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jueves, 1 de febrero de 2018

EL TAPETITO ROJO


El Tapetito Rojo



La mujer de muy pocos recursos económicos, vivía en una humilde casa con su nieta, que estaba muy enferma.

La niña empeoraba cada día, después de haber agotado todos los remedios de la abuela; con mucho dolor en el corazón decidió dejar sola a su nieta para ir a pie hasta la ciudad, en busca de ayuda.

En el único hospital público de la región, le dijeron que los médicos no podían trasladarse hasta su casa, que ella tenía que traer a la niña para ser examinada.

Desesperada por saber que su nieta no conseguiría siquiera levantarse de la cama se retiró y, al pasar por una iglesia decidió entrar.

Algunas señoras estaban arrodilladas haciendo sus oraciones. Ella también se arrodilló.

Escuchó las oraciones de aquellas mujeres y cuando tuvo oportunidad, también alzó su voz y dijo:

- Hola Dios, soy yo María. Fíjese Señor, que mi nieta está muy enferma. Yo quisiera que usted fuese para allá a curarla. Por favor, Dios, anote la dirección.

Las señoras se sorprendieron con esa oración y continuaron escuchando.

- Es muy fácil, solamente es seguir el camino de las piedras y cuando pase el río con un puente usted entra en la segunda calle de terracería. Pasa la tiendita. Mi casa es el último jacal de esa callecita.

Las otras señoras, que estaban pendientes de la oración se esforzaban para no reír. Ella continuó:

- Mire Dios, la puerta está cerrada, pero la llave está abajo del tapetito rojo de la entrada. Por favor Señor, cure a mi nietecita. Gracias.

Y cuando todas pensaron que ya había acabado ella agregó:

- Ah! Señor, por favor, no se olvide de colocar la llave de nuevo abajo del tapetito rojo, si no, yo no voy a poder entrar a la casa. Muchas, muchas gracias!

Después que Doña María se fue, las demás señoras soltaron la carcajada y se quedaron murmurando, lo deplorable que es ver que las personas no saben ni orar.

Cuando Doña María llegó a su casa no se pudo contener de tanta alegría al ver a la niña sentada en el piso jugando con sus muñecas.

- ¿Ya estás de pie?

Y la niña, mirándola cariñosamente le contestó:

- Un médico estuvo aquí abuelita. Me dio un beso en la frente y dijo que iba a mejorar. ¡Él, era tan hermoso abu! Su ropa era tan blanca que parecía hasta que brillaba.

¡Ah! Y Él te mandó decir, que si fue fácil encontrar nuestra casa y que iba a dejar la llave debajo del tapetito rojo como tú se lo pediste.



© Mahatma Nanda Olaya

ORACIÓN POR NUESTROS HERMANOS MIGRANTES


Oración por nuestros hermanos migrantes
Como cristianos, es nuestro deber estar pendientes de nuestros hermanos migrantes.


Por: Maleni Grider | Fuente: www.somosrc.mx 




Al forastero que viva con ustedes lo mirarán como a uno de ustedes y lo amarás como a ti mismo, pues ustedes también fueron forasteros en Egipto: ¡yo soy Yavé, tu Dios!

Levítico 19:34


El problema de la homofobia, la xenofobia, la misoginia, el antisemitismo, el racismo, y de toda clase de odio o discriminación, no es sólo la descalificación específica hacia una característica particular, sino el desprecio hacia la persona humana.

En las últimas semanas, el racismo y el rechazo contra los inmigrantes a los Estados Unidos se ha incrementado de manera dramática, de modo que hoy en día es una persecución abierta, sin precedentes. Como habitante de Florida puedo ser testigo y escuchar de cerca las historias aterradoras sobre padres de familia que ya han sido arrestados, de manera individual o durante una redada, y enviados de vuelta a su país de origen, en casi todos los casos a México.

