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HOY VOY A APRENDER A SER FELIZ


Hoy voy aprender a ser feliz



Voy a amar a las personas por lo que son, seres humanos como yo, no por los malos momentos que me han hecho pasar los voy a odiar, al contrario agradeceré esos momentos de dolor porque gracias a ellos aprendí a madurar y por eso los voy a amar.

Voy a sonreír ante las situaciones difíciles y ante aquellos que me lleguen a lastimar, en vez de darles una mala palabra o maldición, les daré una sonrisa llena de bendición desde lo más profundo de mi corazón.

Para ser feliz también debo pensar que no siempre estarán conmigo las personas a las que amo, por eso cuando no esten a mi lado recordaré todos los bellos y felices momentos que pasamos juntos y eso me hará sonreír.

Y lo más importante, pondré absolutamente toda mi confianza en Dios, él conoce mi condición y sabe lo que es mejor para mi, y sé perfectamente  que me ayudará a ser feliz.

Espero que tu también logres ser feliz no solo hoy, sino siempre.

GRACIAS SEÑOR


Gracias Señor



Gracias, Señor, por ese mundo lleno de cielo que sale a nuestro paso para llenar el corazón con su belleza.

Gracias por el pan que nos das para aplacar el hambre.

Por la risa del niño que se vuelve caricia.

Por el mar y la nube. Por el don de sentir a plenitud la vida.

Gracias por cada hora, aún cuando no todas sean iguales de buenas.

Gracias por el valor de la mariposa que enciende sin conciencia de su milagro, un pabilo de ensueño. Gracias, Señor, por los espejos maravillosos del mirar de nuestros padres y nuestras mentes. Por la amistad que prolonga ese sereno privilegio de ser hermanos.

Gracias por la lluvia fuerte, por la llovizna bienhechora, por haber puesto trinos y alas en las ramas. Gracias por cada gota de rocío y por el arco y por el árbol que madruga su júbilo en el fruto.

Gracias, Señor, por el ayer que se prendió al recuerdo. Por el hoy que vivimos y por el mañana que nos espera con sus brazos repletos de misterio. Gracias, a través de mis labios, desde mi alma, en nombre de aquellos que se olvidaron de dártelas, en nombre de los que somos y los que seremos.

Gracias por toda la eternidad

Amén

JESÚS, COMPAÑERO DE CAMINO


Jesús, Compañero de Camino




Jesucristo se nos da en la Eucaristía como Compañero de camino. Recordemos aquel pasaje de los dos discípulos de Emaús que se iban de Jerusalén a su pueblito, tal vez con la convicción de que no había ya nada que hacer. Regresaban a lo de antes, regresaban a su vida antigua. Y, de pronto, un caminante se les acerca, un caminante que no quería, no permitía que lo reconocieran; era Jesús. Comienza una conversación más o menos larga, un poco difícil al principio, porque hasta le dicen: “¿Eres tú el único forastero que no sabe lo que ha pasado en Jerusalén?” Y Él pregunta: “¿qué?, ¿qué ha pasado?” Después... les explica con la Biblia en la mano todos los pasajes que se referían a Él; dando obviamente a esta explicación un calor, una vitalidad que tuvo efecto

Cuando ya llegaron a Emaús, Jesús hizo el ademán de seguir adelante, como queriendo decir: ¡si me necesitan, díganmelo! Entonces le dijeron: ¡Quédate con nosotros! Lo invitan a cenar, Y a lo que voy es a esto, que cuando están cenando, Él permite que lo reconozcan: se les abren los ojos, y en ese momento se desaparece. La frase en la que me quiero fijar ahora es ésta, la que dijeron ellos: ¿No ardía nuestro corazón mientas nos hablaba en el camino y nos explicaba las escrituras? Eso es lo que pasa con los cristianos, con las personas que tienen fe en la Eucaristía, en los que saben reconocer que en el camino de su vida nunca van solos; Jesús va con ellos. “Yo estaré con vosotros todos los días hasta el fin del mundo”

