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EL ESPÍRITU SANTO, NUESTRO GUÍA EN ADVIENTO



Autor: P. Cipriano Sánchez LC | Fuente: Catholic.net
El Espíritu Santo, nuestro guía en Adviento
Únicamente los sencillos pueden reconocer la voz del Espíritu Santo en su interior, sólo ellos son capaces de dejarse guiar por Él.


El Espíritu Santo, nuestro guía en Adviento
Durante el Adviento no podemos olvidar la presencia del Espíritu Santo que primero actúa profetizando la venida del Mesías, y después, en Jesucristo. Esto es para nosotros una muy especial indicación por parte de Dios Nuestro Señor de que las necesidades que posee el hombre sólo pueden realizarse desde una perspectiva: la del Espíritu Santo. Sin embargo, tampoco podemos olvidar que esto únicamente es posible para el alma que se convierte en dócil instrumento del Espíritu Santo, pues es Él quien nos permite ir llegando con paso firme a todas y cada una de las metas que Dios nos va poniendo a lo largo de la vida. No estamos solos, el Señor no nos abandona. La presencia de Jesucristo en nuestras vidas no es nada más una compañía, es también una guía, una luz. Y nunca olvidemos que esta iluminación quien la realiza es el Espíritu Santo.

El profeta Isaías nos habla de un momento, en los tiempos mesiánicos (cuando venga el Mesías), en que todo será paz, y cómo el Espíritu de Dios colmará el mundo. Dice el Profeta: “Nadie hará daño, nadie hará mal en todo mi santo Monte, porque la Tierra estará llena de conocimiento de Yahveh, como cubren las aguas el mar”.

En la Encarnación es el Espíritu Santo el que cubre con su sombra a  la Santísima Virgen para que sea engendrado el Hijo de Dios. Y es también el Espíritu Santo el que, cada vez que queremos tener a Cristo en nuestra alma, se hace presente para construir en nosotros la presencia, la vida de Cristo. El Espíritu Santo es el Santificador, es el que realiza en el alma la función de dar vida en el Señor. Es Él  quien nos aconseja, guía e ilumina, fortaleciéndonos para que el mensaje que la Navidad viene a traer a nuestras almas se pueda cumplir.

En este Adviento, en este camino hacia la Navidad, hacia la presencia plena de Cristo en nuestra alma, no estamos guiados por una estrella, estamos guiados por el Espíritu de Dios Nuestro Señor. Esto tiene que ser para nosotros una grandísima certeza, tiene que darnos una gran paz y una gran serenidad. Sin embargo, exige de nosotros un entrenamiento que consiste en aprender a escuchar lo que el Espíritu Santo va diciendo a nuestra conciencia, el someter nuestro juicio a lo que Él nos va pidiendo y el ser capaces de amar el modo concreto con el cual va educando nuestro corazón.

Únicamente los sencillos pueden reconocer la voz del Espíritu Santo en su interior, sólo ellos son capaces de dejarse guiar por Él. Si tuviéramos dentro de nosotros esta presencia constante del Espíritu Santo podríamos participar de la acción de gracias que Jesucristo hace al Padre: “Te doy gracias Padre del Cielo y de la Tierra, porque has revelado estas cosas, no a los sabios y entendidos, sino a los sencillos”.

¡Cuántas veces nuestra forma de ver las cosas y nuestros juicios son  los que gobiernan nuestras vidas! ¡Cuántas veces pretendemos entender todas las cosas según la cuadrícula de nuestra sabiduría, y nos olvidamos que la sabiduría de Dios es la que tiene que regir nuestra vida!

Cuando leemos las profecías de Isaías, donde aparece el lobo habitando con el cordero, la pantera con el cabrito, el novillo y el león pastando juntos, podría aparecer la pregunta: ¿Todo eso existe? ¿Es un sueño o es una realidad? Lo que el profeta nos está diciendo es que aun aquello que parece imposible al hombre, que en la lógica humana jamás podría llegar a darse, el Espíritu Santo lo puede realizar.

