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domingo, 16 de abril de 2017
MEDITACIÓN DEL EVANGELIO DE HOY DOMINGO DE RESURRECCIÓN: 16 ABRIL 2017
VOLVER A GALILEA
Los evangelios han recogido el recuerdo de unas mujeres admirables que, al amanecer del sábado, se han acercado al sepulcro donde ha sido enterrado Jesús. No lo pueden olvidar. Le siguen amando más que a nadie. Mientras tanto, los varones han huido y permanecen tal vez escondidos.
El mensaje que escuchan al llegar es de una importancia excepcional. El evangelio de Mateo dice así: «Sé que buscáis a Jesús, el crucificado. No está aquí. Ha resucitado, como dijo. Venid a ver el sitio donde yacía». Es un error buscar a Jesús en el mundo de la muerte. Está vivo para siempre. Nunca lo podremos encontrar donde la vida está muerta.
No lo hemos de olvidar. Si queremos encontrar a Cristo resucitado, lleno de vida y fuerza creadora, no hemos de buscarlo en una religión muerta, reducida al cumplimiento externo de preceptos y ritos rutinarios, en una fe apagada que se sostiene en tópicos y fórmulas gastadas, vacías de amor vivo a Jesús.
Entonces, ¿dónde lo podemos encontrar? Las mujeres reciben este encargo: «Id enseguida a decir a los discípulos: “Ha resucitado de entre los muertos y va delante de vosotros a Galilea. Allí lo veréis”». ¿Por qué hay que volver a Galilea para ver al Resucitado? ¿Qué sentido profundo se encierra en esta invitación? ¿Qué se nos está diciendo a los cristianos de hoy?
En Galilea se escuchó, por vez primera y en toda su pureza, la Buena Noticia de Dios y el proyecto humanizador del Padre. Si no volvemos a escucharlos hoy con corazón sencillo y abierto, nos alimentaremos de doctrinas venerables, pero no conoceremos la alegría del Evangelio de Jesús, capaz de «resucitar» nuestra fe.
Además, a orillas del lago de Galilea se fue gestando la primera comunidad de Jesús. Sus seguidores viven junto a él una experiencia única. Su presencia lo llena todo. Él es el centro. Con él aprenden a vivir acogiendo, perdonando, curando la vida y despertando la confianza en el amor insondable de Dios. Si no ponemos cuanto antes a Jesús en el centro de nuestras comunidades, nunca experimentaremos su presencia en medio de nosotros.
Si volvemos a Galilea, la «presencia invisible» de Jesús resucitado adquirirá rasgos humanos al leer los relatos evangélicos, y su «presencia silenciosa» recobrará voz concreta al escuchar sus palabras de aliento.
Evangelio Comentado por:
José Antonio Pagola
Jn 20, 1-9
LECTURAS BÍBLICAS DE HOY DOMINGO DE RESURRECCIÓN: 16 ABRIL 2017
Domingo de Resurrección – Ciclo A
Domingo 16 de Abril de 2017
Primera lectura
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 10, 34a. 37-43:
En aquellos días, Pedro tomó la palabra y dijo:
–«Conocéis lo que sucedió en el país de los judíos, cuando Juan predicaba el bautismo, aunque la cosa empezó en Galilea. Me refiero a Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él.
Nosotros somos testigos de todo lo que hizo en Judea y en Jerusalén. Lo mataron colgándolo de un madero. Pero Dios lo resucitó al tercer día y nos lo hizo ver, no a todo el pueblo, sino a los testigos que él había designado: a nosotros, que hemos comido y bebido con él después de su resurrección.
Nos encargó predicar al pueblo, dando solemne testimonio de que Dios lo ha nombrado juez de vivos y muertos. El testimonio de los profetas es unánime: que los que creen en él reciben, por su nombre, el perdón de los pecados.»
Palabra de Dios
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Salmo
Salmo Responsorial: 117, 1-2. 16ab 17. 22-23
R/. Este es el día en que actuó el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo.
Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.
Diga la casa de Israel:
eterna es su misericordia. R/.
