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domingo, 26 de julio de 2020

EL EVANGELIO DE HOY DOMINGO 26 DE JULIO DE 2020


Lecturas de hoy Domingo 17º del Tiempo Ordinario - Ciclo A
Hoy, domingo, 26 de julio de 2020



Primera lectura
Lectura del primer libro de los Reyes (3,5.7-12):

En aquellos días, el Señor se apareció en sueños a Salomón y le dijo: «Pideme lo que quieras.»
Respondió Salomón: «Señor, Dios mío, tú has hecho que tu siervo suceda a David, mi padre, en el trono, aunque yo soy un muchacho y no sé desenvolverme. Tu siervo se encuentra en medio de tu pueblo, un pueblo inmenso, incontable, innumerable. Da a tu siervo un corazón dócil para gobernar a tu pueblo, para discernir el mal del bien, pues, ¿quién sería capaz de gobernar a este pueblo tan numeroso?»
Al Señor le agradó que Salomón hubiera pedido aquello, y Dios le dijo: «Por haber pedido esto y no haber pedido para ti vida larga ni riquezas ni la vida de tus enemigos, sino que pediste discernimiento para escuchar y gobernar, te cumplo tu petición: te doy un corazón sabio e inteligente, como no lo ha habido antes ni lo habrá después de ti.»

Palabra de Dios


Salmo
Sal 118,57.72.76-77.127-128.129-130

R/. ¡Cuánto amo tu voluntad, Señor!

Mi porción es el Señor;
he resuelto guardar tus palabras.
Más estimo yo los preceptos de tu boca
que miles de monedas de oro y plata. R/.

Que tu bondad me consuele,
según la promesa hecha a tu siervo;
cuando me alcance tu compasión,
viviré, y mis delicias serán tu voluntad. R/.

Yo amo tus mandatos
más que el oro purísimo;
por eso aprecio tus decretos
y detesto el camino de la mentira. R/.

Tus preceptos son admirables,
por eso los guarda mi alma;
la explicación de tus palabras ilumina,
da inteligencia a los ignorantes. R/.


Segunda lectura
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos (8,28-30):

Sabemos que a los que aman a Dios todo les sirve para el bien: a los que ha llamado conforme a su designio. A los que había escogido, Dios los predestinó a ser imagen de su Hijo, para que él fuera el primogénito de muchos hermanos. A los que predestinó, los llamó; a los que llamó, los justificó; a los que justificó, los glorificó.

Palabra de Dios


Evangelio de hoy
Lectura del santo evangelio según san Mateo (13,44-52):

En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: «El reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en el campo: el que lo encuentra lo vuelve a esconder y, lleno de alegría, va a vender todo lo que tiene y compra el campo. El reino de los cielos se parece también a un comerciante en perlas finas que, al encontrar una de gran valor, se va a vender todo lo que tiene y la compra. El reino de los cielos se parece también a la red que echan en el mar y recoge toda clase de peces: cuando está llena, la arrastran a la orilla, se sientan, y reúnen los buenos en cestos y los malos los tiran. Lo mismo sucederá al final del tiempo: saldrán los ángeles, separarán a los malos de los buenos y los echarán al horno encendido. Allí será el llanto y el rechinar de dientes. ¿Entendéis bien todo esto?»
Ellos le contestaron: «Sí.»
Él les dijo: «Ya veis, un escriba que entiende del reino de los cielos es como un padre de familia que va sacando del arca lo nuevo y lo antiguo.»

Palabra del Señor




Comentario al Evangelio de hoy domingo, 26 de julio de 2020
Enrique Martínez de la Lama-Noriega, cmf


DISCERNIR EL REINO DE DIOS


        La Escritura nos cuenta que Dios a veces se sirve de los «sueños» para ponerse en contacto con las personas. Es el caso del joven Salomón: «Pídeme lo que deseas que te dé». 

          Si a mí me ofreciese Dios algo así, no sé muy bien lo que le pediría. No sé si para mí o para otros: capacidad para poner en marcha una empresa exitosa, encontrar una pareja que merezca le pena, inteligencia para obtener buenas titulaciones académicas... ¡qué sé yo! Acabar con el hambre en el mundo, capacidad para sanar tantas enfermedades, habilidad para consolar tantos sufrimientos y curar tantas heridas del corazón... Lo que cada uno llega a ser depende radicalmente de las elecciones que haga. Porque lo que elige lo va convirtiendo en un tipo concreto de persona.

      El joven Salomón, consciente de su poquedad y de las responsabilidades que le esperan, pendiente de las personas a las que debe guiar y atender... pide «un corazón atento para juzgar (hacer justicia) a tu pueblo y discernir entre el bien y el mal». Y Dios le concede «un corazón sabio e inteligente».

