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domingo, 28 de abril de 2019

¡HA RESUCITADO EL SEÑOR!


¡Ha resucitado el Señor!



“Si no lo veo…no lo creo” (Jn 20,19-31) En cierta ocasión un predicador se acercó a una gran ciudad y dejó amarrado, en el exterior de sus muros, un caballo que llevaba para su misión apostólica. Comenzó su predicación sobre las verdades de la fe y, uno de los asistentes, le grito: “eso que Vd. dice no me lo creo” Y el predicador le contestó, esto que os digo, es tan verdad como que hay un caballo detrás de aquellos muros al cual vosotros no veis pero del cual os fiais que existe por mi palabra.

Santo Tomás, en este segundo Domingo de Pascua, representa a ese mundo nuestro que se fija y se deja llevar por lo palpable. Por aquello que se siente en la mano, se saborea en el paladar o se hace color frente a la mirada de los ojos: ¡Ha resucitado el Señor!

Y, como Santo Tomás, nos gustaría meter nuestras manos en su costado. Hurgar en los orificios que dejaron los clavos para, a continuación, salir corriendo y llevar la buena noticia de que Jesús no sólo murió sino que, además, sigue tan vivo como el primer día: ¡Ha resucitado el Señor!

La mayor prueba de su triunfo sobre la muerte nos la dan aquellos que tuvieron la suerte de encararse frente a frente con aquel misterio que ha dado un resplandor y un esplendor nuevo y alegre a nuestro futuro: aquellas mujeres que se acercaron temerosas al sepulcro.

El mayor respaldo a nuestra fe, viene de aquellos hombres que, sin dudar un solo instante, lo dejaron todo para dispararse por los cuatro puntos cardinales pregonando aquella buena noticia: ¡es verdad…ha resucitado! ¡Ha resucitado el Señor! Y, muchos de nosotros, somos fotocopia idéntica a aquel Tomás que, no solamente no creía que Jesús había salido triunfante del sepulcro, sino que además no se fiaba ni un pelo de la palabra de sus amigos cuando le decían, que sí Tomás, “hemos visto al Señor”.

Ese Tomás se prolonga en nuestro tiempo y en el entorno que nos preocupa. En aquellos/as que vivieron una experiencia religiosa pero que la abandonaron al ahogarse por el pragmatismo reinante o por exigir demasiadas razones.

Ese Tomás sigue reclamando pruebas con tantos de nuestros hermanos que piden conversión a la Iglesia, pruebas de su fidelidad al Evangelio pero….que son incapaces de mirar por encima de sus debilidades la grandeza que ella encierra, actualiza y conserva: ¡Cristo muerto y resucitado! ¡Ha resucitado el Señor! Y muchos de nosotros, en medio de las sacudidas a las que estamos sometidos, seguimos creyendo en EL como valor supremo de nuestra vida cristiana y como cumbre de todo lo que realizamos y celebramos en su nombre.

¡Ha resucitado el Señor! Como aquellos hombres y mujeres de entonces, seguimos siendo (con virtudes y defectos) los eternos entusiastas de la muerte y de la vida del Resucitado.


P. Javier Leoz

MENSAJE DE JESÚS PARA TI


Mensaje de Jesús para ti



La actitud de confianza en Dios es fundamental en la Biblia: recorre casi todas sus páginas; las personas que desfilan por ellas son confrontadas con esta señal del varón justo, que busca a Dios como su único bien y poderoso refugio. La confianza es un aspecto de la misma fe, pero tiene una nota afectiva y cordial. El trozo de hoy es de una suavidad y dulzura inefables.

¿Por qué te confundes y te agitas ante los problemas de la vida? Déjame el cuidado de todas tus cosas y todo te irá mejor. Cuando te abandones en mí, todo se resolverá con tranquilidad según mis designios. No desesperes; no me dirijas una oración agitada, como si quisieras exigirme el cumplimiento de tus deseos. Déjame ser Dios y actuar con libertad. Abandónate confiadamente en mí. Reposa en mí y deja en mis manos tu futuro. Dime frecuentemente: “Jesús, yo confío en ti”. Déjate llevar en mis brazos divinos, no tengas miedo. Yo te amo. Si crees que las cosas empeoran o se complican a pesar de tu oración, sigue confiando. Cierra los ojos del alma y confía. Continúa diciéndome a toda hora: “Jesús, yo confío en ti”. Y verás grandes milagros. Te lo prometo por mi amor. Jesús.

Esta confianza, que es entrega y abandono en el Señor, te dejará sereno y tranquilo en medio de las tempestades de la vida, porque te has fiado nada menos que de Dios que es poderoso, bondadoso y fiel a su Palabra. El salmista afirma: “Dichoso el hombre que ha puesto su confianza en el Señor porque no quedará defraudado”. Anímate a intentarlo.



* Enviado por el P. Natalio