Páginas

domingo, 16 de agosto de 2020

SUBES AL CIELO


Subes al cielo



Este es el día glorioso en que la Virgen Madre de Dios subió a los cielos; todos la aclamamos, tributándole nuestra alabanza: “Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre. Dichosa eres santa Virgen María, y digna de toda alabanza. De ti nació el sol de justicia, Cristo, nuestro Dios”.

V. Bella y hermosa eres, Hija de Jerusalén.
R. Bella y hermosa eres, Hija de Jerusalén.
V. Subes al cielo, resplandeciente como la aurora cuando amanece.
R. Hija de Jerusalén.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Bella y hermosa eres, Hija de Jerusalén.

Los santos Padres en las homilías dirigidas al pueblo en esta fiesta de la Asunción hablan como de algo ya conocido y aceptado por todos. Destacan que el cuerpo sin vida de la Virgen María no se corrompió, y pregonan su triunfo sobre la muerte y su glorificación en el cielo, a imitación de su Hijo único Jesucristo.


* Enviado por el P. Natalio

JESÚS ES DE TODOS


Jesús es de todos



Una mujer pagana toma la iniciativa de acudir a Jesús aunque no pertenece al pueblo judío. Es una madre angustiada que vive sufriendo con una hija “atormentada por un demonio”. Sale al encuentro de Jesús dando gritos: “Ten compasión de mí, Señor, Hijo de David”.

La primera reacción de Jesús es inesperada. Ni siquiera se detiene para escucharla. Todavía no ha llegado la hora de llevar la Buena Noticia de Dios a los paganos. Como la mujer insiste, Jesús justifica su actuación: “Solo me han enviado a las ovejas descarriadas de la casa de Israel”.

La mujer no se echa atrás. Superará todas las dificultades y resistencias. En un gesto audaz se postra ante Jesús, detiene su marcha y de rodillas, con un corazón humilde pero firme, le dirige un solo grito: “Señor, socórreme”.

La respuesta de Jesús es insólita. Aunque en esa época los judíos llamaban con toda naturalidad “perros” a los paganos, sus palabras resultan ofensivas a nuestros oídos.: “No está bien echar a los perros el pan de los hijos”. Retomando su imagen de manera inteligente, la mujer se atreve desde el suelo a corregir a Jesús: “Tienes razón, Señor, pero también los perros se comen las migajas que caen de la mesa de los señores”.

Su fe es admirable. Seguro que en la mesa del Padre se pueden alimentar todos: los hijos de Israel y también los perros paganos. Jesús parece pensar solo en las “ovejas perdidas” de Israel, pero también ella es una “oveja perdida”. El Enviado de Dios no puede ser solo de los judíos. Ha de ser de todos y para todos.

Jesús se rinde ante la fe de la mujer. Su respuesta nos revela su humildad y su grandeza: “Mujer... ¡Qué grande es tu fe! que se cumpla como deseas”. Esta mujer le está descubriendo que la misericordia de Dios no excluye a nadie. El Padre Bueno está por encima de las barreras étnicas y religiosas que trazamos los humanos.

Jesús reconoce a la mujer como creyente aunque vive en una religión pagana. Incluso encuentra en ella una “fe grande”, no la fe pequeña de sus discípulos a los que recrimina más de una vez como “hombres de poca fe”. Cualquier ser humano puede acudir a Jesús con confianza. Él sabe reconocer su fe aunque viva fuera de la Iglesia. Siempre encontrarán en él un Amigo y un Maestro de vida.

Los cristianos nos hemos de alegrar de que Jesús siga atrayendo hoy a tantas personas que viven fuera de la Iglesia. Jesús es más grande que todas nuestras instituciones. Él sigue haciendo mucho bien, incluso a aquellos que se han alejado de nuestras comunidades cristianas.


(Padre José Antonio Pagola)

LA DORMICIÓN DE LA VIRGEN MARÍA EXPLICADA POR EL PAPA SAN JUAN PABLO II


La “dormición” de la Virgen María explicada por el Papa San Juan Pablo II
Redacción ACI Prensa





En el marco de la Solemnidad de la Asunción, recordamos lo que el Papa San Juan Pablo II explicó en su catequesis del 25 de junio de 1997, sobre la “dormición” de la Virgen María.

El Papa Juan Pablo II, que consagró su pontificado a la Madre de Dios bajo el lema “Totus tuus” (Todo tuyo), recordó que cuando Pío XII proclamó el dogma de la Asunción de la Virgen María, el 1 de noviembre de 1950, “no pretendió negar el hecho de la muerte; solamente no juzgó oportuno afirmar solemnemente, como verdad que todos los creyentes debían admitir, la muerte de la Madre de Dios”.