     Cada palabra es importante. Y la suya es una oración conveniente y necesaria para todos los bautizados, porque todos (cada cual según su vocación) tenemos la tarea de cuidar de "inmenso" pueblo de Dios (la Iglesia, pero no sólo: el pueblo de Dios es también la humanidad). Un corazón «atento», que sepa hacer «justicia» (era ésta una tarea especialmente querida por Dios para sus reyes), y «discernir» el bien del mal. 

Del discernimiento se ha ocupado repetidamente el Papa Francisco , porque seguramente es una urgencia hoy en el mundo y en la Iglesia: son dones del Espíritu: sabiduría y discernimiento. Tomo algunas ideas de su exhortación apostólica Gaudete et Exsultate (167-169): 

Hoy día, el hábito del discernimiento se ha vuelto particularmente necesario. Porque la vida actual ofrece enormes posibilidades de acción y de distracción, y el mundo las presenta como si fueran todas válidas y buenas. Sin la sabiduría del discernimiento podemos convertirnos fácilmente en marionetas a merced de las tendencias del momento.

Cuando aparece una novedad en la propia vida, hay que discernir si es el vino nuevo que viene de Dios o es una novedad engañosa del espíritu del mundo o del espíritu del diablo. En otras ocasiones las fuerzas del mal nos inducen a no cambiar, a dejar las cosas como están, a optar por el inmovilismo o la rigidez. Entonces impedimos que actúe el soplo del Espíritu. Somos libres, con la libertad de Jesucristo, pero él nos llama a examinar lo que hay dentro de nosotros -deseos, angustias, temores, búsquedas- y lo que sucede fuera de nosotros -los "signos de los tiempos"- para reconocer los caminos de la libertad plena: "Examinadlo todo; quedaos con lo bueno" (1 Ts 5,21).

El discernimiento no solo es necesario en momentos extraordinarios, o cuando hay que resolver problemas graves, o cuando hay que tomar una decisión crucial. Es un instrumento de lucha para seguir mejor al Señor, para estar dispuestos a reconocer los tiempos de Dios y de su gracia, para no desperdiciar las inspiraciones del Señor, para no dejar pasar su invitación a crecer.

El discernimiento espiritual no excluye los aportes de sabidurías humanas, existenciales, psicológicas, sociológicas o morales. Pero las trasciende. Ni siquiera le bastan las sabias normas de la Iglesia. Recordemos siempre que el discernimiento es una gracia. Se trata de entrever el misterio del proyecto único e irrepetible que Dios tiene para cada uno y que se realiza en medio de los más variados contextos y límites. No está en juego solo un bienestar temporal, ni la satisfacción de hacer algo útil, ni siquiera el deseo de tener la conciencia tranquila. Está en juego el sentido de mi vida ante el Padre que me conoce y me ama, el verdadero para qué de mi existencia que nadie conoce mejor que él. El discernimiento, en definitiva, conduce a la fuente misma de la vida que no muere, es decir, conocer al Padre, el único Dios verdadero, y al que ha enviado: Jesucristo (cf. Jn 17,3). No requiere de capacidades especiales ni está reservado a los más inteligentes o instruidos, y el Padre se manifiesta con gusto a los humildes (cf. Mt 11,25).

           Me parece suficiente apuntar estas claves... que darían de sí para una más larga reflexión y comentario. Cada cual vea la conveniencia y el modo de hacerlo. Sí que importa que caigamos en la cuenta de la relevancia de las elecciones (u omisiones) que vamos haciendo en nuestro seguimiento del Señor, en la búsqueda de su voluntad. Lo que voy eligiendo me va «haciendo» o me va «alejando» de lo que estoy llamado a ser. 

        Podemos enlazar aquí con el contenido del Evangelio. En él encontramos a alguien que tiene que discernir qué hacer cuando encuentra «por casualidad» un tesoro en un campo. Un comerciante que, "buscando" perlas finas, encuentra una especialmente valiosa. Y unos pescadores que, después de echar la red, tienen que «discernir» entre los peces buenos y los malos. Sirven a Jesús estos ejemplos para seguir hablando del Reino:

       § El Reino de Dios o de los cielos es «aquello que pertenece a Dios» y que se nos propone como proyecto, como sentido, como objetivo para nuestra existencia. Es todo un «contenedor» de valores que nos vienen de Dios... para que vayamos discerniendo y construyendo el andamio de nuestra vida personal y de nuestra sociedad aquí en la tierra.  