Mujeres y niños deben enfrentar ahora la vida sin el proveedor del hogar. Dado que en la mayoría de los casos las familias no cuentan con documentos legales, todo se complica para ellos. Algunas instituciones hispanas, organizaciones y grupos sociales han empezado a extender la mano para protegerlos y otorgarles posibilidades de supervivencia en este país, pero el temor es grande en la comunidad.

Algunas madres solteras acuden a las iglesias (que en estos momentos tienen mucho trabajo por hacer) en busca de ayuda, refugio o defensores. En ocasiones es necesario darles asilo dentro de la iglesia para que la ley no pueda infiltrarse, llevárselas y deportarlas. Algunas otras personas se encontraban en el proceso de legalización, pero oficiales sin investidura migratoria simplemente las arrestaron y las pusieron fuera del país, sin posibilidad de defenderse.

Las deportaciones están siendo abundantes, y sin proceso judicial, lo cual es una violación a la ley. Asimismo, esta cacería de brujas, sin orden ni congruencia, ha atentado en innumerables ocasiones contra los derechos humanos, pues divide familias, deja en la orfandad a cientos de niños, y lastima el tejido social de la clase inmigrante.

El nacionalismo no puede estar por encima de los derechos humanos, pues corre el alto riesgo de convertirse en fascismo. El país está completamente dividido, la hermandad y la unidad ya no son lo que alguna vez fueran en esta gran nación. Por otra parte, en México, paradójicamente la unidad de los mexicanos se siente como hace mucho no se sentía. Hace dos semanas estuve en la ciudad de México y pude comprobarlo con gran satisfacción. ¡Me siento orgullosa de ser mexicana y de tener por origen una tierra tan leal, que siempre se une en los momentos de angustia y dolor!

Como cristianos, es nuestro deber estar pendientes de nuestros hermanos migrantes mexicanos, auxiliarlos en tiempo de angustia, tender la mano a sus familias si son víctimas de esta feroz persecución, protegerlos, apoyar su causa, levantar la voz por ellos, ver por sus hijos, darles de comer, orar con ellos, consolarlos y no abandonarlos.

Levantemos nuestra oración fervientemente en esta hora de angustia para tantas personas cuyo destino está siendo amenazado, o ya definitivamente afectado, por esta grave situación política. No nos olvidemos de que la persecución puede venir sobre cualquiera de nosotros, en cualquier lugar y a cualquier hora, ya sea por razones sociales, raciales o incluso por el nombre de nuestro Señor Jesucristo.



“Señor, tú que pones y quitas a los reyes de la tierra y gobiernas sobre todos ellos, te pedimos por la paz entre nuestro amado país, México, y la hermosa nación de los Estados Unidos, para que las relaciones de amistad y hermandad sean restablecidas. Sabemos que tú tienes un propósito para todo, y que en el momento preciso intervendrás con tu mano poderosa para poner orden, restaurar lo que se ha perdido, y aún confiamos en que harás justicia, de acuerdo a las acciones de cada uno. Danos en esta hora compasión y amor incondicional por aquellos que sufren. Ampáralos, Señor, ten misericordia de todos ellos. Ten misericordia de todos nosotros. Perdona nuestros pecados y enséñanos a ser luz en la oscuridad, sal de la tierra, mensajeros fieles de tu mensaje de amor eterno. Toca el corazón de aquellos que buscan destruir en vez de unir, y danos la gracia de permanecer unidos en la fe de tu Hijo Jesucristo. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.”

JESÚS ME NECESITA


Jesús me necesita
Ser Luz Brillante de Jesús es la misión de cada cristiano


Por: Madre Angélica | Fuente: www.ewtn.com 




Cada cristiano es una “carta de Cristo al mundo”, “escrita no con tinta, sino con el Espíritu de Dios vivo”, “escrita, no sobre tablas de piedra, sino en los corazones vivos.” (2 Cor, 3, 2-3) Cada persona discapacitada, tullida, minusválida, deforme, o quizás senil, que ha sido bautizada, es una central eléctrica para el bien, gracias a la gracia de Dios en el alma, en un mundo perverso. Esa persona no necesita entender o ser capaz de explicar tal gracia. Es suficiente con que la posea y su presencia en el mundo hace que éste sea mejor y todos los que lo habitan también solo por el hecho de haber nacido, aunque tenga solo una poca capacidad de comunicación con aquel mundo, ya que él es una nave que porta la luz de Dios en un mundo oscuro.