La diestra del Señor es poderosa,
la diestra del Señor es excelsa.
No he de morir, viviré
para contar las hazañas del Señor. R/.
La piedra que desecharon los arquitectos
es ahora la piedra angular.
Es el Señor quien lo ha hecho,
ha sido un milagro patente. R/.
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Segunda lectura
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Colosenses 3, 1-4:
Hermanos.
Ya que habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba, donde está Cristo, sentado a la derecha de Dios; aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra.
Porque habéis muerto, y vuestra vida está con Cristo escondida en Dios. Cuando aparezca Cristo, vida nuestra, entonces también vosotros apareceréis, juntamente con él, en gloria.
Palabra de Dios
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Lectura del santo Evangelio según san Juan 20, 1-9:
El primer día de la semana, María Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro.
Echó a correr y fue donde estaba Simón Pedro y el otro discípulo, a quien tanto quería Jesús, y les dijo:
–«Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto.»
Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; y, asomándose, vio las vendas en el suelo; pero no entró.
Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: vio las vendas en el suelo y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no por el suelo con las vendas, sino enrollado en un sitio aparte.
Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó.
Pues hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos.
Palabra del Señor
ALELUYA, CRISTO HA RESUCITADO!!
¡Aleluya, Cristo ha resucitado!
¡Feliz Pascua de Resurrección!
(ACI).- Hoy es el día que la Iglesia Católica celebra el sentido de la Fe, porque festeja el Domingo de la Resurrección de Jesús o de Pascua, cuando Cristo triunfante sobre la muerte abre las puertas del cielo.
Durante la celebración eucarística se enciende el Cirio Pascual que permanecerá encendido hasta el día que se conmemora la Ascensión de Jesús al cielo.
Esta fiesta celebra la derrota del pecado y de la muerte, con la resurrección del todo sufrimiento temporal adquiere sentido con la vida eterna.
Es un día de fiesta de gozo, Cristo ha Resucitado, la Tumba está vacía, la humanidad está salvada, ahora es momento de abrazar esa salvación testificando una verdadera vida cristiana.
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La Resurrección
Reflexiones para Semana Santa
La Semana Santa debe ser un tiempo de reflexión, de leer la Palabra de Dios y encontrar el mensaje para nuestra vida. Esta reflexión intenta ayudarnos con esa tarea.
Por: P. Crispin Hernández Mateos | Fuente: Alforjas de Pastoral
1. LECTURA del texto bíblico
¿Qué dice el texto? Mt 28,1-10
"Transcurrido el sábado, al amanecer del primer día de la semana, María Magdalena y la otra María fueron a ver el sepulcro. De pronto se produjo un gran temblor, pues el Ángel del Señor bajó del Cielo y, acercándose, hizo rodar la piedra y se sentó encima de ella. Su aspecto era como el relámpago y su vestido blanco como la nieve. Los guardias, atemorizados ante él, se pusieron a temblar y se quedaron como muertos. El Ángel se dirigió a las mujeres y les dijo: "No teman. Ya sé que buscan a Jesús, el crucificado; no está aquí, ha resucitado, como lo había dicho. Vengan a ver el lugar donde lo habían puesto. Y ahora vayan enseguida a decir a sus discípulos: "Ha resucitado de entre los muertos e irá delante de ustedes a Galilea; allá lo verán". Eso es todo". Ellas partieron a toda prisa del sepulcro, con miedo y gran gozo, y corrieron a dar la noticia a los discípulos. En esto, Jesús les salió al encuentro y las saludó. Y ellas, acercándose, le abrazaron los pies y le adoraron. Entonces les dijo Jesús: "No tengan miedo. Vayan a decir a mis hermanos que vayan a Galilea, allá me verán".
+ El texto dice que unas mujeres fueron al sepulcro al amanecer
+ Un Ángel se les apareció y las mandó a avisarles a los discípulos que Jesús había resucitado.
+ Por último, que Jesús sale a su encuentro y las saluda. Les da el mismo mandato que el Ángel.