       § El Reino de Dios significa cómo son las cosas cuando Dios anda por medio, cómo son las personas cuando se dejan hacer y guiar por Dios. Es decir: cómo es el mundo cuando nada se opone a la voluntad de Dios. Por eso podemos identificar perfectamente el Reino con la persona de Jesús: alguien que es pura voluntad y obediencia al Padre.  

     § O sea que hablar del Reino es lo mismo que hablar de la «felicidad profunda» a la que aspira cualquier ser humano, y que Dios mismo ha tomado como su primera ocupación y su principal empeño y objetivo. Y nos importa mucho conocer cómo es ese Reino de Dios, cómo es ese proyecto de Dios, cómo puedo encontrarme con el Dios que me busca y se preocupa por mi plenitud/felicidad aquí,  y también después. ¡Esto sí que es un tesoro, o una perla preciosa!

        Algunos apuntes y criterios para ir discerniendo el Reino: «Todo lo estimo basura, con tal de conocer a Cristo y el poder de su resurrección" «A los que aman a Dios todo les sirve para el bien». «Hemos sido predestinados a reproducir la imagen de su Hijo, para que él fuera el primogénito entre muchos hermanos» (San Pablo). Para conseguir el tesoro o la perla especial... hay que deshacerse, renunciar, prescindir: sólo puedo «comprar» si me deshago de lo que tengo (y que vale menos). Y que lo que encuentro tan valioso... y me hace renunciar a todo... no lo vivo como una renuncia, pues, me llena de alegría, precisamente porque es lo más valioso.

          Para terminar, me permito recoger unas afirmaciones de Fernando Cordero, sscc, sobre esas ocasiones  en que nos encontramos por sorpresa con el Reino presente, invitándonos a reconocer y encontrar tantas más: hay tanto reino escondido por esos campos de Dios... incluido el campo que yo soy...

“El reino de los cielos se parece a aquel enfermo que, en medio de la crisis del Covid-19, llenó de esperanza a todos los que tenía a su alrededor”.

“El reino de los cielos se parece a aquella madre que saca adelante a sus hijos ella sola”.

“El reino de los cielos se parece a aquella misionera que, a pesar de sus años, atiende como enfermera a las personas de un poblado de África”.

“El reino de los cielos se parece a aquella empresaria generosa que actúa más con el corazón que con los criterios de la empresa”.

“El reino de los cielos se parece a aquel dibujante que, cuando la pandemia azotaba a la población, él seguía repartiendo esperanza y alegría”.

“El reino de los cielos se parece a aquella mujer que busca encontrar unos días para irse de retiro”.

“El reino de los cielos se parece a aquel matrimonio que comparte su estupendo ático para que otros puedan ver las vistas desde su casa”.

“El reino de los cielos se parece a tantos capellanes que, a pesar del riesgo de contagio, no dejaron a un lado a los enfermos de Covid-19”.

Y ahora, seguid, vosotros…

Enrique Martínez de la Lama-Noriega, cmf 

ORACIÓN A SANTA ANA Y SAN JOAQUÍN

Oración a San Joaquín y Santa Ana



Insigne y glorioso patriarca San Joaquín y bondadosísima Santa Ana, ¡cuánto es mi gozo al considerar que fueron escogidos entre todos los santos de Dios para dar cumplimiento divino y enriquecer al mundo con la gran Madre de Dios, María Santísima! Por tan singular privilegio, han llegado a tener la mayor influencia sobre ambos, Madre e Hijo, para conseguirnos las gracias que más necesitamos.

Con gran confianza recurro a su protección poderosa y les encomiendo todas mis necesidades espirituales y materiales y las de mi familia. Especialmente la gracia particular que confío a su solicitud y vivamente deseo obtener por su intercesión.

Como ustedes fueron ejemplo perfecto de vida interior, obténgame el don de la más sincera oración. Que yo nunca ponga mi corazón en los bienes pasajeros de esta vida.

Denme vivo y constante amor a Jesús y a María. Obténganme también una devoción sincera y obediencia a la Santa Iglesia y al Papa que la gobierna para que yo viva y muera con fe, esperanza y perfecta caridad.

Que yo siempre invoque los santos Nombres de Jesús y de María, y así me salve.

Amén

HOY CELEBRAMOS A SAN JOAQUÍN Y SANTA ANA, PADRES DE LA VIRGEN MARÍA, 26 DE JULIO

San Joaquín y Santa Ana
Los padres de la Virgen María, 26 de julio


Por: P. Jesús Martí Ballester | Fuente: Catholic.net




Un matrimonio santo
Martirologio Romano: Memoria de san Joaquín y santa Ana, padres de la Inmaculada Virgen María, Madre de Dios, cuyos nombres se conservaron gracias a la tradición de los cristianos.

