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jueves, 30 de enero de 2020

LA ROSA Y EL POETA


La rosa y el poeta



Una buena poesía es capaz de despertar en ti sentimientos y vivencias profundas. La rutina de todos los días desgasta esa capacidad de admiración que tienen los niños al abrirse al milagro de la creación y de la vida. Los poetas nos ayudan a recuperar esa mirada fresca de la realidad: así podremos disfrutar momentos de gozosa contemplación.

El poeta alemán Rilke vivió un tiempo en París. Al ir a la universidad, pasaba junto con una amiga francesa, por donde una mujer sentada pedía limosna, inmóvil y silenciosa. Rilke nunca le daba nada... pero su amiga, sí. Un día la francesa preguntó al poeta: —¿Por qué nunca le das nada a esta pobrecita? —Le tendríamos que regalar algo a su corazón…, respondió el poeta. Al día siguiente Rilke puso una espléndida rosa en la mano de la mujer. Ésta miró al poeta, se levantó, tomó su mano y la besó... luego se fue, estrechando la rosa contra su cuerpo. Por una semana no apareció. A los ocho días, la anciana estaba sentada en el mismo lugar, como siempre. —¿De qué habrá vivido todos estos días?, preguntó la joven. —De la rosa, respondió el poeta.

Nada eleva tanto al hombre sobre las mezquindades de la vida como la capacidad de maravillarse. Los poetas tienen el talento de deslumbrarnos echando una mirada nueva sobre la realidad de todos los días, vivencia que exalta la alegría de vivir, y que ayuda a superar el posible hastío de las repeticiones diarias.


* Enviado por el P. Natalio

VIVE, AMA Y PERDONA YA


Vive, ama y perdona Ya!
Autor: P. Juan Manuel Flores Hernández

Fuente: Catholic.net



No sé si alguna vez has pensado en tu muerte cómo será, dónde será... cuándo será. Si morirás ahogado, atropellado o de muerte natural. Ni tampoco sé si en alguna ocasión te has preguntado qué cosa te hubiera gustado cambiar a lo largo de tu vida.

Tal vez te hubiera gustado arreglar un mal negocio, pedirle perdón a alguna persona con la cual hayas discutido o quizá te gustaría haber recuperado alguna amistad perdida hace tiempo. No lo sé, seguramente tendrías tanto en qué pensar y tan poco tiempo para emprenderlo... pero lo cierto es que debes morir.

Yo simplemente quisiera hacerte la reflexión ¿ para qué esperar? Ahora tienes tiempo ¿ por qué no hacer aquello que podrías haber anhelado a la hora de tu muerte? ¡ya! Dile hoy con tus obras y palabras a tu hijo que le amas. Sonríe y ama a todas las personas de tu trabajo, de tu entorno social, con las que tratas, disculpa sus errores y diles que no pasa nada; que son los mejores amigos del mundo. No le cierres la puerta al cartero sin haberle dicho ¡gracias! ni al lechero despidas sin un ¡ hasta pronto y muchas gracias! No guardes rencor a tus enemigos, adelántate y ve a conversar con ellos, agrádeseles todo lo que hacen por ti y ofréceles en todo momento tu ayuda. Dedícale más tiempo a tu esposa, pregúntale cómo ha estado, interésate por sus cosas y, si tienes la posibilidad, regálale aquello que más le gusta. No dejes para después lo que puedas hacer hoy. Sé un hombre cabal, íntegro, alegre, optimista. Felicita por sus triunfos a los demás, escúchales y compréndeles. No te vayas a la cama sin haber revisado cómo ha estado tu día, y si encuentras algún error, no consientas el dormirte sin antes haberlo arreglado.

Sé ¡ya! lo que te gustaría ser cuando la muerte te visite y cristalice tu vida. No omitas ninguna sonrisa que busque consolar al que sufre. Una sonrisa es algo tan pequeño, pero a la vez algo con lo que ganas tanto que nunca te arrepentirás de ella.

