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jueves, 13 de febrero de 2020

ORACIÓN A SAN VALENTÍN PARA PEDIR FIDELIDAD Y UNIÓN EN LA PAREJA

Oración a San Valentín para
 pedir fidelidad y unión en la pareja




Oh dignísimo san Valentín,
que nos diste una verdadera lección de vida cristiana
llevada hasta el heroísmo, hasta el martirio,
hasta la más plena identificación con Cristo.

Tú, que fuiste dotado de virtud y sabiduría,
y que por tu gran caridad mereciste ser llamado padre de los pobres
y angustiados, y por los prodigios y milagros
que obraste conseguiste la veneración de todos.

Tú que impartiste bendiciones a tantos matrimonios
y por ello es que eres el Patrono de los enamorados
y eres protector de los hogares y del amor conyugal,
quiero suplicar tu ayuda, intercede ante María Santísima
y su adorado Hijo Jesús para que bendigan mi unión y me concedan:

Que siempre estemos pendientes el uno del otro
y que nos tratemos con cariño y atención.

Que las grandes y pequeñas diferencias
no nos lleven al desamor y a la crisis.

Que entre nosotros siempre exista un equilibrio
para que no aumenten las desavenencias.

Que los disgustos y decepciones no cambien
nuestras metas y aspiraciones.

Que la pasión y la convivencia
estén siempre presentes en nuestra vida.

Que nuestros pensamientos sean positivos
para que la comunicación y la comprensión sean mutuas.

Que los celos, auténticos o infundados, no perturben nuestro amor
y nunca pensemos ni queramos ser infieles.

Que la envidia, maldad, rencor o celos de otras personas
jamás puedan separar y dañar nuestro amor.

Que los problemas materiales, laborales y económicos 
no sean causa de distanciamiento, y podamos manejarlos y resolverlos juntos.

Que gocemos de salud para vivir plenamente nuestro amor.

San Valentín haz que el amor y la unión que hoy sentimos
sea para siempre y nada nos separe jamás y en especial, dame tu asistencia para:

(Detalla tu intención aquí)

San Valentín, pide por nosotros, tómanos bajo tu protección
y alcánzanos el camino de la verdadera vida
para que lleguemos a gozar un día de los bienes eternos.

Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo que contigo
y el Espíritu Santo vive y reina en unidad,
y es Dios, por los siglos de los siglos, ¡Amén!

Padrenuestro, Avemaría y Gloria

LOS ÁNGELES Y LOS MORIBUNDOS


Los ángeles y los moribundos



Los ángeles son seres espirituales cuya naturaleza y misión podemos conocer en la Sagrada Escritura, la doctrina de la Iglesia o testimonios de videntes validados por la Iglesia como el conocido Ángel que se apareció a Lucía, Jacinta y Francisco en Fátima. El P. John Horgan trabaja en hospitales en la diócesis de Vancouver y en un libro recientemente publicado explica cómo la acción de los ángeles es fundamental en los últimos momentos de vida de los moribundos. La web Portaluz recoge un hecho verídico que experimentó este sacerdote con un moribundo.

El sacerdote canadiense de la Arquidiócesis de Vancouver, el P. John Horgan, ha escrito un libro titulado “His Angels at Our Side” (Sus Ángeles a nuestro lado), en el que testimonia -entre otras cosas- una particular historia sobre una intervención angélica directa. La historia es corta y revela cómo la misión de los ángeles se orienta a la salvación de las personas y la importancia en todo ello de los sacramentos.

El P. Horgan cuenta la historia de un hombre que no había sido bautizado y vivía alejado de Dios. Estando casado, cuenta el sacerdote, abandonó a su esposa e hijos, sólo para casarse con otra mujer, la cual lo abandonó cuando él recibió un diagnóstico de cáncer. He aquí la descripción del encuentro final del sacerdote con el hombre, en palabras del mismo P. Horgan en las páginas 272 a 274 de su libro:

“Los ángeles realizan su custodia de diversas maneras. En mi vida de sacerdote y como capellán de hospital, he sido testigo de la presencia de los santos ángeles, sobre todo en la atención a los enfermos y moribundos. Una vez acompañé a un hombre que no era católico, pero cuya primera esposa siempre había sido muy comprometida con la Fe; incluso después de que su matrimonio llegó a su fin, nunca dejó de rezar por su esposo. Él le había prometido que se bautizaría antes de morir, lo cual ella nunca olvidó. Su vida fue difícil después de que él la dejó, pero ella perseveró en su confianza en Dios, criando a los hijos la fe.