Breves Biografías

San Joaquín

Joaquín (Yahvé prepara) fue el padre de la Virgen María, madre de Dios. Según San Pedro Damián, deberíamos tener por curiosidad censurable e innecesaria el inquirir sobre cuestiones que los evangelistas no tuvieron a bien relatar, y, en particular, acerca de los padres de la Virgen.

Con todo, la tradición, basándose en testimonios antiquísimos y muy tempranamente, saludó a los santos esposos Joaquín y Ana como padre y madre de la Madre de Dios.

Ciertamente, esta tradición parece tener su fundamento último en el llamado Protoevangelio de Santiago, en el Evangelio de la Natividad de Santa María y el Pseudomateo o Libro de la Natividad de Santa María la Virgen y de la infancia del Salvador; este origen es normal que levantara sospechas bastante fundadas.

No debería olvidarse, sin embargo, que el carácter apócrifo de tales escritos, es decir, su exclusión del canon y su falta de autenticidad no conlleva el prescindir totalmente de sus aportaciones.

En efecto, a la par que hechos poco fiables y legendarios, estas obras contienen datos históricos tomados de tradiciones o documentos fidedignos; y aunque no es fácil separar el grano de la paja, sería poco prudente y acrítico rechazar el conjunto indiscrimadamente.


Algunos comentaristas, que opinan que la genealogía aportada por San Lucas es la de la Virgen, hallan la mención de Joaquín en Helí (Lucas, 3, 23; Eliachim, es decir, Jeho-achim), y explican que José se había convertido a los ojos de la ley, a fuer de su matrimonio, en el hijo de Joaquín. Que esa sea el propósito y la intención del evangelista es más que dudoso, lo mismo que la identificación propuesta entre los dos nombres Helí y Joaquín.

Tampoco se puede afirmar con certeza, a pesar de la autoridad de los Bollandistas, que Joaquín fuera hijo de Helí y hermano de José; ni tampoco, como en ocasiones se dice a partir de fuentes de muy dudoso valor, que era propietario de innumerables cabezas de ganado y vastos rebaños.

Más interesantes son las bellas líneas en las que el Evangelio de Santiago describe, cómo, en su edad provecta, Joaquín y Ana hallaron respuesta a sus oraciones en favor de tener descendencia.

Es tradición que los padres de Santa María, que aparentemente vivieron primero en Galilea, se instalaron después en Jerusalén; donde nació y creció Nuestra Señora; allí también murieron y fueron enterrados.

Una iglesia, conocida en distintas épocas como Santa María, Santa María ubi nata est, Santa María in Probática, Sagrada Probática y Santa Ana fue edificada en el siglo IV, posiblemente por Santa Elena, en el lugar de la casa de San Joaquín y Santa Ana, y sus tumbas fueron allí veneradas hasta finales del siglo IX, en que fue convertida en una escuela musulmana.

La cripta que contenía en otro tiempo las sagradas tumbas fue redescubierta en 1889. San Joaquín fue honrado muy pronto por los griegos, que celebran su fiesta al día siguiente de la de la Natividad de Ntra. Señora. Los latinos tardaron en incluirlo en su calendario, donde le correspondió unas veces el 16 de septiembre y otras el 9 de diciembre.

Asociado por Julio II [el de la capilla Sixtina] al 20 de marzo, la solemnidad fue suprimida unos cinco años después, restaurada por Gregorio XV (1622), fijada por Clemente XII (1738) en el domingo posterior a la Asunción, y fue finalmente León XIII [el de la Rerum Novarum] quien, el 1 de agosto de 1879, dignificó la fiesta de estos esposos que se celebró por separado hasta la última reforma litúrgica.


Santa Ana

Ana (del hebreo Hannah, gracia) es el nombre que la tradición ha señalado para la madre de la Virgen. Las fuentes son las mismas que en el caso de San Joaquín. Aunque la versión más antigua de estas fuentes apócrifas se remonta al año 150 d.C., difícilmente podemos admitir como fuera de toda duda sus variopintas afirmaciones con fundamento en su sola autoridad.

En Oriente, el Protoevangelio gozó de gran autoridad y de él se leían pasajes en las fiestas marianas entre los griegos, los coptos y los árabes. En Occidente, sin embargo, como ya te adelanté con San Joaquín, fue rechazado por los Padres de la Iglesia hasta que su contenido fue incorporado por San Jacobo de Vorágine a su Leyenda Áurea en el siglo XIII.

