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domingo, 3 de septiembre de 2017

APRENDER A PERDER, MEDITACIÓN DEL EVANGELIO DE HOY DOMINGO 3 SEPTIEMBRE 2017


Evangelio Comentado por:
José Antonio Pagola
Mt 16,13-20

APRENDER A PERDER


El dicho está recogido en todos los evangelios y se repite hasta seis veces:«El que quiera salvar su vida la perderá, pero el que pierda su vida por mí la encontrará». Jesús no está hablando de un tema religioso. Está planteando a sus discípulos cuál es el verdadero valor de la vida.

El dicho está expresado de manera paradójica y provocativa. Hay dos maneras muy diferentes de orientar la vida: una conduce a la salvación; la otra, a la perdición. Jesús invita a todos a seguir el camino que parece más duro y menos atractivo, pues conduce al ser humano a la salvación definitiva.

El primer camino consiste en aferrarse a la vida viviendo exclusivamente para uno mismo: hacer del propio «yo» la razón última y el objetivo supremo de la existencia. Este modo de vivir, buscando siempre la propia ganancia o ventaja, conduce al ser humano a la perdición.

El segundo camino consiste en saber perder viviendo como Jesús, abiertos al objetivo último del proyecto humanizador del Padre: saber renunciar a la propia seguridad o ganancia, buscando no solo el propio bien, sino también el de los demás. Este modo generoso de vivir conduce al ser humano a su salvación.

Jesús está hablando desde su fe en un Dios salvador, pero sus palabras son una grave advertencia para todos. ¿Qué futuro le espera a una humanidad dividida y fragmentada donde los poderes económicos buscan su propio beneficio; los países su propio bienestar; los individuos su propio interés?

La lógica que dirige en estos momentos la marcha del mundo es irracional. Los pueblos y los individuos estamos cayendo poco a poco en la esclavitud del «tener siempre más». Todo es poco para sentirnos satisfechos. Para vivir bien necesitamos siempre más productividad, más consumo, más bienestar material, más poder sobre los demás.

Buscamos insaciablemente bienestar, pero, ¿no nos estamos deshumanizando siempre un poco más? Queremos «progresar» cada vez más, pero, ¿qué progreso es este que nos lleva a abandonar a millones de seres humanos en la miseria, el hambre y la desnutrición? ¿Cuántos años podremos disfrutar de nuestro bienestar cerrando nuestras fronteras a los hambrientos y a quienes buscan entre nosotros refugio de tantas guerras?

Si los países privilegiados solo buscamos «salvar» nuestro nivel de bienestar, si no queremos perder nuestro potencial económico, jamás daremos pasos hacia una solidaridad a nivel mundial. Pero no nos engañemos. El mundo será cada vez más inseguro y más inhabitable para todos, también para nosotros. Para salvar la vida humana en el mundo hemos de aprender a perder.

EL EVANGELIO DE HOY DOMINGO 3 DE SEPTIEMBRE 2017


Domingo 22º del Tiempo Ordinario – Ciclo A
Domingo 3 de Septiembre de 2017

“Perder el mundo para ganarte a Ti“



Primera lectura

Lectura del libro de Jeremías (20,7-9):

Me sedujiste, Señor, y me dejé seducir; me forzaste y me pudiste. Yo era el hazmerreir todo el día, todos se burlaban de mí. Siempre que hablo tengo que gritar: «Violencia», proclamando: «Destrucción.» La palabra del Señor se volvió para mí oprobio y desprecio todo el día. Me dije: «No me acordaré de él, no hablaré más en su nombre»; pero ella era en mis entrañas fuego ardiente, encerrado en los huesos; intentaba contenerlo, y no podía.

Palabra de Dios

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Salmo

Sal 62,2.3-4.5-6.8-9

R/. Mi alma está sedienta de ti, Señor, Dios mío

Oh Dios, tú eres mi Dios, por ti madrugo,
mi alma está sedienta de ti;
mi carne tiene ansia de ti,
como tierra reseca, agostada, sin agua.R/.

¡Cómo te contemplaba en el santuario
viendo tu fuerza y tu gloria!
Tu gracia vale más que la vida,
te alabarán mis labios. R/.

Toda mi vida te bendeciré
y alzaré las manos invocándote.
Me saciaré como de enjundia y de manteca,
y mis labios te alabarán jubilosos. R/.

Porque fuiste mi auxilio,
y a la sombra de tus alas canto con júbilo;
mi alma está unida a ti,
y tu diestra me sostiene. R/.

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Segunda lectura

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos (12,1-2):

Os exhorto, hermanos, por la misericordia de Dios, a presentar vuestros cuerpos como hostia viva, santa, agradable a Dios; éste es vuestro culto razonable. Y no os ajustéis a este mundo, sino transformaos por la renovación de la mente, para que sepáis discernir lo que es la voluntad de Dios, lo bueno, lo que le agrada, lo perfecto.

Palabra de Dios

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Lectura del santo evangelio según san Mateo (16,21-27):

En aquel tiempo, empezó Jesús a explicar a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén y padecer allí mucho por parte de los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, y que tenía que ser ejecutado y resucitar al tercer día.
Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo: «¡No lo permita Dios, Señor! Eso no puede pasarte.»
Jesús se volvió y dijo a Pedro: «Quítate de mi vista, Satanás, que me haces tropezar; tú piensas corno los hombres, no como Dios.»
Entonces dijo Jesús a sus discípulos: «El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Si uno quiere salvar su vida, la perderá; pero el que la pierda por mí la encontrará. ¿De qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero, si arruina su vida? ¿O qué podrá dar para recobrarla? Porque el Hijo del hombre vendrá entre sus ángeles, con la gloria de su Padre, y entonces pagará a cada uno según su conducta.»