Cuando su esposo desarrolló cáncer, la segunda mujer lo dejó y se quedó solo. Pero la fiel esposa vino a su lado y lo cuidó en el hospital; incluso trajo a los hijos ya adultos para que se reconciliaran con él. Ella hizo todo lo posible para traer consuelo a sus últimos días y para animarle a una mejor relación con Dios. Aun así, él no quería ser bautizado. Fui a visitarlo regularmente, sin éxito. Pero ella me decía: “Padre, estoy orando a su ángel de la guarda y a mi ángel de la guarda. Estoy segura de que él será bautizado”.

Un domingo por la mañana me detuve, por casualidad, para visitar al hombre. Le pregunté una vez más: “¿Quieres ser bautizado y aceptar la gracia de Cristo? Ya sabes, que el Señor te ha estado llamando todos estos años, y has visto la evidencia de su amor en la fidelidad y devoción de tu buena esposa”. El hombre respondió: “Sí. Padre, sé lo que he hecho; sé cómo he vivido. Me arrepiento de todo y pido el perdón del Señor. Quiero ser bautizado”.

Comencé a preparar los aceites y el agua bendita para el Bautismo. Pero cuando estaba por comenzar el ritual, inequívocamente escuché una voz dentro de mí que decía: “¡AHORA!” Y entonces, sin demora, tomé el agua en un pequeño vaso de medicina, la vertí en la frente del hombre diciendo las palabras: “Yo te bautizo en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”. Y antes de que pudiera decir “Amén”, murió. No hubo sufrimiento; simplemente cerró los ojos y se fue. Se había ido a casa con Dios. Las enfermeras y su familia estaban asombrados por esto, pero lo que más recuerdo es la mirada en los ojos de la esposa. Con su último aliento había aceptado la gracia que su esposa había implorado para él durante tantos años. La fe y bondad de la esposa, probadas por años de sufrimiento, se habían hecho tan fuertes que rompieron toda resistencia interior y llamaron al infinito amor del Dios hecho hombre.

Una y otra vez, al atender a los moribundos y hablarles del cielo, he experimentado cómo la mención de los ángeles trae consuelo y paz, incluso a los que han estado alejados de la Iglesia. En muchos casos, los santos ángeles han permanecido fijos en sus mentes y corazones como una figura conocida por primera vez en la infancia, una devoción aprendida sobre las rodillas de sus madres, presente en una especial mansedumbre y sabiduría.

De igual manera, los ángeles pueden ayudar a los enfermos y moribundos a encontrar en los sufrimientos de nuestro Señor el significado y la importancia para su propio dolor, llevándolos a crecer en gracia y amor para que puedan entrar al Cielo regocijándose con la compañía de los mismos ángeles que han sido sus protectores de toda la vida”.


*Fuente: “Religión en Libertad”

EL AMOR ES LO MÁS GRANDE


El amor es lo más grande
Tengan amor para sus enemigos, bendigan a los que les maldicen, hagan bien a los que les odian, oren por los que les insultan y les maltratan...


Por: P. Paulo Dierckx y P. Miguel Jordá | Fuente: Para dar raz?e nuestra Esperanza, sepa defender su Fe




En mis visitas a las distintas comunidades, me doy cuenta de que hay mucha gente entre nosotros que tiene gran respeto por la Biblia. Algunos se reúnen hasta tres y cuatro veces en la semana para leer la Biblia. Y me alegro de que amen este libro sagrado.

Pero también me doy cuenta de que hay personas entre nosotros, que son muy de la Biblia, y al mismo tiempo son capaces de despreciar y hablar mal del prójimo; personas que duermen en la noche con la Biblia al lado, pero por nada quieren saludar a su vecino, ni tampoco quieren prestar algún servicio a una persona necesitada. Otros recorren pueblo tras pueblo para leer y enseñar la Palabra de Dios, pero se olvidan de cuidar a su madre enferma; se esfuerzan por vivir como ángeles la Biblia, pero se olvidan de ser «buena gente».