En este Adviento, aprendamos a romper las lógicas humanas, a deshacer nuestras cuadrículas, nuestras formas de ver muchas situaciones, de vernos, incluso, a nosotros mismos. Dejemos a un lado tantas y tantas cosas que clasifican nuestra existencia de una manera determinada y que, en definitiva, la alejan de Dios. Permitamos al Espíritu Santo hablar en nuestra vida, guiarnos e inspirarnos. No es tan difícil, es cuestión de aprender a escuchar, de no hacer ruido en nuestra alma, de ponernos delante de Dios y no oír otra cosa más que a Él, para que nada interrumpa esa comunicación de amor entre Dios y cada uno de nosotros.

Nuestro corazón debe estar dispuesto a escuchar a Dios, para que este tiempo de Adviento, en el que se produce la mayor alegría para el hombre, que es el encuentro con el Señor, no pase con las hojas del calendario, sino que sea un tiempo que permanezca en el corazón. Con una gran apertura interior, permitámosle al Espíritu Santo hablar, para así poder ir quitando todo aquello que nos impiden tener paz en el alma, junto a Cristo en Belén.

El profeta Isaías nos dice: “Aquel día, la raíz de Jesé se levantará como bandera de los pueblos, la buscarán todas las naciones”. ¿Hay en mi alma avidez de Dios? ¿Hay en mi corazón sed de este Cristo, que es la raíz de Jesé? ¿Hay en mi interior el anhelo de encontrarme con Jesús? Si no lo hay, permitamos que el Espíritu Santo vaya cambiando nuestro corazón hasta que Él lo llene. Y pidámosle que en este período de Adviento, Él vaya transformando nuestra existencia de tal manera que nunca nos sintamos solos, para que se pueda cumplir en nosotros la profecía de que somos dichosos porque vemos la presencia de Cristo en nuestra vida, vemos su influjo en la sociedad: “Dichosos los ojos que ven lo que vosotros veis”.

INICIO DEL EVANGELIO DE SAN MARCOS


Inicio del Evangelio de Marcos



He aquí el comienzo de una narración fascinante que ha servido probablemente de base a san Lucas y a san Mateo. Es un libro pequeño que ha influenciado profundamente la humanidad y sobre el cual vamos a reflexionar juntos en el transcurso del ciclo del año B.

San Marcos precisa bien que se trata de un comienzo. Su historia está lejos de acabarse. Le da por título: ‘EVANGELIO’, que quiere decir la ‘Buena Nueva’ que Jesús de Nazaret es verdaderamente el Mesías anunciado por los profetas, el Hijo de Dios resucitado y exaltado, del que los discípulos preparan su vuelta al fin de los tiempos, y desde hace una semana, la venida más actual, muy cercana ya la Navidad.

Con Juan Bautista, el secreto de la identidad de Jesús se ha revelado ya: no es el libertador político que muchos esperaban sino el “bautizará en el Espíritu Santo.” El verbo “bautizar” significa sumergir; y al igual que Juan Bautista se sumergía en el agua, la fuente de vida en el valle del Jordán, así Jesús sumergirá a los y a las que lo acojan en el Espíritu Santo, la fuente inacabable de la vida de Dios. Toda persona que acepta su proyecto tiene ya acceso a esta fuente que salta hasta la vida eterna.

La única condición de la inmersión anunciada por Juan Bautista es la fe ligada al deseo de transformarse a sí mismo y al mundo, instaurando el Reino de Dios. Es el sentido de la conversión proclamada por Juan. Pues la narración, recordémoslo, sólo acaba de empezar. El Jesús que vendrá en Navidad será el Servidor de Dios rechazado, quebrantado y humillado, el que reunirá al conjunto de las naciones.

Tal perspectiva orienta ya a los discípulos hacia el corazón y la conclusión o fin de toda la narración. Jesús es el que viene a dar su vida para que todos vivan su gracia para siempre.

