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viernes, 21 de julio de 2017

EL DEBER, CLAVE DE FELICIDAD


El deber, clave de felicidad



Las obligaciones asumidas constituyen lo que Dios espera de ti, porque son la expresión concreta de su voluntad. Son esas exigencias de la vida familiar, de tu trabajo o profesión, de las relaciones humanas que te envuelven. La paz y la felicidad no surgen de algunas grandes y espectaculares actuaciones, sino del cumplimiento de los deberes de cada día.

Hay un momento admirable en la vida del hombre: es cuando tomas ante tu propia conciencia el compromiso de cumplir cada día tu deber. De allí en adelante, comienzas a mirar todo desde otro punto de vista, y cada cosa cobra nueva perspectiva y nuevo valor. De allí en adelante, te abres a una nueva etapa, más hermosa y sublime, porque en tu vida ha entrado a ocupar un lugar decisivo, el deber en vez del dinero, del placer, del confort, del egoísmo indiferente. Y si el deber ocupa el primer lugar, también lo ocupa Dios, y si Dios está primero, todo está en orden. Así puedes gozar de la verdadera paz. La fidelidad al deber, a las exigencias de tus relaciones personales es fidelidad al amor, y el único acceso a la auténtica felicidad.

Tu vida, como la de todos, transcurre entre sencillas tareas. Puedes caer en el grave error de juzgarlas sin importancia y hacerlas sin implicarte con entusiasmo y amor poniendo lo mejor de ti mismo. No olvides que “no hay virtud más eminente que la de hacer sencillamente lo que tenemos que hacer”. Que descubras y vivas la felicidad y paz del deber cumplido.


* Enviado por el P. Natalio

LAS APARIENCIAS ENGAÑAN


Las apariencias engañan



En una prestigiosa universidad de Sudamérica, el primer día de clase, se encontraba en la biblioteca un hombre vestido de overol, esa ropa de trabajo que usan los empleados de las fábricas, y calzaba sandalias en un día muy frío. En sus manos llevaba varios libros.

- ¿Quién es ese hombre?, era la pregunta general.
- Es un profesor de Física, y viene de Norteamérica - fue la respuesta, con la siguiente historia:

Un día este hombre llegó hasta la facultad de Física vestido del modo tan particular en que le gustaba vestir. Pidió, en un español poco fluido, una entrevista con el decano. Le indicaron que estaba en una reunión con un grupo de docentes. El hombre insistió en verlo. La secretaria lo buscó, y al rato salió el decano a verlo. Luego de saludarlo, el hombre le dijo:

- Vengo a pedir trabajo como docente de Física.

El decano miró su apariencia de arriba abajo; su aspecto era la antítesis de un profesor universitario. De pronto, el decano dibujó una leve sonrisa en su rostro y lo invitó a que lo acompañara. Entraron en una sala donde había una media docena de docentes universitarios. El decano le dijo:

- Hace poco recibimos este libro como texto guía. Estamos aquí intentando solucionar unos problemas de Física. Si usted es capaz de resolverlos, lo contrato como docente.

El hombre tomó el texto, se dirigió a una pizarra y tranquilamente comenzó a resolver uno a uno los problemas que le habían indicado. Los docentes cambiaron poco a poco la sonrisa de burla que tenían en sus rostros por una cara de asombro. Cuando terminó, el decano, atónito, le dijo casi tartamudeando:

- ¿Cómo pudo hacerlo? ¡Hemos estado aquí varios días sin poder resolver estos teoremas!
El hombre, con sencillez, simplemente respondió:

- Yo soy el autor del libro.


Moraleja:
La mejor forma de equivocarnos con las personas es juzgarlas por aspectos externos. Ninguna persona encaja fácilmente en los estereotipos que nos formulamos de ellas. Es por eso que las palabras de Dios tienen tanto valor: "No mires a su parecer, ni a lo grande de su estatura, porque yo lo desecho; porque Dios no mira lo que mira el hombre, pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Dios mira el corazón".