Palabra del Señor

7 RAZONES PARA PERDERLE EL MIEDO A LA CONFESIÓN


7 razones para perderle el miedo a la confesión
Uno debe enfrentarse a sus propias faltas en un auto examen que no suele ser muy agradable


Por: H. Edgar Henriquez, L.C. | Fuente: Catholic Exchange // Pildoras de fe 




Todos alguna vez hemos sentido miedo a la confesión. No sabemos qué va a suceder, nos enfrentamos a una situación nueva. “Es que me da vergüenza…”, “¡quizá qué cosa va a pensar el padre de mí!”, “ha pasado tanto tiempo, no sé si Dios me acepte…”, “no soy capaz de contar mis pecados…”. Éstas son frases que uno escucha a menudo. Todas tienen un matiz de temor, dolor, vergüenza y conciencia de las propias faltas. Eso es un buen comienzo. Se puede decir que el miedo a la confesión es algo normal, ya que uno debe enfrentarse a sus propias faltas en un auto examen que no suele ser muy agradable. Ponerse frente a los propios pecados cuesta, pero es gratificante saber que Dios siempre nos espera con los brazos abiertos y quiere reconciliarse con nosotros. La confesión (o reconciliación con Dios) es un sacramento necesario para avanzar en la vida espiritual y cristiana, ya que nos da la gracia que nos sostiene en la prueba y nos anima a continuar por el camino del bien.

Entonces, ¡no hay nada que temer! ¡Piérdele el miedo a la confesión! Porque la confesión…

1. Es conciencia de mi fragilidad

Una actitud que busca reparar el daño causado por nuestras faltas. Es conciencia de mi fragilidad, de mi pecado, de mis fallos. Me lleva a acercarme con humildad al Padre y pedirle perdón. Arrepentirse de los pecados cometidos toca directamente el corazón del hombre. Dios quiere sanarlo y lavarlo a través del sacramento de la confesión. Pero dejar entrar a Dios en nuestro interior significa abrir la puerta del corazón y la llave para ello es el arrepentimiento. Así es como Dios entra, mira todo lo que tenemos, ordena el desorden, sana las heridas, limpia la suciedad, reconforta el ánimo y nos devuelve la paz. Dios es quien renueva nuestra imagen y semejanza de Él. Es un acto de humildad y sinceridad. Es el primer paso para el perdón y la reconciliación. A éste se llega por un examen personal de los propios fallos cometidos, una reflexión íntima de nuestro interior de cara al Bien. Este arrepentimiento es necesario para la eficacia del sacramento, ya que no se puede perdonar a alguien que no está dolido o compungido de sus faltas.

«Yo reconozco mi culpa, tengo siempre presente mi pecado… Pero tú amas al de corazón sincero… El sacrificio que Dios quiere es un espíritu arrepentido: un corazón arrepentido y humillado tú, oh Dios, no lo desprecias» (Salmo 51 (50), 5.8.19).

2. Es perdón por amor

Dios nos ama tanto que no se puede pensar en un amor más grande. Dios no tiene amor por nosotros. Dios es Amor, por eso se da a sí mismo cuando ama. Este amor de Padre se ve manifestado en sus obras, ya que nos crea, nos acoge y nos redime. Siempre que caemos está Él allí para ayudarnos a ponernos de pie. Cuando nos arrepentimos con sinceridad y humilde corazón Él nos recibe con los brazos abiertos, es más, espera día y noche a que volvamos a su casa. El mejor ejemplo de este amor que se hace perdón está en la parábola del hijo pródigo, quien luego de abandonar su casa, gastarse toda la herencia que le corresponde y pasar por mil peripecias, vuelve a la casa del Padre quien le abraza, le besa y le recibe con una fiesta. Este perdón se manifiesta en la confesión. Quien logra profundizar en esto, no puede sino acudir gozoso a la confesión. «La mirada de Dios no es como la del hombre: el hombre ve las apariencias, pero el Señor ve el corazón» (1 Samuel 16,7). Así que no tengas miedo de Dios, al contrario, vive en su Amor que te llama constantemente a su lado.

«El hijo empezó a decirle: “Padre, pequé contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo”. Pero el padre dijo a sus criados: “Traigan en seguida el mejor vestido y pónganselo; pónganle también un anillo en la mano y sandalias en los pies. Tomen el ternero gordo, mátenlo y celebremos un banquete de fiesta, porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y lo hemos encontrado”» (Lucas 15, 21-24).

3. Es reconciliación con nuestro Padre

Las parejas saben muy bien de esto. Es inevitable que no haya discusiones en la vida familiar, que uno se equivoque y se canse de vez en cuando. Pero lo mejor de la discusión y las peleas es la reconciliación. Volver a conciliar (re-conciliar), volver a unirse, renovar la concordia de corazones. Si es hermoso reconciliarse con los hermanos, con los padres, con los amigos… ¡cuánto más hermoso será reconciliarse con nuestro Padre del Cielo! A veces nos parece lejano, como si viviera físicamente en las estrellas o las nubes, pero no es así. Él está más cerca que cualquiera de nosotros, está en la Eucaristía, se ha hecho carne para vernos, para tocarnos, para visitarnos, para hablar con nosotros, para decirnos que nos ama. ¡Qué gran alegría siente el corazón cuando nos acercamos a esta verdad! 