Lleva tu vida por el sendero de la verdad, de la sana alegría y de la justicia. No esperes al mañana que aún no llega y tal vez nunca llegará... tal vez sea demasiado tarde. Víve, ama y perdona ¡ya!

IN PERSONA CHRISTI: LA EUCARISTÍA

In Persona Christi: La Eucaristía
La expresión de que el sacerdote actúa In Persona Christi significa que actúa como Cristo mismo.


Por: Mons. Carlos Briseño Arch | Fuente: vicariadepastoral.org




Hoy día, en el mundo que nos toca vivir, se ha perdido mucho el sentido de lo sagrado. Entramos a un templo y nos cuesta mucho leer los signos religiosos en los que nos quiere envolver un templo.

Vemos una imagen o un cuadro y nos interesa más su antigüedad o quién lo pintó. Y, sobretodo, si es valiosa económicamente. Más que descubrir en la obra, el mensaje de fe de quien la hizo.

El incienso, las velas encendidas, el ornamento de los que celebran, poco nos dicen. Todo ello es muestra de que hemos perdido mucho el sentido de lo sagrado.

Antes se le besaba la mano al sacerdote, porque eran manos consagradas, hoy ese signo no se entiende.

En este contexto nos cuesta mucho entender, la expresión de que el sacerdote actúa In Persona Christi significa actúa como Cristo mismo, nuestro Señor y Sumo Sacerdote ante Dios Padre.


Muchos sinónimos se usan para expresar esta realidad que configura al sacerdote, por el carácter recibido en la ordenación, así: vicem Dei, vicem Christi, in persona Dei, gerit personam Christi, in nomini Christi, representando a Cristo, personificando a Cristo, representación sacramental de Cristo Cabeza, etc.

La actuación del sacerdote in persona Christi es muy singular. Específicamente la podemos ver en la consagración de la Misa.

Como las formas de los sacramentos deben ajustarse a la realidad, la forma de la Eucaristía difiere de los demás sacramentos en dos cosas:

1 Porque las formas de los demás sacramentos significan el uso de la materia, como en el bautismo, la confirmación, etc.; por el contrario, la forma de la Eucaristía significa la consagración de la materia que consiste en la transubstanciación, por eso se dice: "Esto es mi cuerpo" - "Este es el cáliz de mi sangre".

2 Las formas de los otros sacramentos se dicen en la persona del ministro ("ex persona ministri"), como quien realiza una acción: "Yo te bautizo…" - "Yo te absuelvo…"; o, en la Confirmación y en la Unción de los enfermos, en forma deprecativa: "N.N., recibe por esta señal el don del Espíritu Santo" - "Por esta Santa Unción y por su bondadosa misericordia…", etc.
                              

Por el contrario, la forma del sacramento de la Eucaristía se profiere en la persona de Cristo que habla, in persona Christi loquendi, dando a entender que el sacerdote ministerial no hace otra cosa más que decir las palabras de Cristo en la confección de la Eucaristía (Cf. S. Th., III, 78, 1.).


Por eso decía el gran San Ambrosio: "La consagración se hace con palabras y frases del Señor Jesús. Las restantes palabras que se profieren alaban a Dios, ruegan por el pueblo, por los reyes, por todos. Cuando el sacerdote se pone a consagrar el venerable sacramento, ya no usa sus palabras, sino las de Cristo. La palabra de Cristo, en consecuencia hace el sacramento" ( De Sacramentis, L.4, c.4.).