Queridos hermanos, debemos tener mucho cuidado con estas actitudes. Sí, debemos leer y meditar la Biblia, y debemos amar mucho este libro. Pero no debemos dejar a un lado lo más grande que nos enseña la Biblia: «el amor a Dios y el amor al prójimo».

En esta carta les quiero hablar acerca de este tema central de la Biblia, quiero que leamos juntos las páginas más hermosas de este libro sagrado, pero también estoy consciente de que es el mandamiento más difícil de cumplir.

No a la hipocresía

No basta conocer la Biblia de memoria; el demonio conoce la Biblia mejor que todos nosotros y era capaz de discutir con el mismo Jesús lanzándole textos bíblicos (Mt. 4, 1-11). Pero el demonio no ama y por eso está lejos de Dios. ¿De qué me sirve conocer la Biblia entera si no tengo amor? ¡De nada me sirve!

No basta tener fe sin tener obras de amor
«No olvides que también los demonios creen y, sin embargo, tiemblan delante de Dios» (Sant. 2, 19). La fe sin el amor es una fe muerta. ¿No dijo el apóstol Pablo que «la fe se hace eficaz por el amor» (Gal. 5, 6)?

No basta decir: «Señor, Señor»

El que dice que ama a Dios y luego habla mal del prójimo es un mentiroso. Y el que no ama no conoce a Dios (1Juan 4, 20). Dice Jesús: «No todos los que dicen Señor, Señor, van a entrar en el reino de los cielos, sino los que hacen la voluntad de mi Padre Celestial» (Mt. 7, 21).

No bastan las apariencias

No basta ser un hombre muy devoto y cumplir con las oraciones y pagar los diezmos... y luego criticar al otro que piensa distinto.

Los fariseos de la Biblia eran hombres sumamente devotos, muy observantes de la ley y pagaban estrictamente los diezmos, pero no olvidemos que fueron precisamente estos hombres devotos los que hicieron sufrir mucho a Jesús y finalmente lo llevaron a la muerte en la cruz.

«Si yo no tengo amor, yo nada soy» (1 Cor. 13, 2)

Si yo no tengo amor de nada me sirve estudiar la Biblia, de nada me sirve ir al templo y hacer largas oraciones y vigilias nocturnas.

Dios es amor, y el que no ama no está en Dios (1 Juan 4, 7). ¡Lo más grande de nuestra religión es el Amor!

El que ama a Dios, ama al prójimo

Un día un maestro de la ley se acercó a Jesús y le preguntó: «¿Cuál es el primero de todos los mandamientos?»

Jesús le contestó: «El primer mandamiento es: Oye, Israel, el Señor nuestro Dios es el único Señor. Ama pues al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Este es el primer mandamiento. Y el segundo es parecido, y es: Ama a tu prójimo como te amas a ti mismo. No hay otro mandamiento más importante que éstos» (Mc. 12, 28-31).

¿Por qué es éste el mandamiento más grande?

Simplemente porque DIOS ES AMOR. El amor viene de Dios. Todo el que tiene amor es hijo de Dios y conoce a Dios. El que vive en el amor vive en Dios y Dios vive en él (1 Jn. 4, 7-16).

El amor de Dios consiste en esto: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que El nos amó a nosotros y envió a su Hijo como sacrificio por nuestros pecados (1 Jn. 4,10).

La prueba más grande de amor nos la dio Jesucristo. El se entregó por amor a nosotros y derramó hasta la última gota de su sangre por nosotros. Ojalá que podamos comprender cada vez más «cuán ancho, largo, profundo y alto es el amor de Cristo. Que conozcamos este amor» (Ef. 3, 18-19), y que seamos imitadores de este amor.

No seamos mentirosos

Pero si alguno dice: «Yo amo a Dios» y al mismo tiempo odia a su hermano al cual ve, tampoco puede amar a Dios, al cual no ve (1 Jn. 4, 20). Si alguno dice que está en la luz, pero odia a su hermano, todavía está en la oscuridad. El que odia a su hermano vive y anda en la oscuridad, y no sabe a dónde va, porque la oscuridad lo ha vuelto ciego (1 Jn. 2, 9-10).