2. EXPLICACIÓN del texto bíblico
¿Qué les dijo a sus primeros destinatarios? Mensaje
San Mateo centra el relato de la Resurrección en el hallazgo de la tumba vacía y en el encuentro de Jesús resucitado con las mujeres. Esto desmiente el rumor de que los discípulos habían robado el cuerpo de Jesús. Es por ello un signo real de tal acontecimiento .
Colocar a las mujeres en la primera escena del hecho es un gesto inaudito, propio de san Mateo. Sólo él introduce de manera específica el papel de la mujer en la historia de la salvación, lo cual le hace ser uno de los evangelistas más fieles a los hechos revelados por Jesús (ver genealogía).
El hecho mismo narrado en el Evangelio pretende dar fortaleza y alegría a un pueblo sumido en tristezas y llantos. El Ángel es la presencia misma de Dios, es quien trae buenas noticias a la tierra. El miedo y el temor se apoderan de las mujeres pero el encuentro con el Ángel les anima y el encuentro con Jesús les fortalece.
3. APLICACIÓN del texto bíblico
¿Qué nos dice a nosotros hoy? Mensaje
En esta mañana de Resurrección, el Señor nos dice a los jóvenes: "No tengan miedo" (Mt 28, 5). Como a las mujeres en el sepulcro, en la voz del Ángel, nos repite: "¿Por qué buscan entre los muertos al que está vivo?" (Lc 24, 5-6). Como a los discípulos en la barca nos anima: "Soy yo" (Mt 14,26-27). Pero también nos reprende como a los discípulos de Emaús: ¿qué duros y necios de corazón son para creer? (Lc 24, 25). En este Día, pues, nos alientan los signos de la victoria de Cristo resucitado, mientras que suplicamos la gracia de la conversión y mantenemos viva la esperanza que no defrauda [1]. Hoy tenemos que ser mensajeros de esta buena noticia.
La resurrección de Cristo significa para nosotros que Dios Padre aprueba el camino de Jesús, su opción por el servicio, la justicia y la paz, que Dios siempre escucha el clamor del pobre y del crucificado en esta vida. Con su resurrección Jesús nos libera del pecado y de la muerte y nos abre el camino hacia el reino de la vida.
Los católicos "confesamos que la resurrección da nuevo sentido a la vida del hombre y con ello le anima a dar razón de su esperanza, de alcanzar la vida plena, constituyéndolo en testigo que hace viva su presencia salvífica. Creemos que Jesucristo con su muerte y resurrección rescata al hombre del pecado y de la muerte y lo reconcilia con Dios; le abre a las relaciones positivas consigo mismo, con los demás hombres y con la naturaleza, y lo hace partícipe de la vida eterna". [2]
Reconocemos que también hay lugares de encuentro con el resucitado hoy y estos son: la Eucaristía, la Palabra, los sacramentos, la comunidad y los pobres [3]. Un signo eficaz de su presencia resucitada es la comunión y el amor fraterno y solidario que nos da por medio de su Espíritu. Aunque el fruto por excelencia de la muerte y Resurrección de Jesús y de la presencia impetuosa del Espíritu es la Iglesia [4].
4. PROFUNDIZACIÓN DEL TEXTO
¿qué cosas más podemos saber del texto?
La Resurrección es un acto único de amor del Padre donde la vida es ahora una acción permanente que ya no tendrá fin, no es un volver a vivir como Lázaro (Jn 12,1) o la hija de Jairo (Mt 9, 25), es más bien una transformación del cuerpo mortal de Jesús en un cuerpo espiritual (glorioso), principio de una vida plenamente nueva y que no excluye la que vivimos ahora. La resurrección es regida por el principio fundamental del espíritu no limitado a la materialidad. [5]
La resurrección conlleva caminos de vida verdadera y plena para todos, caminos de vida eterna, caminos abiertos por la fe que conducen a la plenitud de vida que Cristo nos ha traído: con esta vida divina se desarrolla también en plenitud la existencia humana, en su dimensión personal, familiar, social y cultural [6].
