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domingo, 8 de abril de 2018
SANTA FAUSTINA KOWALSKA Y LA DIVINA MISERICORDIA
Faustina Kowalska
Santa Faustina, de sus 33 años de vida, 13 los pasó en el convento, donde ascendió a un alto grado de unión con Dios. Recibió dones místicos, como visiones, don de profecía, estigmas ocultos, conocimiento de las conciencias, etc. Dios le confió la misión de propagar la Divina Misericordia, mediante la imagen de Jesús misericordioso, la fiesta, la hora y la coronilla de la Divina Misericordia.
“La fiesta de la Divina Misericordia ha salido de mis entrañas, deseo que se celebre solemnemente el primer domingo después de Pascua. Anhelo que esta fiesta sea refugio y amparo para todas las almas y especialmente para los pobres pecadores. Ese día están abiertas las entrañas de mi misericordia. Derramo un mar de gracias sobre las almas que se acercan al manantial de mi misericordia. El alma que se confiese y reciba la santa Comunión obtendrá el perdón total de las culpas y de las penas. Que ningún alma tema acercarse a mí aunque sus pecados sean como la escarlata. La humanidad no conocerá paz hasta que no se dirija a la fuente de mi Misericordia” (Diario 699).
La Madre Maestra, al final del noviciado le dijo: “Que tu alma, hermana, se distinga en especial por la sencillez y la humildad. Camina por la vida como una niña, siempre confiada, contenta de todo, feliz de todo”. Recordó siempre este consejo: “Como las aguas descienden desde las montañas a los valles, las gracias de Dios bajan sólo sobre las almas humildes”.
* Enviado por el P. Natalio
DICHOSOS LOS QUE CREEN SIN HABER VISTO
Dichosos los que creen sin haber visto.
¡Qué dicha encontrarse nuevamente con el Señor, había vencido verdaderamente a la muerte!
Por: Pa´ que te salves. | Fuente: Catholic.net
Contemplaremos, paso a paso, un hermosísimo pasaje evangélico. Veremos a los apóstoles que, atemorizados, se escondían bajo llave. Veremos a Jesús que amorosamente se acerca a ellos y les anima. Veremos al apóstol Tomás que no se anima a creer en la Resurrección del Señor.
Cuando se está lejos de Jesús, o cuando se le desconoce, la vida de una persona se convierte en una angustia permanente. ¿Qué sucede cuando una persona que no cree en Dios se entera que ha de morir pronto por una enfermedad incurable? ¿Que sucede con una persona que no cree en Dios y pierde a un ser querido, o sufre un terrible accidente? ¿Acaso no se llena de angustia, de miedo, de duda? Pero, cuando verdaderamente se cree en Dios, la persona atribulada confía y no se angustia. Nuestro mundo de hoy vive angustiado todo el tiempo pues no conoce o no quiere aceptar a Jesucristo.
Contemplemos este pasaje evangélico que el apóstol San Juan nos transmite por medio de la Liturgia de la Palabra. Observemos, paso a paso, lo acontecido en aquella ocasión. Observemos a los protagonistas del pasaje y presenciemos personalmente lo ocurrido.
Era el día de la Resurrección. Era ya de noche. Los discípulos de Jesús, diez únicamente (pues Judas, quien había traicionado y vendido al Señor, se había quitado la vida; Tomás estaba ausente), se encontraban encerrados bajo llave en una casa. Estaban llenos de miedo por los judíos. Asustados, temerosos, no comprendían qué pasaba. Por la mañana, María Magdalena les había dicho que Jesús había resucitado, que ya no estaba en la tumba. Pedro y Juan fueron corriendo presurosos a ver el sepulcro, la tumba, donde habían depositado el cuerpo del maestro. Ellos no creían lo dicho por María Magdalena. Creían que el cuerpo había sido robado y temían que los judíos los maltratasen. Además, estaban tristes pues ¿de qué les había servido haber dejado familias, trabajo, fama y tranquilidad para seguir a Jesús durante tres años y haber terminado con la sentencia de muerte, ejecución y sepultura del maestro? Estaban desconcertados, atemorizados y tristes. ¡Pobres discípulos! Se sentían huérfanos.
Mas de pronto, en medio de esa comunidad atemorizada y encerrada bajo llave, el Señor se presenta amorosamente. ¡Cuál habrá sido el susto que ellos se habrán llevado al ver que un resucitado se les aparezca! Tres días antes lo habían enterrado muerto después de un suplicio horrible! Ahora Él se presenta en medio de ellos. Conociendo el Señor que estaban tan atemorizadas y que su aparición les iba a aumentar los temores, les dice amorosa y tiernamente: “La paz esté con Ustedes”. Ellos se tranquilizan. El Señor nuevamente les ayuda, pues les muestra las heridas causadas por los clavos en las manos, y la herida causada por la lanza en el costado. Entonces, esos discípulos que estaban llenos de miedo, de tristeza, se alegran de ver al Señor.
¡Qué dicha encontrarse nuevamente con el Señor! En esos momentos, reconocían que era verdad todo lo que les había dicho. Lo veían a Él resucitado, vivo. ¡Había vencido verdaderamente a la Muerte!.
Seguramente San Pedro se abalanzó sobre el Señor. Le habrá abrazado y besado. Habrá llorado de alegría al ver a su maestro nuevamente. Las lágrimas habrán corrido nuevamente por sus mejillas, pero ya no de tristeza por la traición, sino de alegría por el reencuentro con el maestro amado.
Y el Señor, amorosamente, les vuelve a decir que la paz esté con ellos. ¡Qué encuentro tan maravilloso! ¡Único! Jesucristo resucitado y sus amados discípulos. El reencuentro después del dolor. La alegría después de la tristeza.
