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viernes, 23 de marzo de 2018

VIERNES DE DOLORES - VIRGEN MARÍA DOLOROSA


Viernes de Dolores
Esa María que vivió todo eso....fue una Madre dolorosa.


Así le decimos al viernes preámbulo de toda una Semana de Pasión y Dolor, en el que se enaltece y venera a una Madre enlutada


Por: María Esther de Ariño | Fuente: Catholic.net 




Viernes de Dolores, así le decimos al viernes preámbulo de toda una Semana de Pasión y Dolor, en el que se enaltece y venera a una Madre enlutada, con una espada atravesándole el corazón, con lágrimas en sus ojos y con sus manos de dedos entrelazados en señal de la angustia que brota de su alma.

Ella es una madre dolorosa. Esta mujer llena de dolor está representando a todas las madres del mundo que han pasado por la prueba de amargura sin límite de ver morir a un hijo.

María la que llevó en su seno al Salvador del género humano, la que lo meció en sus brazos de madre amorosa, la que lo buscó llena de angustia junto con su esposo José, cuando no lo encontraban en la caravana que los regresaba a casa.... y más tarde lo hallaron en el Templo con los doctores de la Ley cumpliendo la voluntad del Padre celestial, la que lo tuvo durante treinta años en el calor del hogar, hogar de amor y trabajo.

María, la que lo vio partir un día y fue cuando su corazón supo que, "había llegado la hora"... La que supo de su vida de predicación, de peregrino recorriendo caminos, aldeas y ciudades...

María, la que supo de una corona de espinas que rompió la suave piel de la cabeza del hijo querido, de una espalda abierta por profundas heridas de salvajes latigazos,  de unos dulces ojos nublados por el dolor, la que lo vio cargando con un madero.... y caer.

María, la que vio como atravesaban  con clavos sus manos y pies amadísimos y como era levantado en alto para quedar entre dos ladrones.....

María, la que vio al hijo queridísimo, al hijo bueno, al hijo santo,  al Dios hecho hombre convertido en una figura rota y doliente, lleno de polvo, con el rostro sucio y triste, con el cabello, que ella tantas veces acarició, ahora pegado en su cara, endurecido y aplastado por la sangre reseca....Esa María que vivió todo eso....fue una Madre dolorosa.

No bajaron los ángeles para enjugar sus lágrimas. No hubo ningún paliativo celestial ni milagroso que aminorara el dolor de la Madre de Dios. Ella soportó la muerte del hijo de pie, con el corazón roto pero de pie, volviendo a decir "si" a la voluntad del Altísimo.

Y allí, por mandato de su hijo agonizante, se convirtió en nuestra madre.

Madre de misericordia. Madre de la Esperanza.

En este mundo tan difícil y desorientado, Cristo nos la dejó, nos la dio para que sea nuestro faro y consuelo de nuestras penas, porque nadie como Ella lleva mejor el nombre de Madre Dolorosa.
Madre dolorosa... ruega por nosotros.

SE DIGNO DE CONFIANZA


Se digno de confianza
Autor: L.Ronald Hubbard




A menos que uno pueda tener confianza en la integridad de aquellos que le rodean, uno mismo corre un riesgo. Cuando aquellos con los que uno cuenta le decepcionan, su propia vida puede volverse desordenada e incluso su propia supervivencia puede ser puesta en peligro.

La confianza mutua es el pilar fundamental más firme de las relaciones humanas. Sin ésta, toda la estructura se viene abajo.

El ser digno de confianza es un bien altamente estimado. Cuando lo tiene, uno es considerado valioso. Cuando lo ha perdido, a uno se le puede considerar inservible.

Uno debería lograr que otros a su alrededor lo demuestren y lo merezcan. Como consecuencia se volverán mucho más valiosos para ellos mismos o para otros.

Cumple con tu palabra una vez dada. Como uno acepta un compromiso o hace una promesa o un juramento, uno debe hacer que se vuelva realidad. Si uno dice que va a hacer algo , debe hacerlo. Si uno dice que no va a hacerlo , no lo debe hacer.

El respeto de uno hacia otro está basado , en una pequeña medida, en si la persona mantiene o no su palabra. Hasta los padres , por ejemplo, se sorprenderían de la medida en que desmerecen ante la opinión de sus hijos, cuando una promesa no se cumple.

A la gente que cumple con su palabra se le tiene confianza y se le admira. A la gente que no lo hace, se le considera irresponsable y hay hasta quienes les llame basura. Aquellos que rompen su palabra frecuentemente, nunca obtienen otra oportunidad.