Hay que aclarar que como todos los sacramentos son acciones de Cristo, algunos dicen, que el sacerdote en todos ellos obra in persona Christi, pero, eso sólo se puede decir en sentido amplio. De hecho, el ministro del bautismo válido y lícito, puede ser un laico, una mujer, un no bautizado; y los ministros del sacramento del matrimonio, válido y lícito, son los mismos cónyuges; y ninguno de los ministros mencionados de estos sacramentos tiene el carácter que les da el poder de obrar in persona Christi. Por otra parte, la concelebración eucarística se justifica desde el actuar de los concelebrantes in persona Christi, dice al respecto Santo Tomás, respondiendo a la objeción de que sería superfluo que lo que puede hacer uno lo hicieran muchos: "Si cada sacerdote actuara con virtud propia, sobrarían los demás celebrantes; cada uno tendría virtud suficiente. Pero, como el sacerdote consagra en persona de Cristo y muchos son "uno en Cristo" (Gal 3, 28), de ahí que no importe si el sacramento es consagrado por uno o por muchos…" (S. Th., III, 82, 2, ad 2) Y no hay, propiamente, concelebración en los otros sacramentos. Es de hacer notar que en la concelebración "se manifiesta apropiadamente la unidad del sacerdocio" (Concilio Vaticano II, Sacrosanctum Concilium, n. 57) y, en otro documento se enseña: "se expresa adecuadamente la unidad del sacerdocio y del sacrificio, como también la de todo el pueblo de Dios" (Normas generales del Misal Romano, n. 153), por razón de que los sacerdotes, debido al carácter sacerdotal, obran in persona Christi.

Además, más adelante, agrega Santo Tomás refiriéndose al sacramento-sacrificio: " …éste sacramento es de tanta dignidad, que se hace en la persona de Cristo. Todo el que obra en persona de otro debe hacerlo por la potestad que le han conferido… Cristo, cuando se ordena al sacerdote, le da poder para consagrar este sacramento en persona de Cristo. Así pone a éste sacerdote en el grado de aquellos a quienes dijo: "Haced esto en conmemoración mía"". (En III, 82, 2 agrega: "El sacerdote entra a formar parte del grupo de aquellos que en la Cena recibieron del Señor el poder de consagrar"). "Es propio del sacerdote confeccionar este sacramento" (Cf. S. Th., III, 82, 1). Y obrar en persona de Cristo es absolutamente necesario para que el sacrificio de la Misa sea el mismo sacrificio de la cruz: no sólo es necesaria la misma Víctima, también es necesario el mismo Acto interior oblativo y el mismo Sacerdote. Sólo así se tiene, sustancialmente, el mismo y único sacrificio, sólo accidentalmente distinto.

El no valorar correctamente la realidad del carácter sacerdotal que habilita para actuar in persona Christi debilita el sentido de identidad sacerdotal, ni se ve cómo los ordenados que se vuelven herejes, cismáticos o excomulgados consagran válidamente -aunque ilícitamente- (Cf. I Concilio de Nicea, Dz. 55; San Atanasio II, Dz. 169; San Gregorio Magno, Dz. 249; ver Dz. 358. 1087), al igual que el porqué el sacerdote pecador consagra válidamente. El debilitar la importancia del obrar in persona Christi.

Todos los cristianos, los bautizados en el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, debemos ser otro Cristo, vivir y actuar como Cristo, pero el sacerdote actúa de manera especialísima In Persona Christi, Cristo mismo, cuando preside la Liturgia de la Sagrada Eucaristía. Esto tiene una consecuencia en nuestra relación con la Eucaristía y el sacerdote que la celebra. Vamos a la Eucaristía a encontrarnos con Cristo en la persona del sacerdote. Por lo tanto, Cristo debe ser el motivo principal. Cuando perdemos este aspecto, centramos la Eucaristía en la persona del sacerdote, desvinculándola de su carácter mistérico. Centrándonos en las cualidades físicas, de dicción o de elocuencia del que preside. De ahí la importancia de recobrar y ayudar a los fieles a recobrar esa visión sobrenatural de la Eucaristía. Es importante hacer un esfuerzo por descubrir, en el sacerdote anciano, enfermo, con limitaciones de todo tipo, a Cristo que se hace frecuente en él. Así como Cristo en el Evangelio nos invita a descubrirlo en el que tiene hambre, sed, está desnudo , enfermo o en la cárcel…

Es cierto que es necesario que el sacerdote al actuar In Persona Christi haga un esfuerzo en su vida personal para  ser un instrumento y mediación de amor y misericordia, convirtiéndose en misericordia y amor con su conducta, como dijo san Agustín de Hipona.