Él les habla, le conforta, les da muestras de cariño, junto con nuevas indicaciones. Les da de regalo al Espíritu Santo, y el poder de perdonar los pecados. Además de abrirnos las puertas del Cielo, de la vida eterna, además de haber muerto por todos los hombres, además de habernos amado tanto, Jesús sigue regalando cosas a sus amigos, a sus amados, a sus hijos.
¡Qué alegría! ¡Qué gozo! ¡Qué tranquilidad habrá sido el volver encontrase con el maestro!. Los discípulos habrán recobrado vida después de tan duras penas sufridas.
Y el Señor se marcha… Los vuelve a dejar…
Cuando Tomás, el discípulo ausente, regresa, los compañeros le cuentan lo ocurrido. Pero él no les cree. Se imagina que el miedo y la tristeza les hace ver fantasmas o algo así. Les dice: “Si no veo en sus manos la señal de los clavos y si no meto mi dedo en los agujeros de los clavos y no meto mi mano en su costado, no creeré”. ¡Pobre Tomás! No creía. Aún pedía pruebas de lo que sus compañeros le decían. Él no comprendía cómo Jesús pudo morir de forma tan vil si era Dios.
Pasan ocho días más. Era el siguiente domingo, el primero después de la Resurrección. Ese día, sí estaba Tomás con los demás discípulos. El Señor se les vuelve a aparecer. Y amorosamente le invita a que meta sus dedos en las heridas, para que crea. Al instante el buen Tomás se arrodilla y le dice “¡Señor mío y Dios mío!” A lo que le responde el Señor: “Tú crees porque me has visto; dichosos los que crean sin haber visto”. En ese momento, el Señor pensó en todos nosotros, que creeríamos sin que lo hubiéramos visto.
El Señor nos invita a creer a pesar de no haber visto. A creer en el amor infinito de Dios por nosotros. Y junto con toda la Iglesia en este Jubileo del Año dos mil. Nos invita a la conversión, a volver a Dios, a alejarnos de la vida de pecado. Recordemos que para esto ha venido Jesucristo, para rescatarnos del pecado y abrirnos nuevamente las puertas el cielo. Y, para ello, recordemos que espera que cada uno de nosotros libremente lo busque a Él.
No dejemos pasar el tiempo. Volvamos a la casa del Padre. Sigamos los caminos de nuestros Señor Jesucristo: Amemos a Dios sobre todas las cosas y a nuestro prójimo. Si amamos realmente estaremos en el camino de la conversión, pues quien verdaderamente ama es quien imita a Dios, pues Dios es amor, nos dice el apóstol san Juan, y el mandato de Jesucristo es: “Amaos los unos a los otros como yo os he amado”. Por ello, la auténtica conversión del corazón es la imitación de Cristo amoroso, quien nos amó y se entregó por nosotros.
La Iglesia, por medio del catecismo, nos recuerda que cada persona, tú o yo, hemos de responder libremente a la invitación que Dios nos hace para creer. Esa respuesta muy personal de cada uno, es la fe.
Nos recuerda, también, que la fe no es algo nada más personal, pues no la habríamos recibido si no hubiese otras personas que nos la transmitieran. Por ello, es necesario que todos transmitamos a otras personas esa fe.
Recordemos que no es suficiente creer en Jesucristo para que alcancemos la vida eterna y nos salvemos. Es necesario que nuestra vida se transforme en una vida llena de obras de acuerdo a los mandatos de Jesucristo: obras llenas de amor a Dios y a nuestros hermanos los hombres.
La fe no llega así porque sí a los demás. Es necesario que haya otras personas que la lleven a los que no la conoces. Todos los cristianos, todos los miembros de la Iglesia estamos llamados a transmitir la fe a los demás, empezando por nuestros hijos.
Nadie puede dar lo que no conoce. Por ello es necesario que conozcamos cada día mejor nuestra fe, para que la podamos transmitir a los demás, empezando por los de casa.
EL EVANGELIO DE HOY DOMINGO 8 MARZO 2018 - DIVINA MISERICORDIA
Lecturas de hoy Domingo 2º de Pascua - Ciclo B
Hoy, domingo, 8 de abril de 2018
Primera lectura
Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles (4,32-35):
En el grupo de los creyentes todos pensaban y sentían lo mismo: lo poseían todo en común y nadie llamaba suyo propio nada de lo que tenía. Los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús con mucho valor. Y Dios los miraba a todos con mucho agrado. Ninguno pasaba necesidad, pues los que poseían tierras o casas las vendían, traían el dinero y lo ponían a disposición de los apóstoles; luego se distribuía según lo que necesitaba cada uno.
Palabra de Dios
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Salmo
Sal 117,2-4.16ab-18.22-24
R/. Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia
Diga la casa de Israel: eterna es su misericordia.
Diga la casa de Aarón: eterna es su misericordia.
Digan los fieles del Señor: eterna es su misericordia. R/.
La piedra que desecharon los arquitectos
es ahora la piedra angular.
Es el Señor quien lo ha hecho,
ha sido un milagro patente.
Éste es el día en que actuó el Señor:
sea nuestra alegría y nuestro gozo. R/.
Señor, danos la salvación;
Señor, danos prosperidad.
Bendito el que viene en nombre del Señor,
os bendecimos desde la casa del Señor;
el Señor es Dios, él nos ilumina. R/.