Ora a Dios para que te dé la sabiduría de no juzgar a las personas por aspectos externos sino por los principios que tienen.
A continuación, podrás leer una serie de errores humanos reales que se cometieron por juzgar inadecuadamente a la gente:

- Ronald Reagan, el ex-presidente de los Estados Unidos y ex-actor de cine, fue rechazado para el papel principal en una película de 1964 llamada “The Best Man” porque “no tenía apariencia de presidente”.

- El ballet “La consagración de la primavera“ de Igor Stravinsky, que hoy es considerado una de las obras cumbres de la música contemporánea, fue estrenado en 1913 en el teatro de los Campos Eiseos de París y el público lo atacó a naranjazos en el medio del teatro.

- Giuseppe Verdi (el autor de la Traviata, de Va pensiero, de la Donna è mobile) fue suspendido en el examen de ingreso al conservatorio por tener una mala posición de manos al tocar el piano.

- Hablando de la Donna è mobile... Verdi necesitaba un aria para terminar su opera Rigoletto y la tarde anterior al estreno aun no la había compuesto. De mal humor, compuso algo con una armonía bien básica, apurado de tiempo, que él mismo consideró bastante de cuarta. Esa aria de descarte es la Donna è mobile, una de las más populares de la música clásica italiana.

- A Johann S. Bach, los críticos de su época le aconsejaron que no intentara innovar en sus composiciones, porque para ese momento, musicalmente ya estaba todo inventado. Bach vivió entre 1685 y 1750 (antes que Mozart, Beethoven, Chopin, Tchaikowsky, Ravel, Debussy, el jazz, el rock 'n' roll, el rap, el hip hop y la música contemporánea)

EL EVANGELIO DE HOY VIERNES 21 DE JULIO 2017


Un corazón misericordioso
Santo Evangelio según San Mateo 12,1-8. XV Viernes de Tiempo Ordinario.


Por: H. Rubén Tornero, LC | Fuente: www.missionkits.org 



En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Jesús, una vez más me tienes aquí, en tu presencia. Te doy las gracias por el don de la fe que me has regalado el día de mi bautismo. Gracias porque me has obsequiado tu presencia en mi corazón. Soy tu hijo. Me amas. Tú siempre has cuidado de mí infinitamente más de lo que una madre cuida a su pequeño o de lo que yo mismo me cuido. Nunca me ha faltado ni tu amistad ni tu amor. A todos lados llega tu gracia y en todo momento me da la fuerza de seguir adelante. Gracias, Jesús, no permitas que en esta oración endurezca mi corazón. Dame la gracia de reconocer tu voz y la fuerza para seguirla.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Del santo Evangelio según san Mateo 12,1-8
Un sábado, atravesaba Jesús por los sembrados. Los discípulos, que iban con Él, tenían hambre y se pusieron a arrancar espigas y a comerse los granos. Cuando los fariseos los vieron, le dijeron a Jesús: "Tus discípulos están haciendo algo que no está permitido hacer en sábado".
Él les contestó: "¿No han leído ustedes que lo hizo David una vez que sintieron hambre él y sus compañeros? ¿No recuerdan cómo entraron en la casa de Dios y comieron los panes consagrados, de los cuales ni él ni sus compañeros podían comer, sino tan sólo los sacerdotes?
¿Tampoco han leído en la ley que los sacerdotes violan el sábado porque ofician en el templo y no por eso comenten pecado? Pues Yo les digo que aquí hay alguien más grande que el templo.
Si ustedes comprendieran el sentido de las palabras: Misericordia quiero y no sacrificios, no condenarían a quienes no tienen ninguna culpa. Por lo demás, el Hijo del hombre también es dueño del sábado".
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio.
Jesús, en este texto del evangelio invitas a los fariseos a comprender que Tú quieres misericordia y no sacrificios; los invitas a amar como Tú amas: misericordiosamente.
Jesús, a veces se me olvida que Tú amabas también a los fariseos. Tus reproches no tenían como fin fastidiarlos, sino despertarlos del funesto sopor de sentirse justos.
Muchas veces, Jesús, este peligro también se hace presente en mi vida. Puedo correr el riesgo de sentirme mejor que los demás precisamente porque reconozco mis pecados. Me he dado la libertad de ser juez de los jueces, de juzgar farisaicamente a los fariseos, de quejarme de lo malo que sucede a mi alrededor sin apenas mover un dedo para solucionarlo.
Es real el peligro de despreciar y tachar de intransigentes e inmisericordes a quienes denuncian los pecados ajenos, sin darme cuenta de que yo caigo en ese mismo error. Es como si la mujer adúltera, luego de ser perdonada por Ti, hubiera arengado a la multitud a apedrear a sus acusadores. No me parece que esa sea tu actitud.
Tú detestas el pecado… pero nunca rechazas a ningún pecador. Y si Tú no lo haces, ¿por qué yo tendría que hacerlo?
Ayúdame, Jesús, a experimentar profundamente en don de tu amor misericordioso de manera que yo pueda ser un reflejo de ese mismo amor.
Jesús, dame tu corazón y enséñame a amar a los demás como los amas Tú.
"La misión nos purifica del pensar que hay una Iglesia de los puros y una de los impuros: todos somos pecadores y todos necesitamos el anuncio de Cristo, y si yo cuando anuncio en la misión a Jesucristo no pienso, no siento que lo que digo a mí mismo, me separo de la persona y me creo -puedo creerme- puro y al otro como impuro que tiene necesidad. La misión nos afecta a todos como pueblo de Dios, nos transforma: nos cambia el modo de ir por la vida, de "turista" a comprometido, y nos quita de la cabeza esa idea de que hay grupos, que en la Iglesia hay puros e impuros: todos somos hijos de Dios. Todos pecadores y todos con el Espíritu Santo dentro que tiene la capacidad de hacernos santos."
(Discurso de S.S. Francisco, 27 de mayo de 2017).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy voy a evitar hacer juicios negativos o condenatorios de las personas que me rodean.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