La vida puede ser dura, puede tener muchas lágrimas, muchas amarguras, mucho sufrimiento, pero es muy distinto sufrir solos que sufrir con Jesús; es muy diferente caminar solos por la vida que caminar codo con codo con Jesús de Nazareth; su presencia transforma el mismo sufrimiento en una cosa distinta. Pero muchas veces nosotros nos empeñamos en caminar solos por la vida; nos hacemos una vida amarga, dura, demasiado difícil, y Jesús nos podría decir: “¿No estoy yo aquí? ¿por qué no me llamas? ¿por qué no crees en Mí?
“Venid a mí todos: los leprosos, los tullidos, los endemoniados”. Todos cabemos ahí
¿Pero, dónde estás, dónde das cita?
Y Él nos dice:
“En todos los Sagrarios del mundo”- En tu parroquia, de día y de noche, sin horas de citas, con ganas enormes de darnos lo que nos ha regalado a precio de su sangre.

No cabe duda que se le queman las manos y el corazón por ayudarnos. Ojalá que vayamos muchas veces, aunque sea con el alma destrozada, tristes, cansados, y sepamos hallar allí la paz y el consuelo prometidos.

El que queda más contento es Él, porque Cristo encuentra su felicidad en curarnos, en salvarnos, en darnos la paz. ¡Hagamos feliz a Cristo! Podemos entristecerlo o alegrarlo, si vamos a Él con fe, o si huomos de Él como el joven rico. Zaqueo hizo feliz a Jesús en día de su conversión; María Magdalena hizo feliz a Jesús el día de su cambio de vida. El Hijo pródigo hizo feliz al Padre Celestial, al regresar; pero el joven rico lo puso muy triste. Cuando tú te vas, ten la certeza de que Jesús llora, y, cuando regresas, ten la certeza de que Jesús está muy contento.

Pensemos, por otra parte, en aquellos que no vienen a la Eucaristía. ¡Cuantos hombres hay hoy infelices, desgraciados, desesperados, ¡cuantos jóvenes, sobre todo, que están en la primavera de la vida, y están viviendo la crueldad y la dureza de un invierno! Estando el remedio tan cerca. La fuente a unos pasos, y morirse de sed. Además siendo tan fácil, porque ¿qué hace falta para acercarnos a Cristo en la Eucaristía? Tener un alma dispuesta, ser humildes, un precio bastante pequeño.

Es necesario llegar a ese Cristo, a ese compañero de camino y decirle desde el corazón :”Tengo un hambre y una sed incontenibles. Vengo cansado de buscar por mil caminos... No he encontrado, no he encontrado paz, ni amor verdadero; no he encontrado sentido a la vida... lejos de ti. Y tú has dicho que eres el camino, la verdad y la vida ¡Por eso vengo a pedirte ese maravillosos Pan de tu Eucaristía, quiero comer de ese pan para encontrar la paz, la vida verdadera, el amor y la felicidad auténticos! “Señor, danos siempre de ese pan y acompáñanos siempre en nuestro caminar”


Padre Mariano de Blas, L.C.

CÓMO SE PERFECCIONA UN EXORCISTA PARA ENFRENTAR AL DIABLO?


¿Cómo se “perfecciona” un exorcista para enfrentar al diablo?
POR DAVID RAMOS | ACI Prensa
Foto: Pixabay / Dominio público.





“Se podría decir, en líneas generales, que sí, que se necesitaría un mayor número de exorcistas para atender los casos que se presentan, pero sobre todo que se necesita una mejor capacitación”. Así lo asegura el P. Pedro Barrajón, Director del Instituto Sacerdos, que organiza un curso especial para capacitar a exorcistas en Roma, Italia.

En declaraciones a ACI Prensa este 15 de marzo, el P. Barrajón es claro: “no importa solo el número sino la calidad de las personas”.