Los ancianos y los que están solos, cuyas vidas son consideradas inútiles porque no pueden producir según el máximo de sus capacidades, son verdaderos dínamos de energía espiritual cuando sus almas poseen la presencia de la Trinidad por la gracia; sus mentes poseen la sabiduría que viene de la experiencia y sus espíritus poseen la serenidad de los que han luchado el buen combate y esperan con alegría la llamada del Maestro.

No hay barreras para el cristiano que trabaja junto con Cristo, su líder, para el bien de todos. Cada uno es parte importante y preciosa del todo. Ricos y pobres, enfermos y sanos, jóvenes y viejos, analfabetos y genios, todos trabajan juntos en presencia de Dios que mora en cada uno como en un Templo vivo.

Jesús los necesita a todos, mientras unos construyen enseñando, algunos enmiendan con el arrepentimiento, otros con el sufrimiento, y otros animan por medio de su alegría, algunos guían por medio del ministerio, y otros ocupándose de los demás, algunos trabajando y otros por medio del cariño. Cualquier que sea su parte, ese cristiano es luz, una antorcha y una parte integral del Cuerpo Místico de Cristo.

Ningún cristiano puede sentirse inútil o solo. Él no busca ni aplausos ni valoración. La realización personal de poder llevar en su propia alma la Divina Presencia del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo le hace un instrumento poderoso para la salvación del mundo. Cada cristiano es una central eléctrica de gracia que extiende su mano y toca al vecino por medio del ejemplo y la oración. Es poderoso no importa donde esté o que haga, porque el poder que posee no le viene de él mismo, sino del Poder de Aquél que habita en él y en quien todos “vivimos, nos movemos y existimos”.


Somos parte del Cuerpo de Cristo sobre la tierra y todo lo que hacemos y somos tiene consecuencias sobre Él.

Un corazón quebrado llena el Cuerpo de una soledad palpitante. Una sonrisa lo hace feliz. Una alegría lo hace emocionarse y un dolor lo hace gritar.
El pecado lo hace retroceder hacia las contorsiones del rechazo y la santidad lo construye con un vigor renovado. La gracia es su sangre vivificante, que constantemente renueva sus células muertas revivificando los miembros sanos. La Cabeza del Cuerpo es Cristo y a cada uno de nosotros nos ha dado una función que cumplir, un papel que actuar y una trinchera que defender.

Cada uno de nosotros es vital para el funcionamiento apropiado del cuerpo entero y aunque nuestro deber particular permanezca oculto o inadvertido, el Cuerpo entero sufriría sin nosotros.

Necesitamos a Jesús, pero Él también nos necesita. No nos necesita porque podamos agregar algo a su obra, ya que Él es Infinito en todas sus perfecciones, nos necesita porque así lo quiere; quiere que cooperemos con Él para la salvación del mundo. A través de nuestro prójimo, Él extiende la mano y nos dice “te necesito…
Necesito tus palabras de consuelo en mi dolor, tu seguridad cuando estoy enfermo, tu esperanza cuando estoy desalentado y tu amor cuando el mundo es frío, porque aquello que hagan a uno de estos pequeños, a Mí me lo hacen”.

San Pablo se postra en tierra cuando oye la voz del Señor que le dice: “Saúl, Saúl, ¿Por qué me persigues?” (Hch 9, 4)

“¿Quién eres Tú?” Pablo contesta. Sí, sabía que la voz que lo había echado del caballo era la voz de Dios, pero el Dios que Pablo conocía era solo uno, Creador del Universo, Creador y Señor de los hombres, a quien había que obedecer y temer.