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Segunda lectura
Lectura de la primera carta del apóstol san Juan (5,1-6):
Todo el que cree que Jesús es el Cristo ha nacido de Dios; y todo el que ama a Dios que da el ser ama también al que ha nacido de él. En esto conocemos que amamos a los hijos de Dios: si amamos a Dios y cumplimos sus mandamientos. Pues en esto consiste el amor a Dios: en que guardemos sus mandamientos. Y sus mandamientos no son pesados, pues todo lo que ha nacido de Dios vence al mundo. Y lo que ha conseguido la victoria sobre el mundo es nuestra fe. ¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios? Éste es el que vino con agua y con sangre: Jesucristo. No sólo con agua, sino con agua y con sangre; y el Espíritu es quien da testimonio, porque el Espíritu es la verdad.
Palabra de Dios
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Lectura del santo evangelio según san Juan (20,19-31):
Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos.
Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: «Paz a vosotros.»
Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegria al ver al Señor.
Jesús repitió: «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo.»
Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.»
Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús.
Y los otros discípulos le decían: «Hemos visto al Señor.»
Pero él les contestó: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo.»
A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos.
Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo: «Paz a vosotros.»
Luego dijo a Tomás: «Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.»
Contestó Tomás: «¡Señor mío y Dios mío!»
Jesús le dijo: «¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto.»
Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Éstos se han escrito para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre.
Palabra del Señor
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Comentario al Evangelio de hoy domingo, 8 de abril de 2018
Fernando Torres cmf
Una comunidad creyente
La fe se da siempre en el seno de una comunidad. No se reconoce a Jesús en la soledad sino en la relación con los hermanos y hermanas que forman la comunidad eclesial. Es la comunidad creyente la que va haciendo el camino de la fe, apoyándose unos a otros, poniendo en común las dudas y las dificultades, los hallazgos y las seguridades. Los creyentes se arriesgan a creer en común, lo que es siempre más complicado pero más gozoso que creer en soledad. En la relación fraterna, la confesión de la fe se convierte en compromiso público que he de verificar en mi conducta diaria delante de los demás.
Esta realidad tan fundamental para la Iglesia se refleja ve en las lecturas de este domingo. Los Hechos de los Apóstoles acentúan el aspecto de la puesta en común de todo por parte de la comunidad de creyentes. Los que formaban la Iglesia de aquellos primeros días lo tenían todo en común. En medio de la comunidad los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor. El testimonio era acogido y compartido. La fe era compartida y celebrada. La vida era también compartida en todas sus dimensiones. De forma que nadie pasaba necesidad. Todos se confortaban mutuamente en la fe y en todo lo necesario para vivir.
Pero eso no significa que aquella primera comunidad no tuviese problemas, que creer fuese fácil para ellos. Ni siquiera era sencillo para los mismos apóstoles. Le fe en la resurrección de Jesús no fue algo conseguido en un abrir y cerrar de ojos. Fue un proceso en el que los apóstoles y los demás discípulos fueron creciendo juntos. El Evangelio de hoy es testigo directo de esta realidad. Jesús se hace presente en medio de los discípulos, les habla al corazón, les confirma en la fe. Todos se sienten más seguros. Todos menos uno, que no estaba presente en el momento en que Jesús se apareció. Es Tomás. No es que dude. Simplemente quiere estar seguro de que de verdad es Jesús el que se aparece, de que no es un fantasma o una ilusión. No está dispuesto a entregar su vida por nada. Por eso quiere ver la señal de los clavos y meter su dedo en el agujero. Quiere estar seguro de seguir a Jesús y no a un fruto de su imaginación. Y lo vio y creyó.
Hoy se nos propone a nosotros, comunidad cristiana, encontrarnos con Jesús. No con el Jesús que nos imaginamos sino con el Jesús real de los Evangelios. Se nos impone leerlos con detalle. Para comprometernos a seguirle, porque está vivo, porque ha resucitado. Creer en su resurrección compromete nuestra vida de tal modo que nada puede seguir igual. Delante de los hermanos y hermanas nos comprometemos a vivir como cristianos, como sus discípulos, las 24 horas del día.
Para la reflexión
Decir que Jesús ha resucitado, significa creer en la vida eterna, pero ¿tiene también alguna consecuencia para ésta? ¿Cómo puedo ser un signo de resurrección para los que viven conmigo, para mi familia o mi comunidad? ¿Me atrevo a comprometerme a ser cristiano delante de mi comunidad?
PAPA FRANCISCO EN DIVINA MISERICORDIA: PECAS MUCHO? PIDE MUCHA MISERICORDIA Y VEREMOS QUIÉN GANA
El Papa en Divina Misericordia: ¿Pecas mucho? Pide mucha misericordia y veremos quién gana
POR ÁLVARO DE JUANA | ACI Prensa
Foto: Daniel Ibáñez / ACI Prensa
En la Misa que el Papa Francisco presidió por el II Domingo de Pascua o también llamado Domingo de la Misericordia, afirmó que para conocer y tocar la misericordia de Jesús es necesario dejarse perdonar.
“¿Cómo saborear este amor, cómo tocar hoy con la mano la misericordia de Jesús?”, preguntó a los fieles presentes.
“Para experimentar el amor hay que pasar por allí: dejarse perdonar. Pero ir a confesarse parece difícil, porque nos viene la tentación ante Dios de hacer como los discípulos en el Evangelio: atrincherarnos con las puertas cerradas”.
Francisco habló de la vergüenza que se siente al haber pecado y aseguró que cuando ocurre esto “debemos estar agradecidos: quiere decir que no aceptamos el mal, y esto es bueno. La vergüenza es una invitación secreta del alma que necesita del Señor para vencer el mal. El drama está cuando no nos avergonzamos ya de nada. No tengamos miedo de sentir vergüenza. Pasemos de la vergüenza al perdón”.
El Papa comentó el Evangelio de la liturgia del día en el que se narra el momento en el que el discípulo Tomás se encentra con Jesús resucitado y necesita comprobar sus heridas para creer.