Por lo “especial y delicado” de este ministerio, señala, se requiere que el exorcista tenga “una preparación sólida”.

El Instituto Sacerdos, del Ateneo Pontificio Regina Apostolorum de Roma, organiza del 16 al 21 abril de 2018 su 13° Curso de Exorcismo y de Oración de Liberación.

El presbítero español indica que “un grupo de sacerdotes, hace ya más de diez años, nos pidió tratar el tema del exorcismo y la oración de liberación. Ellos encontraban en su ministerio casos pastorales a los que no sabían muy bien qué solución dar, pues habían recibido poca formación al respecto en seminarios y en las facultades de teología”.

“Y es cierto que durante bastante tiempo este tema se dejó más bien a la práctica pastoral, pero no había demasiada profundización teológica”.


El también doctor en teología por la Pontificia Universidad Gregoriana, asegura que en el curso para exorcistas “tratamos de ofrecer un programa serio, bien estructurado, con buena fundamentación bíblica, teológica, pastoral, canónica y en las ciencias humanas. El curso fue muy acogido desde el inicio”.

El perfil de un exorcista

El P. Barrajón destaca que la labor de un exorcista, asignada por un obispo a uno de sus sacerdotes, requiere de “hombres de Dios, prudentes, con fortaleza de espíritu, de profunda oración, de sana y sólida formación teológica y espiritual”.

Estos sacerdotes, precisa, deben ser “obedientes a la Iglesia y a los pastores, que no crean que el poder contra el diablo viene de ellos mismos”.

Por el contrario, advierte, tienen que estar conscientes de que “es Cristo Salvador quien es capaz de vencer al príncipe de este mundo”.

Teología, liturgia, psicología y culturas

El sacerdote español indica que el curso organizado por el Instituto Sacerdos se enfoca en “las bases teológicas sobre la existencia y naturaleza de las creaturas puramente espirituales que son los ángeles y, más en concreto de los ángeles caídos, los demonios”.

También, precisa “es muy necesaria también la formación litúrgica”, pues “no hay que olvidar que el exorcismo es un sacramental”.

“Y, además, es necesaria la formación canónica, elementos de psicología que permiten distinguir una enfermedad mental de verdadera acción diabólica, comprender cuáles son los criterios de discernimiento para poder juzgar si se trata verdaderamente de un caso de posesión”.

“Se da un panorama de la práctica del exorcismo en diversos continentes y culturas, se exponen los elementos que ayuden a la vida espiritual de quien se dedique a este ministerio y a los laicos que apoyan con la oración, etc.”, explica.

Entre los varios ponentes del curso figuran Mons. Luigi Negri, Obispo Emérito de Ferrara (Italia); Mons. Rafael Martinelli, Obispo de Frascati (Italia); el sacerdote exorcista César Truqui; y la psicóloga Anna Maria Giannini.

El P. Barrajón precisa luego que si bien el curso “está dirigido principalmente a sacerdotes que quieren tener una formación en este ámbito”, pueden participar “también laicos que tengan un serio interés científico o pastoral en el tema”.

“Para ellos se requiere una carta de su obispo”, explica.

Para saber más sobre el 13° Curso de Exorcismo y de Oración de Liberación del Instituto Sacerdos, puede entrar AQUÍ.

QUE EL SEÑOR SANTIFIQUE NUESTRA VOLUNTAD


Que el Señor santifique nuestra voluntad
Viernes cuarta semana de Cuaresma. Aceptar plenamente el camino, el designio de Dios sobre nuestra vida.


Por: P. Cipriano Sánchez | Fuente: Catholic.net 




Jn 7, 1-2; 10, 25-30

"Jesucristo -nos dice el Evangelio-, no es capturado porque todavía no había llegado su hora”. Es éste uno de los temas que más recurren en San Juan: la hora de Cristo como el momento de la redención, como el momento en el cual Él va a librarnos a todos de nuestros pecados. La hora de Cristo es una hora que no es suya, no está impuesta por Él, sino que es la hora que el Padre le ha impuesto, y mientras no llegue ese momento, Jesucristo va a vivir, por así decir, libre de sus enemigos; pero en el momento que esa hora llegue, Jesucristo va a ser entregado a sus enemigos.