¿Cuáles son esos caminos o actitudes nuevas que el acontecimiento salvífico exige? La vida nueva, como un cambio de actitudes, de pensamientos y decisiones basadas ahora en la ley del Espíritu, la ley del amor y la justicia (Col 3,5-25), además también requiere el servicio, la libertad, la verdad, la solidaridad, la alegría, el respeto, la fidelidad y la honestidad. Creer en la resurrección de Jesús es aceptarlo como criterio y fuente de nuestra vida, tener conciencia de que su Espíritu está con nosotros y actuar en consecuencia.
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NOTAS
[1] Cf. Documento de Aparecida (DA) # 14
[2] PDP # 401-402
[3] IV PDP # 403, Diócesis de Tuxpan, Ver.
[4] CEM, Del Encuentro con Jesucristo a la solidaridad con todos # 102 y 126, México DF, año 2000.
[5] FISICHELLA, R., "Resurrección de Jesús" pp. 856-857, en: Diccionario Teológico Enciclopédico, ed. Verbo Divino, 2ª edición, Estella (Navarra) 1996.
[6] DA # 14.
HOMILÍA DEL PAPA FRANCISCO EN LA VIGILIA PASCUAL 2017 - TEXTO COMPLETO
TEXTO COMPLETO: Homilía del Papa Francisco en la Vigilia Pascual 2017
Foto: Daniel Ibáñez / ACI Prensa
VATICANO, 15 Abr. 17 / 03:30 pm (ACI).- El Papa Francisco presidió esta noche la Vigilia Pascual en la Basílica de San Pedro e invitó a llevar la Buena Nueva de Cristo resucitado en un celebración en la que bautizó a 11 personas de diferentes nacionalidades, entre ellas Italia, China, España o Albania.
“Vayamos a anunciar, a compartir, a descubrir que es cierto: el Señor está Vivo. Vivo y queriendo resucitar en tantos rostros que han sepultado la esperanza, que han sepultado los sueños, que han sepultado la dignidad. Y si no somos capaces de dejar que el Espíritu nos conduzca por este camino, entonces no somos cristianos”, aseguró.
A continuación, el texto completo de la homilía del Papa:
«En la madrugada del sábado, al alborear el primer día de la semana, fueron María la Magdalena y la otra María a ver el sepulcro» (Mt 28,1). Podemos imaginar esos pasos…, el típico paso de quien va al cementerio, paso cansado de confusión, paso debilitado de quien no se convence de que todo haya terminado de esa forma… Podemos imaginar sus rostros pálidos… bañados por las lágrimas y la pregunta, ¿cómo puede ser que el Amor esté muerto?
A diferencia de los discípulos, ellas están ahí —como también acompañaron el último respiro de su Maestro en la cruz y luego a José de Arimatea a darle sepultura—; dos mujeres capaces de no evadirse, capaces de aguantar, de asumir la vida como se presenta y de resistir el sabor amargo de las injusticias. Y allí están, frente al sepulcro, entre el dolor y la incapacidad de resignarse, de aceptar que todo siempre tenga que terminar igual.
Y si hacemos un esfuerzo con nuestra imaginación, en el rostro de estas mujeres podemos encontrar los rostros de tantas madres y abuelas, el rostro de niños y jóvenes que resisten el peso y el dolor de tanta injusticia inhumana. Vemos reflejados en ellas el rostro de todos aquellos que caminando por la ciudad sienten el dolor de la miseria, el dolor por la explotación y la trata. En ellas también vemos el rostro de aquellos que sufren el desprecio por ser inmigrantes, huérfanos de tierra, de casa, de familia; el rostro de aquellos que su mirada revela soledad y abandono por tener las manos demasiado arrugadas. Ellas son el rostro de mujeres, madres que lloran por ver cómo la vida de sus hijos queda sepultada bajo el peso de la corrupción, que quita derechos y rompe tantos anhelos, bajo el egoísmo cotidiano que crucifica y sepulta la esperanza de muchos, bajo la burocracia paralizante y estéril que no permite que las cosas cambien. Ellas, en su dolor, son el rostro de todos aquellos que, caminando por la ciudad, ven crucificada la dignidad.