Pablo estaba confundido. “¿Señor?” Le contestó, y luego Pablo tuvo su primer encuentro con Dios hecho hombre, con Jesús, la Segunda Persona de la Trinidad. Su concepto de Dios habría de cambiar, Había sido creado para entender que Dios vivía en su prójimo, pronto sería consciente de esa presencia al ser bautizado por Ananías y en el momento en que el Espíritu Santo se derramó en su alma con gracia y luz. “Yo le mostraré”, le dijo Jesús a Ananías, “cuánto tendrá que sufrir por mi nombre”.

Y lo mismo pasó con Pedro. Jesús le dijo después de la Resurrección: “Apacienta mis corderos, apacienta mis ovejas” (Jn 21, 17). Jesús necesitaba de Pedro y de los demás apóstoles para edificar los cimientos de un nuevo estilo de vida, una vida totalmente entregada a Dios, una vida de alegría y sacrificio, una vida de amor por el prójimo.

Jesús necesitó su martirio para que atestiguaran por El el poder de su Nombre. Les dio el poder de curar para revelar su preocupación por los enfermos. Les dio el poder de expulsar demonios para compartir su compasión con los pobres pecadores. Les dio el poder de soportar el dolor y alegrarse con él de modo que pudieran dar esperanza a otros.

Jesús necesitó a estos hombres en cada faceta de sus vidas para que lo ayudaran a salvar al mundo. Jesús nos redimió por su vida, por su sufrimiento y por su muerte. Necesitó de estos hombres y de muchos más para que lo siguieran enseñando, proclamando, sosteniendo y dando alegría.

Jesús necesitó a Juan, lo necesitó para que se hiciera cargo de su Madre cuando el tiempo de su regreso al Padre había llegado. “Viendo a su Madre y al discípulo que amaba, dijo Jesús a su Madre: “Mujer, éste es tu hijo, y dijo al discípulo: ésta es tu madre, y desde aquel momento, el discípulo hizo un lugar para ella en su casa.” (Jn 19, 26-27)
Jesús necesitó a María, de cuyo Cuerpo Inmaculado tomó su Humanidad. Necesitó a José, fuerte y apacible para protegerlo a él y a su madre durante su estancia terrena.

Jesús los necesitó a todos porque el Amor extiende su mano hacia el compañerismo, no para recibir, sino para dar, no para crecer en algo, sino porque quiere que experimentemos la alegría de ser serviciales y de estar unidos a Dios que es amable y bueno.


Jesús Necesita mi servicio

Dios creó nos creo a cada uno con un objetivo definido en su mente infinita. Aunque siempre tenga una visión panorámica de nuestras vidas enteras, este conocimiento no le impide buscar nuestra voluntad y nuestros corazones.

Cuando nuestro prójimo nos necesita, es porque tenemos algo para darle que él no posee. Lo que tenemos para darle puede no ser tangible, pero igual podremos saciar alguna de sus necesidades.

Con Dios esto es diferente. Todo lo que tenemos en el cuerpo, el alma, talentos y bienes, son un regalo suyo. Lo que le damos a Él en estas dimensiones no es un regalo en absoluto ya que desde ya nosotros le pertenecemos.

Se hace necesario para nosotros dar a nuestro prójimo aquellas cosas que no le podemos dar a Dios, de la misma manera que Dios nos da sus dones a nosotros. Debemos darlos gratuitamente y desinteresadamente, no porque nuestro vecino merezca estas ventajas, sino únicamente porque queremos imitar al Padre.

Sea que nuestro servicio sea tangible, alimento o ropa, o intangible como el amor, la oración, la compasión y la paciencia, tenemos que servir a nuestro prójimo en aquello que no podemos servir a Dios. Es por eso que Jesús nos dirá en el último día. “Yo os digo que todo lo que hiciste al más pequeño de mis hermanos, me lo hiciste a mí. (Mt 25, 40).


Jesús Necesita mi debilidad

“Todo aquél que no cargue su Cruz y me siga no puede ser mi discípulo” (Lc 14, 27) Duras palabras para un Salvador, un Redentor, que debía de liberarnos del mal.