“Reflexionando en el destino de María y en su relación con su Hijo divino, parece legítimo responder afirmativamente: dado que Cristo murió, sería difícil sostener lo contrario por lo que se refiere a su Madre”, dijo el santo que consideraba el Rosario como su oración favorita.


San Juan Pablo II citó luego a dos santos que se refirieron a este tema: San Modesto de Jerusalén, fallecido en el 634; y San Juan Damasceno, que murió en el 704.

Este último escribió sobre la Virgen María que “aquella que en el parto superó todos los límites de la naturaleza”, al ser asunta al cielo se despojó “de la parte mortal para revestirse de inmortalidad, puesto que el Señor de la naturaleza tampoco evitó la experiencia de la muerte”.

“Es verdad que en la Revelación la muerte se presenta como castigo del pecado. Sin embargo, el hecho de que la Iglesia proclame a María liberada del pecado original por singular privilegio divino no lleva a concluir que recibió también la inmortalidad corporal. La Madre no es superior al Hijo, que aceptó la muerte, dándole nuevo significado y transformándola en instrumento de salvación”, subrayó el Papa Juan Pablo II.

“Para participar en la resurrección de Cristo, María debía compartir, ante todo, la muerte”, destacó.

San Juan Pablo II también refirió que, si bien “el Nuevo Testamento no da ninguna información sobre las circunstancias de la muerte de María”, este silencio “induce a suponer que se produjo normalmente, sin ningún hecho digno de mención. Si no hubiera sido así, ¿cómo habría podido pasar desapercibida esa noticia a sus contemporáneos, sin que llegara, de alguna manera, hasta nosotros?”.

El Papa peregrino citó luego a San Francisco de Sales, quien consideró que “la muerte de María se produjo como efecto de un ímpetu de amor. Habla de una muerte ‘en el amor, a causa del amor y por amor’, y por eso llega a afirmar que la Madre de Dios murió de amor por su hijo Jesús’”.

En todo caso, “cualquiera que haya sido el hecho orgánico y biológico que, desde el punto de vista físico, le haya producido la muerte, puede decirse que el tránsito de esta vida a la otra fue para María una maduración de la gracia en la gloria, de modo que nunca mejor que en ese caso la muerte pudo concebirse como una ‘dormición’”.

“La experiencia de la muerte enriqueció a la Virgen: habiendo pasado por el destino común a todos los hombres, es capaz de ejercer con más eficacia su maternidad espiritual con respecto a quienes llegan a la hora suprema de la vida”, concluyó.

PAPA FRANCISCO: EL SEÑOR NOS AMA ASÍ COMO SOMOS, SIN MAQUILLAJE


Papa Francisco: El Señor nos ama así como somos, sin maquillaje
Redacción ACI Prensa
Foto: Vatican Media



El Papa Francisco sugirió antes del rezo del Ángelus de este domingo 16 de agosto pedirle al Señor con valentía que cure las heridas de nuestra historia personal.

Al reflexionar en el pasaje del Evangelio de este domingo (Mt 15, 21-28) que describe el encuentro entre Jesús y una mujer cananea que le pide curar a su hija, el Santo Padre destacó la suplica de la mujer: ‘Ten piedad de mí, Señor!’ para explicar que se trata del “grito que nace de una vida marcada por el sufrimiento, por el sentido de impotencia de una madre que ve a la hija atormentada por el mal y no puede curarla”´.

El Papa destacó que la madre “demuestra haber intuido que la bondad del Dios Altísimo, presente en Jesús, está abierta a toda necesidad de sus criaturas” y añadió que “esta sabiduría plena de confianza toca el corazón del Maestro y le arrebata palabras de admiración: ‘Mujer, grande es tu fe; que te suceda como deseas’”.


En esta línea, el Santo Padre preguntó: “¿Cuál es la fe grande?” y explicó que “la fe grande es aquella que lleva la propia historia, marcada también por las heridas, a los pies del Señor pidiéndole que la sane, que le dé sentido”.

Por ello, el Papa recordó que “cada uno de nosotros tiene su propia historia” por lo que cuestionó: “¿Qué hago yo con mi historia? ¿La escondo?” por lo que sugirió que la “debemos llevar delante al Señor”.

Al presentar la historia personal al Señor, el Santo Padre dijo que será posible “tocar la ternura de Dios, la ternura de Jesús”.

En este sentido, el Papa Francisco invitó a hacer “hoy la prueba de esta oración” al pensar en nuestra historial personal y pedir a Jesús: “Señor, si Tú quieres puedes curarme” y agregó que ayudará tener presente “el rostro de Jesús, si entendemos cómo es el corazón de Jesús, un corazón que tiene compasión, que lleva nuestros dolores, que lleva nuestros pecados, nuestras equivocaciones, nuestros fracasos. Nos ama así como somos, sin maquillaje. Señor si Tú quieres puedes curarme”.