“A pesar de su incredulidad, debemos agradecer a Tomás que no se conformara con escuchar a los demás decir que Jesús estaba vivo, ni tampoco con verlo en carne y hueso, sino que quiso ver en profundidad, tocar sus heridas, los signos de su amor”.
“Para nosotros es suficiente saber que Dios existe; no nos llena la vida un Dios resucitado pero lejano; no nos atrae un Dios distante, por más que sea justo y santo. No, tenemos también la necesidad de 'ver a Dios', de palpar que él ha resucitado por nosotros”, reconoció Francisco.
El Papa dijo que para verlo hay que mirar a sus llagas: “Al mirarlas, ellos comprendieron que su amor no era una farsa y que los perdonaba, a pesar de que estuviera entre ellos quien lo renegó y quien lo abandonó. Entrar en sus llagas es contemplar el amor inmenso que brota de su corazón. Es entender que su corazón palpita por mí, por ti, por cada uno de nosotros”.
“Podemos considerarnos y llamarnos cristianos, y hablar de los grandes valores de la fe, pero, como los discípulos, necesitamos ver a Jesús tocando su amor. Solo así vamos al corazón de la fe y encontramos, como los discípulos, una paz y una alegría que son más sólidas que cualquier duda”.
Por otro lado, el Pontífice señaló que “Dios no se ofende de ser ‘nuestro', porque el amor pide intimidad, la misericordia suplica confianza”.
“Ellos lo hacían por miedo y nosotros también tenemos miedo, vergüenza de abrirnos y decir los pecados. Que el Señor nos conceda la gracia de comprender la vergüenza, de no considerarla como una puerta cerrada, sino como el primer paso del encuentro”.
“Existe, en cambio, una puerta cerrada ante el perdón del Señor, la de la resignación. La experimentaron los discípulos, que en la Pascua constataban amargamente que todo había vuelto a ser como antes”, alertó el Papa.
A este respecto, denunció que “también nosotros podemos pensar: ‘Soy cristiano desde hace mucho tiempo y, sin embargo, no cambia nada, cometo siempre los mismos pecados’. Entonces, desalentados, renunciamos a la misericordia”.
“Pero el Señor nos interpela: ‘¿No crees que mi misericordia es más grande que tu miseria? ¿Eres reincidente en pecar? Sé reincidente en pedir misericordia, y veremos quién gana’”.
“En cada perdón somos renovados, animados, porque nos sentimos cada vez más amados. Y cuando siendo amados caemos, sentimos más dolor que antes. Es un dolor benéfico, que lentamente nos separa del pecado. Descubrimos entonces que la fuerza de la vida es recibir el perdón de Dios y seguir adelante, de perdón en perdón”, añadió.
El Papa, antes de concluir, recordó que “Dios obra maravillas” y que “Él no decide jamás separarse de nosotros, somos nosotros los que le dejamos fuera”.
“Pero cuando nos confesamos acontece lo inaudito: descubrimos que precisamente ese pecado, que nos mantenía alejados del Señor, se convierte en el lugar del encuentro con Él. Allí, el Dios herido de amor sale al encuentro de nuestras heridas. Y hace que nuestras llagas miserables sean similares a sus llagas gloriosas. Porque Él es misericordia y obra maravillas en nuestras miserias”.
HOMILÍA DEL PAPA FRANCISCO EN LA MISA DEL DOMINGO DE LA DIVINA MISERICORDIA
Homilía del Papa Francisco en la Misa del Domingo de la Divina Misericordia
Redacción ACI Prensa
Foto: Daniel Ibáñez / ACI Prensa
La Plaza de San Pedro albergó una Misa presidida por el Papa Francisco con motivo del II Domingo de Pascua o también llamado Domingo de la Divina Misericordia.
El Pontífice habló del pecado y señaló que “cuando nos confesamos acontece lo inaudito: descubrimos que precisamente ese pecado, que nos mantenía alejados del Señor, se convierte en el lugar del encuentro con él. Allí, el Dios herido de amor sale al encuentro de nuestras heridas”.
A continuación, el texto completo de la homilía:
En el Evangelio de hoy aparece varias veces el verbo ver: «Los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor» (Jn 20,20); luego, dijeron a Tomás: «Hemos visto al Señor» (v. 25). Pero el Evangelio no describe al Resucitado ni cómo lo vieron; solo hace notar un detalle: «Les enseñó las manos y el costado» (v. 20). Es como si quisiera decirnos que los discípulos reconocieron a Jesús de ese modo: a través de sus llagas. Lo mismo sucedió a Tomás; también él quería ver «en sus manos la señal de los clavos» (v. 25) y después de haber visto creyó (v. 27).
A pesar de su incredulidad, debemos agradecer a Tomás que no se conformara con escuchar a los demás decir que Jesús estaba vivo, ni tampoco con verlo en carne y hueso, sino que quiso ver en profundidad, tocar sus heridas, los signos de su amor. El Evangelio llama a Tomás «Dídimo» (v. 24), es decir, mellizo, y en su actitud es verdaderamente nuestro hermano mellizo. Porque tampoco para nosotros es suficiente saber que Dios existe; no nos llena la vida un Dios resucitado pero lejano; no nos atrae un Dios distante, por más que sea justo y santo. No, tenemos también la necesidad de “ver a Dios”, de palpar que él ha resucitado por nosotros.
¿Cómo podemos verlo? Como los discípulos, a través de sus llagas. Al mirarlas, ellos comprendieron que su amor no era una farsa y que los perdonaba, a pesar de que estuviera entre ellos quien lo renegó y quien lo abandonó. Entrar en sus llagas es contemplar el amor inmenso que brota de su corazón. Es entender que su corazón palpita por mí, por ti, por cada uno de nosotros. Queridos hermanos y hermanas: Podemos considerarnos y llamarnos cristianos, y hablar de los grandes valores de la fe, pero, como los discípulos, necesitamos ver a Jesús tocando su amor. Solo así vamos al corazón de la fe y encontramos, como los discípulos, una paz y una alegría (cf. vv. 19- 20) que son más sólidas que cualquier duda.