SABÍAS QUE LA MADRE ANGÉLICA ERA UNA GRAN DEVOTA DEL DIVINO NIÑO?


¿Sabías que la Madre Angélica era una gran devota del Divino Niño?
Por David Ramos





REDACCIÓN CENTRAL, 20 Jul. 17 / 02:19 pm (ACI).- Un hecho no muy conocido públicamente de la vida de la Madre Angélica, fundadora de EWTN, la cadena de televisión católica más grande del mundo, fue su gran devoción por el Divino Niño Jesús.

La Madre Angélica conoció la iglesia del Divino Niño Jesús, en el barrio 20 de Julio de Bogotá, durante un viaje realizado a América del Sur, en junio de 1996. En ese mismo viaje visitó también Perú, Ecuador y Bolivia.

La devoción del Divino Niño comenzó durante la primera mitad del siglo XX, promovida por el sacerdote salesiano italiano Juan del Rizzo, a cargo de la evangelización del humilde barrio 20 de Julio, de la capital colombiana.

El cariño por el Divino Niño ha rebasado las fronteras colombianas y ha llegado a diversos países del mundo.

El periodista Raymond Arroyo, en su biografía de la Madre Angélica -“Mother Angelica: The Remarkable Story of a Nun, Her Nerve, and a Network of Miracles”- señala que en su viaje de 1996, la fundador a de EWTN fue llevada por su anfitrión en Colombia, el P. Juan Pablo Rodríguez, a la iglesia del Divino Niño Jesús.


Mientras rezaba al pie de la imagen, en medio de la multitud de fieles congregados en la pequeña capilla del Divino Niño, escribe Arroyo, “lágrimas repentinamente mojan sus mejillas” y a la Madre Angélica le pareció que la imagen se movía.

“‘De repente, Él se voltea hacia mí’, recordó Angélica, ‘y Él dice ‘Constrúyeme un templo y ayudaré a aquellos que te ayuden’”, indica Arroyo.

La Madre Angélica no sabía exactamente cómo interpretar ese mensaje, y no entendía a qué tipo de “templo” se refería. “Todo el mensaje era cuestionable para mí”, le dijo la fundadora de EWTN a Arroyo, y aseguró que no le mencionó a nadie “esa parte del mandato por un par de años”.