La Cruz era un escándalo entonces y lo sigue siendo hoy. Sin embargo, debemos entender que no es tanto un escándalo como un misterio, un misterio que nunca comprenderemos en esta vida. No entendemos el amor desinteresado, aquel amor que no quiere nada más que parecerse al Amado, que busca unirse a él con la mente, el corazón, amor que dice “No temáis, yo también he tenido dolor, persecución, sufrimiento, pobreza y hambre. Mirad, yo les muestro como perseverar, yo les muestro como rezar, como perdonar, como amar, como estar en paz, como conformarse con el Plan del Padre sin importar dificultad alguna”.

Él se desprendió de sí para que nosotros pudiéramos estar llenos, llenos no por nuestra conveniencia sino por el bien del prójimo. Nos enseñó a aceptar la indiferencia desde su infancia. Nos mostró como aceptar la soledad durante su vida oculta. Nos mostró como aceptar el éxito por su actitud ante la gente que lo proclamaba Rey. Nos mostró como aceptar la voluntad de Dios en la Agonía en el Huerto, nos mostró cómo aceptar el dolor, los insultos, y la muerte, una muerte de Cruz.

Todo fue un signo de amor por el Padre y por nosotros, y todo debe ser también lo que nosotros testimoniemos al mundo. “Alégrense cuando os persigan”, nos dijo. Una y otra vez nos dijo que no temiéramos porque Él había conquistado el mundo. Él lo conquistó no cambiándolo, sino cambiando a los hombres que vivían en él.

Él lo dejó todo por nosotros, y quiere que sus discípulos hagan lo mismo. Vivir la privación fue parte de su testimonio ante el mundo y debe ser parte también del nuestro. Él instruyó a quienes lo seguían a no llevar nada para el camino salvo un bastón; ni pan, ni bolso, ni túnica, ni monedas para su bolsa. Debían usar sandalias pero al mismo los advirtió diciéndoles “no lleven túnica de repuesto”. (Mc 6, 8-9).

Nuestro testimonio no debe ser sano, rico y sabio, pero si debe ser el de aceptar todo lo que la Providencia pone en nuestro camino con alegría de corazón y paz en la mente: salud o enfermedad, pobreza o riqueza, éxito o fracaso. Nuestro testimonio debe ser realmente libre mentalmente, sin resentimientos; libre en el corazón, sin accesorios que nos puedan obstaculizar; libre en el cuerpo, que vive el autocontrol; y libre en el espíritu, siempre buscando la unión con Dios, su honor y su gloria.


Jesús necesita mi amor

Su deseo de que seamos “completamente como Él” tiene un toque de urgencia, es un deseo ardiente de que lo amemos tanto como Él nos ama. Cuando dos personas se aman el uno al otro, ese mismo amor demuestra al mundo que se pertenecen el uno al otro. Ese amor prueba que algunas personas en nuestras vidas son nuestros amigos y la falta de ese amor demuestra que otros son simples conocidos e incluso enemigos.

El amor demuestra su poder derritiendo los corazones helados, dando seguridad, cambiando las personalidades, inculcando la alegría y provocando un sentimiento de bienestar que nada más puede causar.

El amor demuestra que podemos cuidar de otros incluso sacrificándonos por ellos, el amor necesita probarse a sí mismo que ama, se esfuerza por probarle al otro cuan intenso es y es ingenioso en su modo de suministrar aquella prueba.

Las pruebas que vienen del amor verdadero permanecen ocultas y pasan inadvertidas para aquél que ama. Y la razón de esto es que aquél que ama a Dios intensamente y continúa amándolo siempre está tan ocupado amando que no se da cuenta del testimonio que da, ese testimonio es el fruto de aquel profundo amor, no su causa.

Jesús nos transforma en hermosas imágenes suyas por el poder del Espíritu Santo que ha sido derramado en nuestros corazones.