Tomás, después de haber visto las llagas del Señor, exclamó: «¡Señor mío y Dios mío!» (v. 28). Quisiera llamar la atención sobre este adjetivo que Tomás repite: mío. Es un adjetivo posesivo y, si reflexionamos, podría parecer fuera de lugar atribuirlo a Dios: ¿Cómo puede Dios ser mío? ¿Cómo puedo hacer mío al Omnipotente? En realidad, diciendo mío no profanamos a Dios, sino que honramos su misericordia, porque él es el que ha querido “hacerse nuestro”. Y como en una historia de amor, le decimos: “Te hiciste hombre por mí, moriste y resucitaste por mí, y entonces no eres solo Dios; eres mi Dios, eres mi vida. En ti he encontrado el amor que buscaba y mucho más de lo que jamás hubiera imaginado”.
Dios no se ofende de ser “nuestro”, porque el amor pide intimidad, la misericordia suplica confianza. Cuando Dios comenzó a dar los diez mandamientos ya decía: «Yo soy el Señor, tu Dios» (Ex 20,2) y reiteraba: «Yo, el Señor, tu Dios, soy un Dios celoso» (v. 5). He aquí la propuesta de Dios, amante celoso que se presenta como tu Dios. Y la respuesta brota del corazón conmovido de Tomás: «¡Señor mío y Dios mío!». Entrando hoy en el misterio de Dios a través de las llagas, comprendemos que la misericordia no es una entre otras cualidades suyas, sino el latido mismo de su corazón. Y entonces, como Tomás, no vivimos más como discípulos inseguros, devotos pero vacilantes, sino que nos convertimos también en verdaderos enamorados del Señor.
¿Cómo saborear este amor, cómo tocar hoy con la mano la misericordia de Jesús? Nos lo sugiere el Evangelio, cuando pone en evidencia que la misma noche de Pascua (cf. v. 19), lo primero que hizo Jesús apenas resucitado fue dar el Espíritu para perdonar los pecados. Para experimentar el amor hay que pasar por allí: dejarse perdonar. Pero ir a confesarse parece difícil, porque nos viene la tentación ante Dios de hacer como los discípulos en el Evangelio: atrincherarnos con las puertas cerradas. Ellos lo hacían por miedo y nosotros también tenemos miedo, vergüenza de abrirnos y decir los pecados. Que el Señor nos conceda la gracia de comprender la vergüenza, de no considerarla como una puerta cerrada, sino como el primer paso del encuentro. Cuando sentimos vergüenza, debemos estar agradecidos: quiere decir que no aceptamos el mal, y esto es bueno. La vergüenza es una invitación secreta del alma que necesita del Señor para vencer el mal. El drama está cuando no nos avergonzamos ya de nada. No tengamos miedo de sentir vergüenza. Pasemos de la vergüenza al perdón.
Existe, en cambio, una puerta cerrada ante el perdón del Señor, la de la resignación. La experimentaron los discípulos, que en la Pascua constataban amargamente que todo había vuelto a ser como antes. Estaban todavía allí, en Jerusalén, desalentados; el “capítulo Jesús” parecía terminado y después de tanto tiempo con él nada había cambiado. También nosotros podemos pensar: “Soy cristiano desde hace mucho tiempo y, sin embargo, no cambia nada, cometo siempre los mismos pecados”. Entonces, desalentados, renunciamos a la misericordia. Pero el Señor nos interpela: “¿No crees que mi misericordia es más grande que tu miseria? ¿Eres reincidente en pecar? Sé reincidente en pedir misericordia, y veremos quién gana”. Además —quien conoce el sacramento del perdón lo sabe—, no es cierto que todo sigue como antes. En cada perdón somos renovados, animados, porque nos sentimos cada vez más amados. Y cuando siendo amados caemos, sentimos más dolor que antes. Es un dolor benéfico, que lentamente nos separa del pecado. Descubrimos entonces que la fuerza de la vida es recibir el perdón de Dios y seguir adelante, de perdón en perdón.
Además de la vergüenza y la resignación, hay otra puerta cerrada, a veces blindada: nuestro pecado. Cuando cometo un pecado grande, si yo —con toda honestidad— no quiero perdonarme, ¿por qué debe hacerlo Dios? Esta puerta, sin embargo, está cerrada solo de una parte, la nuestra; que para Dios nunca es infranqueable. A él, como enseña el Evangelio, le gusta entrar precisamente “con las puertas cerradas”, cuando todo acceso parece bloqueado. Allí Dios obra maravillas. Él no decide jamás separarse de nosotros, somos nosotros los que le dejamos fuera. Pero cuando nos confesamos acontece lo inaudito: descubrimos que precisamente ese pecado, que nos mantenía alejados del Señor, se convierte en el lugar del encuentro con él. Allí, el Dios herido de amor sale al encuentro de nuestras heridas. Y hace que nuestras llagas miserables sean similares a sus llagas gloriosas. Porque él es misericordia y obra maravillas en nuestras miserias. Pidamos hoy como Tomás la gracia de reconocer a nuestro Dios, de encontrar en su perdón nuestra alegría, en su misericordia nuestra esperanza.