Nosotros hemos pasado de la muerte a la vida, y lo sabemos porque amamos a nuestros hermanos. El que no ama a su hermano, sigue muerto. Todo el que odia a su hermano es un asesino, y ustedes saben que ningún asesino puede tener vida en su corazón (1 Jn. 3, 14-15).

Amémonos unos a otros

Algunos piensan que el amor al prójimo es solamente amar a sus amigos o sus hermanos, y que pueden «guardar rencor a su enemigo», como en el Antiguo Testamento (Lev. 19, 18). Pero Jesús nos dice otra cosa: «Tengan amor para sus enemigos, bendigan a los que les maldicen, hagan bien a los que les odian, oren por los que les insultan y les maltratan... Pues si ustedes aman solamente a los que les aman a ustedes, ¿qué premio van a recibir por eso? Hasta los pecadores hacen eso. Y si saludan solamente a sus hermanos, ¿qué de bueno hacen?, pues hasta los que no conocen a Dios hacen eso» (Mt. 5, 44-47).

Queridos hermanos, este amor al prójimo que Jesús nos pide no es nada fácil. Pero los que tratan de amar así, serán llamados hijos de Dios (Mt. 5, 45). El verdadero discípulo de Cristo debe ver en cada hombre a su hermano: «Bendigan a los que les maltratan. Pidan para ellos bendiciones y no maldiciones» (Rom. 12, 14). «Cada vez que podamos, hagamos bien a todos» (Gal. 6, 10). Si amamos de verdad, Dios mismo llena nuestro corazón con su amor (Rom. 5, 5), y este amor nos empuja a amar a todos los hombres, a no ofender al prójimo (Mt. 5, 21-30), a ser sinceros con todos (Mt. 5, 33-37), a renunciar a la venganza, a hacer el bien a todos (Mt. 5, 43-48), a no condenar a nadie (Mt. 7, 1), a amar con obras (Mt. 7, 12).

La fe y las obras

Escuchemos lo que dice el apóstol Santiago, cap. 2, 14-20: «Hermanos míos, ¿de qué sirve que alguien diga que tiene fe, si no hace nada bueno? ¿puede acaso salvarlo esa fe? Supongamos que a algún hermano o hermana le faltan la ropa y la comida necesaria para el día, y que uno de ustedes le dice: ´Que te vaya bien; tápate del frío y come´, pero no le da lo que necesita para el cuerpo; ¿de qué sirve eso? Así pasa con la fe, si no se demuestra con lo que la persona hace, la fe por sí sola es una cosa muerta».

Pero tal vez alguien dirá: «Tú tienes fe, y yo hago bien. Muéstrame, pues, tu fe aparte del bien que haces, y yo te mostraré mi fe por medio del bien que hago. Tú tienes fe suficiente para creer que hay un solo Dios, y en esto haces bien; pero también los demonios creen eso, y tiemblan de miedo. Pero ¿no quieres reconocer que si la fe que uno tiene no se demuestra con el bien que hace, es una fe muerta?».

Jesucristo juzgará nuestras obras

Leemos en Mateo 25, 31-46: Aquel día el Hijo del hombre nos va a juzgar, no sobre nuestra fe, no nos juzgará sobre nuestros conocimientos bíblicos, no nos juzgará sobre nuestras vigilias en el templo, no nos juzgará sobre los diezmos...

El Hijo del hombre se sentará en su trono y separará a los unos de los otros y a los que estarán a su derecha les dirá: «Vengan ustedes, los que han sido bendecidos de mi Padre, reciban el Reino que está preparado para ustedes, pues tuve hambre y ustedes me dieron de comer, tuve sed y me dieron de beber; anduve como forastero y me dieron alojamiento... En verdad les digo que cualquier cosa que hicieron por uno de estos mis hermanos, por humilde que sea, a mí me lo hicieron».

Jesucristo se identifica con los pobres, los marginados, los enfermos, los encarcelados de nuestro tiempo. Ahí encontramos el rostro de Cristo, y ¿cuántas veces hemos despreciado este rostro? Y cuando dejamos de hacer el bien con uno de estos más pequeños, también con Jesús dejamos de hacerlo.