«Dios…, reconciliados ya, nos salvará para hacernos partícipes de su vida. Y no sólo esto, sino que nos sentimos también orgullosos de un Dios que ya desde ahora nos ha concedido la reconciliación por medio de nuestro Señor Jesucristo» (Romanos 5, 10-11)

4. Es salud del alma

Vamos al médico cuando tenemos dolores, enfermedades, cuando necesitamos la cura y sanación del cuerpo. De la misma forma acudimos a Dios para sanar nuestros dolores y enfermedades, para buscar la cura del alma. El hombre está constituido de cuerpo y alma, si sanamos el cuerpo, también debemos sanar el alma. Es un estado completo de salud. Tal vez por eso le decimos a los sacerdotes “curas”, porque son los instituidos por Dios para acercar la sanación al alma de sus hijos. Un cuerpo sano y un alma sana te darán paz y alegría constantes. Pudiendo alejar los dolores y las enfermedades, ¿qué hacemos que aún no nos confesamos? A veces el miedo a la inyección es más fuerte que el deseo de sanar, pero debemos superarlo. El miedo a la confesión puede ser también más fuerte que el deseo de reconciliación, pero debemos enfrentarlo. Lo mejor de todo es que contamos con la ayuda del Espíritu Santo que nos empuja a acercarnos al confesionario y a dejarnos recibir la medicina. ¡Acércate al médico del alma para sanar tu interior!

«No necesitan médico los sanos, sino los enfermos. Entiendan bien qué significa: misericordia quiero y no sacrificios; porque yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores» (Mateo 9,12).


5. Es revestirse del “hombre nuevo”

Esto es, cambiar de vida, decidirse a ser diferente, a poner la mirada en las cosas del Cielo. Es signo de conversión. Es renovarse completamente, ser un “yo” mejorado. El hombre nuevo se deja guiar por el Espíritu de Dios, goza en espíritu y en verdad. El hombre nuevo no es esclavo de las pasiones y del pecado como lo es el hombre viejo, al contrario, es un hombre libre que vive su vida con tranquilidad y regocijo en el Señor. Pienso que todo cristiano quisiera llevar a plenitud su vida, ya sea en la oración, en los sacramentos, en la vida cotidiana, en el trabajo. Que todos los aspectos de vida estén unidos y sean dirigidos por el Espíritu Santo, esto es revestirse del hombre nuevo. El hombre nuevo por excelencia es Jesucristo, por eso en la vida espiritual se habla de imitar a Cristo, quien «se desojó de su grandeza, tomó la condición de esclavo y se hizo semejante a los hombres» (Filipenses 2,7) en todo, menos en el pecado. 

«Despójense del hombre viejo y de sus acciones, y revístanse del hombre nuevo que, en busca de un conocimiento cada vez más profundo, se va renovando a imagen de su Creador… Como elegidos de Dios, pueblo suyo y amados por él, revístanse de sentimientos de compasión, de bondad, de humildad, de mansedumbre y de paciencia» (Colosenses 3, 9-10.12).

6. Es fiesta en el Cielo

Sabemos que no estamos solos, antes bien, formamos parte de la comunión de los santos. La iglesia de la tierra (nosotros) somos la Iglesia Peregrina, la de las almas purgantes (purgatorio) es la Iglesia Purgante y quienes ya gozan de la visión beatífica (los santos) son la Iglesia Triunfante. Así, constituimos todos un mismo cuerpo y un mismo espíritu. Por ello, cuando un pecador se convierte, en el Cielo se celebra una Fiesta. Si el gozo aquí en la tierra es grande, ¡imagínense cómo se celebra en el Cielo! Allí están los Ángeles, los Arcángeles, los Tronos, las Potestades, las Dominaciones y todas las demás órdenes celebrando la conversión de un pecador, aquel que deja su antigua vida y se anima a seguir a Cristo como un hombre nuevo. No es un cuento de hadas, es real. 

«Cuando encuentra [a la oveja], la carga sobre sus hombros lleno de alegría, y al llegar a casa, reúne a los amigos y vecinos y les dice: “¡Alégrense conmigo, porque he encontrado la oveja que se me había perdido!”. Pues les aseguro que también en el cielo habrá más alegría por un pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse» (Lucas 15, 5-7).

7. Es fuerza para la batalla

“La gracia es el favor, el auxilio gratuito que Dios nos da para responder a su llamada: llegar a ser hijos de Dios” (CEC). Luego de la confesión aumenta esta gracia en nosotros, es Dios mismo quien viene en nuestro auxilio y nos ayuda. Esta gracia será la fuerza en el combate diario. Si vives lleno de tentaciones, si las ocasiones de pecado son muchas que te llevan a caer, si no eres capaz de controlar tus impulsos pasionales… entonces, debes saber que la gracia recibida de Dios es fuerza en la lucha contra el mal. Y si esta gracia se acrecienta al recibir debidamente los sacramentos, ¡esta es tu oportunidad! El pecado debilita tu voluntad, te hace volátil, flexible, te dispone a caer de nuevo… la gracia será siempre ese don, ese favor, ese auxilio que te da Dios para vencer la prueba y salir victorioso. Ya sabes, aprovecha la gracia de Dios y combate el mal a fuerza de bien.

«Pero tú, hombre de Dios, evita todo esto (enriquecerse con trampas, amor al dinero y codicia), practica la justicia, la religión, la fe, el amor, la paciencia y la bondad. Mantente firme en el noble combate de la fe, conquista la vida eterna para la cual has sido llamado y de la cual has hecho solemne profesión ante muchos testigos» (1 Timoteo 6, 11-12).

Ya puedes perder el miedo a la confesión. Estas 7 razones te ayudarán a conocer más los sacramentos que Dios ha instituido para el bien de sus hijos, a quienes ama inmensamente. La confesión, bien entendida, deja de ser un lugar de miedo para transformarse en un acto de amor, de misericordia, de perdón y de reconciliación. Este es el verdadero sentido del perdón de los pecados: volver la mirada a Dios nuevamente, limpiarnos de toda mancha, tomar fuerzas para continuar nuestra lucha y no desanimarse si se vuelve a fallar. No podemos dejar que el tiempo pase y nuestras faltas se vayan “pudriendo”.  Apenas tengas conciencia de tu pecado y te arrepientas de ello, no dudes en acudir a la Iglesia en busca de esta medicina de Dios, de este sacramento. Ah, ¡y no te olvides de confesar todos tus pecados! 