Desde el inicio, Juan une el Antiguo y el Nuevo Testamento. Es el profeta que prepara el camino para alguien más grande que él. Esta ruta recuerda los caminos allanados antes para la vuelta del pueblo de Dios después del exilio, en el año 538.


© Padre Felipe Santos SDB

LA FE NOS SALVA


La fe nos salva
La fe es un don y una tarea, nos da vida y nos mantiene con vida aquí y en la eternidad.


Por: P. Eusebio Gómez Navarro | Fuente: es.catholic.net 




Somos lo que pensamos y lo que creemos. Según pensamos en positivo o negativo, vivimos en el cielo o en el infierno. Todo es posible para el que cree, pues si Dios está con nosotros, ¿quién podrá contra nosotros? Dios camina con nosotros y no tenemos que temer, sino apoyarnos en Él y saber que de derrota en derrota se ha logrado llegar a la victoria final (Churchill). Estamos en las manos de Dios.

 La fe es don y tarea, es misterio, exige compromiso. El cristiano tiene una gran tarea y una gran ocasión en la sociedad de la incredulidad funcional y de la incredulidad de los hombres ávidos de sentido: se trata de ser testigos de la profundidad en medio de la profanidad (J. M. Mardones).

La fe nos da la seguridad de que Dios camina con nosotros, de que para Él y con Él todo es posible, de que con su presencia tenemos todo: sol, luz, paz, bien, vida. Si falta Él, no tenemos nada. Lord Byron tiene estas significativas palabras: Cuando nos acercamos a casa, es dulce oír cómo ladra el perrito al sentir nuestra presencia, como si quisiera darnos la bienvenida. También nosotros marcharemos un día a la casa del Padre, y es consolador pensar que Cristo nos espera en ella con una dulce sonrisa. Sin fe, estamos perdidos.

La fe nos salva, nos mantiene vivos, nos da la vida aquí, y la eterna.

EL DÍA QUE FALTARON LAS MANZANAS NACIERON LAS BOLAS DE NAVIDAD


El día que faltaron las manzanas nacieron las bolas de Navidad
Ocurrió que en el invierno de 1858, en la ciudad de la Lorena francesa, la cosecha de manzanas fue muy pobre, y entonces...


Por: n/a | Fuente: GaudiumPrress.org 




Primero que las bolas fue el árbol. Los romanos adornaban sus casas con ramas de abeto para conmemorar al dios Juno, cosa que hacían en el solsticio de invierno.

Ya en el período cristiano, las ramas de abeto dieron lugar a todo el árbol, árboles navideños que recordaban los árboles del paraíso, y que estaban en coros de iglesias, pero también en los hogares.

A los árboles se les fueron agregando elementos, como por ejemplo la manzana roja que recordaba la manzana del pecado, también hostias no consagradas, dulces, etc.

Pero ocurrió que un día, en el invierno de 1858, en la ciudad de la Lorena francesa de Goetzenbruck, la cosecha de manzanas fue muy pobre y con ello los árboles navideños no pudieron ver así sus ramas decoradas. Bendita mala cosecha, ya lo verán.

Pues ocurría también que era Goetzenbruck lugar de sopladores de vidrio. Desde 1721 existía allí una fábrica de vidrio especializada en la elaboración de vidrio para relojes, fábrica que dio origen a cristalerías más pequeñas. Pues resulta que cuando acabaron las manzanas, un vidriero hoy desconocido quiso consolar a los niños con algo que resultó más lindo que el bello fruto rojo: el inspirado vidriero tomó un pedazo de vidrio, lo sopló (técnica usada entonces, y aún hoy en día en muchos lugares) y formó la primera linda y germinativa bola de navidad.

La gran fábrica de vidrio encontró que la idea, además de bella, podría ser comercial, y rápidamente comenzó una producción que llegó hasta las 250.000 bolas por año.

Hoy, a pesar de la producción industrial de las bolitas de Navidad, aún es apreciada la fábrica de bolas artesanales y originales.

