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sábado, 23 de junio de 2018

NO OS PREOCUPÉIS Y ANGUSTIÉIS


¡No os preocupéis y angustiéis!
Hay que cuidar que las preocupaciones no nos paralicen.


Por: Padre Nicolás Schwizer | Fuente: Homilías del Padre Nicolás Schwizer 




Mateo 6, 24-34
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
-«Nadie puede estar al servicio de dos amos. Porque despreciará a uno y querrá al otro; o, al contrario, se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero.
Por eso os digo: No estéis agobiados por la vida, pensando qué vais a comer o beber, ni por el cuerpo, pensando con qué os vais a vestir. ¿No vale más la vida que el alimento, y el cuerpo que el vestido? Mirad a los pájaros: ni siembran, ni siegan, ni almacenan y, sin embargo, vuestro Padre celestial los alimenta. ¿No valéis vosotros más que ellos?
¿Quién de vosotros, a fuerza de agobiarse, podrá añadir una hora al tiempo de su vida?
¿Por qué os agobiáis por el vestido? Fijaos cómo crecen los lirios del campo: ni trabajan ni hilan. Y os digo que ni Salomón, en todo su fasto, estaba vestido como uno de ellos. Pues, si a la hierba, que hoy está en el campo y mañana se quema en el horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más por vosotros, gente de poca fe? No andéis agobiados, pensando qué vais a comer, o qué vais a beber, o con qué os vais a vestir. Los gentiles se afanan por esas cosas. Ya sabe vuestro Padre del cielo que tenéis necesidad de todo eso.
Sobre todo buscad el reino de Dios y su justicia; lo demás se os dará por añadidura. Por tanto, no os agobiéis por el mañana, porque el mañana traerá su propio agobio. A cada día le bastan sus disgustos.»

Reflexión
1. Jesús, en el Evangelio de hoy, nos revela el rostro de Dios-Padre: su amor paternal que se manifiesta en su providencia para con cada hombre.
Sabemos que el Padre tiene un plan de vida, que es un plan de amor, para cada uno de sus hijos, para cada uno de nosotros. Por medio de este plan providente quiere conducir y llevarnos a su reino, hacia su casa paterna. No sólo nos creó, sino también nos provee y cuida de todos nuestros pasos.
Y si ya vela con solicitud sobre criaturas insignificantes como “los pájaros del cielo” y “los lirios del campo”, aún cuando no hacen nada - cuánto más cuidado tendrá de estas criaturas más dignas y preferidas que somos nosotros.

2. Por eso, Jesús nos exhorta: ¡No os angustiéis! ¡No os preocupéis!
Pero esto no nos impide trabajar, sino todo lo contrario: el Evangelio da ánimo para trabajar. Cristo alaba al criado que, cuando viene su dueño, está ocupado (Lc 12,43). Cristo no quiere gente ociosa. Él condena, en la parábola de los talentos, al criado infiel por no haber hecho fructificar su talento.

La verdadera fe no tiene nada que ver con la ociosidad, con la pasividad. El cristiano no tiene nada que ver con el fatalista. Dios nos ha dado la capacidad para el trabajo. Éste es el primero de sus dones, la primera señal de su providencia.

Cristo no nos pone en guardia contra la ocupación, sino contra la preocupación - ni contra el trabajo, sino contra la intranquilidad. “No os preocupéis diciendo: ¿Qué comeremos, qué beberemos, o con qué nos vestiremos?”

Hay que ocuparse, razonablemente, de todo esto, pero sin intranquilizarse, porque la intranquilidad es precisamente lo que paraliza la acción, lo que impide obrar como es debido.

3. Lo que Cristo nos pide, en el Evangelio de hoy, es la cosa más natural del mundo: la confianza. Es la misma confianza, que acá en la tierra el hijo da a sus padres, el marido a su esposa, el alumno a su maestro. Lo que es indispensable en las relaciones sociales, Dios-Padre lo espera también de nosotros: que tengamos confianza en Él.