A partir de entonces, la historia de Santa Ana se divulgó en Occidente y tuvo un considerable desarrollo, hasta que Santa Ana llegó a convertirse en uno de los santos más populares también para los cristianos de rito latino.

El Protoevangelio aporta la siguiente relación: En Nazaret vivía una pareja rica y piadosa, Joaquín y Ana. No tenían hijos. Cuando con ocasión de cierto día festivo Joaquín se presentó a ofrecer un sacrificio en el templo, fue arrojado de él por un tal Rubén, porque los varones sin descendencia eran indignos de ser admitidos.

Joaquín entonces, transido de dolor, no regresó a su casa, sino que se dirigió a las montañas para manifestar su sentimiento a Dios en soledad. También Ana, puesta ya al tanto de la prolongada ausencia de su marido, dirigió lastimeras súplicas a Dios para que le levantara la maldición de la esterilidad, prometiendo dedicar el hijo a su servicio.

Sus plegarias fueron oídas; un ángel se presentó ante Ana y le dijo: "Ana, el Señor ha visto tus lágrimas; concebirás y darás a luz, y el fruto de tu seno será bendecido por todo el mundo". El ángel hizo la misma promesa a Joaquín, que volvió al lado de su esposa. Ana dio a luz una hija, a la que llamó Miriam.

Dado que esta narración parece reproducir el relato bíblico de la concepción del profeta Samuel, cuya madre también se llamaba Hannah, la sombra de la duda se proyecta hasta en el nombre de la madre de María.

El célebre Padre John de Eck de Ingolstadt, en un sermón dedicado a Santa Ana (pronunciado en París en 1579), aparenta conocer hasta los nombres de los padres de Santa Ana. Los llama Estolano (Stollanus) y Emerencia (Emerentia).

Afirma que la santa nació después de que Estolano y Emerencia pasaran veinte años sin descendencia; que San Joaquín murió poco después de la presentación de María en el templo; que Santa Ana casó después con Cleofás, del cual tuvo a María de Cleofás; la mujer de Alfeo y madre de los apóstoles Santiago el Menor, Simón y Judas Tadeo, así como de José el Justo.

Después de la muerte de Cleofás, se dijo que casó con Salomas, de quien trajo al mundo a María Salomé (la mujer de Zebedeo y madre de los apóstoles Juan y Santiago el Mayor).

La misma leyenda espuria se halla en los textos de Gerson y en los de muchos otros. Allí surgió en el siglo XVI una animada controversia sobre los matrimonios de Santa Ana, en la que Baronio y Belarmino defendieron su monogamia.

En Oriente, al culto a Santa Ana se le puede seguir la pista hasta el siglo IV. Justiniano I hizo que se le dedicara una iglesia. El canon del oficio griego de Santa Ana fue compuesto por San Teófanes, pero partes aún más antiguas del oficio son atribuidas a Anatolio de Bizancio.

Su fiesta se celebra en Oriente el 25 de julio, que podría ser el día de la dedicación de su
primera iglesia en Constantinopla o el aniversario de la llegada de sus supuestas reliquias a esta ciudad (710).

Aparece ya en el más antiguo documento litúrgico de la Iglesia Griega, el Calendario de
Constantinopla (primera mitad del siglo VIII). Los griegos conservan una fiesta común de San Joaquín y Santa Ana el 9 de septiembre.

En la Iglesia Latina, Santa Ana no fue venerada, salvo, quizás, en el sur de Francia, antes del siglo XIII. Su imagen, pintada en el siglo
VIII y hallada más tarde en la Iglesia de Santa María la Antigua de Roma, acusa la influencia bizantina.

Su fiesta, bajo la influencia de la Leyenda Áurea, se puede ya rastrear (26 de julio) en el siglo XIII, en Douai. Fue introducida en Inglaterra por Urbano VI el 21 de noviembre de 1378, y a partir de entonces se extendió a toda la Iglesia occidental. Pasó a la Iglesia Latina universal en 1584.

Santa Ana es la patrona de Bretaña. Su imagen milagrosa (fiesta, 7 de marzo) es venerada en Notre Dame d´Auray, en la diócesis de Vannes.
También en Canadá -donde es la patrona principal de la provincia de Québec- el santuario de Santa Ana de Beaupré es muy famoso.

Santa Ana es patrona de las mujeres trabajadoras; se la representa con la Virgen María en su regazo, que también lleva en brazos al Niño Jesús. Es además la patrona de los mineros, que comparan a Cristo con el oro y con la plata a María.