Por ello les invito a que oremos para que todo sacerdote vaya adelantando y perfeccionando su ser y, transparente a Cristo en su vida.


Oración por los Sacerdotes
Oración del Apóstol (s.XIV)

Cristo, no tiene manos,
tiene solamente nuestras manos
para hacer el trabajo de hoy.

Cristo no tiene pies,
tiene solamente nuestros pies
para guiar a los hombres en sus sendas.

Cristo, no tiene labios,
tiene solamente nuestros labios
para hablar a los hombres de sí.

Cristo no tiene medios,
tiene solamente nuestra ayuda
para llevar a los hombres a sí.

Nosotros somos la única Biblia,
que los pueblos leen aún;
somos el último mensaje de Dios
escrito en obras y palabras.

PAPA FRANCISCO SE PREGUNTA: ¿CON QUÉ MEDIDA JUZGO A LOS DEMÁS? ASÍ SERÉ JUZGADO


El Papa se pregunta: “¿Con qué medida juzgo a los demás? Así seré juzgado”
Redacción ACI Prensa
 Foto: Vatican Media



“La medida con que juzguéis seréis juzgados”. El Papa Francisco subrayó esas palabras de Jesús, recogidas en el Evangelio de San Marcos, y reflexionó sobre ellas durante la Misa celebrada este viernes 30 de enero en la Casa Santa Marta.

El Pontífice invitó a preguntarse: “¿Con qué medida mido yo a los demás? ¿Con qué medida me mido a mí mismo? ¿Es una medida generosa, plena de amor a Dios, o es una medida de nivel bajo? Con esa medida yo seré juzgado, no será con ninguna otra: aquella, precisamente con aquella que he hecho yo”.

“¿Dónde está el nivel en el cual he puesto mi tope? ¿En un nivel alto? Debemos pensar en todo esto, y eso se ve no tanto en las cosas buenas que hacemos, o en las cosas malas que hacemos, sino en el continuo estilo de vida”.

El Pontífice llamó la atención sobre el hecho de que “cada uno de nosotros tiene un modo de medirse así mismo, las cosas y a los demás”. Ese modo de medir será el mismo que empleará el Señor, dijo el Papa: quien mida con egoísmo, así será medida, quien no tenga piedad será juzgado del mismo modo, es decir, “sin piedad”.


Francisco continuó: “Y como cristiano, yo me preguntó: ¿cuál es la piedra de referencia para saber si me encuentro en un nivel cristiano, en un nivel que Jesús desea? Es la capacidad de humillarme, es la capacidad de sufrir humillaciones. A un cristiano que no es capaz de llevar consigo las humillaciones de la vida, le falta alguna cosa. Es un cristiano de barniz, o por interés”.

Si se juzga “con una medida cristiana, que sigue a Jesús, por su camino, con la misma seré juzgado, con mucha, mucha, mucha piedad, con mucha compasión, con mucha misericordia”.

Por el contrario, “si mi medida es mundana y solo uso la fe cristiana (sí, voy a Misa, pero vivo como mundano), seré medido con esa medida”.

“Pidamos al Señor la gracia de vivir cristianamente y, sobre todo, de no tener miedo de la cruz, de las humillaciones, porque ese es el camino que Él eligió para salvarnos, y esto es lo que garantiza que mi medida es cristiana: la capacidad de llevar la cruz, la capacidad de sufrir las humillaciones”, concluyó el Papa Francisco.

A continuación, el Evangelio comentado por el Papa Francisco:

San Marcos 4, 21-25

En aquel tiempo, Jesús dijo al gentío:

«¿Se trae el candil para meterla debajo del celemín o debajo de la cama?, ¿no es para ponerla en el candelero?

No hay nada escondido, sino para que sea descubierto; no hay nada oculto, sino para que salga la luz. El que tenga oídos para oír, que oiga».