En esa región, en Meisenthal, una fábrica de vidrio de horno abrió su producción en 1999 para la producción de bolas de Navidad.

LOS CINCO MINUTOS DE MARÍA, 11 DICIEMBRE


Los cinco minutos de María
Diciembre 11




En aquel feliz hogar de Nazaret que formaban Jesús, María y José, cada uno cumplió su misión y su deber

María fue la esposa solícita que acompañó al bendito san José en los trabajos, en las privaciones, en la huida a Egipto, en todas las alternativas de la Sagrada Familia.

María fue la madre tierna y amorosa que supo atender a su Hijo Jesús en las necesidades que los urgían.

En aquel hogar todos eran para todos. Los tres vivieron para los tres. María, que nuestros hogares se parezcan a tu hogar de Nazaret.


* P. Alfonso Milagro

PAPA FRANCISCO OFRECE SOLUCIÓN A LOS QUE SE LAMENTAN TODO EL DÍA Y SIEMPRE ESTÁN AMARGADOS


El Papa ofrece la solución a los que se lamentan todo el día y siempre están amargados
 Foto: L'Osservatore Romano




VATICANO, 11 Dic. 17 / 06:01 am (ACI).- El Papa Francisco volvió a criticar a las personas que pasan todo el día lamentándose y sumidos en el rencor por ser incapaces de perdonar y les dio una solución al respecto.

En la Misa que celebró a primera hora de la mañana en la Casa Santa Marta, reflexionó sobre la primera lectura del día en la que Dios promete a Israel ser consolado. “El Señor ha venido a consolarnos”, remarcó el Papa.

“Tantas veces el consuelo del Señor nos parece una maravilla”, reafirmó. “Pero no es fácil dejarse consolar; es más difícil consolar a los otros que dejarse consolar. Porque, muchas veces, nosotros estamos pegados a lo negativo, apegados a la herida del pecado dentro de nosotros, y, muchas veces tenemos la preferencia de permanecer ahí, solos, como en la camilla, como ese del Evangelio, aislado, allí, y no levantarnos. ‘¡Levántate!’ es la palabra de Jesús. Siempre: ‘¡Levántate!’”.

Pero el problema es que “somos maestros de lo negativo” por la herida del pecado, mientras que “en lo positivo somos mendigos”.

Por ejemplo, cuando se prefiere “el rencor” y “cocinamos nuestros sentimientos” hay un “corazón amargo”. “Para estos corazones amargos es más hermoso lo amargo que lo dulce”, manifestó.

Muchos prefieren esta amargura y poseen una “raíz amarga”, “que nos lleva con la memoria al pecado original. Y esto es un modo de no dejarse consolar”.

Pero aún hay más: la amargura que “siempre nos lleva a expresiones de lamento”. Recordó entonces el Papa a Santa Teresa que decía: “Ay e la hermana que dice: ‘me han hecho una injusticia, me han hecho algo que no es razonable’”. También mencionó al profeta Jonás, “premio Nobel del quejarse”.

“También en el lamentarse hay algo contradictorio”, dijo al contar que una vez conoció a un sacerdote que se quejaba por todo. “Tenía el don de encontrar la mosca en la leche”.

“Era un buen sacerdote, en el confesionario decían que era muy misericordioso, era anciano y sus compañeros de presbiterado hablaban de cómo sería su muerte y que pasaría cuando fuese al cielo. Decían: ‘Lo primero que dirá a San Pedro, en lugar de saludarlo, es: ‘¿Dónde está el infierno?’, siempre lo negativo. Y San Pedro le haría ver el infierno. Una vez visto preguntaría: ‘¿Cuántos condenados hay en él?’. ‘Solo uno’. ‘Ah, que desastre de redención’, diría él. Siempre pasa esto. Y ante la amargura, el rencor, los lamentos, la palabra de la Iglesia de hoy es ‘¡ánimo!, ‘¡ánimo!’”.