Jesús Martí Ballester

7 DATOS QUE QUIZÁS NO SABÍAS DE LOS ABUELOS DE JESÚS


7 datos que quizás no sabías de los abuelos de Jesús
POR MARÍA XIMENA RONDÓN | ACI Prensa






Este domingo 26 de julio la Iglesia celebra la Fiesta de San Joaquín y Santa Ana, los abuelos de Jesús; por ello te brindamos algunos datos que quizás no conocías sobre sus vidas y para que te animes a pedir su intercesión.

1.- Sus nombres figuran en evangelios apócrifos
Según indica la Enciclopedia Católica, la mención de Joaquín y Ana como los padres de la Virgen María figura en los evangelios apócrifos: el “evangelio de Santiago”, el “evangelio de la Natividad de la Santísima Virgen” y el “Libro de la natividad de la Santa Virgen María y la infancia del Salvador”.

2.- San Joaquín se retiró 40 días al desierto
El evangelio apócrifo de Santiago narra que un día el sumo sacerdote del Templo de Jerusalén no quiso aceptar la ofrenda de Joaquín porque este era de edad avanzada y no tenía hijos.

Dolido, el santo decidió retirarse al desierto, donde permaneció 40 días orando y ayunando a Dios como penitencia por sus pecados y rogándole que le conceda la bendición de poder tener hijos.


3.- Un ángel dijo a Santa Ana que quedaría embarazada
Según la tradición, luego que su esposo partió al desierto, Santa Ana se entristeció y rezaba y ayunaba por él. También pedía con fervor a Dios la gracia de tener un hijo, ya que recibía burlas a causa de su esterilidad.

Como respuesta a sus plegarias, un ángel se le apareció y le dijo: “Ana, el Señor ha escuchado tu oración: concebirás y darás a luz a una hija santísima, ante cuya presencia todos se arrodillarán y bendecirán porque ella traerá la salvación al mundo; su nombre será María”.

San Joaquín también recibió la visita del ángel en el desierto y regresó a casa.

4.- Consagraron a su única hija a Dios
La tradición también señala que tres años después del nacimiento de la Virgen María y pasado el tiempo de lactancia, San Joaquín y Santa Ana llevaron a la niña al templo para consagrarla a Dios.

5.- Le enseñaron a María a escuchar y a hacer la voluntad de Dios
En una ocasión, el Papa Francisco afirmó que en su hogar la Virgen María “creció acompañada por su amor y su fe; en su casa aprendió a escuchar al Señor y a seguir su voluntad”.

“Los santos Joaquín y Ana forman parte de esa larga cadena que ha transmitido el amor de Dios en el calor de la familia, hasta María que acogió en su seno al Hijo de Dios y lo dio al mundo. Nos los ha dado a nosotros. ¡Qué precioso es el valor de la familia, como lugar privilegiado para transmitir la fe!”, expresó.


6.- Iban a pasear con Jesús al Monte Carmelo
Una antigua tradición de la Iglesia Católica señala que el Niño Jesús iba con frecuencia a rezar y a pasear al Monte Carmelo (Israel) junto con sus padres San José y la Virgen María, y sus abuelos San Joaquín y Santa Ana.

Los habitantes de la zona le tomaron cariño. Siglos más tarde los carmelitas extendieron la devoción al Divino Niño.

7.- ¿Quieres casarte? Entonces rézale a Santa Ana
La mística española Venerable María de Jesús de Ágreda tuvo una visión de la Virgen María donde le reveló la oración que rezaba Santa Ana para pedir un buen esposo.

Puedes rezarla AQUÍ.

¿DÓNDE SE ENCUENTRAN LAS TUMBAS DE LOS 12 APÓSTOLES?


¿Dónde se encuentran las tumbas de los 12 apóstoles?
Redacción ACI Prensa




En un artículo del National Catholic Register se informó sobre los lugares donde, con mayor certeza y basándose en investigaciones de arqueólogos, se encontrarían las tumbas de los 12 apóstoles.

Los doce apóstoles son: Simón, llamado Pedro, y su hermano Andrés; Santiago el Mayor (hijo de Zebedeo) y su hermano Juan; Felipe y Bartolomé; Tomás y Mateo el publicano; Santiago el Menor (hijo de Alfeo); Simón el Cananeo, Judas Tadeo y Judas Iscariote, quien entregó a Jesús. En reemplazo de este último, se nombró luego a Matías.

San Pedro

El artículo del escritor Thomas Craughwell, indica que durante los últimos 100 años, los arqueólogos casi han confirmado la ubicación de las tumbas de San Pedro, San Pablo y San Juan.