Si estamos inquietos, angustiados, nerviosos - es probable que ello ocurra porque nos falta la confianza en Dios. Es el miedo que paraliza y hace ineficaz el esfuerzo. Cuando mejor se trabaja es cuando hay confianza.

Dios está con nosotros en nuestra vida, en cada momento, hoy y también mañana. ¡Contamos cada día con Él! La inquietud por el mañana perjudica el trabajo de hoy: “No os inquietéis por el día de mañana; el mañana se inquietará por sí mismo. A cada día le basta su aflicción”.

4. Pero Cristo no condena la previsión ni el ahorro. Tenemos que saber prever razonablemente las cosas y estamos obligados a ahorrar.
Pero no exijamos una seguridad total, porque no la tendremos nunca. Es preciso aceptar cierta inseguridad necesaria. Tenemos que asegurarnos, pero no es posible que nos aseguremos contra todo. No hay que buscar el medio de poder prescindir de la providencia.

Incluso con los hijos: tenemos que saber pensar en ellos, pero no protegerlos contra la providencia. No debe-mos enseñarles que puedan prescindir del Padre. Por supuesto, tenemos que amarlos, educarlos bien, instruirlos todo lo que podamos, darles las mejores posibilidades para el porvenir.
Pero, sobre todo, debemos enseñarles la alegría y la tranquilidad de que tienen un Padre en el cielo, y que - como nosotros - pueden poner en Él toda su confianza filial.

¡Qué así sea!
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Padre Nicolás Schwizer
Instituto de los Padres de Schoenstatt

NARDOS AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS, 23 JUNIO


Nardo del 23 de Junio
¡Oh Sagrado Corazón, abundancia de Amor!

Meditación: ¡Oh Señor!. Quién pudiera conocerte verdaderamente a Vos, Señor que te hiciste Hombre y pescador, para enseñarnos a trabajar en el Amor. ¡Oh Señor!, que a todos buscas. Tú, el Rey, te sentabas en una barca y desde el lago de Galilea enseñabas Tu Palabra. Tú, que a los leprosos curabas y sanabas las almas. Tu mirada era sólo Amor y ofrenda del dolor que causaba el hedor de las almas putrefactas. Tú, Señor, que conoces todos nuestros pecados pero a pesar de eso nos sigues amando. Tú, que por nosotros te sigues dando, para que volvamos a Tu lado. Tú, Señor, que por gran Misterio nos quieres dar un corazón nuevo para nacer a Vos y vivir en unión con Nuestro Creador. Señor, que nos regalas la esperanza de habitar algún día en eterna alabanza en la Morada Santa, permite a este siervo Tuyo tirar las redes para llevar a mis hermanos hacia Tus Benditas Manos.

Jaculatoria: ¡Enamorándome de Ti, mi Amado Jesús!

¡Oh Amadísimo, Oh Piadosísimo Sagrado Corazón de Jesús!, dame Tu Luz, enciende en mí el ardor del Amor, que sos Vos, y haz que cada Latido sea guardado en el Sagrario, para que yo pueda rescatarlo al buscarlo en el Pan Sagrado, y de este modo vivas en mí y te pueda decir siempre si. Amén.

Florecilla: Pidamos al Señor, en humilde oración, que podamos ayudar a la conversión de nuestros hermanos.

Oración: Diez Padre Nuestros, un Ave María y un Gloria.

LOS CINCO MINUTOS DE JESÚS, 23 JUNIO


LOS CINCO MINUTOS DE JESÚS
23 junio




Uno de los rasgos distintivos del Corazón de Jesús, que aparece magníficamente en todas las páginas del Evangelio, es su compasión y misericordia por los pobres materiales y espirituales.

Al ver aquella gente abandonada sin pastores que le enseñen las verdades que necesitan para su alma, se compadece de ellos y prefiere que sus apóstoles se queden sin el descanso que necesitan, antes que abandonarlos.