Jesús me necesita

Todo lo que Jesús quiere de nosotros exige que confiemos en Él.

Las Bienaventuranzas son ocho escaños para confiar, porque demanda mucha confianza creer y vivir según el principio de que los pobres poseerán el Reino y de que los perseguidos estarán alegres.

Demanda mucha confianza comprender que, cuando todo parece desmoronarse, de algún modo todos los pedazos rotos están en Sus manos y Él volverá a unirlos.

Demanda mucha confianza ver el sufrimiento y comprender que Dios está educando a aquellos que ama y que el mismo Jesús sufre en ellos.

Demanda mucha confianza rezar fuerte y largo y no recibir la respuesta que uno quisiera.

Demanda mucha confianza pensar que Dios se valdrá de nuestras debilidades para nuestro bien mientras hagamos un sincero esfuerzo por vencerlas.

Demanda mucha confianza comprender que la muerte de alguien querido ocurre en el mejor momento de su vida.

Demanda mucha confianza abandonar a todos y todo en las manos de Dios sin preocuparnos.

Necesitamos confiar en Él en todo momento y toda nuestra vida, y esa confianza brillara como los rayos del sol, tocando a todos los que encontremos en el camino.

La confianza que Jesús demanda de sus seguidores parece imposible y este hecho demuestra que sólo Dios exigiría una confianza heroica.

Él nos pidió no preocuparnos por el mañana y cuando nuestro prójimo ve ese testimonio en nosotros, su corazón se eleva.

Él nos pidió saltar de alegría cuando somos perseguidos, porque cuando lo hacemos, le mostramos a los demás que hay un mundo mejor más allá de este, un mundo en donde descansa nuestro verdadero tesoro.

Él nos pidió cumplir la voluntad del Padre con absoluta confianza en la Sabiduría de aquél plan, y el ver esta clase de confianza es una experiencia suficientemente poderosa como para fortalecer a nuestros hermanos en las circunstancias más difíciles.

Él nos pidió ser mansos y humildes de corazón para que encontremos descanso para nuestras almas; la serenidad, que es el fruto del señorío de uno mismo se vuelve la envidia del mundo.

Cada cristiano es importante, importante para Dios, para el mundo y para el Reino.


Luz Brillante de Jesús

Ser Luz Brillante de Jesús es la misión de cada cristiano. Como el brillo de una estrella en medio de una noche oscura, así el cristiano debe dar luz y esperanza y levantar los corazones y las mentes de todo el mundo hacia el Amor y la Misericordia de Dios que es Padre y Señor.

El esfuerzo constante del cristiano por hacerse una réplica exacta de Jesús es motivo de esperanza para el prójimo, lo llena con la convicción profunda de que existe una realidad invisible lo suficientemente fuerte como para vencer cualquier tentación, como para sobreponerse a cualquier indignidad, soportar todas las cruces y mantener el gozo no importa lo que pueda suceder.

Jesús necesita que aquella imagen, aquel cristiano, lo ayude a irradiar su poder y su Persona al mundo. Pablo lo dice hermosamente, “Dios nos hace, en Cristo, compañeros en su triunfo, y a través de nosotros expande su conocimiento como un dulce aroma en todo lugar” (2 Cor 2, 14) “Somos incienso de Cristo para Dios… Son una carta de Cristo, escrita con el Espíritu de Dios vivo.” “Somos embajadores de Cristo; como si Dios hablara por medio de nosotros”.(2 Cor 5, 21).

Debemos irradiar a Jesús y los rayos de aquella luz brillarán en los confines de la tierra, sobre cada nación y sus gentes, porque trabajamos junto con Jesús para la salvación de la humanidad.

“Os he amado con un amor eterno” (Jer 31, 3).