A este punto, Francisco recordó que “Dios viene a salvarte” e invitó a “dejarse consolar por el Señor”. “Y no es fácil porque para dejarse consolar por el Señor uno necesita desnudarse de sus propios egoísmos, de esas cosas que son nuestro tesoro: la amargura, el lamentarse, u otras muchas cosas”, aseguró.

“Nos hará bien a cada uno de nosotros –concluyó el Santo Padre­–, hacer un examen de conciencia. ¿Cómo es mi corazón? ¿Tengo alguna amargura? ¿Tengo alguna tristeza? ¿Cómo es mi lenguaje? ¿Es de alabar a Dios, de belleza o de lamentarme siempre? Y pedir al Señor la gracia del coraje, porque en el coraje viene Él a consolarnos, y a pedir al Señor: ‘Señor, ven a consolarnos’”.

EL EVANGELIO DE HOY LUNES 11 DICIEMBRE 2017


Lecturas de hoy Lunes de la 2ª semana de Adviento
 Hoy, lunes, 11 de diciembre de 2017




Primera lectura
Lectura del libro de Isaías (35,1-10):

EL desierto y el yermo se regocijarán,
se alegrará la estepa y florecerá,
germinará y florecerá como flor de narciso,
festejará con gozo y cantos de júbilo.
Le ha sido dada la gloria del Líbano,
el esplendor del Carmelo y del Sarón.
Contemplarán la gloria del Señor,
la majestad de nuestro Dios.
Fortaleced las manos débiles,
afianzad las rodillas vacilantes;
decid a los inquietos:
«Sed fuertes, no temáis.
¡He aquí vuestro Dios! Llega el desquite,
la retribución de Dios.
Viene en persona y os salvará.»
Entonces se despegarán los ojos de los ciegos,
los oídos de los sordos se abrirán;
entonces saltará el cojo como un ciervo,
y cantará la lengua del mudo,
porque han brotado aguas en el desierto
y corrientes en la estepa.
El páramo se convertirá en estanque,
el suelo sediento en manantial.
En el lugar donde se echan los chacales
habrá hierbas, cañas y juncos.
Habrá un camino recto.
Lo llamarán «Vía sacra».
Los impuros no pasarán por él.
Él mismo abre el camino
para que no se extravíen los inexpertos.
No hay por allí leones,
ni se acercarán las bestias feroces.
Los liberados caminan por ella
y por ella retornan los rescatados del Señor.
Llegarán a Sión con cantos de júbilo:
alegría sin límite en sus rostros.
Los dominan el gozo y la alegría.
Quedan atrás la pena y la aflicción.

Palabra de Dios

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Salmo
Sal 84,9ab-10.11-12.13-14

R/. He aquí nuestro Dios; viene en persona y nos salvará.

V/. Voy a escuchar lo que dice el Señor:
«Dios anuncia la paz
a su pueblo y a sus amigos».
La salvación está cerca de los que lo temen,
y la gloria habitará en nuestra tierra. R/.

V/. La misericordia y la fidelidad se encuentran,
la justicia y la paz se besan;
la fidelidad brota de la tierra,
y la justicia mira desde el cielo. R/.

V/. El Señor nos dará la lluvia,
y nuestra tierra dará su fruto.
La justicia marchará ante él,
Y sus pasos señalarán el camino. R/.

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Evangelio de hoy
Lectura del santo evangelio según san Lucas (5,17-26):