Una vez más, el Santo Padre aconsejó cargar siempre un pequeño Evangelio y leer un pasaje diario. “Verán a Jesús que nos ama”, advirtió.

Además, el Papa exhortó a recordar “esta bella oración: Señor, si Tú quieres puedes curarme” esta oración que enseña “una mujer pagana, no cristiana”.

Por último, el Santo Padre rezó para que “la Virgen María interceda con su oración, para que crezca en cada bautizado la alegría de la fe y el deseo de comunicarla con el testimonio de una vida coherente, que nos de valentía para acercarnos a Jesús y decir: ‘Señor, si Tú quieres puedes curarme’”.

ALIVIAR EL SUFRIMIENTO - MEDITACIÓN DEL EVANGELIO DE HOY DOMINGO 16-08-2020


Evangelio Comentado por:
José Antonio Pagola
Mt (15,21-28)

ALIVIAR EL SUFRIMIENTO


Jesús vive muy atento a la vida. Es ahí donde descubre la voluntad de Dios. Mira con hondura la creación y capta el misterio del Padre, que lo invita a cuidar con ternura a los más pequeños. Abre su corazón al sufrimiento de la gente y escucha la voz de Dios, que lo llama a aliviar su dolor.

Los evangelios nos han conservado el recuerdo de un encuentro que tuvo Jesús con una mujer pagana en la región de Tiro y Sidón. El relato es sorprendente y nos descubre cómo aprendía Jesús el camino concreto para ser fiel a Dios.

Una mujer sola y desesperada sale a su encuentro. Solo sabe hacer una cosa: gritar y pedir compasión. Su hija no solo está enferma y desquiciada, sino que vive poseída por un «demonio muy malo». Su hogar es un infierno. De su corazón desgarrado brota una súplica: «Señor, socórreme».

Jesús le responde con una frialdad inesperada. Él tiene una vocación muy concreta y definida: se debe a las «ovejas descarriadas de Israel». No es su misión adentrarse en el mundo pagano: «No está bien echar a los perros el pan de los hijos».

La frase es dura, pero la mujer no se ofende. Está segura de que lo que pide es bueno y, retomando la imagen de Jesús, le dice estas admirables palabras: «Tienes razón, Señor; pero también los perros comen las migajas que caen de la mesa de sus amos».

De pronto Jesús comprende todo desde una luz nueva. Esta mujer tiene razón: lo que desea coincide con la voluntad de Dios, que no quiere ver sufrir a nadie. Conmovido y admirado le dice: «Mujer, ¡qué grande es tu fe!, que se cumpla lo que deseas».

Jesús, que parecía tan seguro de su propia misión, se deja enseñar y corregir por esta mujer pagana. El sufrimiento no conoce fronteras. Es verdad que su misión está en Israel, pero la compasión de Dios ha de llegar a cualquier persona que está sufriendo.

Cuando nos encontramos con una persona que sufre, la voluntad de Dios resplandece allí con toda claridad. Dios quiere que aliviemos su sufrimiento. Es lo primero. Todo lo demás viene después. Ese fue el camino que siguió Jesús para ser fiel al Padre.

EL EVANGELIO DE HOY DOMINGO 16 DE AGOSTO DE 2020


Lecturas de hoy Domingo 20º del Tiempo Ordinario - Ciclo A
Hoy, domingo, 16 de agosto de 2020


Primera lectura
Lectura del libro de Isaías (56,1.6-7):

Así dice el Señor: «Guardad el derecho, practicad la justicia, que mi salvación está para llegar, y se va a revelar mi victoria. A los extranjeros que se han dado al Señor, para servirlo, para amar el nombre del Señor y ser sus servidores, que guardan el sábado sin profanarlo y perseveran en mi alianza, los traeré a mi monte santo, los alegraré en mi casa de oración, aceptaré sobre mi altar sus holocaustos y sacrificios; porque mi casa es casa de oración, y así la llamarán todos los pueblos.»



Palabra de Dios
Salmo
Sal 66,2-3.5.6.8

R/. Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben

El Señor tenga piedad y nos bendiga,
ilumine su rostro sobre nosotros;
conozca la tierra tus caminos,
todos los pueblos tu salvación. R/.

Que canten de alegría las naciones,
porque riges el mundo con justicia,
riges los pueblos con rectitud
y gobiernas las naciones de la tierra. R/.

Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.
Que Dios nos bendiga;
que le teman hasta los confines del orbe. R/.