“Meses después -continúa el biógrafo de la Madre Angélica-, a su salida de San Pedro, en Roma, Angélica leyó una inscripción en piedra que comenzaba con las palabras: ‘Este templo’”. Entonces todo quedó claro: “El Niño Cristo quería un santuario elaborado, se dio cuenta la Madre. Existía tal cosa como un templo católico, y su Señor deseaba uno nuevo”.

Raymond Arroyo precisa en su libro que a inspiración de lo que luego sería el Monasterio de Nuestra Señora de los Ángeles, en Hanceville, Alabama, en Estados Unidos, no surgió directamente por el Divino Niño, pues las excavaciones en el terreno habían comenzado alrededor de seis meses antes de la visita de la Madre Angélica a Colombia.

“Lo que el encuentro con el niño Jesús hizo fue cristalizar la visión de la Madre para el monasterio de Hanceville, alterando radicalmente los planes originales. Ante lo que ella consideró un mandamiento divino, la ‘sencilla capilla de granja’ no sería tal”, asegura Arroyo.




Madre Angélica junto a imagen del Divino Niño, mientras se construía el Santuario del Santísimo Sacramento. Foto: EWTN.

Además de una reproducción de la imagen del Divino Niño al interior del Santuario del Santísimo Sacramento del Monasterio de Nuestra Señora de los Ángeles, una versión especial de la imagen ideada por la Madre Angélica se encuentra en el centro de la plaza exterior.

PECADO Y MISERICORDIA


Pecado y misericordia
Reconocer el pecado nos permite invocar, aceptar, celebrar la misericordia.


Por: P. Fernando Pascual | Fuente: Catholic net 




En algunos lugares es fácil encontrar a católicos que han perdido la idea del pecado. De ahí se deriva la desafección hacia el sacramento de la confesión y, en no pocos lugares, la costumbre de comulgar sin ninguna inquietud acerca de si uno posee o no posee las disposiciones suficientes para participar en la Mesa del Señor.

Otros llevan la pérdida del sentido del pecado mucho más lejos: dejan de comulgar, se alejan poco a poco de una Iglesia que “no les sirve”, apagan en su interior todo anhelo de transcendencia al dejarse invadir por las preocupaciones del mundo.

No es fácil reconocer que hemos “pecado”, que hemos ofendido a Dios, al prójimo, a nosotros mismos.

No es fácil especialmente en el mundo moderno, dominado por la ciencia, el racionalismo, las corrientes psicológicas, las “espiritualidades” tipo New Age. Un mundo en el que queda muy poco espacio para Dios, y casi nada para el pecado.

Muchos reducen la idea de pecado a complejos psicológicos o a fallos en la conducta que van contra las normas sociales. Desde niños nos educan a hacer ciertas cosas y a evitar otras. Cuando no actuamos según las indicaciones recibidas, vamos contra una regla, hacemos algo “malo”. Pero eso, técnicamente, no es pecado, sino infracción.

Otros justifican los fallos personales de mil maneras. Unos dicen que no tenemos culpa, porque estamos condicionados por mecanismos psíquicos más o menos inconscientes. Otros dicen que los fallos son simplemente fruto de la ignorancia: no teníamos una idea clara de lo que estábamos haciendo. Otros piensan que el así llamado “pecado” sería sólo algo que provoca en los demás un sentimiento negativo, pero que en sí no habría ningún acto intrínsecamente malo.

Hemos de superar este tipo de interpretaciones equivocadas e insuficientes. Para descubrir lo que es el pecado necesitamos reconocer que nuestra vida está íntimamente relacionada con Dios, que existimos como seres humanos desde un proyecto de amor maravilloso. Es entonces cuando nos damos cuenta de que Dios llama a cada uno de sus hijos a una vida feliz y plena en el servicio a los hermanos, y que nos pide, para ello, que vivamos los mandamientos.

Porque existe Dios, porque tiene un plan sobre nosotros, entonces sí que podemos comprender qué es el pecado, qué enorme tragedia se produce cada vez que optamos por seguir nuestros caprichos: nos apartamos del camino del amor.

Al mismo tiempo, si al mirar a Dios reconocemos que existe el pecado, también podemos descubrir que existe el perdón, la misericordia, especialmente a la luz del misterio de Cristo.