Les dijo también:

«Atención a lo que estáis oyendo: la medida que uséis la usarán con vosotros, y con creces. Porque al que tiene se le dará, y al que no tiene se le quitará hasta lo que tiene».

SALMO 131 - EL SEÑOR DIOS LE DARÁ EL TRONO DE DAVID, SU PADRE


Salmo
Sal 131,1-2.3-5.11.12.13-14

R/. El Señor Dios le dará el trono de David, su padre

Señor, tenle en cuenta a David
todos sus afanes:
cómo juró al Señor
e hizo voto al Fuerte de Jacob. R/.

«No entraré bajo el techo de mi casa,
no subiré al lecho de mi descanso,
no daré sueño a mis ojos,
ni reposo a mis párpados,
hasta que encuentre un lugar para el Señor,
una morada para el Fuerte de Jacob.» R/.

El Señor ha jurado a David
una promesa que no retractara:
«A uno de tu linaje pondré sobre tu trono.» R/.

«Si tus hijos guardan mi alianza
y los mandatos que les enseño,
también sus hijos, por siempre,
se sentarán sobre tu trono.» R/.

Porque el Señor ha elegido a Sión,
ha deseado vivir en ella:
«Ésta es mi mansión por siempre,
aquí viviré, porque la deseo.» R/.

LECTURAS BÍBLICAS DE HOY JUEVES 30 DE ENERO DE 2020


Lecturas de hoy Jueves de la 3ª semana del Tiempo Ordinario
Hoy, jueves, 30 de enero de 2020



Primera lectura
Lectura del segundo libro de Samuel 7,18-19.24-29):

Después que Natán habló a David, el rey fue a presentarse ante el Señor y dijo: «¿Quién soy yo, mi Señor, y qué es mi familia, para que me hayas hecho llegar hasta aquí? ¡Y, por si fuera poco para ti, mi Señor, has hecho a la casa de tu siervo una promesa para el futuro, mientras existan hombres, mi Señor! Has establecido a tu pueblo Israel como pueblo tuyo para siempre, y tú, Señor, eres su Dios. Ahora, pues, Señor Dios, mantén siempre la promesa que has hecho a tu siervo y su familia, cumple tu palabra. Que tu nombre sea siempre famoso. Que digan: "¡El Señor de los ejércitos es Dios de Israel!" Y que la casa de tu siervo David permanezca en tu presencia. Tú, Señor de los ejércitos, Dios de Israel, has hecho a tu siervo esta revelación: "Te edificaré una casa"; por eso tu siervo se ha atrevido a dirigirte esta plegaria. Ahora, mi Señor, tú eres el Dios verdadero, tus palabras son de fiar, y has hecho esta promesa a tu siervo. Dígnate, pues, bendecir a la casa de tu siervo, para que esté siempre en tu presencia; ya que tú, mi Señor, lo has dicho, sea siempre bendita la casa de tu siervo.»

Palabra de Dios


Salmo
Sal 131,1-2.3-5.11.12.13-14

R/. El Señor Dios le dará el trono de David, su padre

Señor, tenle en cuenta a David
todos sus afanes:
cómo juró al Señor
e hizo voto al Fuerte de Jacob. R/.

«No entraré bajo el techo de mi casa,
no subiré al lecho de mi descanso,
no daré sueño a mis ojos,
ni reposo a mis párpados,
hasta que encuentre un lugar para el Señor,
una morada para el Fuerte de Jacob.» R/.

El Señor ha jurado a David
una promesa que no retractara:
«A uno de tu linaje pondré sobre tu trono.» R/.

«Si tus hijos guardan mi alianza
y los mandatos que les enseño,
también sus hijos, por siempre,
se sentarán sobre tu trono.» R/.

Porque el Señor ha elegido a Sión,
ha deseado vivir en ella:
«Ésta es mi mansión por siempre,
aquí viviré, porque la deseo.» R/.