Este ha de ser también el rasgo distintivo del corazón del apóstol. Un corazón verdaderamente apostólico no puede permanecer indiferente ante las necesidades espirituales de los hombres. Ni cree que es razón suficiente el procurase el descanso que necesita, para dejar de hacerles el bien que están pidiendo y necesitando.

Mira a tu alrededor y verás cuántas personas hay necesitadas de Dios, de alguien que les hable de Dios, que les de el Pan de la divina Palabra.


P. Alfonso Milagro

EL EVANGELIO DE HOY SÁBADO 23 JUNIO 2018


Lecturas de hoy Sábado de la 11ª semana del Tiempo Ordinario
Hoy, sábado, 23 de junio de 2018



Primera lectura
Lectura del segundo libro de las Crónicas (24,17-25):

Cuando murió Yehoyadá, las autoridades de Judá fueron a rendir homenaje al rey, y éste siguió sus consejos; olvidando el templo del Señor, Dios de sus padres, dieron culto a las estelas y a los ídolos. Este pecado desencadenó la cólera de Dios contra Judá y Jerusalén. Les envió profetas para convertirlos, pero no hicieron caso de sus amonestaciones. 
Entonces el espíritu de Dios se apoderó de Zacarías, hijo del sacerdote Yehoyadá, que se presentó ante el pueblo y le dijo: «Así dice Dios: ¿Por qué quebrantáis los preceptos del Señor? Vais a la ruina. Habéis abandonado al Señor, y él os abandona.» 
Pero conspiraron contra él y lo lapidaron en el atrio del templo por orden del rey. El rey Joás, sin tener en cuenta los beneficios recibidos de Yehoyadá, mató a su hijo, que murió diciendo: «¡Que el Señor juzgue y sentencie!» 
Al cabo de un año, un ejército de Siria se dirigió contra Joás, penetró en Judá, hasta Jerusalén, mató a todos los jefes del pueblo y envió todo el botín al rey de Damasco. El ejército de Siria era reducido, pero el Señor le entregó un ejército enorme, porque el pueblo había abandonado al Señor, Dios de sus padres. Así se vengaron de Joás. Al retirarse los sirios, dejándolo gravemente herido, sus cortesanos conspiraron contra él para vengar al hijo del sacerdote Yehoyadá. Lo asesinaron en la cama y murió. Lo enterraron en la Ciudad de David, pero no le dieron sepultura en las tumbas de los reyes.

Palabra de Dios


Salmo
Sal 88,4-5.29-30.31-32.33-34

R/. Le mantendré eternamente mi favor

Sellé una alianza con mi elegido, 
jurando a David, mi siervo: 
«Te fundaré un linaje perpetuo, 
edificaré tu trono para todas las edades.» R/.

«Le mantendré eternamente mi favor, 
y mi alianza con él será estable; 
le daré una posteridad perpetua 
y un trono duradero como el cielo.» R/.

«Si sus hijos abandonan mi ley 
y no siguen mis mandamientos, 
si profanan mis preceptos 
y no guardan mis mandatos.» R/. 

«Castigaré con la vara sus pecados 
y a latigazos sus culpas; 
pero no les retiraré mi favor 
ni desmentiré mi fidelidad.» R/.