Esto nos podría parecer una especie de determinismo o de falta de libertad, cuando realmente es un sumergirse en la orientación de nuestra libertad a la adhesión total a Dios. En el caso de Cristo, el hecho de tener que obedecer a Dios va a significar, en ese momento concreto, escaparse de sus enemigos: "Todavía no había llegado su hora". Sin embargo, sabremos que después, cuando llegue su hora, Jesucristo será entregado. Es lo que Jesús dice a los soldados que van a aprenderlo en el Huerto de los Olivos: "Ésta es vuestra hora y la del Príncipe de las Tinieblas".

Es una disposición interior que nosotros tenemos que llegar a tomar: la disposición interior de llegar a aceptar la hora de Dios sobre nuestra vida. Es decir, aceptar plenamente el camino, el designio de Dios sobre nuestra vida, lo cual requiere nuestra capacidad de purificar nuestra voluntad, nuestra capacidad de decir a nuestra voluntad que no es ella la que tiene que mandar, sino que es Dios nuestro Señor quien lo tiene que hacer.

Podríamos decir que es la vida la que nos va guiando, porque aunque nosotros podemos planear unas cosas u otras, a la hora de la hora, es la vida la que nos va diciendo por dónde tenemos que ir. Nosotros podríamos tener planes, pero cuántas veces esos planes se rompen, se quebrantan precisamente cuando nosotros pensaríamos que más falta nos hace que no se quebrantasen. Este aspecto de nuestra vida requiere que nosotros aprendamos a encontrar y aceptar, en nuestra voluntad, lo que Dios nos pide, y no como quien se resigna, sino como quien libremente se ofrece a Dios. La libertad y la voluntad son elementos que tienen que conectarnos con Dios.

El libro de la Sabiduría habla de "lo que los malvados dicen entre sí y discurren equivocadamente". Nos dice todos los planes que tienen contra el hombre justo, cómo están dispuestos a atacarlo, cómo están dispuestos a romperlo, cómo están dispuestos a matarlo: "Condenémoslo a muerte ignominiosa, porque dice que hay quien mire por él". Y termina diciendo: "Así discurren los malvados, pero se engañan; su malicia los ciega. No conocen los ocultos designios de Dios, no esperan el premio de la virtud, ni creen en la recompensa de una vida intachable".

No nos dice nada de que al justo se le vaya a librar de todos esos planes de los malvados, simplemente nos dice que estos hombres no conocen lo que Dios espera oír de ellos.

Nos podríamos preguntar: ¿Y el justo que tiene que enfrentarse con esa injusticia de parte de los malvados? ¿Y el justo que tiene que sufrir todo lo que ellos dicen? Este aspecto llama a nuestra voluntad a hacerse una pregunta: ¿Realmente mi voluntad está puesta en Dios, independientemente del «entrecruzarse» de las libertades humanas, de los ambientes, de las situaciones que nos acaecen? ¿Nuestra libertad, cada vez que se da cuenta de que Dios llega a la vida, ha aprendido a abrirse de tal manera al Señor que, en todo momento, acepte y se abrace libremente a ese misterio que es la presencia de Dios en nuestras vidas?

Quizá ése es el punto más difícil de llegar a entender. Podemos entender el abrazarnos a determinadas situaciones positivas, incluso algunas negativas, pero es difícil cuando el alma siente la impotencia, cuando sentimos que el alma se nos rompe o que nuestra voluntad no termina de obedecernos, no termina de ubicarnos y orientarnos hacia donde tendríamos nosotros que ir.