Evangelio de hoy
Lectura del santo evangelio según san Marcos (4,21-25):

En aquel tiempo, dijo Jesús a la muchedumbre: «¿Se trae el candil para meterlo debajo del celemín o debajo de la cama, o para ponerlo en el candelero? Si se esconde algo, es para que se descubra; si algo se hace a ocultas, es para que salga a la luz. El que tenga oídos para oír, que oiga.»
Les dijo también: «Atención a lo que estáis oyendo: la medida que uséis la usarán con vosotros, y con creces. Porque al que tiene se le dará y al que no tiene se le quitará con creces hasta lo que tiene.»

Palabra del Señor





Comentario al Evangelio de hoy jueves, 30 de enero de 2020
Severiano Blanco, cmf


Queridos hermanos:

Los recuerdos de Jesús, de sus hechos y palabras, no se transmitieron inicialmente como una biografía estructurada y compacta, sino en anécdotas sueltas y dichos aislados, que se mencionaban o repetían cuando venían a cuento, cuando podían iluminar situaciones comunitarias concretas. Más tarde la catequesis eclesial, y luego los evangelistas escritores, fueron creando conjuntos temáticos más o menos unitarios: colecciones de parábolas, de milagros, de dichos de sabiduría popular, incluso “discursos” aparentemente homogéneos, como el sermón del monte. Pero Jesús no había sido un catedrático, sino un maestro popular y espontáneo. En sus supuestos “discursos” percibimos que cada frase es autónoma, “suelta”, inteligible sin el contexto.

Hoy nos encontramos con tres de esos dichos de Jesús apenas ensamblados entre sí. Quizá alguno de ellos ya estaba en uso, como refrán popular; pero Jesús lo “recrea” o actualiza, o le da un sentido nuevo. Cada uno de ellos se merece su propia reflexión.

a.- Ser luz. Los seguidores de Jesús han sido iluminados con el conocimiento de este Maestro del todo singular, con su anuncio esperanzado del Reino que Dios quiere establecer, reino de justicia y de felicidad. Los que lo han recibido deben sentir la necesidad de comunicarlo, de llamar a sus familias, vecinos, amigos… para que los feliciten por haber aprendido a contemplar la vida con ojos nuevos. No pueden ocultarse [hay quien cree que el dicho, en su origen, era un reproche a las autoridades religiosas judías por no haber guiado correctamente al pueblo; también serviría como advertencia a los pastores del nuevo Pueblo de Dios].

b.- No condenar. Existe en el hombre un curioso instinto justiciero, tendencia a “medir” a los demás, y, llegado el caso, a condenarlos. Jesús fue modelo de comprensión, misericordia; fuel el primero en practicar lo de “el amor todo lo excusa” (1Co 13,7). A la adúltera le dijo: “tampoco yo te condeno”. Él intentó profundizar el antiguo precepto de “no matarás”, indicando que hay “otras formas” de matar: menospreciar, insultar, estar enemistado, condenar. Los discípulos de Jesús percibirán dónde está el mal, para evitarlo, rechazarlo. Pero nunca conocerán a fondo el interior de quien lo comete; por lo cual se abstendrán de juzgar, de “medir” negativamente, para que Dios no los “mida” así a ellos. En la carta de Santiago se nos expresa esto en una frase graciosa: “la misericordia (del hombre) se ríe del juicio (de Dios)” (Sant 2,13).

c.- Quitar lo que no se tiene. Seguramente era ya un refrán popular, en sí mismo absurdo, con juego de palabras e hipérbole oriental. No sabemos en qué situación lo usó Jesús, lo cual dificulta nuestra comprensión; pero algo podemos intuir. Hay existencias centradas y existencias despistadas; están los que han aceptado la luz del Reino de Dios y los que, escépticos ante la palabra de Jesús, se han quedado a distancia (lo veíamos anteayer). El tesoro de los primeros aumentará desmesuradamente (ellos entienden las parábolas), mientras que la suerte de “los de fuera”, ¡que quizá se tenían por sabios!, es caminar sin luz, con una carencia cadavez mayor, hacia el sinsentido de la nada.

Vuestro hermano

Severiano Blanco cmf