UN día, estaba Jesús enseñando, y estaban sentados unos fariseos y maestros de la ley, venidos de todas las aldeas de Galilea, Judea y Jerusalén. Y el poder del Señor estaba con él para realizar curaciones.
En esto, llegaron unos hombres que traían en una camilla a un hombre paralítico y trataban de introducirlo y colocarlo delante de él. No encontrando por donde introducirlo a causa del gentío, subieron a la azotea, lo descolgaron con la camilla a través de las tejas, y lo pusieron en medio, delante de Jesús. Él, viendo la fe de ellos, dijo:
«Hombre, tus pecados están perdonados».
Entonces se pusieron a pensar los escribas y los fariseos:
«¿Quién es éste que dice blasfemias? ¿Quién puede perdonar pecados sino sólo Dios?».
Pero Jesús, conociendo sus pensamientos, respondió y les dijo:
«¿Qué estáis pensando en vuestros corazones? ¿Qué es más fácil, decir: “Tus pecados te son perdonados”, o decir: “Levántate y echa a andar”? Pues, para que veáis que el Hijo del hombre tiene poder en la tierra para perdonar pecados —dijo al paralítico—: “A ti te lo digo, ponte en pie, toma tu camilla y vete a tu casa”».
Y, al punto, levantándose a la vista de ellos, tomó la camilla donde había estado tendido y se marchó a su casa dando gloria a Dios
El asombro se apoderó de todos y daban gloria a Dios. Y, llenos de temor, decían:
«Hoy hemos visto maravillas».

Palabra del Señor

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Comentario al Evangelio de hoy lunes, 11 de diciembre de 2017
 José Mª Vegas, cmf




Para que veamos maravillas

La primera lectura nos presenta una cuadro maravilloso, que describe lo que supone la presencia del Señor al que esperamos: el desierto florece y, con él, el corazón humano, que se llena de alegría y siente que la vida renace, se curan sus enfermedades y son superadas sus limitaciones. La alegría por la presencia salvadora del Señor expresa el carácter de don, de gracia, de regalo que su venida lleva consigo. Así suena el precioso texto de Isaías. Pero esto no significa que debamos esperar sentados. Todo en el Adviento nos habla de una esperanza activa, de que tenemos que ponernos manos a la obra para preparar la venida del Señor. Y este es el mensaje del Evangelio, en el que vemos cómo se cumplen las profecías del AT: aunque Jesús ya está presente entre nosotros, tenemos que porfiar por encontrarlo, hemos de poner algo por nuestra parte, superar los obstáculos que, en este mundo, nos impiden llegar hasta él.

En el texto de Lucas se dice que el gentío impedía a unos hombres piadosos acercar hasta Jesús al paralítico postrado en la camilla. Ese gentío podemos entenderlo como la masa, las opiniones comunes, los prejuicios (a favor y en contra) que rodean a Jesús. Es necesario buscar espacios y tiempos abiertos, sin escatimar esfuerzos, que hagan posible el contacto personal con Cristo. Si es preciso hay que abrir boquetes en los tejados, romper barreras físicas y, sobre todo, sociales. Sólo así, en el encuentro personal, podemos experimentar la fuerza sanadora de su Palabra. En primer lugar, la curación fundamental, el perdón de nuestros pecados, que nos debilitan, nos atan y hacen dependientes, nos impiden caminar con autonomía y libertad. Pero Jesús nos libera de esas otras ataduras que, tal vez, sin ser pecados, nos paralizan también de tantas maneras: los complejos y miedos, las heridas acumuladas a lo largo de la vida, los respetos humanos, los prejuicios, la incredulidad en torno, que, en este texto, está representada por esos supercreyentes, los fariseos, que no creían, sin embargo, en la posibilidad del perdón, de la rehabilitación del que estaba postrado (si lo estaba, pensaban, sería como consecuencia de sus pecados…). Es verdad que en esta vida nunca nos liberamos del todo. El paralítico, ya restablecido, tiene que cargar con su camilla. Es un símbolo del peso de la vida. Pero es también un recuerdo de la curación recibida: aunque cargando con la camilla, ya puede caminar por sí mismo. De hecho, las cargas de las que Jesús nos libera se convierten en experiencia con la que podemos ayudar a otros a obtener la liberación. El paralítico podía contar cómo había sido curado, podía ofrecer a otros su camilla para llevarles hasta Jesús. Y es que la hermosa utopía de Isaías está en camino, en curso de realización, sobre todo por la presencia entre nosotros de Jesús, pero también porque nosotros, curados por Él, podemos contribuir con el testimonio de nuestro amor a irla haciendo realidad.


Saludos cordiales
José M.ª Vegas cm