PAPA FRANCISCO INVITA A REFLEXIONAR SOBRE LA MUERTE


El Papa invita a reflexionar sobre la muerte: “Nos hará bien a todos”
Redacción ACI Prensa
Foto: Vatican Media



“La muerte es un hecho que nos impacta a todos. Llega más tarde o más temprano, pero llega”, afirmó el Papa Francisco en la homilía de la Misa celebrada este jueves 1 de febrero en la Casa Santa Marta. Por eso invitó a reflexionar sobre la muerte, porque “nos hará bien a todos”.

El Santo Padre recordó que “no somos ni eternos, ni efímeros: somos hombres y mujeres en el tiempo, tiempo que comienza y tiempo que termina”.

Sin embargo, advirtió contra “la ‘tentación del momento’ que se apodera de la vida y te lleva a andar por ese laberinto de egoísmo del momento sin futuro, siempre de ida y vuelta, de ida y vuelta. Y el camino termina en la muerte, todos lo sabemos. Y por eso la Iglesia siempre ha tratado de hacer reflexionar sobre este fin nuestro: la muerte”.

El Papa animó a repetirse: “Yo no soy dueño del tiempo”. Aseguró que “repetir esto ayuda, porque nos salva de la ilusión del momento, de tomar la vida como si fuera una cadena de anillos de momentos sin sentido. Estoy en camino y debo mirar hacia adelante, considerando que la muerte es una herencia”.

También animó a preguntarse: “Si hoy Dios me llamase, ¿qué herencia dejaré como testimonio de vida? Es una bella pregunta para hacerse. De ese modo nos preparamos, porque ninguno de nosotros se quedará aquí como una reliquia. No, todos iremos sobre ese camino”.

Además, explicó que “la muerte es una memoria, una memoria anticipada” que ayuda a reflexionar. “Cuando muera, ¿qué decisión me habría gustado tomar hoy, en mi modo de vivir de hoy? Es una memoria anticipada que ilumina el momento de hoy. Iluminar con el hecho de la muerte la decisión que debo tomar cada día”, finalizó.

LOS CINCO MINUTOS DE JESÚS, 1 DE FEBRERO


LOS CINCO MINUTOS DE JESÚS
1 de Febrero




Cristo dice en el Evangelio que él es la luz. El que no lo sigue, camina en tinieblas, con todas las angustias e incertidumbres que llevan consigo las tinieblas.

El que no sigue a Cristo, no halla explicación para muchas cosas de la vida, se siente embargado por mil problemas sin solución; se le plantean centenares de interrogantes a los que nada ni nadie puede responder.

En cambio, cuando Cristo aparece en la vida, es como cuando se hace la luz, uno encuentra en él la paz, la seguridad, la orientación.



* P. Alfonso Milagro

EL EVANGELIO DE HOY JUEVES 1 DE FEBRERO DEL 2018


Lecturas de hoy Jueves de la 4ª semana del Tiempo Ordinario
 Hoy, jueves, 1 de febrero de 2018




Primera lectura
Lectura del primer libro de los Reyes (2,1-4.10-12):

Estando ya próximo a morir, David hizo estas recomendaciones a su hijo Salomón: «Yo emprendo el viaje de todos. ¡Ánimo, sé un hombre! Guarda las consignas del Señor, tu Dios, caminando por sus sendas, guardando sus preceptos, mandatos, decretos y normas, como están escritos en la ley de Moisés, para que tengas éxito en todas tus empresas, dondequiera que vayas; para que el Señor cumpla la promesa que me hizo: "Si tus hijos saben comportarse, caminando sinceramente en mi presencia, con todo el corazón y con toda el alma, no te faltará un descendiente en el trono de Israel."»
David fue a reunirse con sus antepasados y lo enterraron en la Ciudad de David. Reinó en Israel cuarenta años: siete en Hebrón y treinta y tres en Jerusalén. Salomón le sucedió en el trono, y su reino se consolidó. 

Palabra de Dios


Salmo
1Cro 29,10.11ab.11d-12a.12bcd

R/. Tú eres Señor del universo

Bendito eres, Señor, 
Dios de nuestro padre Israel, 
por los siglos de los siglos. R/.