Una persona que no cumple con su palabra puede encontrarse pronto enredada y atrapada en toda clase de «garantías» y «restricciones», y hasta puede encontrarse a sí misma aislada de las relaciones normales con otros. No hay auto-exilio más completo de los compañeros de uno que el dejar de cumplir las promesas una vez hechas.

Uno nunca debería permitir que otro dé su palabra a la ligera. Y uno debería insistir en que, cuando se hace una promesa, ésta se debe cumplir. La vida de uno mismo puede volverse muy desordenada al tratar de asociarse con gente que no cumple con sus promesas. No es cosa del azar.

El camino a la felicidad es mucho más fácil de recorrer con gente en la que uno puede confiar.

VALERSE DE LOS ERRORES DEL PASADO

Valerse de los errores del pasado


Siempre que uno pasa por un problema fuerte, ya sea amoroso o laboral, quisiera que luego de pasada la tormenta este recuerdo desapareciera de nuestra memoria como por arte de magia; creemos que así podríamos evitar todo el sufrimiento que esto nos acarrea.

Asimismo, los arrepentimientos por haber tomado una mala decisión también nos hacen desear retroceder en el tiempo para hacer bien las cosas, y en otras ocasiones deseamos olvidar todas las oportunidades que desperdiciamos para no sufrir con el recuerdo.

A menudo, el no haber concretado nuestros sueños o alcanzado nuestras metas nos hace sentirnos tristes y deprimidos, por la falta de éxito o porque nunca tuvimos el trabajo que soñamos. Sin embargo, olvidarlo todo no es la solución al problema, pues podemos sacar provecho de todas estas experiencias.

Lamentarnos todo el tiempo por lo que perdimos o dejamos de hacer en su momento, lo único que nos va a traer son remordimientos y atraso; en cambio, si tenemos presente los errores pasados con una mirada optimista, nos ayudarán a no cometerlos nuevamente.
Si aprendemos a aceptar las situaciones como tales, es más probable que aprendamos a ser felices y logremos una familia feliz. Lo único que hay que tener en cuenta es que si nos quedamos esclavos de nuestros recuerdos y frustraciones, nos vamos a estancar.

Según algunos expertos, el tratar de olvidar algo, no hace desear más lo que no queremos recordar; por ello es muy importante que cuanto antes superemos el asunto.

Ojo que el hecho de aceptar nuestra situación tal como es no implica actuar de forma conformista, pues mientras más conozcamos nuestros defectos y errores pasados, más sabremos cómo enfrentar los nuevos retos y decisiones que se nos presenten.

Por último, agradece a Dios por lo que has logrado hasta el momento si ya no estás en posibilidad de cambiar tu futuro; en cambio, aprovecha para ayudar a tus seres queridos a lograr sus objetivos en la vida y a llevar una mejor relación de pareja.

TENDER LA MANO


Tender la mano
Autor: P. Fernando Pascual LC | Fuente: Catholic.net


Muchos hombres y mujeres sabrán tender la mano a sus semejantes, a los más necesitados de misericordia, de consuelo, de pan y de justicia.




Muchos hombres y mujeres necesitan ayuda. En sus cuerpos, porque están enfermos o sufren hambre. En sus corazones, porque necesitan el bálsamo de la misericordia.

Cristo vino al mundo precisamente para anunciar un mensaje de salvación y de consuelo. Dio de comer a las multitudes, curó a enfermos, consoló a los tristes, resucitó muertos, perdonó pecados.

Luego, encomendó una tarea inmensa a quienes escogió para servir y dar la vida por sus hermanos: “Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación. El que crea y sea bautizado, se salvará; el que no crea, se condenará” (Mc 16,15-16).

La tarea es inmensa, las necesidades incontables, los trabajadores pocos. Además, entre quienes reciben la vocación al sacerdocio o a la vida religiosa, algunos ceden al pesimismo, al desaliento, a la tibieza, a la desesperanza. Otros se apartan de la misión: no llevan el Evangelio, sino que ofrecen ideas más o menos interesantes, pero diferentes del mensaje de Cristo.

El panorama puede parecer desolador. El mundo es demasiado grande, los problemas innumerables, el hambre de Dios agobia a una multitud inmensa de personas.

Sin embargo, Dios no puede dejar a su pueblo. Hoy, como ayer y como mañana, infunde su Espíritu, da fuerzas a los débiles, susurra que ama a cada uno de sus hijos, sostiene a sus enviados para que no sucumban ante la fuerza agobiante del mal.