Evangelio de hoy
Lectura del santo evangelio según san Mateo (6,24-34):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Nadie puede estar al servicio de dos amos. Porque despreciará a uno y querrá al otro; o, al contrario, se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero. Por eso os digo: No estéis agobiados por la vida, pensando qué vais a comer o beber, ni por el cuerpo, pensando con qué os vais a vestir. ¿No vale más la vida que el alimento, y el cuerpo que el vestido? Mirad a los pájaros: ni siembran, ni siegan, ni almacenan y, sin embargo, vuestro Padre celestial los alimenta. ¿No valéis vosotros más que ellos? ¿Quién de vosotros, a fuerza de agobiarse, podrá añadir una hora al tiempo de su vida? ¿Por qué os agobiáis por el vestido? Fijaos cómo crecen los lirios del campo: ni trabajan ni hilan. Y os digo que ni Salomón, en todo su fasto, estaba vestido como uno de ellos. Pues, si a la hierba, que hoy está en el campo y mañana se quema en el horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más por vosotros, gente de poca fe? No andéis agobiados, pensando qué vais a comer, o qué vais a beber, o con qué os vais a vestir. Los gentiles se afanan por esas cosas. Ya sabe vuestro Padre del cielo que tenéis necesidad de todo eso. Sobre todo buscad el reino de Dios y su justicia; lo demás se os dará por añadidura. Por tanto, no os agobiéis por el mañana, porque el mañana traerá su propio agobio. A cada día le bastan sus disgustos.»

Palabra del Señor




Comentario al Evangelio de hoy sábado, 23 de junio de 2018
 Aristóbulo Llorente cmf


      El espectáculo de la primera lectura es digno de ser tenido en cuenta. Aquellas familias reales se sentían no servidores del pueblo que Dios les había encomendado sino dueños de sus vidas y destinos. Su función principal era la de luchar entre ellos tratando todos de quedarse con la porción mayor del pastel. El deseo de poder y de riquezas les llenaba de tal modo que no tenían tiempo para dedicarse a otras cosas. Lo peor de todo el resultado: terminaban matándose entre sí, destrozándose unos a otros. ¡Tantos esfuerzos para nada! ¡Tanta inteligencia derrochada para terminar muriendo en un enfrentamiento fratricida! ¡Tanto deseo de conseguirlo todo para, en realidad, perderlo todo!

      Como siempre Jesús nos vuelve al sentido común, a lo que es más importante en la vida. ¿Creéis que es posible servir al mismo tiempo a vuestros deseos de poder y de riquezas y a la fraternidad del Reino que es lo que Dios quiere que hagamos? Es imposible. Son cosas que no pueden caminar juntas. Ya decía Mafalda, aquella niña argentina genial que Quino dibujó tantas veces, que es imposible amasar una fortuna sin antes hacer harina a los demás. Es un poco exagerado pero tiene mucho de verdad. 

      Pero Jesús va más allá. No sólo se trata de que no se pueda servir a dos señores. Es que además uno de esos señores, el de las riquezas y el poder, no es en realidad un señor. Es más bien el atajo que nos lleva a la soledad y a la muerte. Vivir agobiados por esos deseos es perdernos lo mejor de la vida, que es el encuentro gozoso con los hermanos, el trabajo común para construir un mundo mejor y más justo. Donde nadie sea excluido y, como consecuencia, yo, cada uno de nosotros, también tenga un lugar. Donde puedo vivir en comunidad sin sentirme amenazado. Donde pueda vivir en paz. 

      Porque aquellos que buscan sólo el poder, las riquezas, el estar por encima de los demás, viven siempre amenazados, tienen miedo. Los demás son siempre una amenaza. Por arriba que hayan llegado en la escala social siempre están amenazados de caer. Y, quizá porque han subido mucho, la caída es mucho más dura. Los que se entregan a esas pasiones no conocen la paz ni el descanso, no conocen el gozo de dar la mano al hermano y compartir las esperanzas y las alegrías, y también los dolores y las penas, con los que nos rodean. Viven siempre solos y atemorizados. No conocen la verdadera amistad porque desconfían de todos. No vale la pena vivir así. 

      Lo que Jesús nos dice es que vale mucho más la pena trabajar por la fraternidad y la justicia, por la vida de todos, por el bien de todos. Ahí sí que podemos encontrar la felicidad, la paz, la tranquilidad. Sin agobiarnos. Sin vivir atemorizados. Porque sabemos que, buscando el Reino de Dios y su justicia, todo lo demás se nos dará por añadidura.