Tuyos son, Señor, la grandeza y el poder, 
la gloria, el esplendor, la majestad, 
porque tuyo es cuanto hay en cielo y tierra. R/.

Tú eres rey y soberano de todo. 
De ti viene la riqueza y la gloria. R/.

Tú eres Señor del universo, 
en tu mano está el poder y la fuerza, 
tú engrandeces y confortas a todos. R/.


Evangelio de hoy
Lectura del santo evangelio según san Marcos (6,7-13):

En aquel tiempo, llamó Jesús a los Doce y los fue enviando de dos en dos, dándoles autoridad sobre los espíritus inmundos. Les encargó que llevaran para el camino un bastón y nada más, pero ni pan, ni alforja, ni dinero suelto en la faja; que llevasen sandalias, pero no una túnica de repuesto. 
Y añadió: «Quedaos en la casa donde entréis, hasta que os vayáis de aquel sitio. Y si un lugar no os recibe ni os escucha, al marcharos sacudíos el polvo de los pies, para probar su culpa.» 
Ellos salieron a predicar la conversión, echaban muchos demonios, ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban. 

Palabra del Señor


Comentario al Evangelio de hoy jueves, 1 de febrero de 2018
Ciudad Redonda


Queridos amigos y amigas:

Del evangelio de hoy me quedo con una paradoja. Jesús envía a los Doce de dos en dos como misioneros. Les pide que no lleven encima casi nada, lo cual nos deja desconcertados a quienes nos sentimos aludidos por ese mismo envío. Pero, previamente, les había regalado algo importantísimo: “poder sobre los espíritus inmundos”. Con sólo eso les era suficiente para evangelizar.  

Hoy le tendríamos que pedir al Señor que nos conceda a raudales ese extraño poder. Lo exige la endeblez y flaqueza de nuestros jadeantes esfuerzos misioneros, tan tercamente ineficaces. ¿De qué poder se trata? ¿Con qué poder capacita Jesús a los Doce? ¿Qué clase de poder tenemos que pedir a Dios para evangelizar hoy? Lo evoca el mismo texto evangélico.

Es el poder de la comunión, o sea, el ir siempre de dos en dos. Su secreto consiste en la facultad de ser amigos. La amistad se asienta sobre todo en la capacidad de hablar uno con el otro. El lenguaje constituye la irrupción de la forma más elevada de comunión, cuya cumbre es el silencio (no la mudez). Nos la jugamos en eso de aprender a escuchar y a hablar. Por ese orden. El diálogo es un poder que destroza los espíritus inmundos del individualismo, de la competitividad, del particularismo, de la xenofobia.

Es el poder de la pobreza, contrario a toda deificación de los bienes y del dinero. De seminarista había oído que “a los misioneros nos envía la obediencia y nos hace creíbles la pobreza”. Pero la pobreza no es nada si no se la “ve”. Ella modera nuestros deseos sin límites, cuya violencia puede llegar a ser voraz y destructiva. Aniquila ese maldito afán de “quererlo todo, quererlo ya y quererlo al precio que sea” cuyo exponente primero  es el consumismo y la adicción que más desencadena es el comprar.

Es el poder de la paz. Lo podemos traducir en tantas expresiones: mansedumbre, ternura, cordialidad, empatía, serenidad,… Lo de menos es el nombre. Lo más importante es luchar por esa paz. Hemos sido enviados con capacidad para irradiar la paz. El lenguaje de la hostilidad, de la acusación, del victimismo y de la acepción deben haber desaparecido de nuestras relaciones y hábitos.

El escritor francés Charles Péguy narra la historia de un hombre que muere y va al cielo. Al encontrarse con el ángel que registra las acciones buenas y malas de las personas, éste le pide: “Enséñame tus heridas”. Y el hombre le contesta: “¿Qué heridas? No tengo ninguna herida”. Y el ángel le replica: “¿Jamás se te pasó por la cabeza que pudiera haber algo por lo que mereciera la pena luchar?”. Por el evangelio merece la pena luchar así.