Desde la experiencia de Dios, muchos hombres y mujeres sabrán tender la mano a sus semejantes, a los más necesitados de misericordia, de consuelo, de pan y de justicia. El milagro de Pentecostés se repetirá, nuevamente, en miles de corazones.

El perdón, entonces, triunfará sobre el pecado. La Eucaristía se convertirá en el alimento de los débiles. La Iglesia, desde su sencillez y su unión profunda con el Maestro, acogerá en sus brazos a millones de almas abiertas a la gracia que viene del Calvario, a la Sangre que nos lava y nos salva.

LA FE TIENE QUE CONVERTIRSE EN MI VIDA PARA MÍ


La fe tiene que convertirse en vida para mí
Viernes quinta semana de Cuaresma. ¿Hasta qué punto dejamos que nuestra alma sea abrazada plenamente por Cristo? 


Por: P. Cipriano Sánchez LC | Fuente: Catholic.net 




Jr 29, 10-13
Jn 10, 31-42

Ante el testimonio que Jesucristo le ofrece, ante el testimonio por el cual Él dice de sí mismo: “Soy Hijo de Dios”, ante el testimonio que le marca como Redentor y Salvador, el cristiano debe tener fe. La fe se convierte para nosotros en una actitud de vida ante las diversas situaciones de nuestra existencia; pero sobre todo, la fe se convierte para nosotros en una luz interior que empieza a regir y a orientar todos nuestros comportamientos.

La fundamental actitud de la fe se presenta particularmente importante cuando se acercan la Semana Santa, los días en los cuales la Iglesia, en una forma más solemne, recuerda la pasión, la muerte y la resurrección de nuestro Señor. Tres elementos, tres eventos que no son simplemente «un ser consciente de cuánto ha hecho el Señor por mí», sino que son, por encima de todo, una llamada muy seria a nuestra actitud interior para ver si nuestra fe está puesta en Él, que ha muerto y resucitado por nosotros.

Solamente así nosotros vamos a estar, auténtica- mente, celebrando la Semana Santa; solamente así nosotros vamos a estar encontrándonos con un Cristo que nos redime, con un Cristo que nos libera. Si por el contrario, nuestra vida es una vida que no termina de aceptar a Cristo, es una vida que no termina en aceptar el modo concreto con el cual Jesucristo ha querido llegar a nosotros, la pregunta es: ¿Qué estoy viviendo como cristiano?

Jesús se me presenta con esa gran señal, que es su pasión y su resurrección, como el principal gesto de su entrega y donación a mí. Jesús se me presenta con esa señal para que yo diga: “creo en ti”. Quién sabe si nosotros tenemos esto profundamente arraigado, o si nosotros lo que hemos permitido es que en nuestra existencia se vayan poco a poco arraigando situaciones en las que no estamos dejando entrar la redención de Jesucristo. Que hayamos permitido situaciones en nuestra relación personal con Dios, situaciones en la relación personal con la familia o con la sociedad, que nos van llevando hacia una visión reducida, minusvalorada de nuestra fe cristiana, y entonces, nos puede parecer exagerado lo que Cristo nos ofrece, porque la imagen que nosotros tenemos de Cristo es muy reducida.

Solamente la fe profunda, la fe interior, la fe que se abraza y se deja abrazar por Jesucristo, la fe que por el mismo Cristo permite reorientar nuestros comportamientos, es la fe que llega a todos los rincones de nuestra vida y es la que hace que la redención, que es lo que estamos celebrando en la Pascua, se haga efectiva en nuestra existencia.

Sin embargo, a veces podemos constatar situaciones en nuestras vidas —como les pasaba a los judíos— en las cuales Jesucristo puede parecernos demasiado exigente. ¿Por qué hay que ser tan radical?, ¿por qué hay que ser tan perfeccionista?

Los judíos le dicen a Jesús: “No queremos apedrearte por ninguna obra buena, sino por una blasfemia y porque tú, siendo hombre, te haces a ti mismo Dios". Esta es una actitud que recorta a Cristo, y cuántas veces se presenta en nuestras vidas.

La fe tiene que convertirse en vida en mí. Creo que todos nosotros sí creemos que Jesucristo es el Hijo de Dios, Luz de Luz, pero la pregunta es: ¿lo vivimos? ¿Es mi fe capaz de tomar a Cristo en toda su dimensión? ¿O mi fe recorta a Cristo y se convierte en una especie de reductor de nuestro Señor, porque así la he acostumbrado, porque así la he vivido, porque así la he llevado? ¿O a la mejor es porque así me han educado y me da miedo abrirme a ese Cristo auténtico, pleno, al Cristo que se me ofrece como verdadero redentor de todas mis debilidades, de todas mis miserias?

