este aguijón (Hch 26, 14). Su respuesta fue la de una fe viva, con la que confesó, juntamente con la primitiva Iglesia, que “Jesús es el Señor” (1 Cor 12, 12; CF. Rom 10, 9; Flp 2, 11). Pero esta experiencia iluminó, en un acto creador, la mente de Pablo y le dio una extraordinaria penetración de lo que él llamó más tarde “el misterio de Cristo” (Ef 3, 4).