Meditando estos textos sobre el mandamiento más importante de la Biblia, muchas veces pienso que nosotros los cristianos debemos sentirnos avergonzados, puesto que con nuestras discusiones sobre religión y nuestras divisiones somos un escándalo para todo el mundo y faltamos gravemente al mandamiento del amor. A veces me da la impresión de que hasta ahora no hemos hecho nada y que debemos aprender de nuevo a ser obedientes a la voz de Cristo: «Les doy un mandamiento nuevo: que se amen los unos a los otros. Así como yo los amo, ustedes deben amarse también los unos a los otros» (Jn. 13, 34).

No nos desanimemos, pero comencemos ahora con la práctica del amor, el amor verdadero a Dios y al prójimo.

El himno al amor

Para terminar, hermanos, leamos juntos el cántico del amor que escribió San Pablo para los que buscaban en aquel tiempo los dones del Espíritu Santo. Aquellos cristianos que ansiaban el don de lenguas, el don de profecía, el don del profundo conocimiento, el don de la fe, pero, sin darse cuenta, muchos se olvidaron del camino más excelente para encontrarse con Dios: el camino del amor.

«Si yo hablo en lenguas de hombres y de ángeles, pero no tengo amor, no soy más que un tambor que resuena o un platillo que hace ruido. Si yo doy mensajes recibidos de Dios y conozco todas las cosas secretas, tengo toda clase de conocimientos y tengo toda la fe necesaria para cambiar los cerros de lugar, pero no tengo amor, yo nada soy. Si reparto todo lo que tengo y si entrego hasta mi propio cuerpo para ser quemado, pero no tengo amor, de nada me sirve. El que tiene amor tiene paciencia, es bondadoso, no es presumido ni orgulloso, no es grosero ni egoísta... no se alegra del pecado de los otros sino de la verdad. Todo lo soporta con confianza, todo lo espera con paciencia. El amor nunca muere» (1 Cor. 13, 1-8).

Coplas por el Amor

Querer sólo por querer
es la fineza mayor,
el querer por interés
no es fineza ni es amor.
En aquella santa Cena
dijo el divino Maestro
el que quiera ser mayor
que tome el último asiento.
Ni los clavos ni el madero
me tienen crucificado,
sino sólo tu pecado
y lo mucho que te quiero.


Cuestionario

¿Basta ser un apóstol de la Biblia para salvarse? ¿Es sólo esto lo que Jesús espera de nosotros? ¿Qué hacen hoy algunos fanáticos de la Biblia? ¿Cuál es el precepto más grande que Dios nos dejó? ¿Qué significa que Dios es Amor? ¿Qué dijo Jesús sobre la Fe y las obras? ¿Cómo nos juzgará Jesús? ¿Con quién se identifica Jesús? ¿Qué dice el cántico de la caridad (Cor. 13, 1-8)?

LECTURAS BÍBLICAS DE HOY JUEVES 13 DE FEBRERO DE 2020


Lecturas de hoy Jueves de la 5ª semana del Tiempo Ordinario
Hoy, jueves, 13 de febrero de 2020


Primera lectura
Lectura del primer libro de los Reyes (11,4-13):

Cuando el rey Salomón llegó a viejo, sus mujeres desviaron su corazón tras dioses extranjeros; su corazón ya no perteneció por entero al Señor como el corazón de David, su padre. Salomónón siguió a Astarté, diosa de los fenicios, y a Malcón, ídolo de los amonitas. Hizo lo que el Señor reprueba; no siguió plenamente al Señor como su padre David. Entonces construyó una ermita a Camós, ídolo de Moab, en el monte que se alza frente a Jerusalén, y a Malcón, ídolo de los amonitas. Hizo otro tanto para sus mujeres extranjeras, que quemaban incienso y sacrificaban en honor de sus dioses. El Señor se encolerizó contra Salomón, porque había desviado su corazón del Señor Dios de Israel, que se le había aparecido dos veces, y que precisamente le había prohibido seguir a dioses extranjeros; pero Salomón no cumplió esta orden.
Entonces el Señor le dijo: «Por haberle portado así conmigo, siendo infiel al pacto y a los mandatos que te di, te voy a arrancar el reino de las manos para dárselo a un siervo tuyo. No lo haré mientras vivas, en consideración a tu padre David; se lo arrancaré de la mano a tu hijo. Y ni siquiera le arrancaré todo el reino; dejaré a tu hijo una tribu, en consideración a mi siervo David y a Jerusalén, mi ciudad elegida.»