Alrededor del año 64, San Pedro fue crucificado de cabeza por Nerón en la colina del Vaticano. Los cristianos recuperaron su cuerpo y lo enterraron en un cementerio cercano. Alrededor del año 326, el emperador Constantino niveló lo que quedaba de la arena y la colina y erigió una gran basílica con el altar mayor colocado sobre la tumba de San Pedro. Pero después de siglos de restauraciones y reconstrucciones, la ubicación de la tumba se perdió. La tradición seguía insistiendo en que los huesos de Pedro yacían debajo del altar mayor de su basílica, pero nadie lo había visto en siglos.

En 1939, los trabajadores cavaban una tumba para el Papa Pío XI en las grutas debajo de San Pedro, cuando uno de ellos sintió que su pala no encontraba más tierra. Al pasar una linterna por el agujero, el equipo vio el interior de un mausoleo del siglo II. La exploración reveló una necrópolis romana entera y perfectamente conservada que fue cubierta por pedido de Constantino. Directamente debajo del altar mayor de San Pedro, los arqueólogos encontraron una tumba simple que contenía los huesos de un hombre robusto y anciano. En la pared de la tumba se encontraron innumerables oraciones y peticiones a San Pedro, así como una inscripción griega que decía: “Pedro está dentro”. Después de años de estudio, San Pablo VI declaró en 1968 que los huesos en esa tumba pertenecían a San Pedro.

San Juan

La tradición indica que San Juan Evangelista murió en Éfeso, en lo que ahora es Turquía, alrededor del año 100. En el siglo IV, después de que Constantino pusiera fin a la persecución contra la Iglesia, los cristianos de Éfeso construyeron una capilla sobre la tumba del apóstol. En el siglo V, el emperador Justiniano reemplazó la capilla con una gran basílica. Después de que la región fue conquistada por los turcos, la basílica se convirtió en una mezquita, que a su vez fue destruida por Tamerlane en 1402. En la década de 1920, equipos arqueológicos de Grecia y Austria excavaron los restos de la basílica y encontraron en su interior la tumba de San Juan. La tumba estaba vacía y nadie sabe qué fue del cuerpo del apóstol.

San Andrés

San Andrés, el primer hombre al que Cristo llamó a ser apóstol, fue el hermano de San Pedro. Se dice que después tras la ascensión de Cristo al Cielo, Andrés llevó el evangelio a las tierras que ahora son Rusia y Ucrania. Luego, en su vejez, viajó a Grecia, donde fue martirizado en la ciudad de Patras. Los cristianos locales lo enterraron allí, pero en el año 357 la mayoría de sus huesos fueron trasladados a Constantinopla. En 1204 los cruzados italianos saquearon el santuario de San Andrés y llevaron sus reliquias a Amalfi, donde permanecen hasta el día de hoy.

En 1964, San Pablo VI devolvió algunas de las reliquias de Andrés a la Iglesia ortodoxa griega, y están nuevamente consagradas en la basílica construida sobre lo que se cree que es la tumba original del apóstol.

Santiago el Mayor

En el año 44, Santiago el Mayor, hermano de San Juan, fue martirizado en Jerusalén, siendo el primero de los apóstoles en dar su vida por la fe católica. Según la tradición, su cuerpo fue transportado milagrosamente al norte de España y enterrado en un cementerio cristiano (los españoles creen que durante los viajes misioneros de Santiago por el Mediterráneo predicó el evangelio en España).

Una leyenda popular dice que las reliquias del apóstol se quedaron allí, olvidadas, hasta el 814, cuando un ermitaño llamado Pelayo siguió una estrella a un campo abierto y descubrió los restos del apóstol. Hoy están consagrados en la Catedral de Santiago en Santiago de Compostela. Curiosamente, debajo de la catedral, los arqueólogos han encontrado un cementerio cristiano del primer siglo.

Santiago el Menor

Santiago el Menor sirvió como primer obispo de Jerusalén y fue martirizado allí: arrojado desde el techo del templo y, dado que aún estaba vivo, fue golpeado y apedreado hasta la muerte. Según la tradición, Santiago fue enterrado en el Monte de los Olivos, con vista a Jerusalén. En el siglo VI, el emperador Justiniano II trasladó sus reliquias a Constantinopla. En algún momento, una parte o quizás todas las reliquias de Santiago se trasladaron a la Iglesia de los Doce Apóstoles en Roma, donde hoy se encuentran en el mismo santuario con las reliquias de su compañero apóstol, San Felipe.

San Felipe

En julio de 2011, los arqueólogos que trabajaban en Turquía anunciaron que habían descubierto lo que creían que era la tumba original de San Felipe. El sarcófago romano del siglo I se encontró en las ruinas de una iglesia de los siglos IV o V dedicada al apóstol. De acuerdo con una tradición registrada en el documento apócrifo del siglo IV, conocido como los Hechos de Felipe, alrededor del año 80, el apóstol fue arrestado en Hierópolis, clavado de sus pies en un árbol, boca abajo y finalmente decapitado.