En el rostro de estas mujeres, están muchos rostros, quizás encontramos tu rostro y el mío. Como ellas, podemos sentir el impulso a caminar, a no conformarnos con que las cosas tengan que terminar así. Es verdad, llevamos dentro una promesa y la certeza de la fidelidad de Dios. Pero también nuestros rostros hablan de heridas, hablan de tantas infidelidades, personales y ajenas, hablan de nuestros intentos y luchas fallidas. Nuestro corazón sabe que las cosas pueden ser diferentes pero, casi sin darnos cuenta, podemos acostumbrarnos a convivir con el sepulcro, a convivir con la frustración. Más aún, podemos llegar a convencernos de que esa es la ley de la vida, anestesiándonos con desahogos que lo único que logran es apagar la esperanza que Dios puso en nuestras manos. Así son, tantas veces, nuestros pasos, así es nuestro andar, como el de estas mujeres, un andar entre el anhelo de Dios y una triste resignación. No sólo muere el Maestro, con él muere nuestra esperanza.
«De pronto tembló fuertemente la tierra» (Mt 28,2). De pronto, estas mujeres recibieron una sacudida, algo y alguien les movió el suelo. Alguien, una vez más salió, a su encuentro a decirles: «No teman», pero esta vez añadiendo: «Ha resucitado como lo había dicho» (Mt 28,6). Y tal es el anuncio que generación tras generación esta noche santa nos regala: No temamos hermanos, ha resucitado como lo había dicho. «La vida arrancada, destruida, aniquilada en la cruz ha despertado y vuelve a latir de nuevo» (cfr R. Guardini, El Señor). El latir del Resucitado se nos ofrece como don, como regalo, como horizonte. El latir del Resucitado es lo que se nos ha regalado, y se nos quiere seguir regalando como fuerza transformadora, como fermento de nueva humanidad. Con la Resurrección, Cristo no ha movido solamente la piedra del sepulcro, sino que quiere también hacer saltar todas las barreras que nos encierran en nuestros estériles pesimismos, en nuestros calculados mundos conceptuales que nos alejan de la vida, en nuestras obsesionadas búsquedas de seguridad y en desmedidas ambiciones capaces de jugar con la dignidad ajena.
Cuando el Sumo Sacerdote y los líderes religiosos en complicidad con los romanos habían creído que podían calcularlo todo, cuando habían creído que la última palabra estaba dicha y que les correspondía a ellos establecerla, Dios irrumpe para trastocar todos los criterios y ofrecer así una nueva posibilidad. Dios, una vez más, sale a nuestro encuentro para establecer y consolidar un nuevo tiempo, el tiempo de la misericordia. Esta es la promesa reservada desde siempre, esta es la sorpresa de Dios para su pueblo fiel: alégrate porque tu vida esconde un germen de resurrección, una oferta de vida esperando despertar.
Y eso es lo que esta noche nos invita a anunciar: el latir del Resucitado, Cristo Vive. Y eso cambió el paso de María Magdalena y la otra María, eso es lo que las hace alejarse rápidamente y correr a dar la noticia (cf. Mt 28,8). Eso es lo que las hace volver sobre sus pasos y sobre sus miradas. Vuelven a la ciudad a encontrarse con los otros.
Así como ingresamos con ellas al sepulcro, los invito a que vayamos con ellas, que volvamos a la ciudad, que volvamos sobre nuestros pasos, sobre nuestras miradas. Vayamos con ellas a anunciar la noticia, vayamos… a todos esos lugares donde parece que el sepulcro ha tenido la última palabra, y donde parece que la muerte ha sido la única solución. Vayamos a anunciar, a compartir, a descubrir que es cierto: el Señor está Vivo. Vivo y queriendo resucitar en tantos rostros que han sepultado la esperanza, que han sepultado los sueños, que han sepultado la dignidad. Y si no somos capaces de dejar que el Espíritu nos conduzca por este camino, entonces no somos cristianos.
Vayamos y dejémonos sorprender por este amanecer diferente, dejémonos sorprender por la novedad que sólo Cristo puede dar. Dejemos que su ternura y amor nos muevan el suelo, dejemos que su latir transforme nuestro débil palpitar.