5 PALABRAS DEL PAPA FRANCISCO A LOS JÓVENES PARA SEGUIR EJEMPLO DE MADRE TERESA DE CALCUTA


5 palabras del Papa Francisco a los jóvenes para seguir ejemplo de Madre Teresa




VATICANO, 02 Sep. 17 / 12:30 pm (ACI).- En julio de 2016 se publicó el libro “Amiamo chi non è amato” (Amamos a quien no es amado), que recoge dos intervenciones inéditas de la Beata Madre Teresa de Calcuta en 1973 cuando se encontró a un grupo de jóvenes y religiosas en Milán.

En el prefacio, el Papa Francisco se dirigió a los jóvenes para advertirles que “la enfermedad más grave no es la lepra o la tuberculosis, sino la soledad”, la cual es “la causa de tantos desórdenes, divisiones y guerras que hoy nos afligen”.

El Santo Padre ha resumido su reflexión sobre el texto en cinco palabras: oración, caridad, obras de misericordia, familia y juventud.

Oración

“La Madre Teresa nos invita incansablemente a recurrir a la fuente del Amor, Jesús crucificado y resucitado”, recuerda el Santo Padre.

Afirma que ello nos debe dar “la fuerza de socorrerlo en los más pobres entre los pobres, con el corazón lleno de alegría”.

El Papa también da a los jóvenes un consejo importante para convertir su trabajo diario en oración siguiendo el ejemplo de la Madre Teresa: iniciar la “jornada participando de la Santa Misa” y, como ella, terminarla “con la adoración a Jesús Sacramento”.


Caridad

Esta segunda palabra, indica Francisco, “significa hacerse próximos a las periferias de los hombres y de las mujeres que encontramos cada día” acogiendo sus necesidades y heridas con el corazón y así, de esta manera, “hacerse testigos de la caricia de Dios para cada herida humana”.

Con ello serán capaces de “ofrecer lo que las personas necesitan” realmente, es decir, “la presencia y cercanía de Dios misericordioso”, aseguró el Papa.

Obra de Misericordia

En esta tercera palabra el Santo Padre hace un llamado a “hacerse cargo de todos y cada uno de los hombres, especialmente en este Año Santo de la Misericordia”.

El Papa exhorta a seguir el ejemplo de la Madre Teresa, la cual “hizo de esta página del Evangelio la guía de su vida, el camino hacia la santidad, y podría serlo también para nosotros”.

Familia

El Papa Francisco comparte una frase de la Madre Teresa y pide tenerla en cuenta siempre: “las madres son el corazón de la casa y son ellas quienes forman a la familia”.

Así, destaca la siguiente reflexión de la futura Santa: “a veces ser madre puede ser una experiencia verdaderamente ardua, puede ser una cruz, pero tenemos con nosotros a la Virgen, la mejor de las madres, que siempre nos enseña a ser tiernas con nuestros hijos”.

Francisco resalta luego que “en ninguna otra situación de la vida es posible vivir todo lo que se vive en una familia. Y la Madre Teresa, en una de las respuestas de los encuentros presentados en este libro, nos dice: ‘ustedes deben convertirse cada vez más en la alegría y el consuelo de Dios, alentando la oración en sus familias. La familia tiene necesidad de amor, comunión y arduo trabajo. Y este será el don más grande que pueden ofrecer a la Iglesia’”.

Juventud

Para finalizar, el Papa Francisco elige esta palabra para dirigirse especialmente a los miles de jóvenes que participarán en la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) Cracovia 2016.

El Papa los exhorta a permanecer en el Señor y amarse como Dios los ama, siendo “constructores de puentes para superar la lógica de la división, del rechazo, del miedo de los unos por los otros”.

Además los invita a ponerse “al servicio de los pobres”, para que así “afronten con coraje la vida que es don de Dios”.

El Papa también alienta a las nuevas generaciones a “¡volar alto, como el águila que es símbolo del país de origen de la Madre Teresa!”. Para ello los invita a “nutrirse asiduamente de la Palabra de Dios con el corazón mirando a Cristo, al Evangelio, al encuentro con Dios, al diálogo entre ustedes para ofrecer un testimonio al mundo entero”.

“Los bendigo con afecto. Auguro que estas páginas hagan bien a sus corazones como han hecho bien al mío, mientras invoco la paz y la misericordia en sus casas, en sus familias, en sus vidas. Invocamos la paz y la misericordia de Dios para todo el mundo, por la intercesión de la Madre Teresa”, concluye.

NOVENA AL SANTÍSIMO NOMBRE DE MARÍA, DEL 3 AL 11 DE SEPTIEMBRE


Novena al Santísimo Nombre de María
Oraciones para cada día de la novena, la puedes hacer tantas veces desees, de manera especial los días previos a la festividad 
(3 al 11 de septiembre)


Por: n/a | Fuente: oracionesydevocionescatolicas.com 




Por la señal de la Santa Cruz, líbranos Señor Dios de todos nuestros enemigos. Amén

ACTO DE CONTRICIÓN PARA TODOS LOS DÍAS
Señor mío, Jesucristo, Dios y Hombre verdadero, Creador, Padre y Redentor mío, por ser Vos quién sois y porque os amo sobre todas las cosas, me pesa de todo corazón haberos ofendido; propongo firmemente nunca más pecar, apartarme de todas las ocasiones de ofenderos, confesarme y, cumplir la penitencia que me fuera impuesta.