Palabra de Dios


Salmo
Sal 105,3-4.35-36.37.40

R/. Acuérdate de mí, Señor, por amor a tu pueblo

Dichosos los que respetan el derecho
y practican siempre la justicia.
Acuérdate de mí por amor a tu pueblo,
visítame con tu salvación. R/.

Emparentaron con los gentiles,
imitaron sus costumbres;
adoraron sus ídolos
y cayeron en sus lazos. R/.

Inmolaron a los demonios
sus hijos y sus hijas.
La ira del Señor se encendió contra su pueblo,
y aborreció su heredad. R/.


Evangelio de hoy
Lectura del santo evangelio según san Marcos (7,24-30):

En aquel tiempo, Jesús fue a la región de Tiro. Se alojó en una casa, procurando pasar desapercibido, pero no lo consiguió; una mujer que tenía una hija poseída por un espíritu impuro se enteró en seguida, fue a buscarlo y se le echó a los pies. La mujer era griega, una fenicia de Siria, y le rogaba que echase el demonio de su hija.
Él le dijo: «Deja que coman primero los hijos. No está bien echarles a los perros el pan de los hijos.»
Pero ella replicó: «Tienes razón, Señor; pero también los perros, debajo de la mesa, comen las migajas que tiran los niños.»
Él le contestó: «Anda, vete, que, por eso que has dicho, el demonio ha salido de tu hija». Al llegar a su casa, se encontró a la niña echada en la cama; el demonio se había marchado.

Palabra del Señor





Comentario al Evangelio de hoy jueves, 13 de febrero de 2020
Alejandro Carbajo Olea, cmf


Queridos amigos, paz y bien.

Seguro que no era fácil estar al lado de Jesús. Los Discípulos estaban acostumbrados a vivir según unas normas claras. Pero para Él no había nada sagrado, sino Dios. Antes que la norma muerta, lo primero, la persona. Sobre todo, los más débiles.

Incluso después de la muerte y resurrección de Jesús, cuando la Iglesia daba sus primeros pasos, eran frecuentes las discusiones sobre lo que se podía o no se podía hacer. Para eso se celebró el Concilio de Jerusalén (Hechos de los apóstoles, cap. 15), para decidir cómo debían vivir los cristianos. Sin imponer más normas que las estrictamente necesarias. En diálogo y escuchando a todos. Buen ejemplo para resolver las nuevas situaciones.

En tiempos de Jesús también había problemas territoriales. No se llevaban bien entre sí los vecinos, y no parecía fácil que se pudieran arreglar las cosas. Con esta situación se enfrentó la mujer sirofenicia. Sabiendo que Jesús puede curar a su hija, se acerca a Él, para implorarle. Y la respuesta de Jesús hubiera bastado para desanimar a cualquiera. Pero no a una madre desesperada. Tan bien argumentó, que a Jesús no le quedó más remedio aceptar sin discusiones. Porque la fe todo lo puede, sobrepasa barreras, fronteras y prejuicios.

Nosotros quizá todavía estamos limitados por nuestra percepción del mundo, a veces demasiado estrecha. Los discípulos de Jesús estamos llamados a ser continuadores de su modo de vida. A “revolucionar” nuestras relaciones humanas. Dar pasos concretos hacia los otros, hacia los que tenemos más cerca, pero también hacia aquellos nuevos horizontes que nos dan miedo. Animarse a hacer algún voluntariado, colaborar con alguna asociación, ayudar a alguna persona con problemas de movilidad, por ejemplo. Porque la fe ha de vivirse en un marco concreto, cercano, y a la vez universal. Ecuménico. Católico. Como Jesús.

Vuestro hermano en la fe, Alejandro, C.M.F.