Es precisamente este designio el que tendríamos que controlar, y para lograrlo es necesario ver en qué lugar nuestra voluntad no está plenamente orientada hacia Dios.

Sabemos que no es fácil orientar en todo momento la voluntad hacia Dios, porque basta que algo no salga como nosotros querríamos y de nuevo volvemos a ser retados, y de nuevo nuestra voluntad vuelve a ser puesta en cuestionamiento para ver qué vamos a hacer con ella.

El camino de purificación de nuestra voluntad y de nuestra libertad es la constante sumisión libre a Dios; el constante abrazarnos al modo concreto en el cual Dios se nos va presentando en nuestra vida."Salva el Señor la vida de sus siervos; no morirán quienes en él esperan".

En el fondo, la purificación de nuestra voluntad tiene este objetivo: esperar en Dios, aunque pueda parecer que alrededor están las cosas muy difíciles; aunque pueda parecer que todo alrededor es obscuridad, es dificultad. "Muchas tribulaciones para el justo, pero de todas ellas Dios lo libra".

Hay veces que nuestra inteligencia no ve más arriba, no sabe por dónde llevarnos y puede arrastrar a nuestra voluntad y alejarla de Dios. Nuestra voluntad, aun en medio de las dificultades, de las tribulaciones y de las pruebas, tiene que ser capaz de entender que solamente quien se abraza a Dios puede llegar a estar cerca de Él. "El Señor no está lejos de sus fieles". La fidelidad es obra de nuestra voluntad purificada, puesta totalmente en manos de Dios nuestro Señor.

Que en este camino de Cuaresma aprendamos a descubrir esta purificación de nuestra voluntad. Cada uno en su ambiente, en su lugar, con sus circunstancias. Una purificación de la voluntad que supone el constante exigirse y llamarse a sí mismo al orden, para ver si en todo momento estamos viviendo según la hora de Dios o estamos viviendo según nuestra hora; según la voluntad de Dios o según nuestra voluntad.

Dejemos que el Señor santifique nuestra voluntad, de tal manera que podamos adherirnos a Él, que podamos ponernos totalmente en Él en este camino de conversión que es la Cuaresma, que reclama no solamente una serie de obras de penitencia interior, sino que reclama, sobre todo, la reestructuración y la reeducación de nuestra vida hacia Dios.

EL EVANGELIO DE HOY VIERNES 16 MARZO 2018


Lecturas de hoy Viernes de la 4ª semana de Cuaresma
Hoy, viernes, 16 de marzo de 2018



Primera lectura
Lectura del libro de la Sabiduría (2,1a.12-22):

SE decían los impíos, razonando equivocadamente:
«Acechemos al justo, que nos resulta fastidioso:
se opone a nuestro modo de actuar,
nos reprocha las faltas contra la ley
y nos reprende contra la educación recibida;
presume de conocer a Dios
y se llama a sí mismo hijo de Dios.
Es un reproche contra nuestros criterios,
su sola presencia nos resulta insoportable.
Lleva una vida distinta de todos los demás
y va por caminos diferentes.
Nos considera moneda falsa
y nos esquiva como a impuros.
Proclama dichoso el destino de los justos,
y presume de tener por padre a Dios.
Veamos si es verdad Jo que dice,
comprobando cómo es su muerte.
Si el justo es hijo de Dios, él lo auxiliará
y lo librará de las manos de sus enemigos.
Lo someteremos a ultrajes y torturas,
para conocer su temple y comprobar su resistencia.
Lo condenaremos a muerte ignominiosa,
pues, según dice, Dios lo salvará».
Así discurren, pero se equivocan,
pues los ciega su maldad.
Desconocen los misterios de Dios,
no esperan el premio de la santidad,
ni creen en la recompensa de una vida intachable.

Palabra de Dios

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Salmo
Sal 33,17-18.19-20,21.23

R/. El Señor está cerca de los atribulados

V/. El Señor se enfrenta con los malhechores,
para borrar de la tierra su memoria.
Cuando uno grita, el Señor lo escucha
y lo libra de sus angustias. R/.