Ofrezco, Señor, mi vida, obras y trabajos, en satisfacción de todos mis pecados, y así como lo suplico, así confío en vuestra bondad y misericordia infinita, que los perdonareis, por los méritos de vuestra preciosísima sangre, pasión y muerte, y me daréis gracia para enmendarme, y perseverar en vuestro santo amor y servicio, hasta el fin de mi vida. Amén.

ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS
Oh piadosísima virgen María, Madre de Dios y Madre nuestra, dignaos admitir estos obsequios que humildemente consagramos a gloria de vuestro Nombre Sacrosanto. Indignos somos que nos escuchéis, mas vuestra piedad no sufrirá el alejarnos de Vos.

Vuestro amor nos trae, vuestra piedad nos convida, y la multitud de gracias que nos habéis dispensado en medio de nuestras iniquidades, nos obliga y empeña a bendecir con todas las ansias de nuestro corazón, las grandezas admirables de vuestra alma y de vuestras perfecciones y prerrogativas inestimables comprometidas en el Nombre Augusto y venerable que recibisteis del Cielo. Sea bendito por toda la eternidad, Alábenles las criaturas, todas del Cielo, de la Tierra y del abismo. Nosotros por todas, le bendecimos y loamos, esperando poder hacerlo eternamente en la Gloria. Amén


JACULATORIA
A tu amparo y protección,
Madre de Dios, acudimos
No desprecies nuestros
Y de todos los peligros,
Virgen gloriosa y bendita,
Defiende siempre a tus hijos.


ORACIÓN FINAL PARA TODOS LOS DÍAS
Dulcísima y amabilísima Virgen MARIA, que os dignasteis tomar bajo vuestra soberana protección el benéfico Instituto de las Escuelas Pías, y honrarle y defenderle con el escudo de vuestro Nombre Sacrosanto; vednos aquí, Señora, y Madre nuestra, que emulando la devoción de vuestro fervoroso y amante siervo San José de Calasanz, nos acogemos también a la sombra saludable de tan Augusto Nombre, confesándole gloria del cielo, consuelo de los mortales, terror de los infiernos. Reconoced, o Virgen bendita, en nosotros a vuestros hijos, acordándoos que el Unigénito del eterno Padre y también unigénito, vuestro no se desdeñó de apellidarnos sus hermanos. Dadnos, os pedimos una perpetua y devota memoria de vuestro suavísimo Nombre. Sea este como manjar dulcísimo, como sabroso alimento para nuestras almas. Ampárenos en nuestros peligros, en nuestras tribulaciones y angustias, y en la hora de nuestra muerte. No pereceremos, si nos hacéis la gracia de que sepamos invocarle devotamente, y con fervor. Venga también, oh Madre, sobre nosotros todos cuantos nos hemos congregado para celebrar vuestro venerable Nombren, la bendición divina que alcanzasteis de JESÚS para las Escuelas Pías. Continuad protegiendo esta santa Institución , a sus individuos, discípulos y bienhechores,, para bien de la Iglesia y salvación de las almas. Logremos todos por vuestra intercesión una vida penitente, y una muerte santa en el ósculo del Señor. Amén.


PRIMER DÍA.

JACULATORIA
A tu amparo y protección,
Madre de Dios, acudimos
No desprecies nuestros
Y de todos los peligros,
Virgen gloriosa y bendita,
Defiende siempre a tus hijos.

 Bendito y alabado sea el Santísimo Sacramento del Altar, y la Inmaculada Concepción de María Santísima, Madre de Dios y Señora nuestra, concebida sin pecado original en el primer instante de su ser. Amén.

Oh Virgen Madre MARIA, cuyo santísimo y augusto Nombre , que significa Mar de gracia nos descubre, que el Altísimo se complació en Vos desde toda eternidad , y por lo mismo os preservó de la culpa original, en atención a los méritos previstos del Redentor del mundo, que había de nacer de Vos: recibid el sincero parabién que os damos no solo por esta primera y especialísima gracia, con que fuisteis enriquecida en vuestra Concepción inmaculada, sino también por todos los demás dones, privilegios, prorrogativas y distinciones, que la Beatísima Trinidad se dignó reunir en vuestra alma, para que fueseis verdaderamente un mar inmenso de gracias celestiales. Refluya, Madre nuestra, en nosotros ese piélago soberano y alcáncenos vuestra poderosa intercesión auxilios eficaces, con que solicitemos, obtengamos y conservemos la divina gracia, para que asemejándonos en la santidad a Vos, no desmerezcamos el título de hijos vuestros, y después de celebrar en la tierra las glorías de vuestro Nombre, bendigamos en el cielo con Vos al que vive y reina Dios por los siglos de los siglos. Amén.

JACULATORIA
A tu amparo y protección,
Madre de Dios, acudimos
No desprecies nuestros
Y de todos los peligros,
Virgen gloriosa y bendita,
Defiende siempre a tus hijos.

Se rezarán cinco Ave Marías con un Gloria, y se hará en silencio la súplica de la gracia especial que se solicita.

Se reza la oración final para todos los días.


SEGUNDO DÍA.

JACULATORIA
A tu amparo y protección,
Madre de Dios, acudimos
No desprecies nuestros
Y de todos los peligros,
Virgen gloriosa y bendita,
Defiende siempre a tus hijos.

 Bendito y alabado sea el Santísimo Sacramento del Altar, y la Inmaculada Concepción de María Santísima, Madre de Dios y Señora nuestra, concebida sin pecado original en el primer instante de su ser. Amén.