Lo dice de un modo sintético y profundo el “Compendio del Catecismo de la Iglesia católica”, en el n. 392: “El pecado es «una palabra, un acto o un deseo contrarios a la Ley eterna» (San Agustín). Es una ofensa a Dios, a quien desobedecemos en vez de responder a su amor. Hiere la naturaleza del hombre y atenta contra la solidaridad humana. Cristo, en su Pasión, revela plenamente la gravedad del pecado y lo vence con su misericordia”.

Es cierto que nos cuesta reconocer que hemos pecado. Pero hacerlo es propio de corazones honestos y valientes: llamamos a las cosas por su nombre, y reconocemos que nuestra vida está profundamente relacionada con Dios y con su Amor hacia nosotros.

Reconocer, por tanto, el pecado nos permite invocar, aceptar, celebrar la misericordia (según una hermosa fórmula del Papa Pablo VI). De lo contrario, nos quedaríamos a medias, como tantas personas que ven sus pecados con angustia, algunos incluso con desesperación, sin poder salir de graves estados de zozobra interior.

Es triste haber cometido tantas faltas, haberle fallado a Dios, haber herido al prójimo. Es doloroso reconocer que hemos incumplido buenos propósitos, que hemos cedido a la sensualidad o a la soberbia, que hemos preferido el egoísmo a la justicia, que hemos buscado mil veces la propia satisfacción y no la sana alegría de quienes viven a nuestro lado. Pero la mirada puesta en Cristo, el descubrimiento de la Redención, debería sacarnos de nosotros mismos, debería llevarnos a la confianza: la misericordia es mucho más fuerte que el pecado, el perdón es la palabra decisiva de la historia humana, de mi vida concreta y llena de heridas.

De este manera, podremos afrontar con ojos nuevos la realidad del pecado, de nuestro pecado y del pecado ajeno, con la seguridad de que hay un Padre que busca al hijo fugitivo: así lo explica Jesús en las parábolas de la misericordia (Lc 15), en todo su mensaje de Maestro bueno. Descubriremos que si ha sido muy grande el pecado, es mucho más poderosa la misericordia (cf. Rm 5). Estaremos seguros de que el amor lleva a Dios a buscar mil caminos para rescatar al hombre que llora desde lo profundo de su corazón cada una de sus faltas.

Juan Pablo II hizo presentes estas verdades en su encíclica “Dives in misericordia”, un texto que vale la pena leer y meditar con el corazón en la mano.

También el Papa Benedicto XVI, en su encíclica “Deus caritas est”, evidenció la grandeza y profundidad del perdón divino:

“El amor apasionado de Dios por su pueblo, por el hombre, es a la vez un amor que perdona. Un amor tan grande que pone a Dios contra sí mismo, su amor contra su justicia. El cristiano ve perfilarse ya en esto, veladamente, el misterio de la Cruz: Dios ama tanto al hombre que, haciéndose hombre él mismo, lo acompaña incluso en la muerte y, de este modo, reconcilia la justicia y el amor” (“Deus caritas est” n. 10).

Con los ojos puestos en el Crucificado, que también es el Resucitado, podemos descubrir la maldad del pecado y la fuerza de la misericordia. Desde el abrazo profundo de Dios Padre nacerá en nuestros corazones la fuerza que nos acerque al sacramento de la confesión, el arrepentimiento profundo que nos aparte del mal camino, la gratitud que nos haga amar mucho, porque mucho se nos ha perdonado (cf. Lc 7,37-50).

LOS CINCO MINUTOS DE MARÍA, 21 DE JULIO


Los cinco minutos de María
Julio 21




El Corazón de María fue un libro de oración; María no necesitaba consultar otros libros y devocionarios para ponerse en oración; su Corazón era el más hermoso de los libros, el más ferviente devocionario.

Allí, en su Corazón, en sus recuerdos, María leía, meditaba, profundizaba las cosas y los planes de Dios.

Llena tu corazón de las cosas de Dios y así podrás pensar en ellas, hablar de ellas, comunicarlas a los demás: “La boca habla de la abundancia del corazón” (Mt 12,34).

Virgen llena de la ciencia de Dios, hazme profundizar los secretos del Espíritu de Dios.


* P. Alfonso Milagro