Cuando tocamos nuestra alma y la vemos débil, la vemos con caídas, la vemos miserable ¿hasta qué punto dejamos que la abrace plenamente Jesucristo nuestro Señor? Cuando palpamos nuestras debilidades ¿hasta qué punto dejamos que las abrace Cristo nuestro Redentor? ¿Podemos nosotros decir con confianza la frase del profetas Jeremías: “El Señor guerrero, poderoso está a mi lado; por eso mis perseguidores caerán por tierra y no podrán conmigo; quedarán avergonzados de su fracaso, y su ignominia será eterna e inolvidable”?

¿Que somos débiles...?, lo somos. ¿Que tenemos enemigos exteriores...?, los tenemos. ¿Que tenemos enemigos interiores...?, es indudable.

Ese enemigo es fundamentalmente el demonio, pero también somos nosotros mismos, lo que siempre hemos llamado la carne, que no es otra cosa más que nuestra debilidad ante los problemas, ante las dificultades, y que se convierte en un grandísimo enemigo del alma.

Dios dice a través de la Escritura: “quedarán avergonzados de su fracaso y su ignominia será eterna e inolvidable”. ¿Cuando mi fe toca mi propia debilidad tiende a sentirse más hundida, más debilitada, con menos ganas? ¿O mi fe, cuando toca la propia debilidad, abraza a Jesucristo nuestro Señor? ¿Es así mi fe en Cristo? ¿Es así mi fe en Dios? Nos puede suceder a veces que, en el camino de nuestro crecimiento espiritual, Dios pone, una detrás de otra, una serie de caídas, a veces graves, a veces menos graves; una serie de debilidades, a veces superables, a veces no tanto, para que nos abracemos con más fe a Dios nuestro Señor, para que le podamos decir a Jesucristo que no le recortamos nada de su influjo en nosotros, para que le podamos decir a Jesucristo que lo aceptamos tal como es, porque solamente así vamos a ser capaces de superar, de eliminar y de llevar adelante nuestras debilidades.

Que la Pascua sea un auténtico encuentro con nuestro Señor. Que no sea simplemente unos ritos que celebramos por tradición, unas misas a las que vamos, unos actos litúrgicos que presenciamos. Que realmente la Pascua sea un encuentro con el Señor resucitado, glorioso, que a través de la Pasión, nos da la liberación, nos da la fe, nos da la entrega, nos da la totalidad y, sobre todo, nos da la salvación de nuestras debilidades.

EL EVANGELIO DE HOY VIERNES 23 MARZO 2018


Lecturas de hoy Viernes de la 5ª semana de Cuaresma
Hoy, viernes, 23 de marzo de 2018



Primera lectura
Lectura del libro de Jeremías (20,10-13):

OÍA la acusación de la gente:
«“Pavor-en-torno”,
delatadlo, vamos a delatarlo».
Mis amigos acechaban mi traspié:
«A ver si, engañado, lo sometemos
y podemos vengarnos de él».
Pero el Señor es mi fuerte defensor:
me persiguen, pero tropiezan impotentes.
Acabarán avergonzados de su fracaso,
con sonrojo eterno que no se olvidará.
Señor del universo, que examinas al honrado
y sondeas las entrañas y el corazón,
¡que yo vea tu venganza sobre ellos,
pues te he encomendado mi causa!
Cantad al Señor, alabad al Señor,
que libera la vida del pobre
de las manos de gente perversa.

Palabra de Dios

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Salmo
Sal 17,2-3a.3bc-4.5-6.7

R/. En el peligro invoqué al Señor, y me escuchó

V/. Yo te amo, Señor; tú eres mi fortaleza;
Señor, mi roca, mi alcázar, mi libertador. R/.

V/. Dios mío, peña mía, refugio mío,
escudo mío, mi fuerza salvadora, mi baluarte.
Invoco al Señor de mi alabanza
y quedo libre de mis enemigos. R/.

V/. Me cercaban olas mortales,
torrentes destructores me aterraban,
me envolvían las redes del abismo,
me alcanzaban los lazos de la muerte. R/.

V/. En el peligro invoqué al Señor,
grité a mi Dios:
desde su templo él escuchó mi voz,
y mi grito llegó a sus oídos. R/.