El sitio de la tumba de San Felipe se convirtió en lugar de peregrinación y los arqueólogos han descubierto el camino que conducía al Martyrium o santuario de los mártires. El santuario fue destruido en el siglo VII por un violento terremoto e incendio; las reliquias de San Felipe fueron trasladadas a Constantinopla y de allí a Roma, donde fueron consagradas con las reliquias de Santiago el Menor en la Iglesia de los Doce Apóstoles. 

Cuando los arqueólogos abrieron el sarcófago en Hierópolis, no encontraron huesos humanos en la tumba, por lo que es posible que los restos de San Felipe se conserven en la cripta de los Doce Apóstoles en Roma.

Tomás, Bartolomé, Mateo, Simón y Judas Tadeo, y Matías

La antigua tradición dice que Santo Tomás viajó más lejos que cualquiera de los otros apóstoles, predicando el evangelio en la India, donde fue martirizado por un sacerdote hindú que lo atravesó con una lanza. Hoy en día, una porción de los huesos de Santo Tomás son venerados en la Basílica de Santo Tomás en Chennai (India). De alguna manera, la mayoría de sus restos fueron transportados a Edessa en Mesopotamia. En 1258 estas reliquias fueron llevadas a Ortona (Italia), donde se encuentran en un cofre de oro dentro de un altar de mármol blanco en la Basílica de Santo Tomás Apóstol.


Se cuenta que después de Pentecostés, San Bartolomé llevó la cristiandad a Armenia, donde fue martirizado tras ser desollado vivo. En el 809, las reliquias de San Bartolomé fueron trasladadas de su tumba en Armenia, a Lipar, y luego en 838 a Benevento, en el sur de Italia. En 983, el emperador romano Otto III erigió en Roma una iglesia en la isla Tiberina, en el río Tíber; dedicó la iglesia a San Bartolomé y tenía allí una parte de las reliquias del apóstol. Así que tanto Roma como Benevento son los santuarios principales de San Bartolomé.

El recaudador de impuestos que se convirtió en evangelista, San Mateo, predicó en Etiopía, donde fue martirizado cuando celebró la Misa. En el 954, las reliquias de San Mateo fueron trasladadas de su tumba en Etiopía a la ciudad de Salerno en Italia. Las reliquias son veneradas en la cripta de la catedral de San Mateo de Salerno.

Cada año, millones de peregrinos visitan la Basílica de San Pedro de Roma, y ​​la mayoría de ellos camina por el altar que alberga las reliquias del inmensamente popular San Judas Tadeo y de San Simón, menos venerado. 

La tradición dice que los dos apóstoles viajaron juntos para predicar el evangelio en Persia, donde fueron martirizados: Judas fue golpeado hasta la muerte con un palo y Simón fue cortado por la mitad. Es incierto cuándo sus reliquias fueron trasladadas a Roma.

Los once apóstoles sobrevivientes eligieron a San Matías para reemplazar a Judas Iscariote, que traicionó a Nuestro Señor y luego se quitó la vida. Se dice que alrededor del año 326, la emperatriz Santa Elena encontró la tumba de San Matías en Jerusalén y envió sus reliquias a los cristianos de Tréveris (Alemania). Sus restos todavía son venerados en la Basílica de San Matías de Trier.

Los restos de San Pablo

Aunque Saulo de Tarso -posteriormente llamado Pablo-, no fue parte de los apóstoles que siguieron a Jesús, es conocido también como el apóstol de los gentiles.

Según la tradición, San Pablo fue decapitado el mismo día que San Pedro fue crucificado. Constantino no olvidó a San Pablo: construyó una basílica sobre la tumba del apóstol en la Vía Ostiense. En 2009, el Papa Benedicto XVI anunció que, después de varios años de estudio, los arqueólogos del Vaticano se sintieron seguros de que los restos consagrados en un sarcófago debajo del altar mayor de la Basílica de San Pablo Extramuros de Roma son, de hecho, las reliquias de San Pablo. 

“Fragmentos de hueso fueron carbonizados por expertos que no sabían nada sobre su procedencia y los resultados mostraron que eran de alguien que vivió entre el siglo I y II. Esto parece confirmar la tradición unánime e indiscutible de que estos son los restos mortales de Pablo el Apóstol”, dijo Benedicto XVI.



Traducido y adaptado por Diego López Marina. Publicado originalmente en National Catholic Register.