QUÉ RELACIÓN TIENE EL CONEJO Y EL HUEVO DE PASCUA CON LA FE CATÓLICA?
¿Qué relación tiene el conejo y el huevo de Pascua con la fe católica?
Por María Ximena Rondón
(ACI).- Al concluir la Semana Santa aparecen el conejo y los huevos de Pascua, en muchos casos fabricados de chocolate, y muchos se preguntan si estos símbolos tienen alguna relación con la fe católica. Aquí te explicamos su sentido.
A través de su reflexión cotidiana “Punto de Vista”, el director del Grupo ACI, Alejandro Bermúdez, explicó el significado cristiano de ambos.
El conejo de pascua
En el caso del conejo de Pascua indicó que este proviene del hecho que antiguamente la figura de la liebre silvestre se utilizaba como recurso de catequesis para hablar sobre cómo debía ser el camino del cristiano hacia la resurrección.
Las patas traseras de la liebre son grandes, poderosas y sirven para cambiar velocidades y ascender por terrenos empinados. En cambio, las patas delanteras son pequeñas y débiles.
“Esas patas hacen que al conejo le sea fácil ascender y difícil descender. Esto era utilizado para representar el camino de la vocación del cristiano. Debe ser reacio y difícil ir hasta abajo en su vida moral y a la vez debe ser pronto, presto y ágil para ir hacia arriba, hacia la resurrección del Señor”, precisó Bermúdez.
El huevo de Pascua
Respecto al significado del huevo de Pascua, el director del Grupo ACI indicó que antiguamente el huevo servía para explicar el significado de la resurrección a los niños, explicando que de él nacía un pollito.
Bermúdez afirmó que en algunos países de Europa, como Italia, en el Domingo de Ramos muchas familias llevan huevos a la iglesia para que los bendiga el sacerdote. Estos se cuecen luego para consumirlos en el Domingo de Resurreción.
También comentó que en las iglesias de Estados Unidos, como parte de la alegría de la resurrección de Cristo, entre las Misas los niños realizan una búsqueda de huevos de chocolate o de plástico, con golosinas dentro.
“Esto se hace en un clima pascual, es por el gozo de la resurrección del Señor que es dulce. Para ellos es un día especial porque sus padres no pelean con ellos porque comen dulces. Entonces hay un poder catequético en esos símbolos”.
De otro lado un artículo publicado en el sitio web de la Conferencia Episcopal Francesa explica que antiguamente para los egipcios y los persas el huevo representaba la fertilidad y el renacimiento. Por ello durante la fiesta de la primavera se decoraban los huevos y los entregaban como un regalo.
En cambio, para los judíos el huevo representa la vida y la muerte. Debido a que la liberación de los judíos tuvo una cuota de sufrimiento, en la Pascua sumergen el huevo en agua con sal para recordar las lágrimas derramadas en su camino hacia la libertad.
Con la llegada del cristianismo, el huevo pasó de ser un símbolo de fertilidad y renacimiento, a representar la resurrección de Cristo que con su sacrificio en la Cruz da vida nueva.
Explicaron que anteriormente los cristianos tenían prohibido consumir los huevos durante la Cuaresma y se guardaban hasta la Pascua. Los huevos que ya no se podían comer los pintaban y se entregaban como regalo.
Contaron que en Francia, el rey Luis XIV hizo traer en la Semana Santa el huevo más grande del reino y él mismo repartió huevos pintados con pan de oro a sus cortesanos y servidores.
En el siglo XVIII los comerciantes alemanes comenzaron a fabricar huevos de chocolate para venderlos en Pascua, como celebración del fin de las privaciones propias de Cuaresma.
Alejandro Bermúdez también resaltó que el huevo y el conejo de Pascua son “símbolos que no podemos rechazar sino recuperarlos porque su origen es cristiano”.
“Lo que pasa es que nosotros hemos dejado que los símbolos se desconecten del significado cristiano y se vuelvan totalmente paganos. La secularización de los símbolos cristianos llevan a un ridículo” expresó.