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Lectura del santo evangelio según san Juan (10,31-42):

EN aquel tiempo, los judíos agarraron piedras para apedrear a Jesús.
Elles replicó:
«Os he hecho ver muchas obras buenas por encargo de mi Padre: ¿por cuál de ellas me apedreáis?».
Los judíos le contestaron:
«No te apedreamos por una obra buena, sino por una blasfemia: porque tú, siendo un hombre, te haces Dios».
Jesús les replicó:
«¿No está escrito en vuestra ley: “Yo os digo: sois dioses”? Si la Escritura llama dioses a aquellos a quienes vino la palabra de Dios, y no puede fallar la Escritura, a quien el Padre consagró y envió al mundo, ¿decís vosotros: “¡Blasfemas!” Porque he dicho: “Soy Hijo de Dios”? Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis, pero si las hago, aunque no me creáis a mí, creed a las obras, para que comprendáis y sepáis que el Padre está en mí, y yo en el Padre».
Intentaron de nuevo detenerlo, pero se les escabulló de las manos. Se marchó de nuevo al otro lado del Jordán, al lugar donde antes había bautizado Juan, y se quedó allí.
Muchos acudieron a él y decían:
«Juan no hizo ningún signo; pero todo lo que Juan dijo de este era verdad».
Y muchos creyeron en él allí.

Palabra del Señor

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Comentario al Evangelio de hoy viernes, 23 de marzo de 2018
Jaime Aceña Cuadrado, cmf


Queridos hermanos: 

Los judíos ya quieren apedrear a Jesús porque se hace Dios (Evangelio). Le preguntan si es el Mesías; Jesús responde indirectamente, remitiendo al testimonio de sus obras; sólo pueden conocerle los que están abiertos a la fe. Para los judíos blasfema porque se hace Dios. 

No quieren ver la Luz de sus obras; permanecen en la ceguera de su rechazo y de su inmovilismo; su falta de fe les impide ver en las obras de Jesús lo que es más valioso para Dios: la misericordia, el perdón, la liberación de los oprimidos, el amor al prójimo como alma del culto en el Templo.

Jesús se refugia en la orilla del Jordán donde el Bautista bautizó a muchos y donde Jesús inició su vida pública. "Muchos creyeron en Él allí".

La situación del Profeta Jeremías, perseguido, nos introduce en la persecución a Jesús y en su pasión. La fuerza espiritual de los dos tiene la misma fuente: "el Señor está conmigo como fuerte soldado...porque a Ti encomendé mi causa" (1ª lectura).

El Papa Francisco nos alerta del empeño del Maligno;  no quiere que seamos discípulos de Jesús, ni que nos abramos a su Palabra. Su tentación "tiene tres características y nosotros debemos conocerlas para no caer en la trampa. Primera, la tentación comienza levemente, pero crece, siempre crece; después contagia a otro. Y al final, para tranquilizar el alma, se justifica" ( homilía. 11-4-2014). 

La fuerza para vencer nos viene del Señor, como  a Jeremías y a Jesús: "En el peligro invoqué al Señor y me escuchó...yo te amo, Señor, tú eres mi fortaleza, mi roca, mi alcázar, mi libertador" (Salmo 17).

León Felipe escribe en su poema "Segador esforzado":

"Y ahora pregunto aquí:¿quién es el último que habla, el sepulturero o el Poeta?; ¿he aprendido a decir Belleza, Luz, Amor y Dios para que me tapen la boca cuando muera con una paletada de tierra?.   No, he venido y estoy aquí, me iré y volveré mil veces en el Viento para crear mi gloria con mi llanto.

Eh Muerte...escucha, yo soy el último que hablo... Y otro día dirán en los libros sagrados: el primer hombre fue de barro, el segundo de masa cruda y el tercero de Pan y Luz . Será un sábado cuando se cumplan las grandes Escrituras...Entre tanto, a trabajar con humildad y sin bravatas, Segador Esforzado":

Escuchando a Jesús en sus manifestaciones a los judíos prevalecen tres condiciones para conocerle, amarle y seguirle: no tener morada estable, no preocuparse por lo que ya está muerto y no mirar atrás. Él lo hace posible.

Fraternalmente:

Jaime Aceña Cuadrado cmf    
(jacenacu@yahoo.es).

LOS CINCO MINUTOS DE JESÚS, 23 MARZO


LOS CINCO MINUTOS DE JESÚS
23 marzo




La misericordia de Jesús se manifiesta en el perdón amplio y generoso que otorga a la mujer adúltera; del mismo modo lo quiere manifestar perdonándonos a nosotros, que también hemos pecado. No hay pecado que Dios no perdone, siempre que se acuda a Él con un corazón contrito y humillado; nosotros pues, conseguiremos el perdón de nuestros pecados, si nos arrepentimos de ellos y los confesamos con humildad y confianza.



P. Alfonso Milagro