V/. El Señor está cerca de los atribulados,
salva a los abatidos.
Aunque el justo sufra muchos males,
de todos lo libra el Señor. R/.

V/. Él cuida de todos sus huesos,
y ni uno solo se quebrará.
El Señor redime a sus siervos,
no será castigado quien se acoge a él. R/.

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Lectura del santo evangelio según san Juan (7,1-2.10.25-30):

EN aquel tiempo, recorría Jesús Galilea, pues no quería andar por Judea porque los judíos trataban de matarlo. Se acercaba la fiesta judía de las Tiendas.
Una vez que sus hermanos se hubieron marchado a la fiesta, entonces subió él también, no abiertamente, sino a escondidas.
Entonces algunos que eran de Jerusalén dijeron:
«¿No es este el que intentan matar? Pues mirad cómo habla abiertamente, y no le dicen nada. ¿Será que los jefes se han convencido de que este es el Mesías? Pero este sabemos de dónde viene, mientras que el Mesías, cuando llegue, nadie sabrá de dónde viene».
Entonces Jesús, mientras enseñaba en el templo, gritó:
«A mí me conocéis, y conocéis de dónde vengo. Sin embargo, yo no vengo por mi cuenta, sino que el Verdadero es el que me envía; a ese vosotros no lo conocéis; yo lo conozco, porque procedo de él y él me ha enviado».
Entonces intentaban agarrarlo; pero nadie le pudo echar mano, porque todavía no había llegado su hora.

Palabra del Señor

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Comentario al Evangelio de hoy viernes, 16 de marzo de 2018
Eguione Nogueira, cmf



¡Hermanas y hermanos! ¡Paz y bien!

Transponer las apariencias y llegar a conocer la verdadera realidad de las personas es tarea nada fácil. Cuando nos dejamos arrastrar por informaciones falsas e incompletas, las conocidas fake news, prejuicios y malentendidos acerca de alguien, estamos poniendo obstáculos al conocimiento de una persona. Esto fue lo que ha pasado con algunos contemporáneos de Jesús. “¿No es este el que intentan matar? Pues mirad cómo habla abiertamente, y no le dicen nada. ¿Será que los jefes se han convencido de que este es el Mesías? Pero este sabemos de dónde viene, mientras que el Mesías, cuando llegue, nadie sabrá de dónde viene” (Jn 7,25-27). Cerrados en sus planteamientos religiosos no pudieron abrirse a la novedad que Jesús trajo a su pueblo.

A nosotros también puede nos pasar lo mismo: acostumbrados a la imagen que hemos construido de Jesús a lo largo de nuestra vida, podemos caer en la tentación de profesar la fe con los labios, pero no con la vida. La cuaresma es tiempo de superar las imágenes falsas de Jesús que nos satisfacen, pero impiden la verdadera conversión. No es Él quien tiene que convertirse a nuestras expectativas, somos nosotros los que tenemos que configurar nuestra existencia a su vida, a sus palabras y acciones.

Nos acercamos cada vez más al misterio del Calvario. Hay que tener cuidado para que las celebraciones y expresiones de religiosidad de la Semana Santa que nos recuerdan el sufrimiento de Jesús en su pasión y cruz no sean apenas la conmoción de un recuerdo que nada tiene que ver con nuestro tiempo. Si no nos conmueve el drama de la crisis de los refugiados e inmigrantes que intentan salvar sus vidas a cualquier precio, incluso arriesgando la propia vida, si no nos conmueve la violencia que siega la vida de tantos jóvenes, si no nos conmueve la violencia contra las mujeres, si no nos conmueve la soledad de tantos ancianos abandonados, si no nos conmueve el hambre de tantos niños… es señal que no creemos lo que rezamos en el salmo 33 de la liturgia de hoy: “El Señor está cerca de los atribulados”.