HOY 8 ABRIL 2018, CELEBRAMOS LA FIESTA DE LA DIVINA MISERICORDIA
Fiesta de la Divina Misericordia
En este segundo Domingo de Pascua, celebramos también el día de la Divina Misericordia que fuera instituido por el papa San Juan Pablo II en el año 2000. Es una devoción muy difundida hoy en la Iglesia Católica después de las revelaciones que recibió la monja polaca Sor María Faustina Kowalska, canonizada por el mencionado papa santo.
Dios es Padre Misericordioso, y le gusta que acudamos y nos fiemos de su infinita misericordia. Dice la Biblia: «Como el viento norte borra las nubes del cielo, así mi misericordia borra los pecados de tu alma». O también: «Yo arrojaré tus pecados al fondo del mar para que nunca más vuelvan a salir a flote».
Lo que Dios me perdona me lo perdona para siempre, nunca más me lo echa en cara. Dios perdona todo y del todo. Pero esta infinita misericordia de Dios hay que armonizarla con su justicia. Para que Dios me perdone, tengo que arrepentirme. Dios no puede perdonar al que no se arrepiente.
Padre Jorge Loring S.J.
17 COSAS QUE JESÚS REVELÓ A SANTA FAUSTINA ACERCA DE LA DIVINA MISERICORDIA
17 cosas que Jesús reveló a Santa Faustina acerca de la Divina Misericordia
Redacción ACI Prensa
Crédito: Alexey Gotovskiy (ACI Prensa)
Desde 1931 Santa Faustina Kowalska recibió mensajes de Jesús que luego escribió en un diario de más de 600 páginas dirigido a un mundo que necesitaba y continúa necesitado de la Misericordia de Dios.
¿Es posible no escuchar lo que Jesús dijo a través de Santa Faustina acerca de su misericordia y cuál debe ser la respuesta del hombre? Benedicto XVI dijo en una ocasión “Es un mensaje realmente central para nuestro tiempo: la misericordia como la fuerza de Dios, como el límite divino contra el mal del mundo”.
En ese sentido el National Catholic Register presenta 17 cosas que Jesús reveló a Santa Faustina Kowalska sobre la Divina Misericordia en distintas partes de los 6 cuadernos de sus revelaciones privadas. Todos los cuadernos fueron compilados en un solo Diario que contiene 1828 numerales.
1. La Fiesta de la Misericordia será un refugio para todas las almas
“Deseo que la Fiesta de la Misericordia sea un refugio para todas las almas y especialmente para los pobres pecadores. En ese día se abren las profundidades de mi misericordia. Yo derramo un océano entero de gracias sobre aquellas almas que se acercan a la fuente de Mi misericordia. El alma que irá a la Confesión y recibirá la Sagrada Comunión obtendrá el perdón completo de los pecados y el castigo. Ese día todas las compuertas divinas a través de las cuales la gracia fluye se abren. Que nadie tema acercarse a Mí, aunque sus pecados sean como el escarlata”. (Diario, 699)
2. No existirá paz sino a través de la misericordia de Dios
“La humanidad no tendrá paz hasta que se vuelva con confianza a Mi Misericordia”. (Diario, 300)
3. Cuando el mundo reconozca la misericordia Dios será señal de los últimos tiempos
“Que toda la humanidad reconozca Mi misericordia insondable. Es una señal para los tiempos finales. Después vendrá el día de la justicia”. (Diario, 848)
4. La justicia de Dios es inminente cuando su misericordia es rechazada
“El que se niega a pasar por la puerta de mi misericordia debe pasar por la puerta de mi justicia...” (Diario 1146)
5. La Fiesta de la Misericordia podrá ser la última oportunidad para que muchos se salven
“Las almas mueren a pesar de Mi amarga Pasión. Les ofrezco la última tabla de salvación, es decir, la Fiesta de Mi misericordia. Si no adoran Mi misericordia, morirán para siempre”. (Diario, 965)
6. Que Dios es el mejor de todos los Padres
“Mi Corazón desborda con gran misericordia para las almas, y especialmente para los pobres pecadores. Si solo pudieran entender que yo soy el mejor de los Padres para ellos y que para ellos es que la Sangre y el Agua fluyeron de Mi Corazón como de una fuente llena de misericordia”. (Diario 367)
7. El primer domingo después de Pascua se celebrará la Fiesta de la Misericordia
“Estos rayos protegen las almas de la ira de Mi Padre. Bienaventurado el que habitará en su refugio, porque la mano justa de Dios no lo tomará. Deseo que el primer domingo después de Pascua sea la Fiesta de la Misericordia”. (Diario, 299)
8. Dios quiere que todos se salven
“Hija mía, escribe que cuanto mayor es la miseria de un alma, mayor es su derecho a mi misericordia; (Exhorta) a todas las almas a confiar en el abismo insondable de Mi misericordia, porque quiero salvar a todos”. (Diario, 1182)
9. Los más pecadores tienen más derecho a la misericordia de Dios
“Cuanto mayor es el pecador, mayor es el derecho que tiene a mi misericordia. Mi misericordia se confirma en toda obra de Mis manos. El que confía en mi misericordia no perecerá, porque todos sus asuntos son míos y sus enemigos serán destrozados en la base de mi escabel”. (Diario 723)
10. La confianza en la misericordia de Dios de los más grandes pecadores debe ser total
“(Que) los grandes pecadores confíen en mi misericordia. Tienen derecho ante otros a confiar en el abismo de Mi misericordia. Hija mía, escribe acerca de Mi misericordia hacia las almas atormentadas. Las almas que hacen un llamado a Mi misericordia me deleitan. A tales almas les doy aún más gracias de las que piden. No puedo castigar ni aun al más grande pecador si hace un llamado a Mi compasión, pero al contrario lo justifico en Mi insondable e inescrutable misericordia”. (Diario, 1146)