Los Papas y los huevos de Pascua
En el año 2009, el Papa Benedicto XVI envió cientos de huevos de Pascua a los niños víctimas del terremoto que sacudió la ciudad de L´Aquila, en el centro de Italia, que dejó un saldo de 300 muertos.
En el 2012, un grupo de artesanos de la localidad italiana de Cremona, obsequiaron a Benedicto XVI un huevo de Pascua hecho de chocolate que medía 2 metros y medio y pesaba 250 kilos. El Pontífice recibió el regalo y lo donó a los jóvenes que estaban recluidos en la correccional Casal del Marmo de Roma.
Por su parte, en el año 2014 el Papa Francisco envió 150 huevos de Pascua al Hospital Pediátrico Bambino Gesù (Niño Jesús) para alegrar a los niños enfermos de cáncer.
Este año 2017, el Santo Padre entregará huevos de Pascua de la marca Kinder a los niños que están en el centro de acogida de Cáritas Roma.
LA RESURRECCIÓN DE CRISTO
La resurrección de Cristo
Pero esta fiesta, no es sólo para Cristo. Es una fiesta para todos nosotros, también debemos estar alegres por nosotros mismos.
Por: P. José Luis Richard, L.C. | Fuente: Catholic.net
Cristo ha resucitado. La Iglesia lo anuncia muchas veces durante esta Vigilia Pascual y no se cansará de repetirlo durante estos días de Pascua. Por todas partes hace resonar sus aleluyas, expresión de alabanza a Dios, pero también de euforia, de alegría, de entusiasmo. ¡Aleluya!
La Iglesia está desbordante de gozo y por eso se pone a cantar. Necesita desahogar de mil maneras su alegría, su felicidad: Jesús ha resucitado. “Surrexit Dominus vere, alleluia”. El Señor ha resucitado. ¡De veras! Aleluya, alegrémonos.
Alegrémonos por Cristo, nuestro Salvador, nuestro mejor Amigo, que ya ha triunfado. Ya ha dejado de sufrir. Ya vive glorioso, para siempre. Con corazón noble y generoso nos alegramos, sobre todo, por El. Porque se lo merece. Porque ha estado grande con nosotros, magnífico. Porque pasó toda su vida haciendo el bien y murió pudiendo decir: “Misión cumplida”. Nos alegramos sinceramente de que El ya pueda descansar junto al Padre. Se lo merece. Nadie nos ha amado como El. Nadie ha sido tan bueno y generoso como El. Y nos alegra sinceramente que El ya descanse, que sea feliz junto al Padre. Se lo merece.
Pero esta fiesta, obviamente, no es sólo para Cristo. Es una fiesta para todos nosotros. También debemos estar alegres por nosotros mismos. Yo nada más quisiera detenerme en dos motivos. Luego ya tendremos toda la Pascua para seguir penetrando, con la gracia de Dios, en este gran misterio de la Resurrección. Pero, por ahora, dos motivos:
a. En primer lugar, debemos alegrarnos porque Cristo está vivo.
Ese es el mensaje que los ángeles dan a las mujeres a la entrada del sepulcro: “¿por qué buscáis entre los muertos, al que está vivo? No está aquí, ha resucitado”.
Cristo está vivo. Estamos ya tan acostumbrados a esta verdad que quizá no nos damos cuenta de lo grandiosa que es, en su sencillez. Para entenderla nos puede ayudar el imaginar la experiencia que hicieron los apóstoles durante los momentos de la pasión y muerte de Cristo. Cristo para ellos era todo:
era su Amigo: la persona que mejor les conocía, hasta dentro, y que mayor bien les había hecho.
era su Maestro: El tenía la respuesta para todo; y, obviamente, la respuesta verdadera, auténtica. Era su Verdad.
era su Camino, su Ideal, su Modelo: sabían que, siendo como El, agradarían a Dios.