El Señor está cerca de todas estas realidades de sufrimiento y el misterio de su Pasión y Muerte nos revela que Él mismo se identifica con todas estas víctimas. Pidamos al Señor que nos conceda un corazón sensible, que sea capaz de contemplar lo que celebraremos en la Semana Santa mucho más que un recuerdo, que nos ayude a ser verdaderamente compasivos con el sufrimiento de tantas personas que padecen al nuestro alrededor y a confiar que la justicia de Dios, que es mayor que iniquidad de los hombres, sea nuestra bandera por un mundo mejor.

Vuestro hermano en la fe,
Eguione Nogueira, cmf
eguionecmf@gmail.com

PAPA FRANCISCO: ESTAS SON LAS DOS CARACTERÍSTICAS DE LA ORACIÓN CRISTIANA


Estas son las dos características de la oración cristiana, según el Papa
Redacción ACI Prensa
 Foto: Vatican Media




El Papa Francisco afirmó, durante la Misa celebrada este jueves 15 de marzo en la Casa Santa Marta, en el Vaticano, que las dos características principales de la oración cristiana son la valentía y la esperanza.

En su homilía, el Santo Padre destacó que también la libertad es otro rasgo importante de la oración de los hijos de Dios. Así lo indicó a partir de la primera lectura del día, del Libro del Éxodo, en la que se describe una conversación entre Moisés y Dios sobre la apostasía del pueblo de Israel.

Moisés trata de interceder ante Dios por su pueblo, que “abandonó la gloria del Dios vivo para adorar a un becerro de oro”. Moisés ora ante Dios “sin vender su conciencia. Y esto le gusta a Dios. Cuando Dios ve un alma, una persona que reza y reza y reza por cualquier cosa, Él se conmueve”.

La actitud de Moisés es de sinceridad, “nada de tangentes. Yo estoy con el pueblo. Y estoy contigo. Esta es la oración de intercesión: una oración que argumenta, que tiene la valentía de decir a la cara al Señor que es paciente”.

“En la oración de intercesión es necesaria la paciencia: nosotros no podemos prometer a alguien que rezaremos por él y luego terminar la cosa con un Padre Nuestro y un Avemaría y adelante. No. Si tú dices que vas a rezar por otro, debes avanzar por este camino. Se necesita paciencia”.

El Papa insistió: “Para la oración de intercesión se necesitan dos cosas: valentía y paciencia. Si yo quiero que el Señor escuche aquello que le pido, debo avanzar, avanzar y avanzar, llamar a la puerta, y llamar al corazón de Dios. ¡Pero porque mi corazón se encuentra comprometido con ello! Si mi corazón no se compromete con esa necesidad, con aquella persona por la que debo rezar, no seré capaz ni de la valentía ni de la paciencia”.

El Santo Padre finalizó la homilía pidiendo “que el Señor nos conceda esta gracia. La gracia de rezar delante de Dios con libertad, como hijos. De rezar con insistencia, de rezar con paciencia. Pero, sobre todo, de rezar sabiendo que hablo con mi Padre, y mi Padre me escuchará”.

LOS CINCO MINUTOS DE JESÚS, 16 MARZO


LOS CINCO MINUTOS DE JESÚS
16 de marzo



Perdonar quiere decir olvidar, no guardar rencor, ni aun memoria de las ofensas recibidas.

En cristiano perdonar quiere decir algo más: no sólo no desear el mal a los que nos han ofendido o molestan, sino desearles positivamente el bien, pedir por ellos; no llegar a esto sería no perdonar de corazón, no cumplir el mandato del Señor.

Cuando reces el Padrenuestro, no dejes de poner tu atención en aquella petición: "Perdona nuestras ofensas así como nosotros perdonamos a los que nos ofenden". No permitas que la oración del Padrenuestro llegue a ser tu sentencia de condenación.


* P. Alfonso Milagro