11. Dios ofrece perdón completo a quien se confiese y comulgue en la fiesta de la misericordia
“Quiero conceder un perdón completo a las almas que irán a la Confesión y recibirán la Santa Comunión en la Fiesta de Mi misericordia”. (Diario, 1109)
12. No debe existir miedo de acercarse a la misericordia de Dios
“Que el alma débil y pecaminosa no tenga miedo de acercarse a Mí, ya que aunque tuviera más pecados que grano de arena en el mundo, todos se ahogaran en las profundidades inconmensurables de Mi misericordia”. (Diario, 1059)
13. La misericordia de Dios debe ser adorada y la imagen venerada
“Exijo la adoración de Mi misericordia a través de la solemne celebración de la Fiesta y de la veneración de la imagen que está pintada. Por medio de esta imagen concederé muchas gracias a las almas. Es para ser un recordatorio de las exigencias de Mi misericordia, porque incluso la fe más fuerte es inútil sin obras”. (Diario, 742)
14. Las almas recibirán gracias que no podrán contener e irradiarán a otras
“Di a todas las personas, hija Mía, que yo soy el Amor y la Misericordia. Cuando un alma se acerca a Mí con confianza, la lleno de tal abundancia de gracias que no puede contenerlas dentro de sí, sino que las irradia a otras almas”. (Diario, 1074)
15. La imagen de la Divina Misericordia es fuente de numerosas gracias
“Ofrezco a la gente un vaso con el cual deben seguir viniendo por gracias a la fuente de la misericordia. Ese barco es esta imagen con la firma: ‘Jesús, yo confío en Ti’”. (Diario, 327)
16. Al venerar la imagen se recibe la protección de Dios en la vida y sobre todo en la muerte
“Prometo que el alma que venerará esta imagen no perecerá. También prometo la victoria sobre sus enemigos ya aquí en la tierra, especialmente a la hora de la muerte. Yo lo defenderé como Mi propia gloria”. (Diario, 48)
17. Los que propagan esta devoción serán protegidos toda su vida por Dios
“A las almas que propagan la devoción a Mi misericordia, las protejo durante toda su vida como una madre cariñosa (protege) a su niño recién nacido y a la hora de la muerte no seré para ellas Juez sino Salvador misericordioso. En esa última hora, un alma no tiene nada con que defenderse excepto mi misericordia. Feliz es el alma que durante su vida se sumergió en la Fuente de la Misericordia, porque la justicia no la tendrá”. (Diario, 1075).
PALABRAS DE JESÚS MISERICORDIOSO A SANTA FAUSTINA KOWALSKA
Palabras de Jesús misericordioso a Santa María Faustina Kowalska
Apóstol de la Divina Misericordia
"Hija Mía, necesito sacrificios hechos por amor, porque sólo éstos tienen valor para Mí. Es grande la deuda del mundo contraída Conmigo, la pueden pagar las almas puras con sus sacrificios, practicando la misericordia espiritualmente." (Diario #1316, p. 471)
"Si el alma no practica la misericordia de alguna manera no conseguirá Mi misericordia e el día del juicio. Oh, si las almas supieran acumular los tesoros eternos, no serían juzgadas, porque su misericordia anticiparía Mi juicio." (Diario #1317, p. 472)
"Oh alma sumergida en las tinieblas, no te desesperes, todavía no todo está perdido, habla con tu Dios que es el Amor y la Misericordia Misma. Alma, escucha la voz de tu padre Misericordioso." (Diario #1486, p. 522)
"Has de saber hija mía, que mi corazón es la Misericordia misma. Desde este mar de Misericordia las Gracias se derraman sobre el mundo entero. Ningún alma que se haya acercado a Mí ha partido sin haber sido consolada. Cada miseria se hunde en mi Misericordia y de este manantial brota toda Gracia salvadora y santificante..." (Diario # 1777, p. 626)
"Mi corazón se alegra de este título de misericordia. Proclama que la misericordia es el atributo más grande de Dios. Todas las obras de Mis manos están coronadas por la misericordia." (Diario #300 p.153)
"Ésta es la hora de la gran misericordia para el mundo entero. Te permitiré penetrar en mi tristeza mortal. En esta hora nada le será negado al alma que lo pida por los méritos de Mi Pasión." (Diario #1320, p.472)
"A las tres, ruega por Mi misericordia, en especial para los pecadores y aunque sólo sea por un brevísimo momento, sumérgete en Mi Pasión, especialmente en Mi abandono en el momento de Mi agonía." (Diario #1320, p.472)
"Aun si un alma estuviese en descomposición como un cadáver y humanamente sin ninguna posibilidad de resurrección y todo estuviera perdido, no sería así para Dios: un milagro de la Divina Misericordia resucitaría esta alma en toda su plenitud. ¡Infelices los que no aprovechan de este milagro de la Misericordia Divina! ¡Lo invocaran en vano, cuando sea demasiado tarde!." (Diario #1448, p.510)
"Los dos rayos significan la Sangre y el Agua. El rayo pálido simboliza el Agua que justifica a las almas. El rayo rojo simboliza la Sangre que es la vida de las almas...Ambos rayos brotaron de las entrañas más profundas de Mi misericordia cuando Mi Corazón agonizante fue abierto en la cruz por la lanza. Estos rayos protegen a las almas de la indignación de Mi Padre. Bienaventurado quien viva a la sombra de ellos, porque no le alcanzará la justa mano de Dios." (Diario #299, p.153)
"La humanidad no conseguirá la paz hasta que no se dirija con confianza a Mi misericordia. Oh, cuánto Me hiere la desconfianza del alma. Esta alma reconoce que soy santo y justo, y no cree que Yo soy la Misericordia, no confía en Mi bondad. También los demonios admiran Mi justicia, pero no creen en Mi bondad." (Diario #300, p.153)