Segunda lectura
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos (11,13-15.29-32):

Os digo a vosotros, los gentiles: Mientras sea vuestro apóstol, haré honor a mi ministerio, por ver si despierto emulación en los de mi raza y salvo a alguno de ellos. Si su reprobación es reconciliación del mundo, ¿qué será su reintegración sino un volver de la muerte a la vida? Pues los dones y la llamada de Dios son irrevocables. Vosotros, en otro tiempo, erais rebeldes a Dios; pero ahora, al rebelarse ellos, habéis obtenido misericordia. Así también ellos, que ahora son rebeldes, con ocasión de la misericordia obtenida por vosotros, alcanzarán misericordia. Pues Dios nos encerró a todos en la rebeldía para tener misericordia de todos.

Palabra de Dios


Evangelio de hoy
Lectura del santo evangelio según san Mateo (15,21-28):

En aquel tiempo, Jesús se marchó y se retiró al país de Tiro y Sidón.
Entonces una mujer cananea, saliendo de uno de aquellos lugares, se puso a gritarle: «Ten compasión de mí, Señor, Hijo de David. Mi hija tiene un demonio muy malo.» Él no le respondió nada.
Entonces los discípulos se le acercaron a decirle: «Atiéndela, que viene detrás gritando.»
Él les contestó: «Sólo me han enviado a las ovejas descarriadas de Israel.»
Ella los alcanzó y se postró ante él, y le pidió: «Señor, socórreme.»
Él le contestó: «No está bien echar a los perros el pan de los hijos.»
Pero ella repuso: «Tienes razón, Señor; pero también los perros se comen las migajas que caen de la mesa de los amos.»
Jesús le respondió: «Mujer, qué grande es tu fe: que se cumpla lo que deseas.»
En aquel momento quedó curada su hija.

Palabra del Señor




+ Rev. D. Joan SERRA i Fontanet (Barcelona, España)

«Señor; (...) también los perros se comen las migajas que caen de la mesa de los amos»

Hoy contemplamos la escena de la cananea: una mujer pagana, no israelita, que tenía la hija muy enferma, endemoniada, y oyó hablar de Jesús. Sale a su encuentro y con gritos le dice: «Ten compasión de mí, Señor, Hijo de David. Mi hija tiene un demonio muy malo» (Mt 15,22). No le pide nada, solamente le expone el mal que sufre su hija, confiando en que Jesús ya actuará.

Jesús “se hace el sordo”. ¿Por qué? Quizá porque había descubierto la fe de aquella mujer y deseaba acrecentarla. Ella continúa suplicando, de tal manera que los discípulos piden a Jesús que la despache. La fe de esta mujer se manifiesta, sobre todo, en su humilde insistencia, remarcada por las palabras de los discípulos: «Atiéndela, que viene detrás gritando» (Mt 15,23).

La mujer sigue rogando; no se cansa. El silencio de Jesús se explica porque solamente ha venido para la casa de Israel. Sin embargo, después de la resurrección, dirá a sus discípulos: «Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación» (Mc 16,15).

Este silencio de Dios, a veces, nos atormenta. ¿Cuántas veces nos hemos quejado de este silencio? Pero la cananea se postra, se pone de rodillas. Es la postura de adoración. Él le responde que no está bien tomar el pan de los hijos para echarlo a los perros. Ella le contesta: «Tienes razón, Señor; pero también los perros se comen las migajas que caen de la mesa de los amos» (Mt 15,26-27).

Esta mujer es muy espabilada. No se enfada, no le contesta mal, sino que le da la razón: «Tienes razón, Señor». Pero consigue ponerle de su lado. Parece como si le dijera: —Soy como un perro, pero el perro está bajo la protección de su amo.

La cananea nos ofrece una gran lección: da la razón al Señor, que siempre la tiene. —No quieras tener la razón cuando te presentas ante el Señor. No te quejes nunca y, si te quejas, acaba diciendo: «Señor, que se haga tu voluntad».

SANTORAL DE HOY DOMINGO 16 DE AGOSTO DE 2020

Rosa Fan Hui, SantaRosa Fan Hui, Santa
Mártir, 16 de agosto
José Reñé Prenafeta, BeatoJosé Reñé Prenafeta, Beato
Sacerdote y Mártir, 16 de agosto
Ángel Agustín Mazzinghi, BeatoÁngel Agustín Mazzinghi, Beato
Presbítero, 16 de agosto
Juan de Santa Marta, BeatoJuan de Santa Marta, Beato
Presbítero y Mártir, 16 de agosto
Plácido García Gilabert, BeatoPlácido García Gilabert, Beato
Sacerdote y Mártir, 16 de agosto
Serena, santaSerena, santa
Emperatriz Romana, 16 de agosto
Roque, SantoRoque, Santo
Peregrino, 16 de agosto
Esteban de Hungría, SantoEsteban de Hungría, Santo
Memoria Litúrgica, 16 de agosto