era su Fuerza, el que aplacaba la tempestad con un gesto de la mano
era su Sostén, con El podrían incluso caminar sobre las aguas y dar de comer a las multitudes. Con El sí se podía
El era TODO: Amigo, maestro, modelo, apoyo... todo. Y, de repente, de un día para otro, ven que Jesús no se defiende, no se esconde, le traicionan, le apresan, no hace ningún milagro, lo golpean, lo flagelan, lo crucifican... ¡lo matan! Imagínense a los apóstoles: no podían creer lo que había pasado; el Maestro ha muerto... ¡Qué angustia, qué desilusión, qué amargura! Porque hay algo peor que no conocer a Cristo. Sí, hay algo mucho peor: y es haberlo conocido y perderlo. Y los apóstoles habían perdido a Cristo. Cristo había muerto. Y, con El, habían muerto sus ilusiones, sus ideales, su confianza, su felicidad.
Pero, de repente, la noticia: ¡el Maestro ha resucitado! Poco a poco la noticia se va imponiendo: ¡Jesús está vivo y se ha aparecido a las mujeres, y a éste y a este otro!
Imagínense el suspiro de alivio, la satisfacción interior, la felicidad profunda que sentirían los apóstoles. Pues bien, ésa tiene que ser también la nuestra: Cristo está vivo. Está vivo ahora, hoy. Y no de un modo metafórico (como el que dice que vivirá en el recuerdo de los que le seguirán o le amarán...) No: Cristo está vivo realmente. La vida cristiana no es una doctrina filosófica, es la relación de amistad con Cristo, un diálogo de amistad. Y podemos entablar esta relación de amistad precisamente por eso: porque está vivo. Un cadáver, un muerto, no puede hacer compañía y tampoco la necesita, no puede hablar y tampoco escucha, no puede ayudar y de nada sirve lo que se le haga. No: Cristo, nuestro Amigo, está vivo. Por eso podemos hablar con El, vivir juntos, llorar y reír juntos, trabajar juntos. No tenemos por qué envidiar a los apóstoles, pues también nosotros podemos entablar una relación auténtica, real, no sólo imaginativa, con Cristo. Esta simple verdad, bien creída y asimilada, bastaría para que muchas cosas cambiaran en nuestra vida.
b. Una segunda razón por la que debemos alegrarnos es que Cristo, precisamente porque está vivo, continúa amándonos, continúa buscando nuestra salvación, continúa actuando. Está claro que, después de todo lo que Jesús ha hecho por nosotros, no va a dejar la tarea a la mitad.... Eso nos tiene que dar una grandísima confianza: Cristo resucitado, Cristo glorioso no se olvida de sus hermanos, de sus amigos que todavía no han alcanzado la gloria.”Ve a mis hermanos y diles...” Hermanos: así nos llama en la aparición a María Magdalena.
Un detalle de las apariciones del resucitado que me llama la atención es el hecho que Cristo haya querido resucitar manteniendo las huellas de las heridas en sus manos, en sus pies, en su costado. Está claro que son heridas gloriosas, que no le causan dolor, pero al fin y al cabo son heridas. Puesto a resucitar, podía haber quedado perfecto, sin ninguna huella. Pero no. Quiso conservar sus heridas. ¿Por qué? ¿Sano orgullo del soldado que conserva sus cicatrices como si fueran medallas? ¿Una forma para acordarse de nosotros? ¡Quién sabe! Bueno, El sí lo sabe. Pero a mí me agrada pensar que nos quería dar a entender precisamente esto: aunque ya esté glorioso, aunque ya esté resucitado y triunfante, El no se desentiende de nosotros, sino que nos recuerda y recordará siempre y no dejará a la mitad la obra que comenzó en nosotros. Continuará su obra en cada uno de nosotros hasta que alcancemos lo que El nos mereció con su cruz.
Durante este periodo pascual nos acompañará siempre en la capilla el cirio, símbolo de Jesús resucitado. Ojalá que siempre que lo veamos, miremos los cinco clavos, símbolo de sus llagas, y nos acordemos precisamente de esto: que El está vivo, nos ama y sigue actuando en nuestra vida. Que esto sea el sostén de nuestra alegría y de nuestra confianza pascual.