"¡Cuánto deseo la salvación de las almas! Mi querida secretaria, escribe que deseo volcar mi Vida Divina en las almas humanas y santificarlas, con tal de que quieran recibir mi Gracia. Los más grandes pecadores podrían alcanzar una gran santidad si solamente tuvieran confianza en mi Misericordia. Mis entrañas están colmadas de Misericordia, que es derramada sobre todo lo que he creado. Mi delicia consiste en el obrar en las almas de los hombres, llenarlas con mi Misericordia y justificarlas. Mi Reino en la tierra es mi Vida en las almas de los hombres." (Diario #1784, p. 628)
"Reza incesantemente este Rosario que te he enseñado. Todo aquel que lo rece se hará acreedor a la Misericordia a la hora de la muerte...Los Sacerdotes lo recomendaran a los pecadores como última tabla de salvación. Hasta el pecador mas empedernido, si lo reza una vez tan solo, recibirá la Gracia de mi Misericordia infinita. Deseo que todo el mundo conozca mi Misericordia. Quiero conceder gracias inauditas a aquellos que confíen en mi Misericordia. (Diario #687, p. 290)
"A las almas que recen esta coronilla, Mi Misericordia las envolverá en vida y especialmente en la hora de la muerte." (Diario #754, p. 310)
"A través de ella obtendrás todo, si lo que pides está de acuerdo con Mi voluntad." (Diario #1731, p. 608)
"Oh que enorme caudal de Gracias derramaré sobre las almas que recen esta coronilla: las entrañas de mi Misericordia se enternecen por aquellos que rezan la coronilla. Anota estas palabras, hija mía, habla al mundo de mi Misericordia. Que toda la humanidad conozca mi insondable Misericordia. Es la señal de los últimos tiempos, después de ella vendrá el día de la justicia. Cuando todavía queda tiempo, recurran al manantial de mi Misericordia; que aprovechen de la Sangre y el Agua que brotó para ellos." (Diario # 848, p.338)
" Mi Misericordia es mas grande que tus miserias y de aquellas del mundo entero. ¿Quién ha medido mi bondad? Por ti he bajado del cielo a la tierra, por ti me he dejado poner en la Cruz, por ti he permitido que fuera abierto con una lanza mi Sagrado Corazón y he abierto para ti una fuente de Misericordia. Ven y toma de las Gracias de esta fuente con el recipiente de la confianza. No rechazaré jamás un corazón que se humilla, tu miseria será hundida en el abismo de mi Misericordia." (Diario #1485, p. 521)
"...aquellos que proclamarán mi gran Misericordia. Yo mismo los defenderé en la hora de la muerte, como mi Gloria aunque los pecados de las almas fuesen negros como la noche, cuando un pecador se dirige a mi Misericordia, me rinde la gloria más grande y es un honor para mi pasión. Cuando un alma exalta mi Bondad, entonces Satanás tiembla y huye a lo más profundo del infierno." (Diario #378, p. 186)
"Mi Corazón está colmado de gran Misericordia por las almas y sobre todo por los pobres pecadores. Oh si pudieran comprender que Yo soy para ellos el mejor de los padres; que para ellos ha brotado de mi Corazón Sangre y Agua, como de un manantial desbordante de Misericordia; que para ellos vivo en el Tabernáculo y como Rey de Misericordia deseo colmar a las almas de Gracias, pero no quieren aceptarlas. Ve tú por lo menos lo más seguido posible a tomar las Gracias, que ellos no quieren aceptar y con esto consolarás mi Corazón..." (Diario #367, p. 178)
"De todas mis llagas, como de arroyos, fluye la Misericordia para las almas, pero la Llaga de Mi Corazón es la fuente de la Misericordia sin límites; de esta fuente brotan todas las Gracias para las almas. Las llamas de mi compasión me consumen, deseo derramarlas sobre las almas de los hombres." (Diario #1190, p.431)
"Deseo unirme a las almas humanas. Mi gran deleite es unirme con las almas. Has de saber, hija Mía, que cuando llego a un corazón humano en la Santa Comunión, tengo las manos llenas de toda clase de gracias y deseo dárselas al alma, pero las almas ni siquiera Me prestan atención, Me dejan solo y se ocupan de otras cosas. Oh, qué triste es para Mí que las almas no reconozcan al Amor. Me tratan como una cosa muerta." (Diario #1385, p. 492)
"Oh, si los pecadores conocieran Mi misericordia no perecería un número tan grande de ellos. Diles a las almas pecadoras que no tengan miedo de acercarse a Mí, habla de Mi gran misericordia." (Diario #1396, p. 496)
Texto tomado del "DIARIO: La Divina Misericordia en mi alma." Editorial de los Padres Marianos, Stockbridge, Massachuesetts, 1996
LOS CINCO MINUTOS DE JESÚS, 8 ABRIL
LOS CINCO MINUTOS DE JESÚS
8 abril
Cuando uno ha experimentado el trato con Jesucristo, necesita encontrarse frecuentemente con Él; cuando Jesús se queda, las cosas se ven y se viven de otra manera.
Jesús se nos acerca muchas veces a la vida bajo distintas formas; una enfermedad, un fracaso, un éxito, una alegría, un percance y muchas otras circunstancias de nuestra vida diaria son apariencias bajo las cuales se encubre el Señor; pero nosotros no lo conocemos.
Les falta luz a nuestros ojos, para descubrir a Jesús bajo esas apariencias; si tuviéramos un poco más de fe, si supiéramos juzgar todas las cosas con un criterio más sobrenatural, se abrirían esas cosas, veríamos la mano de Dios en todo, nos sentiríamos seguros de su protección.
P. Alfonso Milagro