0h Virgen Madre MARIA, cuyo Augusto Nombre de Iluminadora en su significación nos declara haber sido Vos en vuestro nacimiento la brillante Aurora, que anunció al mundo la próxima llegada del Eterno Sol de Justicia Cristo JESÚS. Seáis bendita, Oh Madre nuestra, por aquella luminosa claridad, con que comenzasteis desde luego a disipar las tinieblas del mundo, iluminándole con los ejemplos de vuestra vida inocentísima y con los beneficios de vuestra ilimitada misericordia. Dignaos, Señora, iluminar nuestras almas con la memoria de vuestras admirables y puras costumbres, y con los celestiales auxilios, que nos alcance vuestra solícita piedad. Vuestros ejemplos sean antorcha que guíe nuestros pasos, e ilumine nuestras sendas: vuestra misericordia alumbre los ojos de nuestro corazón, para que no durmamos en la muerte del pecado. Aparezca vuestro Nombre sacrosanto en medio de nuestras últimas agonías, y devotamente pronunciado disipe los temores de nuestras almas, ahuyente de nosotros y nuestras habitaciones a los espíritus infernales y selle los últimos alientos de nuestra vida opaca que, terminada así felizmente, prosigamos cantando vuestras alabanzas por toda la eternidad. Amén.

JACULATORIA
A tu amparo y protección,
Madre de Dios, acudimos
No desprecies nuestros
Y de todos los peligros,
Virgen gloriosa y bendita,
Defiende siempre a tus hijos.

Se rezarán cinco Ave Marías con un Gloria, y se hará en silencio la súplica de la gracia especial que se solicita.

Se reza la oración final para todos los días.


TERCER DÍA.

JACULATORIA
A tu amparo y protección,
Madre de Dios, acudimos
No desprecies nuestros
Y de todos los peligros,
Virgen gloriosa y bendita,
Defiende siempre a tus hijos.

 Bendito y alabado sea el Santísimo Sacramento del Altar, y la Inmaculada Concepción de María Santísima, Madre de Dios y Señora nuestra, concebida sin pecado original en el primer instante de su ser. Amén.

Oh Virgen Madre MARIA, cuyo Nombre Augusto interpretado Estrella del Mar nos demuestra que fuisteis por Dios destinada para guía y consuelo de los mortales, mientras fluctuamos por el turbulento mar de este mundo. Ved, Señora, y ved con ojos compasivos cuan terribles son las olas de molestas tentaciones que nos combaten, cuan formidables los escollos de los malos ejemplos, que continuamente se presentan a nuestra vista. Y nosotros débiles zozobramos a cada paso y perdemos el rumbo de nuestra patria.

El oculto cielo se nos oculta, y el abismo se abre bajo nuestros pies, porque pecamos, y después que pecamos, somos acometidos de la desconfianza y de la desesperación. Oh cuantas veces, Virgen santa, si no hubiera sido por Vos, habríamos desconfiado de la divina misericordia! Bendita seáis, Madre piadosísima, que cual Estrella del mar habéis aparecido en nuestros corazones turbados con la memoria de nuestras culpas, y habéis restituido a nuestras almas la calma y la serenidad. No os ocultéis jamás a nuestra vista, no permitáis que nuestro corazón os olvide, o deje de invocaros con fervorosa confianza. Porque ciertos estamos, oh MARIA, que siguiendo vuestra dirección no nos extraviamos , y pensando en Vos no erramos: que con vuestra ayuda no caemos, y que con vuestra protección, nada tenemos que temer; que si Vos nos guiais no nos fatigamos, y si nos sois propicia arribaremos con felicidad al puerto de la bienaventuranza, donde por siempre cantaremos las glorias de vuestro Nombre. Amén.

JACULATORIA
A tu amparo y protección,
Madre de Dios, acudimos
No desprecies nuestros
Y de todos los peligros,
Virgen gloriosa y bendita,
Defiende siempre a tus hijos.

Se rezarán cinco Ave Marías con un Gloria, y se hará en silencio la súplica de la gracia especial que se solicita.

Se reza la oración final para todos los días.


CUARTO DÍA.

JACULATORIA
A tu amparo y protección,
Madre de Dios, acudimos
No desprecies nuestros
Y de todos los peligros,
Virgen gloriosa y bendita,
Defiende siempre a tus hijos.

 Bendito y alabado sea el Santísimo Sacramento del Altar, y la Inmaculada Concepción de María Santísima, Madre de Dios y Señora nuestra, concebida sin pecado original en el primer instante de su ser. Amén.

Oh Virgen Madre MARIA, cayo venerable Nombre significando Señora nos recuerda el dominio que ejercéis sobre las celestiales, terrenas e infernales criaturas. Grande admiración, oh Madre, consuelo y alegría nos causa el contemplaros Señora universal. Sois Señora de los Ángeles, y ante Vos, humana criatura, se postran reverentes los soberanos espíritus, que muchos siglos antes de que Vos nacieseis, solo se postraron ante el supremo Creador. Pero vuestra santidad casi infinita, y vuestra dignidad de Madre de Dios os ha colocado sobre las celestiales jerarquías. Oh ¡que grandeza la vuestra, Virgen poderosa! Si os obedecen los Ángeles bienaventurados ¿cuánto de Vos temblarán los espíritus malignos? Y que felicidad para nosotros, que Vos tengáis tal dominio! He aquí, Señora, nuestros ojos se dirigen siempre a vuestras manos. De ellas nos ha venido cuanto bueno poseemos, de ellas esperamos recibir cuanto necesitamos, por ellas queremos ofrecer al Señor cuanto de bueno practiquemos con su gracia. Nuestro corazón suspira por amaros, ansían nuestros labios bendeciros, desea veneraros nuestro espíritu y nuestra alma se complace en suplicaros. Admitid, Señora, nuestros obsequios y ejerciendo vuestro dominio contra los enemigos de nuestras almas , alejadlos de nosotros en la hora de nuestra muerte , para que libres de su tiranía nos gocemos eternamente en vuestra amable servidumbre. Amén.

JACULATORIA
A tu amparo y protección,
Madre de Dios, acudimos
No desprecies nuestros
Y de todos los peligros,
Virgen gloriosa y bendita,
Defiende siempre a tus hijos.

Se rezarán cinco Ave Marías con un Gloria, y se hará en silencio la súplica de la gracia especial que se solicita.

Se reza la oración final para todos los días.


QUINTO DÍA.

JACULATORIA
A tu amparo y protección,
Madre de Dios, acudimos
No desprecies nuestros
Y de todos los peligros,
Virgen gloriosa y bendita,
Defiende siempre a tus hijos.

 Bendito y alabado sea el Santísimo Sacramento del Altar, y la Inmaculada Concepción de María Santísima, Madre de Dios y Señora nuestra, concebida sin pecado original en el primer instante de su ser. Amén.

Oh Virgen Madre MARIA, cuyo santo Nombre interpretado Mirra del mar, nos descubre los frutos admirables de vuestras virtudes perfectísimas. Fuisteis de cierto, Madre nuestra, mirra suavísima y escogida en la presencia del altísimo. Atraído por su olor el Rey de la Gloria descendió del seno del eterno Padre a morar en vuestro vientre y engendrasteis así Vos en el mundo la perla de la inmortalidad. Llena después de amargura en la pasión de vuestro querido JESUS y abrasada en el fuego de la caridad más sublime, exhalasteis una suavidad tan fragante, que embalsamó los cielos y la tierra recreando maravillosamente a sus moradores. La Iglesia se goza aun percibiendo el aroma exquisito de vuestro corazón sacrificado por los pecadores al pié de la cruz en la cima del Calvario. Oh Madre querida, seamos semejantes a ti los que nos gloriamos de ser hijos vuestros. La memoria de vuestras penas toleradas por nuestro amor, amargue nuestros corazones con la mirra de la compunción y encendidos nuestros pechos en el amor de JESUS ofendido, destilen esta mirra nuestros ojos en abundantes lagrimas, y destílenla nuestras manos en obras de virtud y penitencia. Seremos entonces buen olor de Jesucristo, y el Señor no rehusará habitar en nuestras almas por su gracia, hasta que logremos con la misma ser coronados de gloria en la feliz eternidad. Amén.

JACULATORIA
A tu amparo y protección,
Madre de Dios, acudimos
No desprecies nuestros
Y de todos los peligros,
Virgen gloriosa y bendita,
Defiende siempre a tus hijos.

Se rezarán cinco Ave Marías con un Gloria, y se hará en silencio la súplica de la gracia especial que se solicita.

Se reza la oración final para todos los días.


SEXTO DÍA.

JACULATORIA
A tu amparo y protección,
Madre de Dios, acudimos
No desprecies nuestros
Y de todos los peligros,
Virgen gloriosa y bendita,
Defiende siempre a tus hijos.

 Bendito y alabado sea el Santísimo Sacramento del Altar, y la Inmaculada Concepción de María Santísima, Madre de Dios y Señora nuestra, concebida sin pecado original en el primer instante de su ser. Amén.

Oh Virgen Madre MARIA, que os dignasteis interpretar vuestro sagrado Nombre Madre de misericordia a fin de consolar a un siervo vuestro en la hora de su muerte. ¿A quién mejor que a Vos clamaremos nosotros miserables y desolados implorando el alivio de nuestros males y miserias? ¿A quien mejor que a Vos, verdadera Madre de misericordia? Oh Madre santa, Madre única, Madre inmaculada, Madre incorrupta, Madre de misericordia, Madre de piedad y de indulgencia, abrid vuestro seno piadoso y recibid en él a los que estamos muertos por la culpa. Hijos pródigos pero ya arrepentidos clamamos a Vos, y con todas las veras de nuestro corazón llenos de confianza os apellidamos Madre nuestra. Y recordamos oh con cuanto agradecimiento, las veces innumerables, que nos habéis protegido, defendido y excusado con el divino Padre.  Qué fuera ya de nosotros sin vuestra mediación, Madre amantísima! Continuad, Virgen pía, vuestros oficios de maternal misericordia para con nosotros desdichados pecadores. Vos sois nuestro refugio. Vos nuestro consuelo; en Vos está nuestra esperanza durante la vida, y en Vos confiaremos, cuando acercándose el momento de comparecer ante el tribunal de Jesucristo, pida justicia contra nosotros nuestro común enemigo. Haced, oh Madre, que en aquel instante os invoquemos fervorosos y responded piadosa a nuestra invocación; tomad a vuestro cargo nuestra defensa, y aplacado el divino Juez por vuestra intercesión logremos con Vos bendecirle por los siglos de los siglos; Amen.

JACULATORIA
A tu amparo y protección,
Madre de Dios, acudimos
No desprecies nuestros
Y de todos los peligros,
Virgen gloriosa y bendita,
Defiende siempre a tus hijos.

Se rezarán cinco Ave Marías con un Gloria, y se hará en silencio la súplica de la gracia especial que se solicita.

Se reza la oración final para todos los días.



SÉPTIMO DÍA.

JACULATORIA
A tu amparo y protección,
Madre de Dios, acudimos
No desprecies nuestros
Y de todos los peligros,
Virgen gloriosa y bendita,
Defiende siempre a tus hijos.

 Bendito y alabado sea el Santísimo Sacramento del Altar, y la Inmaculada Concepción de María Santísima, Madre de Dios y Señora nuestra, concebida sin pecado original en el primer instante de su ser. Amén.

Oh Virgen Madre MARIA, toda dulzura, y toda suavidad como lo declara vuestro Nombre sacrosanto. ¿Quién podrá dignamente celebrar la dulzura de vuestro trato y la benignidad de vuestra condición? Una sola palabra vuestra llenó de alegría al mundo y regalando dulcemente los oídos del divino Esposo, os hizo al mismo tiempo Esposa suya,  Madre de Dios. Saludasteis a vuestra prima Isabel, y apenas vuestra dulce voz resonó en sus oídos, el hijo que llevaba en sus entrañas, dio saltos de gozo y ella misma fue llena del Espíritu Santo. Oigamos, Madre nuestra, también vuestra voz; habladnos, Madre dulcísima, eficazmente al corazón. Ya sabemos, que nos diréis como a los sirvientes de las bodas de Cana; Haced lo que mi Hijo os diga: Dadnos pues que llegue a los oídos de nuestra alma esta vuestra voz, y dadnos voluntad de cumplirla con prontitud y perfección. Habladnos así mismo, Madre querida, en la hora de nuestra muerte, allí entre los clamores y remordimientos de nuestra conciencia suene vuestra voz en nuestros oídos: cuando en medio de nuestras agonías os digamos: Madre, oigamos de vuestros labios el dulce nombre de hijos, y consolados y reanimados con tal palabra volemos en vuestros brazos a bendecir para siempre vuestro Nombre en las moradas eternas de la gloria. Amén.

JACULATORIA
A tu amparo y protección,
Madre de Dios, acudimos
No desprecies nuestros
Y de todos los peligros,
Virgen gloriosa y bendita,
Defiende siempre a tus hijos.

Se rezarán cinco Ave Marías con un Gloria, y se hará en silencio la súplica de la gracia especial que se solicita.

Se reza la oración final para todos los días.



OCTAVO DÍA.

JACULATORIA
A tu amparo y protección,
Madre de Dios, acudimos
No desprecies nuestros
Y de todos los peligros,
Virgen gloriosa y bendita,
Defiende siempre a tus hijos.

 Bendito y alabado sea el Santísimo Sacramento del Altar, y la Inmaculada Concepción de María Santísima, Madre de Dios y Señora nuestra, concebida sin pecado original en el primer instante de su ser. Amén.

Oh Virgen Madre MARIA, cuyo sagrado Nombre nos revela vuestra celestial hermosura. Nosotros, Madre bella, nos complacemos singularmente en contemplaros superior en belleza a todas las criaturas sensibles e insensibles producidas por la sabia mano del Omnipotente. Con indecible gozo de nuestra alma os predicamos hermosa cual la luna en su plenitud y escogida como el sol. Os miramos y admiramos toda linda, toda bella, sin mancha alguna ni sombra de pecado o de ignorancia. Nos congratulamos de tener una Madre, que fue siempre objeto de las complacencias del Altísimo; alábenla los astros de la mañana, y cuya hermosura celebran el sol y la luna admirados, con júbilo universal de los hijos de Dios. Oh felicísima, oh bellísima, oh hermosísima sobre todas las hermosuras inferiores al Creador. Cautive, Madre querida, vuestra casta belleza nuestros corazones, y enamorados estos de vuestras gracias singulares, jamás sean presa del amor profano, ni se dejen seducir de la pasajera hermosura de los cuerpos corruptibles. Agrádenos solamente la belleza de la virtud, la hermosura de la gracia, el resplandor de la inocencia, estas bellezas que no pasan con los años , que no se marchitan con la enfermedad , estas bellezas que la muerte perfecciona y eterniza. Amemos, oh MARIA, tu belleza celestial, y para poder gozarla conservemos por tu intercesión limpias de toda culpa nuestras almas , a fin de que terminada nuestra carrera mortal, logremos ser eternos admiradores de vuestra belleza en la mansión de los justos. Amén.

JACULATORIA
A tu amparo y protección,
Madre de Dios, acudimos
No desprecies nuestros
Y de todos los peligros,
Virgen gloriosa y bendita,
Defiende siempre a tus hijos.

Se rezarán cinco Ave Marías con un Gloria, y se hará en silencio la súplica de la gracia especial que se solicita.

Se reza la oración final para todos los días.


NOVENO DÍA.

JACULATORIA
A tu amparo y protección,
Madre de Dios, acudimos
No desprecies nuestros
Y de todos los peligros,
Virgen gloriosa y bendita,
Defiende siempre a tus hijos.

 Bendito y alabado sea el Santísimo Sacramento del Altar, y la Inmaculada Concepción de María Santísima, Madre de Dios y Señora nuestra, concebida sin pecado original en el primer instante de su ser. Amén.

Oh Virgen Madre MARIA, cuyo sagrado Nombre interpretado por el Crisóstomo: Gran Milagro, nos revela vuestra suma perfección, y nos enseña a miraros como la criatura predilecta del Altísimo. Así es en verdad, Madre nuestra, con placer indecible lo reconocemos y confesamos. Milagro sois de la gracia que se anticipó a la muerte de Jesucristo para redimiros en virtud suya y librarnos de la culpa original. Milagro sois del divino Espíritu, por cuya soberana operación brillan en Vos juntamente la flor de la Virginidad, y los frutos de la Maternidad, siendo Virgen fecunda y Madre intacta. Milagro sois que al cielo asombra, contemplándoos criatura y Madre del Creador. Haced, oh Madre, que la consideración de tanta grandeza vuestra excite en nuestras almas vivos deseos de contemplaros eternamente, y que para conseguir tanta dicha nos resolvamos de una vez a renunciar al pecado y practicar las máximas del Evangelio, cuya fiel y constante observancia nos haga merecedores de gozar de vuestra presencia y bendecir con Vos en el cielo al que vive y reina Dios por los siglos de los siglos. Amén.

JACULATORIA
A tu amparo y protección,
Madre de Dios, acudimos
No desprecies nuestros
Y de todos los peligros,
Virgen gloriosa y bendita,
Defiende siempre a tus hijos.

Se rezarán cinco Ave Marías con un Gloria, y se hará en silencio la súplica de la gracia especial que se solicita.

Se reza la oración final para todos los días.